Ola soy Isabela Marie swan tengo 18 años, pero prefiero bella, hace cuanto que tengo 18 no lo recuerdo la vida inmortal es algo que llegas a olvidar, que soy yo, pues aunque no lo crean yo soy un vampiro, no estoy feliz por lo que soy y lo que hago, pero no soy peligrosa hace unos años acostumbre mi dieta como le dicen los humanos ahora "vegetariana", me alimento de animales y siempre he trabajado para Aro, Marco y Cayo, pero creo que me estoy adelantando, será mejor que ustedes sepan como fue que me convirtieron en vampiro, y como era mi vida como humana, y como termine sirviendo a los Vulturis
Flash….
Me encontraba con mi padrastro, mi madre murió unos meses de haberse casado con phil, pero yo sospechaba que mi padrastro tenia algo que ver con todo eso, al razón?, fue para quedarse conmigo, no supe porque hasta que un dia llegando a la casa me violo, estaba borracho pero aun asi cuando no lo estuviera sabia que de todos modos, lo haría, me sentía sucia, tener a ese monstruo en mi casa llegando a tocarme, un dia cuando fue a trabajar decidí escapar tome lo mas preciado mi collar, ese collar me lo habia dado mi mama, siempre lo escondía de phil, cada cosa que tenia la habia vendido para el, por suerte escondí esto a tiempo no dejaría que me lo robara era lo único que me quedaba de mi vida que habia disfrutado, con mi verdadero padre charlie y mi madre Renée
Decidí ir al museo, era un lugar abarrotado de gente, y podía pensar adonde irme o que hacer con mi vida ahora que no estaba atado a ese monstruo, vi a una mujer con una capa casi negra, ¿Qué raro?, porque se ponía una capa no veía el calor que hacia, pero eso no fue lo que me atrajo, era diminuto, con un cabello castaño claro lacio y corto, el cuerpo bajo la capa, se adivinaba esbelto y androgino, sin embargo el rostro era demasiado hermoso para ser el de un chico, los ojos grandes y los labios carnosos habrían hecho parecer una gárgola un ángel de botticell , incluso a pesar de las pupilas de un apagado color carmen, llevaba a un grupo de turistas a el sótano donde se suponía estaban ahí las cosas que usaban para torturar, yo me uní a el grupo bajando
Todos maravillados por la chica bajaron, cuando estuvimos abajo, todos comenzaron hablar sobre las cosas que utilizaban para torturar, yo me quede asombrado ya que habia otras 7 personas contando a la chica que habia visto anteriormente
Todos ellos miraban a los turistas con maldad y se notaba que estaban ¿sedientos?, decidí esconderme detrás de un barril, algo no estaba bien, que hacían ellos aquí, con las de 15 turistas sin saber lo que les espera, los observe todos se parecían eran hermosos, nadie podía ser tan perfecto, cuando me di cuenta sus dientes o mejor dicho colmillos ¿vampiros?, se abalanzaron sobre los turistas que cuando se dieron cuenta, los 7 vampiros ya estaban encima de 7 indefensos, todos corrieron pavoridos por eso, pero era inútil, nadie podía escapar, apenas y daban 5 pasos y ya tenia a un vampiro mordiendo su cuello, yo me quede observando era aterrador, retrocedí cuando me tope con algo duro y frió, por un momento pensé que era la pared, pero al sentir una respiración decidí voltearme a mirad, era la misma chica que habia llevado estos turistas a su muerte
Me le quede mirando, no me moví el abrió los ojos como plato, eso me sorprendió porque hacia eso, apareció otro hombre un joven pálido de traje gris perla podía haber pasado por el gemelo de Jane. Tenía el pelo más oscuro y los labios no eran tan carnosos, pero resultaba igual de encantador y también me miro a mi y luego a ella
-alece que sucede, estas siendo sensible con ella-sonrió con burla
-no se…mi poder no funciona con ella-eso me quedo desconcertada ¿de que poder hablaba?
