Disclaimer: Naruto y sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto

Hola a todos, gracias por entrar a leer este ShikaTema! En esta ocasión, Temari retomará su puesto como embajadora de Suna en Konoha por cuestiones que leerán a continuación. Una vez más, su amigo Shikamaru la acompañará durante su estadía. Sin embargo, cada día que pasen juntos durante esa temporada su relación crecerá... Ojalá que quede lindo y que les guste la propuesta.

BUENA LECTURA!


Capítulo I: Una misión que fracasó

Un simple roce de mangas es el inicio del amor.

Proverbio japonés.


La habitación del hospital estaba a oscuras. Había una hilera de camillas vacías y en la última yacía una joven con la cabeza vuelta hacia un costado. Estaba vestida, como esperando para irse, sin embargo podían verse los vendajes en distintas zonas de su cuerpo. La única luz provenía de una pequeña ventana ubicada en lo alto de una pared, que apenas llegaba a iluminarla. Sus ojos estaban cerrados.

De pronto, la puerta de la sala se entornó, dejando que asomen los confusos ruidos del exterior. Alguien había entrado. Ella abrió los ojos despacio, y en su mirada no había ninguna emoción. Tampoco le interesó saber quién era el visitante.

El sujeto permaneció durante unos instantes en el vano de la entrada, oteando hasta que, a través de la penumbra, la divisó al final de la habitación. Cerró sin ruido la puerta y se encaminó hasta ella.

Se ubicó a un lado de la camilla, cuyo borde le llegaba casi a la altura de la cadera, y permaneció en silencio con las manos en los bolsillos, mirando hacia la pared que tenía enfrente. Aunque el lugar estaba bastante oscuro como para llegar a ver algo. Sólo ella era visible, pero todavía no se atrevía a mirarla.

-Debemos irnos –dijo él.

-Ya lo sé –repuso ella, reaccionando por primera vez desde que la acomodaron allí. Tal vez habían pasado horas, tal vez meses… Daba igual. Tomó aire y se sentó, aferrando con sus manos el borde de la camilla, las piernas colgando hacia afuera, la cabeza gacha.

Habían quedado uno al lado del otro, enfocando los ojos en la superficie que tenían adelante: una pared, el piso, la oscuridad. El silencio se prolongó durante algunos segundos, hasta que él encontró su voz.

-Me gustaría que vengas conmigo a Konoha –dijo, sin decidirse aún a mirarla.

-¿En serio? –preguntó ella con sarcasmo, evadiéndolo también. Él estaba demasiado cerca, siempre lo estaba.

-Si no lo quisiera no te lo pediría –repuso-. Pero eres tú la que decide, desde luego.

-No necesito tu lástima.

-Yo no siento lástima por nadie –declaró él calmadamente-, y mucho menos por ti. Sería una pérdida de tiempo.

La joven sonrió sin ganas. El vago sabía cómo tratarla.

-Sé lo que pretendes, Shikamaru, y te lo agradecería como corresponde de no ser que en estos momentos no siento ni siquiera eso.

-Entiendo –aseguró él-, pero quedarte en esta estúpida camilla y en esta sala a oscuras tampoco será la solución, Temari. A veces me pregunto por qué serás tan terca…

-No empieces, niñato.

-Sí, soy un niño, ¡demonios! –exclamó él, sin poder contener su irritación-. Tú eres la madura, la jounin más destacada, la Princesa de la Arena. ¿Y qué pasa? ¿La señorita no puede aceptar que una misión le salió mal?

-Tú no estabas ahí para saber.

-No, no estaba, pero he participado en muchas. He vuelto con éxito en varias ocasiones y otras tantas he fracasado. He visto a mis mejores amigos al borde de la muerte, he visto caer a mi propio sensei, he tenido que pedir ayuda cuando solo no podía… Somos ninjas, Temari, ¡no somos unos malditos dioses!

-¿Y eso lo has descubierto antes o después de haber llorado como una niña?

Shikamaru guardó silencio. Sus palabras no lo habían ofendido, ella le salía con eso siempre que podía, pero aun así se había desubicado. Esperó a que se diera cuenta sola de lo que había dicho.

