NA: Reeditado, Julio 25, 2012. Palabras: 4,965
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La melancolía corría, poco a poco, aquél silencioso lugar. La ronca voz de una cantante resonaba a lo lejos, embriagando por completo el ambiente con su mágica tonada y destruyendo a momentos el silencio que reinaba.
Una mirada vacía se perdía en la nada, divagando y enfocando en algún lugar inexistente que solo su alma conoce; moviendo aquél sus labios sin decir ni una sola palabra, susurrándole al viento, hundiéndose en la imagen de la tranquilidad sublimada.
Las sabanas caían seductoramente sobre sus brazos desnudos, peleándose con la luz de la mañana, colada a través de la cortina blanca, por ver quién acariciaba aquélla piel marmórea deseosa de afecto. Sus hombros descubiertos enmarcaban la serenidad de su cara, un leve lamento escapó de la entrada.
El murmullo comenzaba a traspasar la barrera entre lo irreal de la realidad, llegando a ser molesto al contacto. Un bufido escapó de sus labios, moviendo al instante su purpúrea mirada, odiando al mundo y maldiciendo cada segundo que pasaba.
"Hirogaru yami no naka
Kawashiatta kakume muchigiri"
The World. Nightmare
Burdel Akatsuki
Por Sottomaru.
Capitulo 1.- Tarde de Burdel.
El olor del alcohol, combinado con el del tabaco, merodeaba a diestra y siniestra por todo el lugar. Un ambiente pesado, una barra de cantina al centro del salón y una vieja tarima, que se levantaba gloriosa entre la multitud, era todo lo que sobresalía entre todo el barullo de sillas, mesas y personas que deambulaban de aquí a allá.
Una joven y hermosa mujer atendía la barra, un puñado de hombres se arremolinaba sobre los bancos de madera negra, tratando de llamar su atención y, tal vez, pagar por una buena cama. La chica atendía impasible, clavando de vez en cuando su gélida mirada para apagar los ánimos de los perros que la acechaban.
Las prostitutas atendían a los clientes, divirtiéndolos en el momento antes de pasar a una noche larga de trabajo en alguna de las tantas habitaciones del local.
Era una tarde como cualquier otra en el mejor burdel de la ciudad.
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La bruma se veía de un color oxidado, pesado y calido, sobre las empedradas calles del centro de la ciudad. Un par de pesadas hacían eco entre las paredes aledañas, un par de figuras apenas podía vislumbrarse; la tarde de aquél extraño día, era mística, asombrosa, perturbadora.
Un silencio existía entre aquéllas entidades, y solo era quebrantado por el escaso susurró de sus respiraciones. El más joven de ambos llevaba apenas una bufanda sobre su lánguido cuello, cubriendo fugazmente su rostro lleno de perforaciones, evitando que la brizna llegase a su cuerpo. El más viejo cubría su rostro bajo un velo y un turbante, vistiendo más elegante que su compañero y aferrando un viejo portafolio de cuero negro con el brazo izquierdo.
- estás muy callado, Kakuzu- musitó el menor, reclamando así la atención de aquél con el que andaba.
- ¿qué podría ser tan interesante para comentar?- respondió irónico y sagaz, con voz ronca y seria. Un bufido por risa apenas y se alcanzó a escuchar. - aunque… sería más interesante saber que ha pasado durante los cuatro años de mi ausencia, seguro que no han dejado el negocio solo por eso- comentó sin quitar la vista al frente.
- mmm, no mucho, realmente casi nada… ahora solo... nos dedicamos a una casa de compañía- sonrió divertido ante su propio comentario por debajo de la tela.
- un burdel- corrigió el mayor.
- llámalo así si gustas- mencionó tranquilo.
- ¿y el dinero?- su platica comenzó a darle interés- ¿qué hay con ello?
- nos va mejor que antes- presumió.
- jajaja- rió abiertamente- viejas mañas no se olvidan tan fácilmente- le aseguró- líder.
