ÚLTIMO ARCO DE BLEACH
CAPÍTULO 1
Karin, humana
Desde que Ichigo se había marchado a la universidad, Karin había adquirido la costumbre de utilizar su habitación como lugar especial para pensar. Era el único sitio en la casa donde podía estar sola, simplemente tumbada, sin tener que escuchar a nadie. Allí no estaba su hermana recordándole qué tarea doméstica le tocaba hacer, ni su padre armando escándalo por nada. Podía tumbarse en su cama, como estaba en ese momento, echar la siesta... Desde su ventana tenía vistas de toda la ciudad, y podía observar a los hollows, escondida y a oscuras. Allí también podía preocuparse por su hermano a gusto, sin que nadie le preguntara qué le pasaba o si estaba bien. Aún no le había dado ninguna explicación acerca de ser shinigami, y todo lo que sabía lo había oído de Don Kanonji y del mismo Urahara. Éste último le había aclarado muchas más cosas que el primero, pero también la había dejado más inquieta y confusa. Ahora, gracias a él sabía acerca de la Sociedad de Almas, de los shinigamis, de Aizen, que Ichigo había salvado los mundos hacía unos años, y que no hacía demasiado tiempo había vuelto a salvar de la amenaza de los fullbringers, aunque no le había quedado claro lo que eran. Ella no recordaba nada porque los shinigamis se habían encargado de hacerle olvidar todo lo ocurrido. Dos veces. Y eso le molestaba muchísimo. Odiaba no saber, y ser manipulada y tratada como una muñeca de trapo controlada al antojo de otra persona. Ya decidiría ella si quería o no ser consciente de lo que fuera que hubiera pasado. Había intentado que Urahara revirtiera el proceso que confundió su mente, pero se había negado. "De momento, no estás preparada"- había dicho. Cómo odiaba Karin ese tono condescendiente y a la vez jocoso, y la capacidad que parecía tener todo el mundo de decidir por ella. Al menos, se decía a sí misma, no era un "no" permanente. Algún día le sacaría toda la verdad, y esperaba que fuera pronto. Si es que en realidad el tendero era capaz de hacerlo y la negativa no era más que una simple excusa.
Al pensar en Urahara le vino a la mente que casi no le quedaban repelentes para hollows. Tenía que pasarse por la tienda antes de llegar al gimnasio. Miró la hora en el despertador de su hermano. Eran casi las cinco y media. Resopló. Tendría que darse prisa si quería hacerlo todo. Se levantó de la colcha azul con pocas ganas y fue a su cuarto a cambiarse y a coger la bolsa de deporte. Allí se encontró con un espírutu bajito con pinta de cuarentón, deambulando de un lado para otro. Al verla su cara se iluminó de felicidad.
- No te pongas tan contento, no puedo ayudarte.
Desde que Ichigo recuperó sus poderes de shinigami no había necestado más "Hacedores del funeral del alma", porque él se ocupaba de los plus desorientados a la espera de que les enviaran a la Sociedad de Almas. Ahora que se había ido iba a necesitarlos otra vez.
El espíritu se puso a llorar con grandes aspavientos, muy asustado. A Karin no le apetecía escucharle.
- Está bien, está bien- cedió, visiblemente fastidiada-. Cállate. Espérame en la puerta, sígueme y podré mandarte a casa.
El espíritu salió por la ventana del cuarto, aliviado. Karin la cerró y bajó la persiana para poder ponerse a gusto la ropa para salir. No era la primera vez que algo así le ocurría. Durante los meses en los que Ichigo no había podido ver a los espíritus por falta de energía ella se había encargado de hacer el trabajo y de alguna manera se había corrido la voz entre las almas de que tenían que acudir a ella. Luego, cuando Ichigo pudo encargarse de nuevo, siguieron yendo a la misma casa.
Caminó por la calle, con el espíritu del hombre detrás de ella, a escasa distancia. Llevarle tan cerca le molestaba, pero se mordió la lengua. La tienda de Urahara no estaba lejos y pronto le perdería de vista.
