Hola, hola, tenía como varios años sin escribir fics... Estoy de vuelta wuwuwu! Jajaja espero que les guste este nuevo fic... Me tomé la libertad de cambiar algunas cositas, y el nivel de un digimon (aunque se verá hasta más adelante eso)
Prólogo:
Tres años después de la destrucción de MalomMyotismon, los niños elegidos seguían con sus vidas normales, pero sin haber tenido contacto alguno con el Digimundo, ni sus digimons. Parecía que las cosas habían regresado a la normalidad, siendo el único problema que no podían estar con sus adorados compañeros. Sin embargo, no sabían que una nueva aventura, y un nuevo enemigo, mucho más poderoso que todos los anteriores, se acercaba…
Mar Oscuro
-Daemon, ¿cuándo pondremos en marcha nuestro plan? –en la voz de Dragomon había un notorio tono de desesperación.
-¡No seas desesperado! Tenemos que terminar de pulirlo, de lo contrario esos molestos niños elegidos nos lo arruinarán –le respondió Daemon.
-Sabes tan bien como yo que es inevitable que se presenten.
-Sí, lo sé. Pero si lo ejecutamos de manera magistral, ni siquiera ellos podrán detenernos.
-¿Y cuál es tu manera magistral de ejecutar el plan?
-Pues, verás, podríamos cambiar unas cuantas cosas… Para empezar, no nos apareceremos por el Digimundo hasta que hayamos asegurado que nos apoyan. Y no será difícil, hay una multitud de digimons oscuros que están agazapados, a la espera de un líder que los concentre y los guíen. No dudarán en unirse a nosotros y desafiar el orden establecido.
-Eres un maldito genio. Definitivamente encerrarte aquí fue la mejor idea que esos tontos niños pudieron haber tenido… La mejor para nosotros, claro está.
-Ya, ya. Guárdate las alabanzas para cuando triunfemos.
-Bien, y ahora que estamos de acuerdo, ¿cuándo empezamos?
-Pronto, Dragomon, pronto…
Digimundo
Los últimos rayos de sol desaparecían sobre el horizonte, dándole calor por última vez del día al Digimundo. Era otoño, y las hojas de los árboles caducifolios adornaban el paisaje, que junto con el atardecer formaban una postal espectacular. Centarumon observaba todo esto, sin embargo, sus pensamientos estaban muy lejos.
La profecía que acababa de descubrir en una recóndita habitación oculta del templo lo había sorprendido de tal forma que no podía pensar con claridad. Una nueva batalla se avecinaba, los elegidos serían requeridos de nuevo, pero esta vez no sería como las anteriores. Centarumon no comprendía muy bien que era lo que querían decir las antiguas escrituras, por lo que no podía molestar a Gennai aún, debía estar seguro del significado de esos símbolos para no provocar una falsa alarma. Sin embargo, una parte de sí mismo le decía que Gennai si podría revelar el significado exacto de la profecía. Finalmente, decidió que esperar un día más no sería un inconveniente, por lo que se retiró a descansar al interior del templo.
A lo lejos, en una montaña, Gennai y otro hombre observaban a Centarumon.
-¿Habrá descubierto ya la más antigua de las profecías? –cuestionó el hombre, más para sí mismo que para Gennai.
-Tal vez, se veía pensativo, pero no lo podría asegurar –respondió Gennai.
-Deberías ir con él y preguntárselo directamente. Mientras más pronto conozcamos el contenido íntegro, más tiempo tendremos para actuar.
-Creo que tienes razón, Haris. Me alegra saber que por fin hayas despertado de tu letargo, serás de gran ayuda. Y lo habrías sido también en el pasado.
-Mi presencia no era requerida en el pasado, los enemigos no eran tan poderosos, eso dictaban las profecías.
Tras decir esto, Haris se alejó, dejando a Gennai inmerso en sus propios pensamientos.
"Es increíble el modo en que estas antiguas profecías afectan el curso del Digimundo, a pesar de todo mi conocimiento, no logro entender el alcance de sabiduría y predicción que tenían los Antiguos. Es como si ellos hubieran escrito el destino, es… Fascinante"
Sin dejar de pensar en lo maravillosos que eran los Antiguos, Gennai se retiró a descansar, pues mañana sería un complicado día, tendrían que planearse y resolverse muchos asuntos. Asuntos que tendrían un grave impacto en el Digimundo.
Haris se encontraba caminando por el bosque, en dirección hacia una cueva donde se había asentado temporalmente. Tenía el aspecto de un hombre, mejor dicho un joven, de 20 años, con su cabello castaño claro revuelto, ojos color miel, complexión atlética, alto… Definitivamente el tipo de hombre que cautivaría muchas chicas nada más con un guiño. Sin embargo, a pesar de su aspecto, Haris tenía una edad muchísimo mayor, pues había estado durmiendo durante miles de años, desde el tiempo en que los Antiguos lo sellaron para poder cumplir con su destino.
Ahora, las profecías lo habían despertado, y, a pesar de saber que tenía un camino escrito, no sabía bien que era lo que haría. ¿Qué pasaría si no llevaba a cabo su misión de manera adecuada? No, definitivamente no. No podía fallar. Los Antiguos habían confiado en él, como el más valiente, inteligente y poderoso de aquellos cinco chicos elegidos que salvaron el Digimundo por primera vez, en los tiempos en que la oscuridad era demasiado poderosa, debido a la falta de protección.
Durante miles de años, las protecciones diseñadas por los antiguos habían protegido de manera aceptable al Digimundo. Existía la oscuridad, existía la maldad y existían los digimons malignos, sin embargo, siempre había posible erradicarlos sin mayor problema. Hasta que llegó aquella primera maldad que verdaderamente logró desestabilizar al Digimundo, aquella que surgió de más allá del Muro de Fuego y que permitió a los Dark Masters apoderarse del Digimundo. Después, Myotismon desde el mundo de los sueños había provocado más incidentes, aunque no tan graves como el que había provocado Apocalymon.
Sin embargo, esta vez se trataba de algo diferente. Las profecías anunciaban un enemigo formidable, venido de más allá del mar, que sería capaz de agrupar bajo su mandato a todos los digimons malignos que existían, y cubrir el Digimundo en tinieblas. Para derrotarlo, tendrían que recurrir a los ocho niños elegidos que habían derrotado a Apocalymon… Y también tendrían que recurrir a él, a Haris…