-seguro que no…-respondió con una sonrisa, callando los ánimos del otro.
La bruma se hizo más pesada, devorando ambas siluetas, invitándolos a su seno inmortal.
Una melódica canción era entonada desde la tarima, la desabrida cantante se movía serpenteante con el micrófono entre sus huesudos dedos marmóreos y secos. Un rubio, de largos cabellos, esperaba impaciente en la barra a que alguien llegase. La gélida mujer de cabello azul que atendía, se pavoneaba de un lado a otro repartiendo bebidas y rellenando vasos a las meseras del lugar.
- Joder- se quejó el ojiazul. La chica le miró con una corta sonrisa.
- llegará pronto- anunció. El rubio se sonrojó y ladeó la cabeza, haciéndose el interesante.
- no sé de que me hablas, uhn.- contestó.
- seguro, Deidara.
Una puerta, cerca de la barra, se abrió. Un joven de platinos cabellos se apareció con un hombre entre sus hombros, inerte y pálido. Arrojó el cadáver al piso tras al barra, y caminó tranquilo hasta donde el rubio, como si lo hecho anteriormente no fueran nada más que una cosa cotidiana, y se sentó a su lado. La tabernera se acercó a él con el semblante serio.
- ahí está la porquería que me pediste hoy- se quejó tranquilo, antes de que la otra pronunciara cualquier otra palabra.
- ¿no podrías haberlo puesto en un lugar más apropiado?- preguntó tratando de bajar la voz- si Madara lo ve aquí, Hidan, te juro que…
- ese vejete no dirá nada - Deidara lo pateó- ¡ouch!- se quejó- argh, tenía que estar su puta personal aquí…- le picó.
- imbécil, uhn- Deidara sorbió su bebida, volteando a verlo con una cínica sonrisa- ¿te da envidia qué al menos alguien me tome en cuenta, estúpido? ¡uhn!
- ¡ja! Sueña!- rió irónico- tú- se dirigió a Konan, la tabernera- dame algo… vengo muerto.
- a mi también sírveme un poco más- pidió el rubio extendiendo el brazo con el vaso.
- vale- tomó los vasos y se marchó.
- ja- el peliplata miró al rubio- una cría como tú no debería de tomar, eso es cosa de adultos - le molestó.
- lo mismo digo, mocoso- rió soberbio el rubio. Hidan se tensó, sabía que Deidara era más grande que él por apenas un par de semanas.
- puta- chasquó, Deidara lo volvió a patear al tiempo que Konan regresaba con los vasos.- ah, dame, dame –urgió infantilmente.
- gracias…
Ambos bebieron tranquilamente hasta el fondo. Un golpe seco se escuchó desde la puerta por la que, minutos atrás, había entrado Hidan. Un hombre de apariencia joven, aunque aún así madura, hizo acto de presencia en el lugar. Se quitó la estorbosa bufanda verde antes de entrar de lleno, mostrando así su pálido rostro y su elegante, larga y negra cabellera. Penetró hasta la barra y una vez ahí saludo sensualmente a los presentes, tomándole por el hombro al rubio quién se sonrojó en el acto.
- oh, ¿aún no llegan?- preguntó con el mismo tono de voz: ronco y sensual. Hidan negó con la cabeza y los otros dos respondieron un 'no' al instante.- jum..- apretó sensualmente el hombro del menor- entonces creo que tengo un tiempo libre- Deidara bajó la cabeza cohibido y nervioso.
- ¿qué hacemos con el cadáver?- preguntó la ojiazul antes de que su jefe se marchara. El pelinegro asomó la cabeza y logró divisar al hombre muerto tras la barra.
- que alguien lo quite de ahí- simplificó- échalo en el tiradero de atrás mientras llega el intermediario- pidió, levantó a Deidara y caminando tras él lo llevó por un pasillo a alguna habitación.