Claro que Temari se daba cuenta; sin embargo, no le pediría disculpas. Ellos nunca se disculpaban por nada, su relación era un continuo bombardeo de bravatas y sarcasmos desde que se habían conocido, aun a riesgo de herir sus sentimientos. Se preguntó una vez más por qué era él el que estaba allí parado y no cualquier otro. Suspiró e intentó enmendar lo que había dicho.

-Debiste haber venido conmigo –declaró a media voz. El chunin se sorprendió-. Cuando nos cruzamos en la entrada de la aldea, al llegar tú, tuve la intención de pedírtelo. Tal vez las cosas… -Temari apretó los dientes, aferrándose con fuerza al borde de la camilla.

-De todas formas no hubiera podido –respondió él con suavidad-, recuerda que vine con la orden de asistir al Kazekage. De nada sirve que pienses en eso ahora.

-Lo sé –dijo ella, esforzándose para contener las emociones que la embargaban. Pero no pudo evitar que su adolorida cabeza recayera sobre el hombro de su compañero, como si sus pensamientos fueran una carga demasiado pesada para soportar-. Esa misión era sólo para mí.

Shikamaru se quedó sin palabras, sintiendo sobre sí mismo todo el peso de su impotencia, de su rabia. Un leve temblor sacudía el cuerpo de la kunoichi, lo percibió a través del roce de su brazo, pero como ella se esforzaba por disimular, él no hizo comentarios. Hubiera querido tener la capacidad de brindarle algún tipo de alivio o alguna clase de salida para su frustración. Sólo pudo ofrecerle su silencio y ella, interiormente, se lo agradeció.

Un rato después, Temari se bajó de la camilla por iniciativa propia. Por fin giró su rostro para verlo, y él le correspondió. A Shikamaru le pareció que había más heridas en su mirada que en su cuerpo, aunque al instante la joven las ocultó componiendo su habitual gesto de superioridad.

-Bueno qué, ¿no habías venido a buscarme? –inquirió, con su acostumbrado tono imperativo.

Shikamaru sonrió a medias, alegrándose de que al menos intentara volver a ser la de siempre.

-Eres una molestia.

-Y tú un debilucho.

El muchacho se crispó. ¡Se pone a temblar y le dice a él debilucho! "Mujer problemática", pensó, mientras la seguía hasta salir de la habitación.

-o-O-o-

En el despacho, Gaara observaba con detenimiento y cierto aire reflexivo el rostro de su hermana, sentada al otro lado del escritorio.

-Te ha afectado –comentó.

-Claro que no, ¿con quién crees que estás hablando? –dijo Temari, ofuscada. Desde que dejó el hospital, hacía menos de veinticuatro horas, todo el mundo creía saber lo que ella sentía. Era un fastidio.

-Te conozco, Temari, y sé que no estás bien –afirmó Gaara. Su actitud al hablar era la misma de siempre: se mostraba impasible, como si nada de lo que ocurriese fuera de su cuerpo lo afectara. Sin embargo, el interés por su hermana era sincero.

-Dentro de poco lo superaré –dijo ella-. Si me conoces, como dices, sabes que sé cumplir con mi deber y que no dejaré que mis emociones interfieran en mi trabajo.

-No es eso lo que me preocupa.

-¿Entonces qué es?

-Tu orgullo –dijo él, simplemente.

Temari se turbó. La seguía impresionando esa repentina intuición que su hermano menor había desarrollado una vez que se avino a preocuparse por los demás, aunque por fuera pareciera distante. Por cuarta o quinta vez desde ese entonces, deseó revolear a Naruto por el aire.

-Mi orgullo está perfectamente, gracias.

-Estás decepcionada de ti misma –continuó él, sin hacerle caso.

-El papel de psicólogo no te queda, Gaara.

-También soy tu hermano… Creo que deberías aceptar la propuesta de Shikamaru.

-¿Qué?

-Deberías ir una temporada a Konoha.

-¿Acaso quieres deshacerte de mí?