-jajaja-estallo a carcajadas pero se callo al recibir la mirada de esto chico alec-estas hablando enserio
-mas que seguro felix, jamás mentiría con algo asi te importante
-mmm-se quedo pensando felix mirándome y de nuevo mirando a su compañero
-que sucede aquí…porque aun no la han matado- era alto y con pelo negro también llevaba una capa al igual que los anteriores
-los poderes de alec no funcionaba en esta pequeña-me señalo y sentí la mirada de ese chico
-mmm, niña como te llamas
-i…Isabela Marie swan-estaba nerviosa-pero prefiero que me digan bella-esto ultimo lo dije susurrando esperando no me oyeran, pero sus oídos eran muy buenos
-interesante-me continuo mirando, si que daba miedo
-oye demetri no crees que sea buena idea enseñársela al jefe, tal vez nos diga cual será su castigo
-nunca pensé que diría esto, pero tienes razón, vamos-me agarro del brazo no tan fuerte pero si firme y me llevo afuera. Andábamos con jane, por un amplio recodo del callejón, que seguía cuesta abajo, por lo que no vi el final, terminado en chaflán, hasta que no llegamos a él y alcanzamos la pared de ladrillo lisa y sin ventanas. No se veía a la pequeña Jane por ninguna parte.
Jane no vaciló y continuó caminando hacia la pared a grandes zancadas. Entonces, con su gracia natural, se deslizó por un agujero abierto en la calle.
Parecía una alcantarilla, hundida en el lugar más bajo del pavimento. No la vi hasta que Alice desapareció por el hueco, aunque la rejilla estaba retirada a un lado, descubriéndolo hasta la mitad. El agujero era pequeño y muy oscuro.
Me planté.
—Todo va bien, Bella —me dijo alec en voz baja—. Jane te recogerá.
Me imaginé que él habría entrado el primero si Felix y Demetri pagados de sí mismos y silenciosos, detrás de nosotros.
Me agaché y deslicé las piernas por el estrecho espacio.
— ¿jane? —susurré con voz temblorosa.
—Estoy aquí debajo, Bella —me aseguró. Su voz parecía provenir de muy abajo, demasiado abajo para que yo me sintiera bien.
Demetri me tomó de las muñecas —sus manos me parecieron del tacto de la piedra en invierno— y me bajó hacia la oscuridad.
— ¿Preparada? —preguntó él.
—Suéltala —gritó jane.
Impelida por el puro pánico, cerré firmemente los ojos para no ver la oscuridad y los labios para no gritar. Alec me dejó caer.
Fue rápido y silencioso. El aire se agitó a mi paso durante una fracción de segundo; después, se me escapó un jadeo y me acogieron los brazos de jane, tan duros que estuve segura de que me saldrían cardenales. Me puso de pie.
El fondo de la alcantarilla estaba en penumbra, pero no a oscuras. La luz procedente del agujero de arriba suministraba un tenue resplandor que se reflejaba en la humedad de las piedras del suelo. La tenue claridad se desvaneció un segundo y alec apareció a mi lado, con un resplandor suave., me sujetó con fuerza a su costado y comenzó a arrastrarme velozmente hacia delante. Envolví su cintura fría con los dos brazos y tropecé y trastabillé a lo largo del irregular camino de piedra. El sonido de la pesada rejilla cerrando la alcantarilla a nuestras espaldas se oyó con metálica rotundidad.
Pronto, la luz tenue de la calle se desvaneció en la penumbra. El sonido de mis pasos tambaleantes levantaba eco en el espacio negro; parecía amplio, aunque no estaba segura. No se oía otro sonido que el latido frenético de mi corazón y el de mis pies en las piedras mojadas, excepto una vez que se escuchó un suspiro de impaciencia desde algún lugar detrás de mí. Hubiera deseado preguntarle qué iba a suceder ahora. Ardía en deseos de saber cómo iba a morir, como si saberlo con antelación mejorara la situación de alguna manera; pero, rodeados como estábamos, no podía hablar, ni siquiera en susurros. Los otros podrían escucharlo todo, como oían cada una de mis inspiraciones y de los latidos de mi corazón
El camino que pisábamos continuó descendiendo, introduciéndonos cada vez más en la profundidad de la tierra y esto me hizo sentir claustrofobia.
