No debería estar haciendo otro fic más. Meh, soy un chico malo, que le zurzan. Esta idea me lleva días rondando y quiero ver que tal os parecer. Lo voy a seguir, claro está, al igual que los otros. Sólo es cuestión de alterar como he estado haciendo. Bueno... este fic va a ser harto curioso... habrá bastante porn (Eso ya se intuía por la premisa), y por supuesto... CELOS DRAMA Y ODIO, QUE NO FALTE. ADELANTEEEEEEEE
Emma Swan
_ ¡No!_ Renegué una vez más, apartándome de mis padres.
Durante toda mi vida, había tenido un único sueño. Encontrar el amor verdadero, casarme y ser feliz. Tal como mis padres habían hecho. Y ahora… precisamente ellos, me daban aquella noticia. Aquella oscura, cruel y despiadada noticia.
_ Emma…_ Susurraba David._ Tienes que entenderlo. Si hubiese otra solución, la llevaríamos a cabo. Pero es lo único que podemos hacer, por nuestro pueblo.
_ Pero… ¿Y qué pasa conmigo?_ Pregunté, tragando saliva._ Es mi vida y la estáis… tirando por la borda.
_ Emma._ Mi madre se puso seria._ Hay gente muriendo en las calles. Familias rompiéndose. Gente que depende de ti. ¿No lo entiendes?
_ Lo sé pero…_ Miré al suelo._ Esa mujer me saca once años. Y… ya está casada.
_ Emma… Regina es la mujer más poderosa de todo el bosque encantado._ David no podía mirarle a los ojos._ Nuestro pueblo necesita de su ayuda. Y lo único que quiere aceptar para salvarnos es tu mano.
_ Ni tan siquiera he visto a esa mujer. No sé por qué quiere casarse conmigo._ Bajé la vista._ Jamás me ha visto…
En realidad lo tenía claro. Regina no tenía ningún interés en mí. Ella quería a la hija de Blancanieves y el príncipe encantador. Quería a la princesa, no a la chica que había tras ese título. Pero no podía hacer nada. La alternativa era ver cómo mi pueblo moría de hambruna, y llevar sus almas a mis espaldas.
_ Está bien…_ Dije, en un susurro._ Me casaré con la reina malvada.
_ Emma… no la llames así._ Dijo David.
No le contesté, pues estaba dolida, y me dirigí a mi habitación. Sería la última vez que estuviese en ella. Tendría que pasar el resto de mis días encerrada con el resto de esposas de la reina. Una más entre sus trofeos.
Me dejé caer sobre la cama, llorando a pleno pulmón. Mi vida terminaba trágicamente a los veinticinco años. Ya imaginaba a Regina, sentada en su trono, simplemente esperando a que le llegase la confirmación de que un reino más iba a entrar a formar parte de su vasto imperio.
Regina Mills
Mis labios se hallaban ocupados. Se cruzaban con unos mucho más jóvenes, casi infantiles. Mi compañera era toda una mujer, pero sus rasgos, aniñados, bien podrían engañar a más de uno. Mis dedos acariciaban su espalda. Era sólo un jugueteo, después de todo. Me entretuve trenzando el cabello de aquella mujer tan significativa para mí, tumbándome sobre el sofá.
_ Oh… vamos…_ Dijo una voz, desde la entrada._ ¿Aquí también? ¿Voy a tener que desinfectar todo el castillo?
_ ¿Acaso una reina no puede divertirse un rato con una de sus esposas sin ser interrumpida?_ Dije con tono dramático._ ¿Qué ocurre, Zelena?
_ Ha llegado la confirmación que esperabas. ¿Cuántas esposas van ya, veintitrés?_ Ironizó.
_ Bien sabes que sólo tengo seis esposas… bueno, hasta mañana._ Dije, pensativa._ Elsa… siento tener que interrumpir lo que estábamos haciendo. Espero que puedas disculparme.
Ella miró a Zelena, con algo de rabia, y me dio un suave beso en los labios, uno que no parecía querer terminar. Yo me separé, sonriendo, y le di un leve mordisco en la nariz, ella se sonrojó un poco.
_ Estaré esperando que volvamos a encontrarnos, mi reina._ Dijo, haciendo un reverencia.