- jo- Hidan suspiró al verlos perderse tras la puerta de vieja madera semi podrida. Konan rió por lo bajo.- ¿de qué te ríes perra?- bufó el peliplata.
- realmente te dan envidia- clavó le primer clavo con la estaca.
- no me volveré prostituta- se quejó.
- entonces ya búscate a alguien, a veces realmente eres insoportable- dicho eso, se alejó de la barra con una sonrisa.
- ¡tsk! estúpida- murmuró por lo bajo. Dio vuelta sobre el banco en el que se encontraba y observo a una que otra prostituta del lugar. Ninguna le atraía aunque, no negaría que un polvo con cualquiera no le caería mal de vez en cuando.
Se levantó con pesadez del banco y comenzó a andar rumbo a su habitación, autista y tranquilo como el solía ser, mientras nada le molestase.
Caminó por aquél pasillo, en el que instantes antes Deidara y su amante se habían perdido, una sinfónica de gemidos se hizo presente en cuanto atravesó por la primera puerta del lugar. Maldijo al arquitecto por haber puesto las escaleras al fondo de pasillo en ese instante. Anduvo solemne entre el mundo lleno de lujuria por el que transitaba y vivía, en un instante logró captar los gemidos del rubio, provenientes de dos habitaciones más adelante y cuya puerta estaba abierta en todo su esplendor. No pudio evitar el morbo de mirar dentro al pasar.
Quedó pasmado al ver la escena entre el dueño del burdel y aquél que, como sirviente y persona, se entregaba sin la más púdica pena de verse envuelto en una situación así.
-…
Un fino hilillo de saliva corría desde la comisura de la boca. Labios rojos e hinchados, producto de los constantes arrebatos de pasión y deseo por parte del mayor, regocijándose en profanar la joven cavidad de quien se entregaba ante él. Ambos brazos se enredaban entre los pegajosos cuerpos, los cabellos pegados por el perlado sudor que los bañaba, y el constante gemir por parte de Deidara, sin duda llamarían la atención de quien se atreviera a pasar por ese lugar.
Se quedó estático, asombrado y maravillado, por lo que estaba por presenciar. El moreno cogía de las piernas a Deidara, abriéndolas ante el pasó de su imponente miembro, penetrando en el frágil cuerpo de aquél muchacho. Su lengua lasciva recorría la curvatura de su cuello, mordiendo el hombro, y dejando un suave camino de tibia saliva a su paso.
El peliplata tragó saliva con pesada rudeza. Realmente le ponían los nervios de punta las cosas de ese modo. Su seño se frunció al observar como el rubio, entre gemidos, le dedicaba una sonrisa de superioridad y prepotencia, abrazándose más al cuello de aquél que lo embestía.
- tsk, puta- se quejó molesto. Se puso en marcha con el entrecejo aún torcido.
Subía las escaleras, tratando de ignorar los gemidos, masajeándose las sienes y perdiéndose por completo en la penumbra del olvido.
La puerta se abrió con sutil violencia. Un hombre corpulento se apareció tras un joven de enigmática mirada. Hubo un pequeño momento de silencio dentro de la barra, y un instante después todo había vuelto a su usual movimiento. La puerta se cerró tras ambos, accediendo al lugar sin problemas.
Konan avanzó hasta ellos, ágil, grácil y violenta, con la beldad que solo una mujer como ella tiene, deteniéndose ante ambos, pero en especial frente al hombre de cabello naranja.
- ¿ya está aquí?- preguntó Pain impasible, Konan asintió con sequedad.
- está tomando un… entretenimiento- informó.
- vaya…- el pelinaranjo avanzó hasta la barra y una vez puesto ahí, no pudo evitar observar el cadáver tras la mesa- ¿qué hace esto aquí?- preguntó alzando una ceja.
- esperando- inquirió ella con algo de diversión. El joven negó con la cabeza y se sirvió una copa.