Al final del túnel había otra reja cuyas barras de hierro estaban enmohecidas, pero eran tan gruesas como mi brazo. Había abierta una pequeña puerta de barras entrelazadas más finas, cruce rápidamente a una habitación más grande e iluminada. La reja se cerró de golpe con estrépito, seguido del chasquido de un cerrojo. Tenía demasiado miedo para mirar a mis espaldas. Nos hallábamos en un corredor de apariencia normal e intensamente iluminado. Las paredes eran de color hueso y el suelo estaba cubierto por alfombras de un gris artificial. Unas luces fluorescentes rectangulares de aspecto corriente jalonaban con regularidad el techo. Agradecí mucho que allí hiciera más calor. Aquel pasillo resultaba muy acogedor después de la penumbra de las siniestras alcantarillas de piedra.
Demetri tiró de mí para hacerme avanzar y felix caminó junto a mí, al otro lado. La puerta gruesa crujió al cerrarse de un portazo detrás de nosotros, y luego se oyó el ruido sordo de un cerrojo que se deslizaba de vuelta a su posición. Los tres vampiros de la familia de los Vulturis se relajaron más cuando estuve dentro del ascensor. Echaron hacia atrás las capas y dejaron que las capuchas cayeran. Felix y Demetri eran de tez ligeramente olivácea, lo que, combinado con su palidez terrosa, les confería una extraña apariencia. Felix tenía el pelo muy corto, mientras que a Demetri le caía en cascada sobre los hombros. El iris de ambos era de un color carmesí intenso que se iba oscureciendo de forma progresiva hasta acercarse a la pupila. Debajo de sus envolturas llevaban ropas modernas, blancas y anodinas. Me acurruqué en una esquina y me mantuve encogida, no aparte los ojos de jane, El viaje en ascensor fue breve. Salimos a una zona que tenía pinta de ser una recepción bastante pija. Las paredes estaban revestidas de madera y los suelos enmoquetados con gruesas alfombras de color verde oscuro. Cuadros enormes de la campiña de la Toscana intensamente iluminados reemplazaban a las ventanas inexistentes. Habían agrupado de forma muy conveniente sofás de cuero de color claro y mesas relucientes encima de las cuales había jarrones de cristal llenos de ramilletes de colores vívidos. El olor de las flores me recordó al de una casa de pompas fúnebres.
Había un mostrador alto de caoba pulida en el centro de la habitación. Miré atónita a la mujer que había detrás.
Era alta, de tez oscura y ojos verdes. Hubiera sido muy hermosa en cualquier otra compañía, pero no allí, ya que era tan humana de los pies a la cabeza como yo. No comprendía qué pintaba allí una mujer, rodeada de vampiros y a sus anchas.
Esbozó una amable sonrisa de bienvenida.
—Buenas tardes, Jane —dijo.
Jane asintió.
—Gianna.
Luego prosiguió hacia un conjunto de puertas de doble hoja situado en la parte posterior de la habitación, y la seguimos.
Felix le guiñó el ojo a Gianna al pasar junto al escritorio y ella soltó una risita tonta.
Nos aguardaba otro tipo de recepción muy diferente al otro lado de las puertas de madera. El joven pálido de traje gris perla podía haber pasado por el gemelo de Jane. Tenía el pelo más oscuro y los labios no eran tan carnosos, pero resultaba igual de encantador. Se acercó a nuestro encuentro, sonrió y le tendió la mano a ella.
—Jane...
—Alec —repuso ella mientras abrazaba al joven. Intercambiaron sendos besos en las mejillas y luego nos miraron a nosotros.
—Te enviaron en busca de comida y mira nada mas traes a una viva, me sorprendes hermana
—digamos que esta niña tiene que ver a Aro tal vez le interese
— ¿Y ésta es la causante de todo el problema? —preguntó con incredulidad.
—si hermano-contesto con algo de frialdad
—-susurro para si—interesante pues vamos-entendió lo que le quería decir
— ¡Me la pido primero! —intervino Felix con suma tranquilidad desde detrás mio feliz sonrió. Su mano estaba levantada, con la palma hacia arriba. Curvó sus dedos dos veces
Jane lo fulmino con la mirada y el asustado rápido bajo la mano y la mirada, alec intervino
—Aro se alegrará de volver a verte.
