El banco se encontraba repleto de personas. Oficiales resguardaban las puertas de entrada, vigilando a cada persona que ponía un pie dentro. Hace unos días, Amy Raudenfeld, la fugitiva más buscada del oeste había enviado una carta anunciando que dentro de poco, ella asaltaría el lugar. Era su carta de presentación, por así decir. Hacía siempre lo mismo. Nadie podía detenerla.

Por supuesto, esta información no se filtró a la gente en general, para evitar los problemas que aquello podría causar. No era de sorprender que la mayoría de la gente no entendiera qué sucedía, o que se encontraran molestos.

Así mismo se encontraba Karma Ashcroft.

El sofocante calor no ayudaba a mejorar su mal humor. Su mañana no fue agradable en ningún sentido. Había tenido una pelea con su novio, el Sheriff del pueblo. Liam Booker.

Y esa era una de las razones por las que se Karma estaba aquí hoy. Hacer enojar a su novio. Él le había dicho acerca de la amenaza de Amy Raudenfeld, y le prohibió expresamente no ir hoy al banco. Lo que, obviamente, motivó aún más a la joven muchacha para ir. Tendría que gozar de la peor suerte del mundo para toparse con Amy Raudenfeld justo hoy. Karma dudaba mucho que algo malo sucediera.

Mucha gente le había dicho a Liam que no se fijaran en Karma porque esa chica era difícil de controlar, claro que la más que beneficiosa imagen que le otorgaban sus ojos al mirar a Karma era razón suficiente para hacer oídos sordos a cualquier cosa que le dijeran sobre ella. O cualquier mal rato que podría pasar. Lo que pasaría cuando llegara a casa y no viera a Karma esperándolo.

-Es un estúpido. –susurró Karma para sí misma.

-¿Perdón?

Karma levantó la mirada para ver el rostro más hermoso que podía haber encontrado. Era una mujer, con cabello rojizo como el suyo; un elegante vestido negro caía desde su cuello, dejando sus hombros a la vista. No muchas mujeres vestían así, pero esta joven se veía realmente bella. Y lo mejor de todo eran sus ojos, verdes tan gloriosos que Karma se encontró fácilmente perdida en ellos.

-¿Señorita, se encuentra bien? –La hermosa joven tenía un semblante preocupado.

Karma se dio cuenta que debía estar mirándola como una estúpida. Su lengua parecía trabarse y tuvo que forzarla para poder hablar.

-Me encuentro perfectamente, muchas gracias por preguntar. –Las palabras sonaban falsas, y lo eran, porque lo único que Karma deseaba era seguir mirando ese rostro todo el tiempo posible.

-¿Tuvo una mala mañana?

Quizá fuera la imaginación de Karma, pero parecía como si la mujer estuviera mirándola de manera muy sugerente. Como lo haría un hombre. Con deseo.

-La verdad es que sí, pero no es algo de lo que desee hablar. –respondió Karma. No quería seguir hablando cuando sentía los hermosos ojos de la mujer escrutándola de esa manera. Al menos ella había mirado disimuladamente.

-¿Podría estar equivocada, pero me tiene miedo? Me mira de una forma extraña. - El rostro de la joven mostró una petulante sonrisa. Sus ojos, nuevamente se concentraron en su escote, mirando descaradamente.

Karma comenzó a sentirse incomoda entonces.

-No tengo por qué tenerle miedo, y le agradecería si dejara de mirar de esa forma, señorita.

Los ojos escudriñadores de la chica se mostraron sorprendidos por el repentino cambio de tono en la conversación.

-Si vas a comenzar a hablarme así, al menos podrías decirme tu nombre.

Sonó casi como una orden. En un segundo la primera impresión que la hermosa mujer le provocó a Karma desapareció en cuestión de segundos.

-Mi nombre es Karma Ashcroft, y usted no sé quién sea, pero no tiene el derecho a hablarme en ese tono.

Una risa arrogante salió de la hermosa boca de la joven pelirroja.

Juró que si vuelve a reírse de mí la besaré… digo, ¡la golpearé! ¡No me falles cerebro, por favor!

-Yo tengo el derecho a hacer cualquier cosa que desee, Karma Ashcroft. –La joven se acercó un poco más tocando suavemente su muslo derecho. – ¿Y sabes por qué? Porque es un revolver con lo que te estoy apuntando justo ahora.

-¿Qué…?

Karma sintió cómo la sangre escapaba de su rostro, pero se negaba a sentir miedo. Seguro esta tonta y hermosa mujer estaba tratando de asustarla.

-Basta de mentiras. Mejor ni me hables.

-Te hablo todo lo que quiera, ¿no te quedó claro lo que dije?

-¡No mientas! Es imposible que trajeras un revolver, se habrían dado cuenta.

Un rápido movimiento de su vestido, dejó a la vista el cañón del arma lo suficiente para que Karma la viera por un segundo. Parecía que Karma estaba paralizada.

-Oh, y debería presentarme, por supuesto. –la joven pelirroja sonrió ahora más petulante que nunca. –Mi nombre es Amy Raudenfeld, y usted, Karma Ashcroft va a tener el honor de ser mi rehén del día de hoy.