¡Hola a todos! Bueno, os presento un one-shot que llevaba tiempo tratando de escribir. Es algo duro, pero creo que muy tierno a la vez. Básicamente, se trata de la relación prostituta-cliente que mantiene Misao y Aoshi. Una mezcla de pasión, amor y dolor. ¡Disfrutadlo!

PRINCESAS

Capítulo 1

Aquella noche, para variar, volvía a oírse el mismo ruido de siempre: una tarjeta de crédito dando golpes en la mesa, arrastrando, volviendo a golpear, volviendo a arrastrar, hasta hacer pequeñas tiras de polvos blancos. Para variar, después de hacer unas rayas perfectas, se oyó una respiración absorbiéndolas por la nariz.

- No volveré a hacerlo- afirmó el hombre, mirándose reflejado en el espejo del baño, mientras se sacudía levemente la nariz, aunque repetidas veces.

Acto seguido, se dirigió a su habitación. Aquella habitación enorme, decorada a la última moda y tecnología, acorde con el inmenso apartamento. El dueño de la casa tenía un gusto exquisito para la decoración, aunque no podía decirse lo mismo de las mujeres; concretamente, de la mujer con la que estaba, que lo esperaba en su habitación. Llevaba una larga trenza, rasgo característico por el que los clientes la conocían, acompañada de un cortísimo y ajustado corpiño, una falda y unos zapatos de diez centímetros de tacón. Todo negro, por supuesto, el color que más la favorecía.

La chica estaba sobre la cama, de espaldas a la puerta, por lo que no pudo escuchar al apuesto hombre entrar. Sin embargo, el moreno observó perfectamente a la mujer retirándose la jeringuilla del brazo y guardándola en su bolso, así como los demás utensilios que usaba. Desde luego, su fama la precedía; era hermosa, sensual e higiénica, con razón era la mejor prostituta del local.

Nada más guardar la jeringuilla, la droga y demás, la joven se percató del hombre que la miraba, apoyado en el marco de la puerta.

- Shinomori- dijo ella, poniéndose nervios- No le había visto…

- Nos conocemos desde hace tiempo, Misao, no te disculpes.

- Al revés, debo hacerlo. No me gusta que mis clientes me vean… bueno... así. No da buena imagen.

"Clientes". Odiaba que lo tratara como uno más. Él no era un cliente. Ni siquiera estaba con ella por ser una prostituta. Estaba con ella por ser ella.

- Eres una prostituta, Makimachi. Tu "trabajo" no da buena imagen- contestó con la mayor crueldad del mundo, haciendo que la chica se sonrojara y entristeciera- En fin, ¿a qué esperas?

La chica supo instintivamente lo que debía hacer al escuchar estas palabras, mientras observaba al hombre sentarse sobre la cama, impasible, con los pantalones negros de traje y la camisa abierta. Shinomori era espectacular en todos los sentidos: joven, atractivo, dueño de una empresa, adinerado… ¿Por qué recurrir a una puta como ella? La joven no lo sabía, pero tampoco quería pasar mucho más tiempo preguntándoselo. Al fin y al cabo, no la pagaban para ello.

Así pues, en cuanto hubo escuchado las palabras de Aoshi, empezó el trabajo. Se subió encima de la cama, por donde empezó a gatear, hasta acercarse al hombre y ponerse encima de él. Al hacerlo, sus caras quedaron enfrentadas, a pocos centímetros la una de la otra, mirándose. Deseándose. Amándose. ¿Debía besarlo? No, seguro que no. Alguien como Aoshi sólo la contrataría para algo en concreto, y no abarcaba los besos precisamente.

Por tanto, la morena bajó de su cara hacia su pecho, que sí comenzó a besar. No sólo lo besaba, sino que también lo mordía, acariciaba, deseaba… No tenía muchas oportunidades de estar con Aoshi, así que deseaba aprovecharlas al máximo. Cuando llegó a su ombligo, decidió no hacer esperar más al hombre, sobre todo notando la cada vez más intensa erección del joven. Así pues, después de desabotonar los botones del pantalón negro y bajarlos, del mismo modo que hizo con los calzoncillos, la joven tomó el enorme miembro entre sus manos y comenzó a masajearlo para continuar, posteriormente, con un masaje bucal.