-No me malinterpretes –pidió Gaara, levantándose y yendo hacia una ventana, donde se detuvo a contemplar el panorama de su aldea. Luego continuó, sosteniendo el tono neutro de siempre-. Necesito que retomes tus funciones como embajadora, y creo que es una buena oportunidad para que descanses un poco.

-¡No necesito descansar! –repuso Temari porfiadamente, colocándose detrás de él-. ¡Fue sólo una estúpida misión que salió mal, nada más, podré con ello! No necesito irme de aquí, ¡eso es absurdo!

-Lo consulté con Kankuro y él está de acuerdo.

-¿Con Kan…? -Temari se cortó, indignada-. ¿Ahora confabulan a mis espaldas?

-Es por tu bien.

-Cuidado –dijo ella, acentuando sus palabras-. Creo que tengo la edad suficiente como para decidir por mí misma qué me hará bien y qué no… Y todavía soy tu hermana mayor, que no se te olvide.

-Y yo soy el Kazekage –indicó él, girándose para encararla.

-No te atrevas…

-Y esta es tu nueva misión.

-Gaara, no…

-Sabaku No Temari, mañana partirás hacia Konoha y retomarás allí tus labores de embajadora durante el tiempo que yo decida. Tu escolta a partir de ahora será Nara Shikamaru, con quien viajarás. Puedes retirarte para hacer tus preparativos.

Temari se le quedó mirando, pasmada. No había duda: llevaban la misma sangre y, por ende, tenían el mismo inflexible carácter. Ahí estaba, el Kazekage Gaara... ¿Qué podría hacer ahora? Por quinta o sexta vez, tuvo ganas de revolear a Naruto por el aire (y desearlo dos veces en el mismo día era una mala señal) Sostuvo la mirada de su hermano largamente, mientras procesaba, con creciente indignación, este giro del destino. Aunque, como en todo shinobi, terminó por imponerse su sentido del deber.

-Entendido, Kazekage-sama –dijo, sin ningún tipo de emoción en la voz. Segundos después se giró y abandonó el despacho, sin mirar atrás.

Gaara se le quedó viendo hasta que desapareció detrás de la puerta. Luego, con las manos entrelazadas en la espalda, se regresó a observar por la ventana.

-o-O-o-

Al amanecer del día siguiente, Temari se encaminó hasta la salida de su aldea, disconforme, pero tranquila. De nada valdría seguir quejándose como una tonta y no le daría el gusto a nadie de verla perturbada. Enfocó la vista cuando detectó que alguien parecía aguardarla.

Shikamaru estaba recostado contra la pared de uno de los acantilados que rodeaban Suna, con la cabeza gacha y los brazos cruzados. Parecía dormir. "Como de costumbre", pensó la joven, sonriendo a medias sin saber porqué. Luego disimuló.

Cuando llegó ante él, el ninja en seguida se despabiló, abrió los ojos y bostezó. Temari parecía la de siempre, parada con los brazos en jarra y escrutándolo con soberbia. De inmediato, notó en ella unas sospechosas manchas por debajo de cada ojo. Con cierta preocupación, dedujo que la kunoichi llevaba varios días sin dormir, pero una vocecita en su interior le aconsejó que era mejor no mencionarlo, al menos por ahora.

-¿Lista? –preguntó perezosamente.

-Es obvio, ¿no?

-Molesta desde temprano.

-Y tú agotado antes de tiempo.

-Entonces vamos, antes de que esto se vuelva más problemático.

Temari lo ignoró, se giró y comenzó a andar, dejándolo atrás. Shikamaru la observó durante unos segundos mientras se alejaba, llevándose una mano a la nuca. "Qué complicado será", se lamentó.

-¡Apresúrate, niño! –le gritó imperiosamente ella, sin volverse a mirarlo y sin detenerse-. ¡Es mejor que sepas desde ahora que no pienso cargarte!

El viaje sería muy largo.


Como ven, no ubicaré esta historia en ningún momento en particular, me manejaré con bastante impunidad al respecto, jeje. ¿Se preguntan por la dichosa misión? Bueno, dejaremos que la misma Temari la cuente cuando lo crea preciso.

Gracias a todos por su tiempo y por su paciente lectura. Espero sus comentarios! Hasta la próxima!