Yo me acerqué y observé aquel papel con cierto interés. La hija de los príncipes encantadores. La misiva había llegado algo más tarde de lo previsto, pero encajaba con las fechas que tenía previstas.
_ ¿Y cómo será esta?_ Preguntó Zelena, interesada._ ¿Rubia, morena? ¿Acaso es fogosa? ¿Qué sabes?
_ Es rubia… y bastante mona, por lo que recuerdo.
_ Oh… ¿La has visto?_ Preguntó, picándome._ Juraría que ya te casabas sin mirar.
_ Pues claro que la he visto._ Le dije, negando._ Jamás pido la mano de una joven sin verla antes… salvo la de.
_…Tu primera esposa, ya lo sé._ Me dijo._ Ya sabes lo que me pasa. Me pongo celosa. No me vas a dejar a ninguna princesa para mí.
_ Bueno, por lo que sé, tu criada te mantiene entretenida hasta entonces._ Zelena se puso blanca._ Pero no te preocupes… no le diré nada a Madre. Sabes que soy discreta.
Elsa Mills
_ ¡Notición, notición!_ Exclamé, haciendo acto de presencia.
Me encontraba en lo que parecía un amplio patio, en una estancia con columnas de mármol, de forma ovalada, que se abría a los cielos en su centro. La zona cubierta por las columnas deja entrever siete habitaciones. Una de ellas estaba libre, el resto, a simple vista se veía que no. Cada una tenía un escudo de armas distinto sobre la puerta.
_ ¿Qué pasa?_ Belle levantó la vista de su libro, sin levantarse de la hamaca en la que tomaba el sol._ ¿Acaso has vuelto a congelar la cena de esta noche? Sería muy propio de ti.
_ No, tonta._ Dije, haciendo un mohín._ Regina ya ha elegido a su séptima esposa.
_ Yuju…_ Dijo una voz, irónica, saliendo de la primera habitación de la derecha._ ¡Y apuesto a que es otra cría más!
_ ¡Es la hija de los Swan!_ Exclamé.
_ En serio, Mal, eres la alegría de la huerta._ decía Belle._ Ya sabes cómo va esto. Tienes que darle la bienvenida a la nueva. Y nada de incendios esta vez.
_ Pero… es la hija de los principitos._ Dijo, visiblemente molesta._ Esa es otra niña. ¿Qué tiene, diez años?
_ Veinticinco._ Respondí yo, fingiendo estar entendida en el tema.
_ Lo que yo decía, otra niña._ gruñó, molesta._ Hace meses que Regina no me toca… y es todo culpa vuestra.
_ Bueno…_ Bella apartó la lista de su libro y señaló con la cabeza una habitación cerrada, marcada con un escudo señalado con arpones._ Seguro que ella te mantiene caliente una noche si se lo pides.
_ Antes muerta._ Dijo, negando._ Yo soy una buena esposa y no traiciono a Regina. Además… ella sabe hacer cosas que esa niña ni sueña.
_ La carta blanca está para algo, Mal._ Dijo Belle._ Está claro que Regina no puede tenernos controladas a todas.
Emma Swan
Mantener la compostura era difícil cuando sentías que tu vida se iba a desintegrar de una vez y para siempre. Me había despedido de todos, y caminaba hacia el altar como si estuviese dirigiéndome hacia un patíbulo. Me coloqué en mi sitio, sujetándome mi casaca, pues me negaba a casarme de blanco, pensando que quizá eso la espantase, y miré al sacerdote, suplicante, pero el hombre permaneció impasible.
El carruaje se detuvo, y una mujer bajó de él. Llevaba velo, y no era capaz de reconocerla, por supuesto. Avanzó hasta el altar y se colocó frente a mí. Teníamos la misma altura, pero lo cierto es que con sus tacones parecía mucho más alta que yo.
Yo sentía el corazón encogido mientras el cura hablaba. Contestaba a sus preguntas, pero no sentía que estuviese haciendo nada conscientemente. Era como un robot, repitiendo lo que se me pedía que repitiese.
_ Ya puede besar a la novia.