—No le hagamos esperar —sugirió Jane
Alec y Jane se tomaron de la mano y abrieron el camino por otro corredor amplio y ornamentado... ¿Se acabarían alguna vez?
Ignoraron las puertas del fondo —totalmente revestidas de oro— y se detuvieron a mitad del pasillo para desplazar uno de los paneles y poner al descubierto una sencilla puerta de madera que no estaba cerrada con llave. Alec la mantuvo abierta para que la cruzara Jane, Quise protestar cuando demetri me «ayudó» a pasar al otro lado de la puerta. Se trataba de un lugar con la misma piedra antigua de la plaza, el callejón y las alcantarillas. Todo estaba frío y oscuro otra vez.
La antecámara de piedra no era grande. Enseguida desembocaba en una estancia enorme, tenebrosa —aunque más iluminada— y totalmente redonda, como la torreta de un gran castillo, que es lo que debía de ser con toda probabilidad. A dos niveles del suelo, las rendijas de un ventanal proyectaban en el piso de piedra haces de luminosidad diurna que dibujaban rectángulos de líneas finas. No había luz artificial. El único mobiliario de la habitación consistía en varios sitiales de madera maciza similares a tronos; estaban colocados de forma dispar, adaptándose a la curvatura de los muros de piedra. Había otro sumidero en el mismo centro del círculo, dentro de una zona ligeramente más baja. Me pregunté si lo usaban como salida, igual que el agujero de la calle.
La habitación no se encontraba vacía. Había un puñado de personas enfrascadas en lo que parecía una conversación informal. Hablaban en voz baja y con calma, originando un murmullo que parecía un zumbido flotando en el aire. Un par de mujeres pálidas vestidas con ropa de verano se detuvieron en una de las zonas iluminadas mientras las estaba observando, y su piel, como si fuera un prisma, arrojó un chisporroteo multicolor sobre las paredes de color siena.
Todos aquellos rostros agraciados se volvieron hacia nuestro grupo en cuanto entramos en la habitación. La mayoría de los inmortales vestía pantalones y camisas que no llamaban la atención, prendas que no hubieran desentonado ahí fuera, en las calles, pero el hombre que habló primero lucía una larga túnica oscura como boca de lobo que llegaba hasta el suelo. Por un momento, llegué a creer que su melena de color negro azabache era la capucha de su capa.
— ¡Jane, querida, has vuelto! —gritó con evidente alegría. Su voz era apenas un tenue suspiro.
Avanzó con tal ligereza de movimientos y tanta gracilidad que me quedé embobada, con la boca abierta. No se podía comparar ni siquiera con Alice, cuyos movimientos parecían los de una bailarina.
Mi asombro fue aún mayor cuando flotó cerca de mí y le pude ver la cara. No se parecía a los rostros anormalmente atractivos que le rodeaban —el grupo entero se congregó a su alrededor cuando se aproximó; unos iban detrás, otros le precedían con la atención característica de los escoltas—. Tampoco fui capaz de determinar si su rostro era o no hermoso. Supuse que las facciones eran perfectas, pero se parecía tan poco a los vampiros que se alinearon detrás de él como ellos se asemejaban a mí. La piel era de un blanco traslúcido, similar al papel cebolla, y parecía muy delicada, lo cual contrastaba con la larga melena negra que le enmarcaba el rostro. Sentí el extraño y horripilante impulso de tocarle la mejilla para averiguar si su piel era más suave que la de demetri o la de felix, o si su tacto se parecía al del polvo o al de la tiza. Tenía los ojos rojos, como los de quienes le rodeaban, pero turbios y empañados. Me pregunté si eso afectaría a su visión.
Se deslizó junto a Jane y le tomó el rostro entre las manos apergaminadas. La besó suavemente en sus labios carnosos y luego levito un paso hacia atrás.
—Sí, maestro —Jane sonrió. Sus facciones parecieron las de una joven angelical—. Le he traído de regreso y con vida, como deseabas.