Los ojos cristalinos de la joven se entornaron entonces hacía la visita que esperaban, analizó tranquilamente el semblante de aquél hombre y torció una mueca satisfecha. Sonrió con elegancia y extendió sus palabras al recién llegado.
- ¿cuánto tiempo, Kakuzu?- expresó tranquila.
- tú siempre tan bella- la chica extendió la manga de su kimono hasta su cara, cubriendo el rubor que aquella frase le había provocado.
- jeje- rió por el acto- bueno, necesito atender negocios- aseveró.
- en seguida tendrán la mesa- respondió más seria- no creo que él deseé verse descortés- pronunció con un suave toque de asco en su hablar.
- lo sé.
Dicho eso, ambos se alejaron. Kakuzu anduvo hasta donde el pelinaranjo tomaba tranquilo su copa; Konan movilizaba a unas cuantas prostitutas para que tuviesen una mesa cómoda y alejada del bullicio del lugar.
- sírvete si quieres- intervino Pain- será mejor que aguantemos hasta que esté listo esto, solo espero que no se tarde.
- eso dependerá de su 'diversión'- advirtió burlón el nuevo administrador tomando la copa y sirviéndose un poco de vodka en el acto.
- oh, no, no creo que sea su 'diversión', esto ya fue más allá de ser simple diversión- Pain removió su copa pensativamente.
- ¿en serio? Nunca lo creí y no puedo imaginarlo ahora- sorbió un poco de alcohol- ¿qué tan buena será entonces?- se preguntó irónico.
- qué tan BUENO será entonces- corrigió, al mayor casi se le va al trago.
- ya veo.
- es el primero más joven… aparte… también es uno de los más eficaces… Sasori murió por su causa- espetó como si no hablasen más que de papeles y asuntos sin relevancia.
- ¿Sasori está muerto?- la cantante comenzó a entonar nuevamente una canción melancólica y bizarra.
- si, Madara lo quitó de su camino, realmente le apetece Deidara- Pain terminó su trago.
- ya veo- sorbió su copa nuevamente- ¿cuánto gasto se llevará?-pensó dramático.
- no te preocupes, se compensa con el más joven- sonrió para el mayor- seguro que será de tu simpatía.
- lo dudo- sonó molesto por tal comentario. Kakuzu no tenía fama de ser muy trabajador, en su época moza de trabajo, cuando de hacerlo en quipo se trataba.
- ya lo conocerás, aunque… -Kakuzu le miró con interés- su actitud si que es un problema.
- ¡atchú!- Hidan estornudó en medio del baño.
Una fina tela de vapor envolvía sensualmente el cuarto. Sus pálidos hombros refulgían gracias a la tibia agua con la cuál se bañaba. Se sumergió hasta la nariz en la bañera llena de espuma y jabón usado, dejando entrever el sonrojo provocado por la temperatura de la habitación.
- jum…- entrecerró los ojos y frunció le ceño, realmente más que envidia Deidara le causaba celos.
Celos. Si, malditos celos. No podía negarlo, y mientras que nadie lo supiese todo estaría bien, Deidara sabía una parte de lo que más le dolía y solía utilizarla contra él. Maldito bastardo. A veces añoraba que alguien estuviese ahí para él, a veces deseaba poder volver a confiar en la gente…. Sin embrago… 'ella' se había encargado de que eso no sucediese.
- maldita puta- se quejó. Agitó la cabeza, tratando de disipar los pensamientos, y se dispuso a salir. Imbécil, un asesino no tiene derecho a pedir algo así, pensó.
Un chapoteo resonó en los azulejos del baño, y un chorro de agua mojó las losetas del piso. El peliplata había salido de un solo brinco de la tibia agua, dejando ver su perfecta anatomía.
No tenía caso seguir pensando en el pasado, y sin embargo, no podía pensarse en un futuro cercano. Tenía en claro muchas cosas, añorando unas y borrando otras. Su vida no era ni sería la perfección que él hubiese deseado y sin embargo, se sentía satisfecho con lo que había logrado hasta ese momento en su vida.
