¡Qué bien jodes!
Por: Anne Darket
– Oye Potter, ¿qué hiciste de comer? Ya sabes que mi mamá viene a cenar y no le gustan las conservas muggles.
Draco siempre ha sido exigente y presumido. Harry a veces no llega a comprender cómo se juntó con un tipo así. Desde hace ya unos meses que viven en el mismo apartamento, duermen en la misma cama y comparten el mismo consolador (aunque el moreno jure que nunca ha usado uno).
– Te he dicho que no compres comida congelada. Nosotros tenemos un paladar demasiado refinado, así que más te vale que le hayas puesto verdura recién cortada de…
– ¡Sabes qué Malfoy, puedes irte al infierno a comer con toda tu familia! ¡Puedes tomar tus millones de lingotes de oro e irte a comer queso en la luna! ¡Puedes encender la estufa y hacer tu propia comida! ¡YO NO SOY TU SIRVIENTE!
– Oye sólo te doy unos consejos para…
– ¡QUÉ BIEN JODES!
Draco sonríe.
– Sabes que cuando elogias mi virilidad me pongo caliente Harry y mis padres no tardarán en llegar.
El moreno voltea en dirección al rubio y una media sonrisa se forma en su rostro.
– Odio que me hagas enojar para aumentar tu ego.
– Si no apretaras los labios cuando estás teniendo el orgasmo y me dijeras lo mucho que te gusta que te folle, no tendría que inventarme tácticas para que reconozcas mis dotes sexuales – Draco le susurra en el oído al tiempo en el que reparte por su lóbulo besos cortos.
Y aunque Harry no reconozca el sentimiento que le lleva a soportar a Malfoy, sabe que es tan poderoso que puede aguantar los actos infantiles de Draco.
Gracias por leer!
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