De repente sintió la energía de un hollow. Detrás de ella. El espíritu del hombre gritó. Karin se dio la vuelta justo a tiempo de ver cómo el ser devoraba al espíritu, dejando un charco de sangre en el lugar en el que había estado un momento antes. Justo en su espalda. Maldijo y saltó ágilmente, alejándose. No llevaba a mano los repelentes. Mierda. Tenía que esconderse para abrir la bolsa de deporte y buscarlos.
Sin que tuviera tiempo de pensar, el hollow le agarró la pierna. Se asustó, pero se repuso y le pateó la máscara con el pie que le quedaba libre, lo que hizo que el monstruo la soltase, debido a la sorpresa. Probablemente no estaba acostumbrado a que un humano le pegase en su fea cara. Karin aprovechó ese momento para huir y esconderse detrás de un banco. Desde allí observó al hollow con algo más de atención mientras buscaba los repelentes. Era un poco más grande que los que solían verse en Karakura. Su cuerpo era verde y violeta, y su máscara blanca, similar a una calabaza tallada, seguía intacta pese al golpe que le había dado. Miraba hacia el banco, porque debía de estar oliendo su energía. No estaba controlándola muy bien y sin duda llamaba la atención del hollow. Cuando encontró los repelentes comprobó que solo le quedaba una carga. Tenía que aprovecharlo bien. Salió de detrás del banco, y extendió el brazo con cuya mano sujetaba el repelente.
- ¡A qué esperas!- le desafió-. ¡Ven aquí!
Necesitaba asegurarse de que no iba a fallar. Tenía que tenerle lo más cerca posible. El hollow fue corriendo hacia ella. Cuando le tuvo a escasos centímetros utilizó el último repelente, directo hacia la máscara y el ser desapareció. Había vuelto a Hueco Mundo.
Cayó al suelo al verse a salvo. Las piernas le temblaban, y la zona en la que le había agarrado el hollow le dolía. Le ardía como si toda esa piel estuviera al fuego. Se miró. Tenía una marca violácea y negra con la forma de la mano del hollow. Llevaba pantalón corto, así que el contacto había sido directo. Se levantó. Había gente en la calle mirándola. No le extrañaba después del espectáculo que había dado. A veces olvidaba que la mayoría de la gente solo podía verla a ella cuando se enfrentaba a un hollow. Tenía que tener un aspecto bastante ridículo. Se sacudió la camiseta negra, disimulando, recogió su bolsa de deporte de detrás del banco, y siguió caminando dignamente en dirección a la tienda sin querer volver la vista hacia los restos del espíritu al que había querido ayudar solo unos minutos antes.
En la puerta de la tienda de Urahara la recibió Tessai.
- Buenas tardes, señorita Kurosaki - dijo con gran ceremonia,haciendo una reverencia. A Karin le incomodaba un poco la actitud servil de aquél hombre tan grande. No entendía el motivo de tratarla como si fuese una princesa.
- ¿Está Urahara?- preguntó directamente, sin responder al saludo.
Tessai asintió.
- Pase.
Le abrió la puerta y Karin entró. A simple vista parecía la típica tienda de ultramarinos, pero Urahara escondía todo tipo de mágicos artilugios provenientes directamente de la Sociedad de Almas. Este estaba sentado en un cojín en el suelo, acariciando un gato negro que estaba acomodado sobre sus rodillas. Al verla, el gato se bajó al suelo y él sonrió, levantándose.
- ¡Kurosaki!
Karin dejó el recipiente de repelentes vacío sobre el mostrador y fue al grano.
- Se me ha acabado esto.
- ¿Entonces solo será un frasco de repelentes para hollows?- dijo, tirando el bote a la basura.
- No, también quiero un bote de "Hacedores del funeral del alma".
- ¡Ah, claro! Que Ichigo ya se ha ido. ¿Qué tal le va?
Karin se encogió de hombros.
- Supongo que bien, solo lleva allí tres días, así que solo ha llamado una vez, al llegar. Las clases empiezan el lunes. Solo está instalándose en la residencia y acostumbrándose a la ciudad. Dijo que vendría el fin de semana.
- ¿Mañana, entonces?
- No, el siguiente.
- Seguro que le irá muy bien- dijo, sonriendo de medio al almacén a por tus cosas.
- ¡Espera! Mejor traeme dos de repelentes. Últimamente hay más hollows de lo normal.
- ¿Tú también lo has notado? - dijo, antes de desaparecer por la puerta que daba a la trastienda. El gato entonces se sentó más cerca de ella, mirándola fijamente.
- No voy a robar nada, gatito- le dijo. El gato inclinó la cabeza y enroscó la cola alrededor de su cuerpo-. Al menos no está Jinta - comentó en voz alta.
Le resultaba muy embarazoso comprar esas cosas delante de su compañero de clase.
Urahara volvió con los paquetes.
- ¿Te molesta Yoruichi?
- ¿Quién? ¡Ah! El gato. No, no. Solo me está mirando. O vigilando.
Urahara dejó los artículos en el mostrador y rozó la cabeza del animal con una delicadeza que sorprendió a Karin.
- Aquí tienes, dos repelentes y un hacedor. Te he puesto también este producto nuevo, es un repelente especial. Guardalo para hollows grandes como el que te ha hecho esa marca en la pierna. Con él no tendrás que acercarte tanto.
Karin abrió la boca para replicar, pero solo le salió un "gracias". Se apretó la coleta, que era un gesto que la ayudaba a controlar sus nervios.
- ¿Te duele?
- No- mintió.
Urahara se caló su gorro de rayas verdes y blancas.
- ¿Quieres que te lo cure?
- No hace falta- rehusó.
- Si las cosas se ponen feas, dímelo. Te ayudaré. Puedo entrenarte.
Karin alzó una ceja. ¿Se estaba refiriendo a entrenarla como había entrenado a Ichigo? ¿Le estaba ofreciendo ser shinigami? Pese a llevar tiempo tratando con Urahara, no acababa de confiar en él. En realidad, no sabía quién era, y parecía ocultar muchas cosas.
- Ya estoy yendo a clases de kárate. Y, por cierto, llego tarde - guardó los frascos en su bolsa-. ¿Seguro que no te debo nada?
- Seguro.
Karin se encogió de hombros. Se despidió y se fue corriendo en dirección al gimnasio.
Tatsuki la reprendió ligeramente por su tardanza.
- Karin, la clase empezó hace diez minutos.
- Lo siento, Tatsuki. No volverá a pasar.
No podía explicarle que la había atacado un hollow y que se había entretenido comprando artilugios extraños a un tendero sospechoso relacionado con el mundo de los espíritus.
- Karin, eres la única alumna que tengo a esta hora- cambió el tono-. Intenta no fallarme, ¿vale?
- Tranquila.
Tatsuki, tras hacer sus exámenes había decidido dedicarle un año al kárate en exclusiva. No sabía qué carrera quería estudiar, o si quería estudiar alguna. Su entrenador le había ofrecido dar clases en su gimnasio mientras se preparaba para el campeonato nacional de Japón, y había aceptado sin dudarlo. Sus clases para adultos y para la tercera edad tenían mucho éxito, pero en las clases para niños a partir de doce años solo tenía una alumna; Karin Kurosaki, allí presente.
- Cuando empiecen las clases en el instituto seguro que se apunta más gente- la animó-. Cuando los estudiantes vean qué horario tienen.
- Eso espero. ¿Cuándo empezáis?
- El lunes. Como Ichigo.
- Ah- suspiró, pensativa-. Dale recuerdos míos cuando hables con él. A ver, comencemos. Ponte en posición, como te enseñé el otro día. Delante del saco. Pégale una patada.
Karin obedeció. Al impactar contra el saco sintió un dolo profundo en la pierna derecha, la misma que le había tocado el hollow. Intentó no demostrarlo, pero no lo logró. Pensó que por suerte el uniforme tapaba sus piernas, aunque no estaba segura de si Tatsuki podría ser capaz de ver la marca o no.
- ¿Te pasa algo?
- No, no es nada.
- Bueno, pues intenta hacerlo así.
Tatsuki dio un golpe con el pie en la base del saco.
- Este golpe se llama kin geri. Inténtalo tú. No, así no. Haz este giro con la cadera.
Karin dio un golpe al saco, esta vez con la pierna izquierda.
- ¿Eres zurda?- se extrañó-. Habría jurado que habías golpeado antes con la derecha.
- Sí, soy zurda- aprovechó, contenta de haber encontrado un pretexto convincente-. Por eso antes me ha costado tanto.
- Pues va a seguir costandote, porque tienes que hacerlo con las dos piernas- se rió Tatsuki.
La clase de Karin también era la última del día para Tatsuki ese viernes, de modo que salieron juntas del gimnasio.
- Te acompaño a tu casa. Me pilla de camino- dijo Tatsuki, revolviéndole el pelo negro y deshaciéndole la cola de caballo.
-¡Eh! - se quejó Karin. Había preferido salir del gimnasio con el uniforme puesto y cambiarse y ducharse en casa. Prefería que el ligero aire que corría no le rozase la pierna, porque hasta ese pequeño toque le quemaba en la marca.
- Es verdad, es verdad - soltó una carcajada-. Ya no eres una niña. ¿Son catorce ya, no?
- Cumpliré quince en mayo.
- Solo estamos en septiembre -exclamó, divertida-. ¿Y no hay ningún novio?
Karin se puso como la grana.
- ¿Por qué me pinchas? - preguntó, golpeándole en el hombro con el puño-. No, no hay novio.
- ¡Qué daño!- se quejó, sin dejar de reir-. Perdona, perdona. Te conozco hace tantos años que eres casi como mi hermana pequeña. - Sin embargo siguió-. Pero algún pretendiente habrá.
- Lo dudo, la guapa de la familia es Yuzu. Ella sí que tiene a alguno detrás. Aunque no sé si se da cuenta.
- Tú también eres muy guapa. No te subestimes.
Karin no se subestimaba. Sabía que tenía una cara agradable aunque no llegase a tener la belleza de su hermana, que tenía la suerte de parecerse a su madre, y unos ojos interesantes. Con el desarrollo también su cuerpo estaba cambiando, hasta el punto de que a veces se sentía incómoda cuando jugaba al fútbol. Se iba convirtiendo en una jovencida casi sin quererlo.
- Igualmente, no hay nadie. No estoy pensando en eso, ni conozco a nadie mínimamente interesante. Solo a los chicos de clase y a los del equipo, que no son nada del otro mundo. Niños.
- Niños de tu edad.
- ¿Y qué me dices de tí?- se la devolvió, con la esperanza de que la dejase en paz-. ¿No hay novio?
Tatsuki le dedicó una amplia sonrisa.
- Puede que sí.
Karin no se esperaba eso. Intentó sonsacarle más información, pero la monitora de kárate era dura de roer. Entre bromas el camino se hizo corto.
- Ya hemos llegado. ¿Seguro que no quieres pasar a saludar? A papá le gustaría, y a Yuzu.
- No, otro día. Hoy es muy tarde ya. Me esperan para cenar.
- ¿Te espera ese novio tuyo?
- No te pases - le revolvió el pelo otra vez antes de alejarse, despidiéndose con la mano.
Karin saludó a su hermana, que estaba haciendo la cena, y fue a ducharse. Su padre estaba sentado viendo la televisión. Quiso abrazarla, gritando algo que la chica no entendió, pero su hija le evitó y subió las escaleras. Una vez en el baño se desnudó y observó detenidamente su herida. Ocupaba casi toda la pantorrilla, y tenía zonas en carne viva. Le dolía mucho. La lavó mientras se duchaba, con agua templada, y al terminar miró en el botiquín. No tenían vendas suficientes como para cubrir todo. Su padre era médido, y en su botiquín familiar solo había una caja de tiritas y un bote de mercromina vieja.
- En fin, en casa del herrero...- masculló.
Cubrió con tiritas algunas de las pequeñas heridas que tenía, y se prometió a sí misma ir a la farmacia al día siguiente. Las palabras de Urahara vinieron a su mente mientras pegaba los apósitos en la piel dando pequeños quejidos de dolor. ¿Podría él curarla? Era la primera vez que uno de esos monstruos la hería, ¿podría curarlo ella sola en casa? ¿O necesitaría algo especial? Ya iría viendo con los días. Si no mejoraba, tendría que acudir al tendero, le gustase o no. Estaba poniéndose el pijama largo cuando se estremeció al sentir la energía maligna de otro hollow, en la dirección hacia la que iba Tatsuki. