Los copos de nieve se veían caer desde las ventanas del metro, afuera hacía frío, el clima de esa ciudad siempre era tan raro, si estabas en la sombra te congelabas, si estabas en el sol te quemabas, las temperaturas eran extremas.
—Ah... —exhalé y miré mi aliento —seguro estamos a 2º o menos —pensé.
Del otro lado del vagón estaba un chico, era rubio y alto, yo lo miré, pero él no me regresó la acción. La probabilidad de que lo lograra escuchar era relativamente baja, y aún así ocurrió.
—Es el destino —me convencí mentalmente.
No estoy segura por cuanto tiempo lo miré, pero lo hice al ver que maldijo ya que su parada había llegado y la canción en la radio no dejaba de sonar para anunciar como se llamaba. No parecía empezar su día con el pie derecho. Era amor a primera vista y lo sabía, quería hablarle, sin embargo, siempre he sido una cobarde para estas cosas del amor, me resigné a no verlo nunca más.
Aunque el destino siempre tiene planes diferentes.