Caminó hasta la puerta, tomando a su paso una bata y saliendo del lugar. Dejando en penumbras el pasado de su mente atormentada.
- ah…
Madara salía de pasillo con una sonrisa de autosatisfacción. Acomodaba torpemente con su mano, algunos cabellos rebeldes que caían graciosa y desordenadamente por su rostro, picando sus ojos en ocasiones.
Alzó la vista y se topó con que sus dos visitantes ya se encontraban platicando frente a un par de bebidas. Se acomodó la yukata que llevaba ahora y anduvo hasta el par, que se levantó al ver su llegada.
- ¡buenas noches!- se saludaron mutuamente los tres, Madara tomó asiento siendo imitado por los otros dos, sobre un cómodo sillón.
- ah, ¿cuánto tiempo?- comenzó sonriendo- ya extrañaba esto- dijo irónico.
- no ha ido tan mal- refunfuñó Pain.
- eso es lo que veo- rió Kakuzu- pareciese que hasta mejoraron sin mí- Madara y éste rieron por el comentario.
- seguro- sonrió- no hubieses venido- otra risotada más.
- ya lo creo…- el mayor tomó su copa y la bebió hasta el fondo- en fin, negocios son negocios- su expresión cambió drásticamente, al igual que las de los otros dos. Su mirada denotaba lujuria y lascivia, el dinero lo estaba maniobrando una vez más.
- entonces así será.
- ¿a qué me has llamado?- preguntó inquieto- algo me dice que hay demasiado de por medio.
- no te equivocas, como siempre- Madara tomó su vaso, analizando la bebida dentro de él y degustándola tranquilamente- queremos el dominio completo del estado- Kakuzu se sorprendió un segundo y más tarde su sonrisa se ensanchó.
La penumbra los cobijaba gentilmente. Era una mesa bastante cómoda para tratar sin ser molestado por ajenos y mucho más, para pasar por desapercibidos tranquilamente.
El humo se hacía denso a segundos, las luces enfocaban y desenfocaban a la cantante sobre la tarima. Un ambiente hostil se resquebrajaba lento y armonioso, llevándose hasta la más mínima gota de miseria, olvidándose del mundo externo y embriagando al desdichado que habitaba en ahí.
Un par de lánguidas y firmes piernas se aparecieron por la puerta del pasillo. Algunas miradas llenas de lujuria se desenfocaron al ver semejante presencia en el lugar; recorrieron toda la piel marmórea que se prestaba a la vista, desearon palpar cada centímetro de la misma que yacía escondida. Era un espécimen difícil de explicar.
Avanzó elegante hasta la barra, conciente de las miradas y sonrisas lascivas que lo seguían. Su rostro, sereno y perfecto, con su arrogancia natural no podía evitar mostrar el sentimiento de satisfacción y arrogancia que lo llenaba al sentirse le centro de atención.
Las mujeres le envidiaban, las prostitutas le miraban, los hombres le deseaban; todo estaba a sus píes. Era como una mariposa negra, hermosa y letal, nadie se atrevería, por más que lo desease, a acercarse y osarse de él.
- dame un trago, puta- demandó prepotente ante la prostituta que atendía la barra en la ausencia de Konan.
Tomó asiento y se dejó envolver por las miradas que sobre él se posaban, ahora solo era cuestión de esperar a que Deidara se presentara.
- ya veo…- la afilada lengua de Kakuzu parecía deleitarse con cada palabra que escuchaba y contestaba- así que es necesario ese sacrificio.
- tu dirás si lo ponemos en riesgo, no creo que alguien sospeche si lo hacemos como siempre- Madara sonrió satisfecho- no solo su dinero será para ti… una vez muerto el padre tendrías el dinero del estado completo a tu merced…- los ojos de Kakuzu brillaron ante la propuesta.