—Ay, Jane. ¡Cuánto me conforta tenerte a mi lado! —él sonrió también.
A continuación me miró a mí y la sonrisa centelleó hasta convertirse en un gesto de euforia.
— ¡Y también la has traído a ella! —Se regocijó y unió sus manos finas al dar una palmada—. ¡Qué agradable sorpresa! ¡Maravilloso!
Le miré fijamente, muy sorprendida de que pronunciara mi nombre de manera informal, como si fuéramos viejos conocidos que se habían dejado caer por allí en una visita sorpresa.
Se volvió a nuestro descomunal escolta.
—Felix, sé bueno y avisa a mis hermanos de quiénes están aquí. Estoy seguro de que no se lo van a querer perder.
—Sí, maestro —asintió Felix, que desapareció por el camino por el que había venido.
—Volvió hacia mí los ojos empañados y llenos de curiosidad—
—mostré una sonrisa deslumbrante. Parecía estar en mi salsa, excepto por el hecho de que apretaba con fuerza mis puños—. Como habéis podido comprobar hoy, a menudo causo más problemas de los que soluciono.
—Eres demasiado modesta —me reprendió Aro—.he de admitir que no había visto a nadie con un don como el tuyo. ¡Maravilloso!, Lo siento. No nos han presentado como es debido, ¿verdad? Es sólo que siento como si ya te conociera y tiendo a precipitarme — Aro habló con tono envidioso mientras agitaba la cabeza.
—Pero exponencialmente es mucho más poderoso —agregó demetri con tono seco. Me miró a mí mientras me explicaba de forma sucinta—: Aro necesita del contacto físico para «oír» tus pensamientos, pero llega mucho más lejos. Aro «oye» cualquier pensamiento que esa persona haya podido tener.
Yo enarcó mis cejas y demetri agachó la cabeza.
Aro también se percató de ese gesto.
—Pero ser capaz de oír a lo lejos... —Aro suspiró al tiempo que hacía un gesto, haciendo referencia al intercambio de pensamientos que acababa de producirse—. ¡Eso sí que sería práctico!
Aro miró más allá de mi figura. Todos los demás se volvieron en la misma dirección, incluso Jane, Alec, que permanecían en silencio detrás de nosotros.
Fui la más lenta en volverme. Felix había regresado y detrás de él, envueltos en túnicas negras, flotaban otros dos hombres. Sus rostros tenían también esa piel parecida al papel cebolla.
El trío representado por el cuadro estaba completo, y sus integrantes no habían cambiado durante los trescientos años posteriores a la pintura del lienzo.
— ¡Marco, Cayo, mirad! —Canturreó Aro—. Después de todo, Bella sigue viva. ¿No es maravilloso?
A juzgar por el aspecto de sus rostros, ninguno de los dos interpelados hubiera elegido como primera opción el adjetivo «maravilloso». El hombre de pelo negro parecía terriblemente aburrido, como si hubiera presenciado demasiadas veces el entusiasmo de Aro a lo largo de tantos milenios. Debajo de una melena tan blanca como la nieve, el otro puso cara de pocos amigos.
El desinterés de ambos no refrenó el júbilo de Aro, que casi cantaba con voz liviana:
—Conozcamos la historia.
El antiguo vampiro de pelo blanco flotó y fue a la deriva hasta sentarse en uno de los tronos de madera. El otro se detuvo junto a Aro y le tendió la mano. Al principio, creía que lo hacía para que Aro se la tomara, pero se limitó a tocar la palma de la mano durante unos instantes y luego dejó caer la suya a un costado. Aro enarcó una de sus cejas, de color marrón oscuro. Me pregunté si su piel apergaminada no se arrugaría a causa del esfuerzo.
—Gracias, Marco —dijo Aro—. Esto es muy interesante.
Un segundo después comprendí que Marco le había permitido a Aro conocer sus pensamientos.
