La joven chica rubia siguió su camino por un oscuro pasillo repleto de cadáveres, sus manos manchadas de sangre temblaban de terror con el hecho de saber las pocas balas que le quedaban y la cantidad de monstruos que la esperaban provocando terribles sonidos. Entre muchos de estos el crujir de sus pútridas bocas arremetiendo con la carne de sus víctimas, desprendiendo grandes tajos en cada mordisco. Cindy lloraba, tenía miedo pues sabía que en cualquier momento terminaría como sus amigos, pobres asesinados de una manera tan bestial.
Lennox se tapaba la nariz, los cuerpos amontonados en pleno estado de descomposición apestaban, entre las paredes negras debido a la inminente suciedad y los suelos con esa bizarra decoración humana la enloquecían, su cordura cayó en descenso. La camarera continuó por las calles de la gran Raccoon City, los edificios se quemaban, algunos se derrumbaron cediendo ante el duro concreto.
El cielo se aclareció, se alejó ese tono sangriento de las nubes y llegó uno blanco, iluminando ese escenario apocalíptico, los automóviles entre las paredes destrozadas y los locales destruidos desaparecían, cerró sus ojos, la luz, ese cobijo.
Volvió a su realidad, todos estaban ahí celebrando su llegada en el Bar de Jack, Will la abrazó y no dudó en besarle, esa figura que extrañaba la volvió a encontrar a pesar de haber muerto, sus amigos la recibieron con los brazos abiertos, ése era su lugar feliz donde estaría para toda la eternidad, nada como a lo que consideraba un hogar dulce hogar.