Aoshi, por su parte, no podía soportar más aquella sensación; quería cogerla, tomarla, amarla hasta el final, hacer el "trabajo" él en vez de ella. Tan sólo quería que ella supiera que para él no era una prostituta, no era como las demás. Efectivamente, podría tener a cualquier mujer que deseara, no sólo putas, sino de todo tipo. Sin embargo era ella. No quería a nadie más, sólo a ella. A Misao Makimachi. Lo supo desde la primera vez que la vio, desde que fue con unos compañeros de empresa a "pasárselo bien" a un local de ese tipo y la conoció; estaba magullada, sangrando y llorando. Sus compañeros también la observaron y comentaron, haciendo que las demás chicas la escondieran y trataran en secreto, por el bien del club, como una princesa escondida de las garras del dragón. Sin embargo Aoshi, sin saber la razón, deseó saber más sobre ella. No se conformó con preguntar, sino que también quiso observarla, interesarse por ella, cuidarla. No descansó hasta conseguir que la policía atrapase al cerdo que la había dejado así, aunque fuese por un crimen que no cometió. Que se joda.

El interés fue en aumento cuando empezó a saber cosas de su vida; cómo, engañada, la habían introducido en el mundo de las citas, cómo, tratando de ayudar económicamente a su familia, fue a más en el negocio, cómo acabó así, prostituida, tan joven y tan bella.

Mientras recordaba todo esto, no podía evitar gemir por los masajes que le estaba haciendo la chica más allá del ombligo. No podía contenerse; sólo con mirar a la joven, a gatas, haciéndole lo que le estaba haciendo, sentía que no tardaría mucho en arrojarse sobre ella. Pero no podía hacerlo, quería aguantar un poco más.

- Misao…- dijo entre gemidos.

- ¿Qué?- se interrumpió la chica.

- Desnúdate y ponte encima. Quiero que lo acabes entada encima de mí.

- De acuerdo- contestó la chica, siguiendo las instrucciones al instante.

Misao, por su parte, se sentía algo distinta con Aoshi. No era como los demás, tenía algo que lo hacía diferente. Le importaba muchísimo que él la viera chutándose, le importaba no hacérselo bien, le importaba no sentirlo mientras trabajaba. No sabía desde hacía cuánto tiempo sentía esto, pero le daba igual. Ya sabía que era algo, no sólo prohibido en el trabajo, sino también impensable. ¿Cómo iba una puta a enamorarse de su cliente? O, lo que era peor para la chica, ¿cómo iba un cliente a enamorarse de su puta?

No sabía exactamente por qué, pero, desde hacía tiempo, Aoshi la solicitaba más a menudo, llegando, incluso a ser la única con la que quería estar. Aquello levantó muchas envidias y comentarios en el local, pero a ella no le importaba. Estar con él era lo más cercano que tenía a estar con una pareja de verdad, y aquello le era suficiente. Tal vez, por eso, odiaba cuando él la descubría aguja en brazo con cara de éxtasis, cosa que no le sucedía con los demás clientes. Con ellos le era indiferente; de hecho, prefería que pensaran que era una sucia puta yonqui y, así, no quisieran acostarse con ella. Pero no con Aoshi. Todo menos eso.

La prostituta no se desnudó por completo, sino que permaneció con los tacones puestos. Aoshi no se lo había dicho, pero ella sabía que a él le gustaba.

Nada más sentarse encima, Aoshi no pudo contenerse más y, agarrando a la joven por el trasero, empezó a marcarle el ritmo. Ella tampoco pudo contenerse y, no contenta con seguir las indicaciones, empezó a gemir, tocarlo, acariciarse,… era lo más cercano que tenía a "hacer el amor" y quería disfrutarlo plenamente. Ambos querían.

Al poco tiempo de que la chica lo cabalgara, Aoshi, presa de las drogas, empezó a desear algo más fuerte. Así pues, la arrojó contra la cama y, no sólo se tumbó encima de ella, sino que además le ató las manos y tapó la boca. Aquélla era la primera vez que Shinomori se excitaba así, y la joven empezó a asustarse.

