Hola hola ^^
Definitivamente no he podido continuar con mi otro proyectito (se aceptan tomates y otros instrumentos que lanzarme) peeeero, la buena noticia es que tengo una nueva cosita *Ç*!!!!
Admito que el nombre de la prota vino por Adunafael, que espero que me perdone pero era buscar nombre de chica para la historia y sólo se me ocurría Nadya (eso de estar tan enganchada a una historia es lo que tiene). Así que Adu, si te molesta mucho, en serio que lo quito corriendo, pero me gustaba el nombre con el personaje, no sé, encajaban. Tú me dirás qué te parece :S
Y creo que no me queda nada más que decir. Espero que os guste!! ^^
Las luces de la ciudad se vislumbran por la ventana cerrada a cal y canto. Desde la cabeza hasta los pies se abre el escenario de luces y oscuridad reina de los sentidos. Pues la noche es el climax y las sombras los ligeros acordes de la orquesta. Los bailarines no están, el público no puede verlos, porque nadie les dijo que los bailarines no iban a ser iguales a ellos, que no iban a ser un pequeño grupo de esos miles que pasean por la ciudad ataviados con distintos y a la vez los mismos ropajes de ignorancia. Cojo la batuta que da comienzo la obra, con los nervios aflorando en la piel que se filtra por mi camisón. El público clava en mí su mirada ante la ausencia inequívoca de protagonistas, hallándome sola ante sus críticas. Porque yo sé lo que las sombras de la ciudad tocan en su sinfonía de pasos silenciosos, aunque tenga miedo de su historia, una que se repite durante siglos, como un cuento que acaba mal, una pesadilla hecha realidad. Porque el final se mancha con sangre, al igual que el comienzo, y los aullidos narran a voces lo que nadie sabe explicar. Que algo existe, no hay forma de demostrar. Por eso estoy aquí, con mi batuta en ristre ante el escenario de luces, esperando que alguien pueda verlos como yo, aunque cada vez me sienta más desanimada, aunque nadie me crea. ¿Y sabéis qué? Esta noche no repetiré el mismo error: porque sé bien que no creéis que esta ventana sea un escenario, ni que yo sea un director de orquesta. Pero si de algo estoy segura, ahora que mi cuerpo asoma por esta ventana, es de que esta noche…los veréis.
- ¡maldita sea, Nadezhda!- gimió Hugo tomándome con toda la delicadeza que fue capaz antes de frenar nuestra caída. Me dejé llevar por el olor a lavanda que despedía su jersey, cerrando los ojos sin querer saber a dónde me llevaba, sintiéndome feliz acunada en sus brazos. Cuando mis pies tocaron el frío suelo del ático, me separó de él con sumo cuidado de que no pudiera sostenerme sola. Me sentía adormilada ante su aroma, por lo que se alejó un poco más de mí para que recobrara mi juicio antes de increparme.
- te dije que debías olvidar todo aquello, ¿te lo dije o no?-. Su voz era un acento particular, una composición de miles de notas que obnubilaba mis sentidos. Intenté concentrarme en sus palabras, sabiendo que su enojo sería peor si me pillaba distraída ante sus encantos. Asentí con la cabeza gacha, sabiendo que todo el autocontrol de Hugo se había gastado en no hacerme pedazos en el momento en que me vio saltar.- me prometiste que lo mantendrías en secreto, ¿por qué saltaste?
- no he dicho nada a nadie, de verdad- me defendí, aunque mis excusas no fuesen suficientes para calmar los nervios de él. Lo cierto es que estaba feliz, contenta de que a pesar de todo siguiera espiándome después de lo ocurrido, de que aún le preocupara. Hugo pareció adivinar mis pensamientos. Sus labios se destensaron y su mirada cambió en una menos peligrosa, algo que animó a recuperar mi pulso, siempre por las nubes cuando sus ojos de cazador se fijaban en mí.
- sólo querías verme, ¿no es así?-. Asentí sin miedo, adivinando el significado de su leve rugido tan claro como estremecedor. Le estaba ocasionando problemas, yo misma lo sabía, pero eso no iba a detenerme. No ahora que había tomado una decisión, que todo mi ser clamaba por decir esa respuesta en alto.
- quiero ver a Dorian- dije en alto, notando la comprensión brotar en los ojos de Hugo, ahora del color de la ceniza.
- ¡NO! – gritó, asiéndome de la muñeca con fuerza, aunque yo bien sabía que era toda la delicadeza que era capaz de asimilar sin partirme el hueso. Noté cómo su nariz inhalaba una, dos, hasta tres veces antes de apresarme junto a él y lanzar un rugido. Podía sentir su respiración en mi oído, bajando hasta mi garganta con rapidez. Incliné mi cabeza hacia un lado, guiándole torpemente hasta la fuente de mi olor. No era la primera vez que alguien bebía de mí, así que no había miedo ni escrúpulos. Para ellos yo era un alimento, quizás podría hablar, pero su instinto de supervivencia les hacía ignorar aquel detalle una vez su forma civilizada daba paso a la animal. Hugo rozó con su lengua mi clavícula, haciendo que con un escalofrío la sangre se colapsara en ese punto.
- ¿por qué tuviste que estar esa noche, Nadya? ¿Por qué tú?-gimió besando mi cuello con un ronroneo. Mis ojos centellearon ante la hilera de imágenes que hizo brotar de mis recuerdos: sangre, llanto y vida, pero una vida que dista mucho de ser hermosa. Lo que vive con sangre debe nacer con sangre- pensé en mi interior cuando el cuerpo de Hugo se tensó junto a mí, como un animal dispuesto a saborear el triunfo de su caza. Y esta vez, la presa se había ofrecido en bandeja.
- quieto-. Su voz se oyó lejana, como un silbido. Pero sabía que era ella, podía sentirla al igual que había sentido a Hugo a kilómetros de distancia. El olfato era mi facultad más preciada y más aún si todo mi ser clamaba por encontrar el olor de un vampiro, el aroma más amargo y embelesador que jamás había soñado aspirar. Hugo era lavanda, la cálida lavanda de un amigo que nunca se separará de ti por muchos errores que cometas. Y ella era la rosa, poder y belleza hechos carne.
Hugo me empujó al suelo al tiempo que se alejaba de mí, con su instinto de cazador haciendo mella en su rostro, ahora contorsionado ante los lustrosos colmillos que nacían de su mandíbula. Giré la cabeza y me encontré su mirada, altiva y solemne, emanando cada gota de desprecio que podía demostrar con sus ojos oliva. Cruzó los metros que la separaban del cuerpo ovillado de mi amigo y agarró su jersey en una jauría de quejidos y sollozos, muestra del estatus superior de la vampiresa. Gruñó fuerte, de alguna forma entornando los ojos hacia mí en señal de culpa, para más tarde lanzarlo al otro punto del ático como si fuese venenoso.
- a el Conde no le gustará este espectáculo- vaticinó molesta, con aquel acento exótico propio del trópico pero mucho más elegante y refinado, como podía esperarse de un ser de existencia milenaria.- Has intentado profanar su comida
- Gabriella- musité, tratando de llamar su atención, sin saber muy bien cómo defenderme de su ira. Ni siquiera había conseguido apaciguar a Hugo, ¿cómo iba a calmar a un ser que me destetaba desde la primera vez que nos vimos?
- ¿le has llamado tú?- inquirió, sin siquiera mirarme, todos sus sentidos puestos en la figura que se contorsionaba en una esquina del ático. Si yo hubiese recibido semejante golpe, habría quedado reducida a polvo. Pero eso no me asusta, los vampiros habían dejado de profesarme aquel miedo desde que mi cuello había sido desgarrado por sus colmillos. Ahora sabía, podía entenderlos, cada miedo, cada sensación de no poder controlar tus propios instintos y el adaptarte a un mundo que cambia más rápido de lo que estás dispuesto a asimilar. Gabriella, Hugo, todos sentían eso. Yo pude sentirlo en el momento que Leonardo bebió de mí por primera vez.
- esa zorra se tiró por la ventana- rugió Hugo denotando el dolor que aquel golpe le había provocado.- quiere ver a Dorian, quiere que vuelva a beberla
El cuerpo de Gabriella comenzó a temblar en convulsiones, a medida que unas uñas largas y afiladas parecían crecer como respuesta a sus instintos.
- llévala-. Murmuró con el rostro escondido entre la hilera de rizos que componían su cabello, de un color azabache brillante. Gemí al notar las uñas afiladas de Hugo agarrarme sin mucho esmero, consciente de la llamada de mi sangre a cada temblor que experimentaba su cuerpo. Para un cazador como él, mantener a raya sus instintos era una difícil tarea, y más aún si sólo hacía dos años que había sido transformado.
Ahhhhhh! ¿Puedo decirlo? Me encanta Hugo, ahhhh!!! Pronto lo describiré con todo detalles para que se os haga la boca agua iwal que a mí, que el chico en si no tiene precio. Quizá un pelín agresivo a veces, pero de verdad que es una monada *-*
Siguiente capítulo -- Gabriella. ¿Me salió demasiado amargada? Bueno, lo es, no hay mucho que decir. La odia, la odia y todas sabemos porqué. Menos Nadya, que es un poco lenta de reflejos --- (es demasiado inocente, lo sé, lo sé).
Nos vemos en el próximo cap, que me faltan párrafos y ya está listo *-*
Hasta entonces!!! (Dejad una review si os gustó, no me seais vagas ¬¬)