Marco no parecía interesado. Se deslizó lejos de Aro para unirse al que debía de ser Cayo, sentado ya contra el muro. Los dos asistentes de los vampiros le siguieron de cerca; eran guardias, tal y como había supuesto antes. Pude ver que las dos mujeres con vestido de tirantes se habían acercado para permanecer junto a Cayo de igual modo. La simple idea de que un vampiro necesitara guardias se me antojaba realmente ridícula, pero tal vez los antiguos eran más frágiles, como sugería su piel.
Aro siguió moviendo la cabeza al tiempo que decía:
—Asombroso, realmente increíble.
Demetri se volvió y de nuevo le facilitó una explicación rápida en voz baja:
—Marco ve las relaciones y ha quedado sorprendido por la intensidad de las vuestras.
Aro sonrió.
— ¡Qué práctico! —repitió para sí mismo. Luego, se dirigió a nosotros—: Puedo aseguraros que cuesta bastante sorprender a Marco.
No tuve ninguna duda cuando miré el rostro mortecino de Marco.
—Resulta difícil de comprender, eso es todo, incluso ahora, Pero ¡vuestra abstinencia...! —Aro suspiró—. No sabía que era posible tener tanta fuerza de voluntad. Habituaros a resistir el canto de las sirenas, no una vez, sino una y otra, y otra más... No lo hubiera creído de no haberlo visto por mí mismo.
—Sólo de recordar cuánto me atrae tu sangre... —Aro rió entre dientes—. Me pone sediento. —me puse nerviosa
—No te inquietes —me tranquilizó Aro—. No tengo intención de hacerte daño, pero siento una enorme curiosidad sobre una cosa en particular —me miró con vivo interés—. ¿Puedo? —Preguntó con avidez al tiempo que alzaba una mano, dirigiéndose a mí, continuó—: Bella, me fascina que seas la única excepción al impresionante don de jane... Una cosa así me resulta de lo más interesante y, dado que nuestros talentos son tan Avilés, me preguntaba si serías tan amable de permitirme hacer un intento para verificar si también eres una excepción para mí. — sentía una gran curiosidad por tener la ocasión de tocar su extraña piel.
Me volví hacia Aro y extendí la mano lentamente. Estaba temblando.
Se deslizó para acercarse más. Me pareció que su expresión quería tranquilizarme, pero sus facciones apergaminadas eran demasiado extrañas, diferentes y amedrentadoras como para que me sosegara. Su rostro demostraba mayor confianza en sí mismo que sus palabras.
Aro alargó el brazo como si fuera a estrecharme la mano y rozó su piel de aspecto frágil con la mía. Era dura, la encontré áspera al tacto —se parecía más a la tiza que al granito— e incluso más fría de lo esperado.
Sus ojos membranosos me observaron con alegría y me resultó imposible desviar la mirada. Me cautivaron de un modo extraño y poco grato.
El rostro de Aro se alteró conforme me miraba. La seguridad se resquebrajó para convertirse primero en duda y luego en incredulidad antes de calmarse debajo de una máscara amistosa.
—Pues sí, muy interesante —dijo mientras me soltaba la mano y retrocedía
Aro continuó deslizándose con gesto pensativo. Permaneció quieto durante unos momentos mientras su vista oscilaba, mirándonos a los tres. Luego, de forma repentina, sacudió la cabeza y dijo para sus adentros:
—Lo primero... Me pregunto si es inmune al resto de nuestros dones...
—Jane —la llamó Aro con voz tranquila.
La joven alzó la vista enseguida, aún sonriendo de placer, y lo interrogó con la mirada. Aro me señaló con un asentimiento de cabeza.
Jane volvió hacia mí su sonrisa.
También yo observé a Jane, que había dejado de sonreír y me taladraba con la mirada. Apretaba los dientes mientras se concentraba en mí. Retrocedí, esperando sentir el dolor...
... pero no sucedió nada.
—Ja, ja, ja —rió entre dientes—. Has sido muy valeroso, bella, al soportarlo en silencio. En una ocasión, sólo por curiosidad, le pedí a Jane que me lo hiciera a mí...
—Supongo que no existe posibilidad alguna de que hayas cambiado de parecer, ¿verdad? —Me preguntó Aro, a mí—. Tu don sería una excelente adquisición para nuestro pequeño grupo. —me preguntó Aro, a mi
¿Bromeaba o de verdad me preguntaba si quería quedarme para la cena?
Fue Cayo, el vampiro de pelo blanco, quien rompió el silencio.
— ¿Qué? —inquirió Cayo a Aro. La voz de aquél, a pesar de no ser más que un susurro, era rotunda.
—Cayo, tienes que advertir el potencial, sin duda —le censuró con afecto—. No he visto un diamante en bruto tan prometedor desde que encontramos a Jane y Alec. ¿Imaginas las posibilidades cuando sea uno de los nuestros?
Cayo desvió la mirada con mordacidad. Jane echó chispas por los ojos, indignada por la comparación
Ya debía de saber lo que Cayo tenía en mente, pero parecía decidido a hacerme hablar en voz alta.
Cayo me señaló con un dedo esquelético.
—Sabes demasiado. Has desvelado nuestros secretos —espetó con voz apergaminada, como su piel.
—También hay unos pocos humanos —le recordé de la guapa recepcionista del piso de abajo
El rostro de Cayo se crispó con una nueva expresión. ¿Se suponía que eso era una sonrisa?
—Sí —admitió—, pero nos sirven de alimento cuando dejan de sernos útiles. Ése no es plan para ti—se mofó
—No voy a... —empecé a protestar, aunque fuera entre susurros, pero Cayo me silenció con una gélida mirada.
—Tampoco pretendes convertirla en uno de nosotros —prosiguió—, por consiguiente, ello nos hace vulnerables. Bien es cierto que, por esto, sólo habría que quitarle la vida a la chica. Puedes dejarla aquí si lo deseas.
—Lo que pensaba —concluyó Cayo con algo muy similar a la satisfacción. Felix se inclinó hacia delante con avidez.
—A menos que... —intervino Aro, que parecía muy contrariado por el giro que había tomado la conversación—. A menos que, ¿alberges el propósito de concederte la inmortalidad?
— ¿Y qué pasa si lo hago?
Aro sonrió, feliz de nuevo.
—Vaya, en ese caso serías libre de volver a casa—su expresión se volvió más dubitativa—. Pero me temo que tendrías que decirlo en serio y comprometerte.
Aro alzó de nuevo la mano
Cayo, que había empezado a poner cara de pocos amigos, se relajó.
Fruncí los labios con rabia hasta convertirlos en una línea. Lo mire fijamente a los ojos y yo a él.
—Está por suceder —le recordé con voz tranquila estrechando su mano
—Sí, sí, está bastante definido. No hay problema, por supuesto.
Cayo parecía amargamente desencantado, un sentimiento que al parecer compartía con Felix y Jane.
—Aro —se quejó Cayo.
— ¡Tranquilízate, querido Cayo! —Aro sonreía—. ¡Piensa en las posibilidades! Imagina la dicha que aportaría sólo la joven... Además, siento una terrible curiosidad por ver ¡cómo entra en acción Bella!
Cayo esbozó una sonrisita de suficiencia y se deslizó hacia donde Marco permanecía sentado, inmóvil e indiferente.
Felix gimió.
—Ah, Felix, paciencia —Aro sonrió divertido—. Heidi estará aquí de un momento a otro.
Fue entonces cuando distinguí el murmullo de voces —voces ásperas y enérgicas— procedentes de la antecámara.
—Vaya, esto es inusual —dijo un hombre con voz resonante.
—Y tan medieval —respondió efusivamente una voz femenina desagradable y estridente.
Un gentío estaba cruzando la portezuela hasta atestar la pequeña estancia de piedra. Demetri nos indicó mediante señas que dejáramos paso. Pegamos la espalda contra el muro helado para permitirles cruzar.
La pareja que encabezaba el grupo, americanos a juzgar por el acento, miraban a su alrededor y evaluaban cuanto veían. Otros estudiaban el marco como simples turistas. Unos pocos tomaron fotografías. Los demás parecían desconcertados, como si la historia que les hubiera conducido hasta aquella habitación hubiera dejado de tener sentido. Me fijé en una mujer menuda de tez oscura. Llevaba un rosario alrededor del cuello y sujetaba con fuerza la cruz que llevaba en la mano. Caminaba más despacio que los demás. De vez en cuando tocaba a alguien y le preguntaba algo en un idioma desconocido. Nadie parecía comprenderla y el pánico de su voz aumentaba sin cesar.
Demetri me arrastró a toda prisa en dirección a la que seria mi habitación en cuanto hubo el más mínimo resquicio. Yo noté la expresión horrorizada de mis facciones y cómo los ojos se me iban llenando de lágrimas.
La ampulosa entrada estaba en silencio a excepción de una mujer guapísima de figura escultural. Nos miró con curiosidad, sobre todo a mí.
—Bienvenida a casa, Heidi —la saludó Demetri a.
Ella sonrió con aire ausente. Me recordó a Rosalie, aunque no se parecieran en nada, porque también poseía una belleza excepcional e inolvidable. No era capaz de quitarle los ojos de encima.
Heidi vestía para realzar su belleza. La más pequeña de las minifaldas dejaba al descubierto unas piernas sorprendentemente esbeltas, cuya piel blanca quedaba oscurecida por las medias. Llevaba un top de mangas largas y cuello alto, pero extremadamente ceñido al cuerpo, de vinilo rojo. Su melena de color caoba era lustrosa y tenía en los ojos una tonalidad violeta muy extraña, el color que podría resultar al poner unas lentes de contacto azules sobre una pupila de color rojo.
—Demetri —respondió con voz sedosa mientras sus ojos iban de mi rostro
—Buena pesca —la felicitó ella aludido, y de pronto comprendí la finalidad del llamativo atuendo que lucía. No sólo era la pescadora, sino también el cebo.
—Gracias —exhibió una sonrisa apabullante—. ¿No vienes?
—En un minuto. Guárdame algunos.
Heidi asintió y se agachó para atravesar la puerta después de dirigirme una última mirada de curiosidad.
Decidí seguir a demetri y se detuvo en una puerta
—Esta es tu habitación baja dentro de 10 minutos, no llegues tarde, desde hoy te convertirán, busca ropa adecuada—me dejo sola en esa habitación habia un conjunto de ropa, no dude y me la puse
Espere los 10 minutos y me encamine de nuevo a donde estaría mi transformación, todos me miraban, pero en especial aro parecía que le hubiera gustado mi don, me acerque a el, y el se acerco a susurrarme
--tranquila bella después de 3 días serás una de nosotros
Trague salida y sentí como sus afilados dientes se enterraban en mi cuello y tan rápido como llego se fue, empecé a sentirme mareada
--llévenla a su recamara y cuídenla de acuerdo-luego de eso sentí unos brazos agarrándome de brazos y pies y devolviéndome a mi habitación
Fin del flash
Luego de eso sentí como mi cuerpo explotaba por la quemazón que lo único que quería era que me mataran y pararan ese dolor, los 3 días fueron eternos y duros, pero ahora soy un vampiro y la "sirviente" favorita de Aro, me cargaba misiones y los mejores hombres, salíamos victoriosos, pero eso no hacia que fuera feliz por lo que hago, ellos se alimentan de hombres, mi dieta es diferente yo soy "vegetariana" porque yo me alimento de animales, claro algunas pensaban que estaba loca, que era mejor la sangre de los humanos, y lo era, pero no quería ser un monstruo, y mantuve mi dieta sin importarme que pensaban los demás, desde ese dia por fin note volterra no es mi hogar, y no soy mas que un juguete que usan para lastimar a otros
bien aqui esta mi primer fic de crepusculo, lo se se parece a luna nueva, es que me ayude con el, y tengo que decirlo saque partes del primer libro, pero en el segundo que haga me lo imagine yo
FELIZ CUMPLEAÑOS MIJA LENNY, SALDRAS EN ESTE FIC, Y TENGO QUE DECIRTE QUE PONDRE UN EPISODIO TU CUMPLEAÑOS TARDE, PERO LO PONDRE, Y PERDON POR TARDARME JIJI, ESPERO LO DISFRUTES