- Ya sé que no te advertí de esto- se explicó él- pero ahora ya no me basta. Quiero más. Quiero verte debajo de mí.

Aquél no parecía Aoshi en absoluto, pero Misao dedujo que se trataba de la cocaína. No lo había visto, pero tampoco necesitaba más pruebas; su propia clientela le había demostrado que el efecto de consumirla era ése.

Nada más advertir a Misao, Aoshi se colocó sobre ella y, abriéndole las piernas, la embistió con tanta fuerza que Misao sintió las lágrimas al borde de los ojos; no podía chillar porque tenía la boca tapada, así que aquélla era la vía de escape. Cada vez con más fuerza, Aoshi terminó de colocarse encima de ella, hasta cubrirla por completo, mientras le sujetaba las manos. Tan sólo el eco de los gemidos y gritos de Aoshi resonaba por la habitación, dado que la prostituta tenía la boca tapada.

Al poco rato de estar así, Aoshi cambió de postura: a cuatro patas, por detrás, encima de nuevo,… quería explorarla como ninguno de sus clientes había podido hacerlo; quería, en definitiva, demostrarle que sólo era él debía ser él quien la tuviera así.

- No puedo más… me voy a correr- anunció el joven, de nuevo sobre la chica, que estaba de espaldas esta vez. Ella asintió; había estado esperándolo. Y, al cabo de un minuto y poco más, sintiendo que aumentaba la velocidad del hombre, Misao sintió que ya llegaba el momento. Cuando él empezó a derramarse dentro de ella, ella se dejó llevar, alcanzando también el orgasmo.

Aoshi se encendió un cigarrillo, sentado en el borde de la cama, mientras su compañera se vestía. El hombre no se perdió ningún detalle del proceso, observando, entre otras cosas, cómo la chica se frotaba las muñecas, en unos segundos. Putas drogas. No volvería a probarlas.

Finalmente, después de salir del baño, la chica se puso el abrigo. Antes de salir, como era costumbre, Aoshi cogió la cartera y sacó el dinero. Aquél era el peor momento del encuentro, el momento que demostraba que ella no era más que un objeto y él no era más que un aprovechado.

Sin embargo, aquél día Misao decidió dejar de sentirse así. Quiso que, por una vez, comprendiera que, aunque no fuera recíproco, ella sentía algo por él.

- Déjalo. No me debes nada hoy- manifestó la chica, dejando atónito a Aoshi- Siempre me llamas a mí y me das buenas propinas. Por un día, déjame darte las gracias- se explicó la chica.

- Me da igual. Toma el dinero- contestó él, sin cambiar su tono de voz.

- Te he dicho que no. ¿Qué pasa? ¿No puedes aceptar regalos de una puta, o qué?- añadió Misao, muy molesta y a punto de echarse a llorar. Da igual lo que aparentara, en realidad no era más que una chica de 19 años, casi adolescente, que se comportaba como tal en muchas ocasiones.

- Si no llegas con dinero, tendrás problemas. Así que no seas orgullosa y cógelo.

- ¡Si no voy con dinero es mi problema, así que…

- También sería el mío si te pasara algo por no llevarlo. En realidad, si fuera por mí no te pagaría- se confesó, acercándose a ella- Pero las cosas son así, así que, por favor, coge el dinero.

Al escuchar esto, Misao se quedó a la vez conmocionada por la confesión y dolida porque, tal y como había dicho Aoshi, las cosas eran así.

Nada más coger el dinero y sus cosas, la chica desapareció por el umbral de la puerta, pensado en la próxima cita que tendría con Aoshi, mientras él se prometía que, algún día no muy tardío, la sacaría de allí. Costara lo que costara, algún día la sacaría de aquel infierno en el que estaba metida

Fin del capítulo 1

¡Ya está! ¿Qué os ha parecido? A mí un poco triste, pero quería hacerlo algo realista. Si queréis comentarme, ya sabéis: ¡reviews! Besines!!