Disclaimer: Ningún personaje de la saga Divergente me pertenece. Sólo una historia para entretenimiento, sin fines de lucro.

Advertencia: Angst-fic. Contiene violencia explícita.

Cronología: Previo a Divergente.


Prólogo.

De cosas que callo.


Aspiré profundamente mientras cruzaba el portal.

Percibía ya la tensión aún sin entrar. Barajeaba algunas teorías de lo que me esperaba dentro. Terminar perdiendo el Día de la Cosecha era probable: de lo poco que aún podía quitarme. No es que me entusiasmara mucho al respecto, pero ir a ayudar a levantar la cosecha en las granjas de Concordia era lo más cercano a la libertad que conocía. Cada año, un grupo de abnegados marchaba fuera de la ciudad como voluntarios. Largas horas bajo el sol en el campo y aire fresco. No me importaba terminar agotado, si podía pasar el día entero a campo abierto, lejos de Marcus. Aprovechaba las visitas para entablar contacto con Johanna Reyes, la representante de la facción de Concordia. Trataban asuntos de administración pública, pues mi padre formaba parte del consejo gobernante.

Es en este punto, dónde yo no cuadro en su pulida imagen abnegada y perfecta: provoco más problemas de los que debería, para ser su hijo. En realidad, distaba por mucho, de ser lo que él esperaría.

Y hoy, crucé ese límite.

No esperaba que fuera tan complicado. Solía hacerlo cientos de veces junto a mamá. Antes de que ella…bueno. Se fuera. Para siempre. Asistíamos a los Sin Facción con otros miembros de nuestra facción. En el estilo de vida de Abnegación, ayudar a los desamparados era tan básico como respirar. Quizá debí cerrar la boca ante los insultos de aquel vagabundo. Sí lo hubiese hecho, tal vez la pequeña niña pelirroja a la que ayudaba no hubiese tomado la iniciativa en defenderme. El vagabundo nunca se hubiese ido contra nosotros, y yo no habría tenido que someterlo. No habría tenido que noquearlo. Es tan absurdo que hasta quiero reír. Un flacucho estirado, derribando a un Sin Facción. Un Eaton levantando la mano contra su prójimo. Escandaloso.

Luego un escalofrío me sacude. Sé lo que es ser sometido por un Eaton.

Frente a mí, la puerta abre con un ligero chasquido. No hay olor a pollo desde la cocina. Ni la perezosa luz de la sala. Sólo están ese par de ojos oscuros a la espera, reprobándome. A mis espaldas, la puerta se cierra con angustiante lentitud, como si me aludiera que es la única salida que tengo. Recuerdo erguirme, aunque estar encorvado hoy es el más mínimo de mis fallos.

–¿Qué fue lo que pasó?

Arrastra sus palabras con dureza. Ni siquiera tengo oportunidad de negarlo. Él lo sabe. Toda la facción, en realidad. Trago saliva, apenas vocalizando:

–Un Sin Facción nos agredió hoy –intento poner las palabras en un orden neutro. Él no habla, así que continúo –Intentó atacar a una niña mientras la ayudábamos.

–Esa no es la historia completa que circuló hoy por toda la facción –escupe, cruzando los brazos.

–Impedí el ataque –continuo, aunque suena como si lanzara una justificación.

-¡Atacando a un hombre! –ruge en mi cara. Lo suficientemente fuerte para drenarme el valor del cuerpo, pero moderado para no ser escuchado más allá de la puerta.

–Era apenas una niña… –intento, desesperado. Una parte por inspirarle compasión por mis acciones, otra por inspirarle compasión por mí.

–No es la forma de un abnegado –declara tranquilo. Siento sus ojos clavados en mí, aún sin verle a la cara –Al sótano. Ahora.

Abandono cualquier pensamiento en mi mente para darle paso al miedo paralizante. Se escapa el aire de mis pulmones. Y reprimo un sollozo. Eso sólo lo alteraría más. Lo único que podía ayudar a no empeorarlo, era caminar. Asiento, presionando mis labios.

El olor a humedad me asquea de inmediato. Lo tengo registrado como uno de los olores más detestables, simplemente porque me recuerdan este lugar. Detengo mi caminata de espaldas a él, observando con vehemencia la pequeña ventana en ese foso oscuro, como la única luz que evoca que hay algo más allá, fuera, que este infierno.

–Te enseñaré cómo se comporta un abnegado –su voz suena hueca, casi mecánica.

Cierro los ojos esperando escuchar el ruido del deslizar de su cinto. Pero lo siguiente que escucho fue aquella soga impactar contra mi espalda.

–Esto es por tu bien.

Es interesante como el caos puede llegar a ser tan silencioso. Como un tímido sonido como aquel se transformaba en una acción desgarrarte y tortuosa. Quizá para muchos, aquel sonido no representaba nada. Pero para mí, es la colisión, un estallido de dolor y un gemido que reprimir. He de reconocerle su inventiva. Utilizar aquella gruesa y áspera soga innova su estilo de disciplinarme. Es más duro y profundo, obligándome a pelear por respirar entre un impacto y el siguiente.

No sé cuánto dura ésta vez. Nunca lo sé a ciencia cierta. Desarrollé la capacidad para distinguir un "no fue para tanto" de un "no iré a clase mañana". Pero con éste nuevo instrumento, mi magistral desliz y su ira no había forma de definirlo. Sólo que no recordaba la última vez que me sentí mareado por tanto dolor. No advierto sus pasos escaleras arriba, así que deduzco que ha terminado y es tiempo de incorporarme. Lucho contra el temblor de mis piernas, antes que otro golpe me derrumbe a mitad del camino.

Está vez, no es la soga.

El choque fue tan sordo, que sólo podía ser provocado por algo sólido y muy pesado. Por primera vez, tras años de palizas, un nuevo miedo me asalta: él podría matarme. No alcanzo a pensarlo mucho, cuando el segundo golpe llega a confirmar mi idea. Y el tercero, aún más duro, sobre mi costado izquierdo. Debe ser durísimo, como para dejarme inconsciente hasta el siguiente día.

–Es lo que debiste recibir el día de hoy –escucho antes de perderme en la oscuridad.


Imagino que muchos coincidirán conmigo al decir que, fura del rol de co-protagonista y galán, Tobías es uno de los personajes más complejos de la saga. Así decidí comenzar esta aventura de internarme en su pasado.

Es un fic angst –inevitable, creo yo, si hablamos del pasado de Cuatro-, exploración de la vida de las facciones y demás. Espero que lo disfruten.

¡Hasta la próxima!

Bethap