- ¿cómo te enteraste del acuerdo?- preguntó curioso, el asunto de su estado civil no era que se supiese en cada esquina.
- hay muchos clientes que vienen aquí… no me jodas con que no conoces los secretos de tu próxima familia- el mayor frunció el ceño.- responde, ¿si o no?
- …- Pain miró la indecisión del mayor, sabía que el dinero era su debilidad más grande pero ya no estaba seguro si el arreglo de su matrimonio tenía algo más que ver con ello.
- vamos Kakuzu, tu tienes lo que quieres y nosotros también… ella tiene lo que quiere y tú también- Kakuzu guardó la silencia, esperando una propia respuesta.
- uhm?- Madara le miró- ¡no me dirás que sientes algo de compasión por la estéril de tu prometida!- se quejó el otro, Kakuzu levantó la mirada serio- acéptalo… ella es estéril y se casa por tu compasión, tú por su dinero y nosotros te apoyamos por poder…. Siempre ha sido así.
- entonces hagámoslo- respondió el mayor cortante- solo que esto quedará en silencio entre los tres… entre la organización –sonrió- entre nosotros… y cada quién obtiene lo que quiere- sentenció.
- trato hecho.
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- uhm…- el rubio salía somnoliento por la puerta del pasillo, su larga cabellera caía desordenadamente por sus hombros completamente suelta, sin rastro aluno de la liga solía que amarraba la coleta.
Llevaba encima una yukata gris y encima de esta, otra aún más gruesa. Caminó con autismo hasta la barra, recogiéndose torpemente los cabellos del rostro y sonriendo con debilidad. Tener encuentros de ese tipo, y sobre todo con su jefe, lo dejaban muerto.
Tomó un banco y se acomodó junto al ojilila, que le miraba burlón, para tomar un trago. La sonrisa de Hidan comenzó a ensancharse al ver como sus ojos azules se abrían más, sorprendidos por lo que se apreciaba frente a sus ojos.
- ¿qué demo…?
- ¿cansada, puta?- rechinó entre dientes. Al instante Deidara viró su mirada con el rubor en la cara, tratando de no dejarse llevar por el asesino de cabello plateado.
- ya quisieras estar en mi lugar, uhn!- sonrió con cansancio.
- seguro- Hidan tomó un sorbo de su copa, una sonrisa divertida se formó en su rostro al observar los vanos intentos del rubio por no mirarle.
- ¿qué te ha hecho bajar así?- preguntó inquieto. No era común tanta ligereza en su forma de vestir.
- nada en especial.- sonrió.- ¿a caso te distraigo?
- para nada…uhn…- el rubio mordió su labio.
- 0o será que tienes miedo?- Deidara se heló, clavó su mirada llena de sorpresa y enfado en la cara del otro como si preguntase qué era lo que trataba de decir.
Un montón de preguntas se galoparon en su mente y una idea comenzó a hacerlo temblar. ¿No se estaba refiriendo a Madara o si…?
- juegas…- siseó exasperado.
- nah- se burló- me he preguntado ¿qué…?- una bofetada por parte de Deidara lo dejó callado- ¿Qué?
- no te metas con él- inquirió indiferente- sí no…
- ¡¿qué?- el más alto recobró su postura altanera- si lo hiciese…
- te mato- su voz lo dejó callado.
Estaba hablando realmente con determinación y, aunque Deidara pareciera una niña, sabía perfectamente hasta donde podría llegar. Una gota de sudor frío recorrió su cuello, perdiéndose entre sus ropas. La forma indiferente y fría de hablar de Deidara no mentía.
El rubio se levantó de su lugar y comenzó a andar hasta donde su amante, quién le había hecho una seña para que se acercase; Hidan rodó los ojos a su vaso y bufó molesto, el tiro le había salido por la culata.
- entonces queda como secreto- rieron los tres. Deidara llegó hasta la mesa y, en un movimiento rápido, Madara lo sentó sobre sus piernas.