Aquellas palabras me sacaron de mi ensimismamiento. Regina se quitó el velo… y yo perdí la respiración. Era la mujer más bella que había visto jamás. Antes de poder llegar a apreciarla del todo, se acercó a mí, poniéndome las manos en los hombros, y me dio un beso en los labios. Casto, corto… frío.
Eso me devolvió a la realidad. La belleza no lo era todo, y aquella mujer seguiría sin quererme por muy guapa que fuese. Hubo una exclamación de júbilo general, y sentí cómo una lluvia de arroz caía sobre mí. Regina tomó mi mano y me guio hasta el carruaje.
Me senté a su lado, pero permaneció en silencio todo el trayecto. Yo la observaba. Estaba impresionante en aquel vestido de novia. Y entonces, me percaté de algo. Aquella sería nuestra noche de bodas. Aquello me hizo tragar saliva. ¿Y si Regina trataba de…? No podría oponerme, no tenía ningún derecho a hacerlo. Sería una primera vez dura y extraña.
_ No te preocupes. No voy a forzarte a hacer nada que no quieras._ Dijo, como si leyeses mis pensamientos.
_ ¿Cómo sabes qué…?
_ No es la primera vez que paso por esto._ Dijo, sin darle importancia.
Claro… era la séptima. Lo había olvidado por un momento. ¿Y después qué? ¿Regina tendría más esposas? ¿Me vería rodeada de cientos de mujeres que reclamarían su sitio con la mujer con la que me había casado? Compartirla con otras seis ya me parecía suficiente.
_ Emma… quiero que entiendas una cosa._ Dijo, acercándose a mí._ No soy una mujer malvada, como todos quieren creer. Ni pretendo quitarte todo lo que tienes.
_ Lo entiendo…_ Susurré, bajando la vista. Pero no la creía. Ese beso frío, señal de una carencia total de sentimiento, era más que suficiente para mí.
Regina suspiró, dándose cuenta, y me dio algo de espacio. Se suponía que debía complacerla, siendo mi esposa, pero la verdad es que estaba demasiado furiosa y le tenía demasiado miedo. Sus otras seis amiguitas ya la consolarían.
_ Emma…_ La miré, ella parecía turbada._ Yo sólo… estoy cumpliendo una tradición.
El carruaje paró, y lo que quería decirle murió en mis labios. Había algo en la forma en la que Regina me había mirado en aquel momento, que me había dejado tocada. Por un segundo, me pareció ver unos ojos marcados por el dolor. ¿Acaso una mujer como ella había sufrido? Me costaba creerlo.
Pero Regina se perdió en los patios de aquel colosal palacio. Era… como diez veces más grande que el mío. Aunque tenía lógica. Tantas esposas requerirían mucho sitio. Sin embargo, Regina desapareció en cuanto llegué a palacio, y me quedé un momento en el vestíbulo, confusa.
_ Venga usted por aquí, señorita Swan._ Se trataba de una criada, que me hizo una reverencia como saludo._ Debe seguirme si quiere llegar al palacete.
_ ¿El palacete?_ Pregunté, confundida.
_ Sí. Su habitación está ya preparada. Su escudo de armas ha sido colocado y dispuesto junto con el resto.
_ ¿Junto con el resto?
_ Sígame y lo entenderá._ Dijo. Su tono sonaba respetuoso, después de todo era la nueva esposa de la reina.
La seguí, hasta llegar al patio de palacio. Estaba cerca, y ahora que me habían dicho cómo llegar, no iba a ser difícil volver a ir yo sola. En el palacio había una edificación que me recordó en sí misma a un palacio. Entré y me encontré con una estancia ovalada que se abría al cielo. Había siete habitaciones, adornadas con escudos de armas.
_ Siete escudos… siete esposas_ Pensé. Mi escudo de armas, en la última habitación de la izquierda, me lo confirmaba.
Entonces… yo era la última. Una parte de mí se sintió algo consolada por este hecho. Estaba habitándome a la estancia, cuando sentí unas manos sobándome los pechos repentinamente.
_ ¡Eh!_ Exclamé, apartándome._ ¿Qué haces?
_ Sólo compruebo la mercancía nueva. Y no está nada mal, encanto._ Me guiñó un ojo.
_ No puedes ir tocándome como si nada._ Dije, dando un paso atrás.
_ Eres otra de las modositas._ Bufó._ Y yo que esperaba alguien con quién divertirme.
_ Pero… ¿No eres otra de la esposas de Regina?_ Le pregunté.
_ No te han explicado lo de la carta blanca… eres una monada.
_ ¡Ariel!_ Exclamó una segunda voz._ No la asustes.
Me giré y me vi a otra mujer. Su cabello rubio formaba una coleta larga y elegante. Iba vestida de azul, con un elegante vestido. Me daba mucha mejor espina que la pelirroja, que me miraba como si fuese a violarme en cualquier momento.
_ Yo soy Elsa._ Dijo, extendiéndome la mano._ Es un placer conocerte, he oído mucho de ti.
_ Hola._ Dije, algo nerviosa._ Soy Emma.
_ No le hagas mucho caso a Ariel… se pasa el día tratando de tentarnos._ La miró mal.
_ Lo dices como si no hubieses caído nunca._ Se apartó el pelo de la cara._ En fin, Emma… si te sientes sola… o Regina no te llama… mi puerta es esa…
La señaló, me lanzó un beso, y se coló por ella. Yo estaba algo nerviosa ahora. ¿Qué sería de mí? Elsa me tomó del brazo y me llevó a mi habitación. Tenía una decoración algo sencilla, pero era espaciosa y la cama parecía muy cómoda.
_ Ahora es un poco básica, pero ya la irás decorando._ Me dijo Elsa. Parecía muy comprensiva.
_ Y… ¿Cuándo voy a ver a Regina?_ Eso de vivir todas apartadas de ellas me parecía un tanto… extraño.
_ Bueno…_ Elsa suspiró. Empezaba a temerme que no volvería a verla._ Eso depende de ella. No suele llevar a más de una esposa con ella.
_ Ya… sería una locura._ Ironicé.
_ Escucha, sé que es un poco raro…_ Me dijo, notando mi nerviosismo._ Hasta hace muy poco yo tampoco encajaba bien.
_ ¿Hasta hace muy poco?_ Le pregunté.
_ Bueno, soy la sexta esposa._ Reconoció._ Entiendo lo que sientes al llegar aquí, encontrar a toda esta gente. Pero… Regina es genial. Y lo verás cuando la conozcas un poco.
_ A mí me parece un poco fría…_ comenté.
_ No más que yo._ Hizo un gesto con la mano, y cuando quise darme cuenta, tenía un helado en la mano. Un gesto mágico._ Un poco de helado de fresa.
_ Gracias._ Dije, cogiéndolo y dándole un lametón._ ¿A qué se refería Ariel con lo de la carta blanca? ¿Es lo que creo?
_ Bueno, somos un grupo matrimonial._ Dijo._ Por lo que podemos acostarnos entre nosotras si queremos. Pero no intentes acercarte a Mal, se lo tomará fatal.
_ ¿Mal?_ Pregunté.
_ Sí, Maléfica. Es la primera esposa de Regina._ Me dijo._ Es bastante bruja. Está con ella ahora mismo.
Maléfica
El cabecero de la cama rebotaba contra la pared, mientras desataba la furia que llevaba tantos meses reteniendo. Besé profundamente a mi amada reina, mordiendo sus labios, dejando que mis manos apretasen esos pechos tan dulces para mí. Ser la primera esposa tenía sus desventajas… pero también sus ventajas.
Regina me mordió el cuello, y yo gemí sonoramente. Sentía que mi fidelidad finalmente se estaba recompensando. No era como esas otras cinco chicas que se montaban orgías en aquel palacete. Sentí como alcanzaba el orgasmo, aún con sus dientes clavados en mi cuello.
_ Te quiero, Regina…_ Dije, acurrucándome en su pecho._ Te extrañaba tanto.
_ Sabes que te llamo siempre que puedo…_ Me dijo, acariciando mi cabello.
_ Supongo que mañana llamarás a la nueva._ Dije, algo celosa._ ¿Por qué siempre escoges a niñitas? Me siento sola en ese palacete.
_ Pero así me extrañas más… ¿No crees?_ Me besó en los labios.
Esa broma había sido cruel. Ya tenía bastante con Elsa. Juro que si esa tal Emma Swan era otra rubia cuca y adorable iba a partirle el cuello.