- su nombre es Deidara- le mostró a Kakuzu quién pareció examinarlo, ahora era el turno del rubio de sudar frío ante una presencia de ese tipo- ¿precioso, no?
- mmm… -tosió- es muy joven, ¿qué tanto puede hacer?- el más joven frunció le seño, estaba siendo subestimado por su aspecto una vez más.
- no te dejes llevar por su lindo rostro- Madara le pasó una mano por las mejillas- podría llegar a matarte si te descuidas- sonrió.
- jajaja- rió el mayor, le dedicó una mirada de complicidad a Pain quién simplemente atinó a asentir.- ya noto por que es tú favorito…
- ja...
Hubo un momento de silencio. El moreno no pudo evitar observar las piernas de Deidara, que habían quedado expuestas al sentarlo en sus piernas, acariciándolas lentamente, asegurándose de sentir cada centímetro de piel. Se levantó casi de inmediato, y tomándolo de la cintura se excuso con los otros dos para retirarse.
- entonces tenemos un negocio- dijo sonriente.
- lo tenemos si aceptas claramente mis condiciones- inquirió Kakuzu.
- sabes que si- dijo firme.
- entonces ya está hecho, vendré todos los días a revisar el avance… y cuando no se pueda, no se podrá…
- me parece, perfecto- siseó- nos veremos entonces- Pain y Kakuzu lo miraron perderse por el pasillo nuevamente junto a Deidara.
- joder - ambos se relajaron- siempre ha sido así.
- lo bueno es que no gasta dinero- Pain asintió y segundos después miró por el hombro de Kakuzu, hacia la taberna.
- ah, ya vengo… hay un cadáver que atender… si quieres puedes ir a la barra y tomar algo, después veremos quién será tu compañero…- inquirió cansado.
- jum, bien.
El pelinaranjo se levantó junto a Kakuzu y cada uno se perdió rumbo a su dirección propia.
El whisky se movía de un lado a otro de la copa, yendo y viniendo sin parar, reflejando en su tomar la semi ebria mirada de Hidan.
El peliplata miraba autista el liquido que retozaba en la copa, las palabras de Deidara ya no resonaba en su mente y un extraño vacío le nacía de la boca del estomago y terminando en su pecho. Se sentía estúpido y… solo.
- Imbécil..
Kakuzu inspeccionaba con al mirada todo lo que a su alrededor pasaba, observaba deliberadamente cada lugar y rincón de la sucia morada en la que ahora su más preciado bien estaba asegurado. Las prostitutas atrapadas en un fino hilo de telaraña, moviéndose cual muñecas para complacer sus más bajos instintos a aquél que con dinero se presentase; la desabrida cantante y su voz ronca, deleitando a más de uno no solo con su figura. Todo parecía estar en una perfecta armonía, una armonía muy bizarra. Seguía su recorrido con la mirada cuando una madera salida le hizo volver su vista a al barra.
Y ahí estaba, de elegante silueta y un aura solitaria, tomando entre sus dedos una copa de viejo licor. Frágil y perfecto, de un aspecto casi inhumano e inalcanzable, dejando ver la fina línea de su espalda, pidiendo a gritos en su piel que alguien le tocara.
-…
No encontraba una oración coherente en su memoria con la cual pudiese describir al ente que se encontraba frente a él, no encontraba razón humana para entender como es que una cosa así encajara tan armoniosamente en un mundo podrido como en el que se encontraba. No era algo que a simple vista, pudiese notarse con miradas.
-…
Avanzó lento, dudoso. Detallando cada cosa en aquélla persona que había llamado poderosamente su atención con solo estar presente frente a la barra. ¿Cuántos años tendría? ¿Cómo se llamaría? ¿Qué es lo que ahí hacía exactamente? Eran muchas incógnitas dando vueltas a una sola respuesta. Se sentó a su lado, sin llamar su atención mientras su mirada fija aún le recorría. Solo había una palabra que se utilizara en ese momento: sublime.
- m…
El sabor corroía sus papilas, dejando esa sensación caliente en su boca que solo el alcohol puede utilizar para dejar su huella; obligando a sus pálidas mejillas a colorearse de un suave rosado a causa de la embriaguez que comenzaba a apoderarse de él. Sintió como la enorme figura que se había sentado a su lado le miraba entretenido, una risa irónica se ahogo en sus labios y sin ser observado, echó una miradita furtiva al hombre a su lado.
Nunca lo había visto por ahí, y parecía tener bastante dinero. Una mueca de desagrado se formó en su rostro al pensar la palabra 'dinero', que asqueroso. Volvió al frente donde su copa lo esperaba llena otra vez. Ahora si que parecía un tipo bastante molesto. La prostituta que atendía volvió al frente con una sonrisa para el hombre nuevo.
- hola guapo, ¿qué te sirvo?- preguntó melosa.
- lo que sea más bueno- inquirió con la voz ronca y profunda que lo caracterizaba. La prostituta le guiñó un ojo y se alejó enseguida.
- m…- ese gemido llamó poderosamente su atención. Hidan lamía su dedo con deleite, chupando los restos de alcohol que aún quedaban en su copa. El mayor alzó una ceja y rió.- ¡¿m?- bufó molesto- ¡¿qué?- preguntó de mala gana al notar la risa.
- ¡¿de qué?- preguntó Kakuzu guardando la risa, Hidan se molestó más. Kakuzu había decidió examinarlo descaradamente ahora que tenía su rostro frente a frente.
La nariz perfecta y fina, las cejas bien delineadas y del mismo color plateado que su cabello; la piel de un color pálido y perfectamente suave a la vista, y sus ojos, unos ojos de un color violáceo demasiado atrayente. Si se prostituía, debía cobrar demasiado.
- ¿qué me ves?- preguntó cohibido pro su mirada, sonrojándose aún más.
- ¿debería estarte viendo?- preguntó divertido.
- lo estás haciendo!- gritó.- jum… idiota- la prostituta volvió con la copa y se la tendió.
- ¿algo más, cariño?- Kakuzu negó- bien, llámame si me necesitas- la chica le guiño un ojo y se alejó, Hidan bufó molestó.
- ¿qué?- esta vez fue el mayor quien peguntó, Hidan no contestó.- ¿te roba el trabajo?
- no soy una puta- sentenció algo molesto.
- ya veo…- Hidan se sorprendió, había sonado eso con ¿alivio? Eso era extraño.
- uhm… - trató de levantarse de su lugar, pero el alcohol le pasó factura por ello.- me voy…- se tambaleo un poco y casi cae. Kakuzu le sostuvo de un brazo, mirándole a los ojos.
- estás ebrio- afirmó. Hidan se soltó de un manotazo.
- ja, supongo- sonrió irónico. Ambos se quedaron viendo a los ojos, era extraño, extraño pero atrayente. El peliplata sonrió más tranquilo.- ¡Hasta nunca!- dio media vuelta y comenzó a andar tranquilo…
- ¡espera!- gritó el otro, que se había puesto de pie.
Hidan volteó y quedó sorprendido no solo por la altura del hombre. Su cuerpo parecía bastante fornido a pesar de llevar la ropa encima, no era un hombre que solo se dedicara al dinero, había algo extraño, extraño pero atrayente, sin duda alguna.
- ¡¿qué quieres?- retomó su pose altanera.
- tú nombre… ¡cuál es?- Hidan abrió los ojos sorprendido.
- …- se dio media vuelta dispuesto a marcharse, deteniéndose unos pasos más adelante- Me llamo Hidan, imbécil- dicho eso se alejó.
Dejando una sonrisa en ambos rostros, una tarde de burdel cualquiera.
CONTINUARÁ...
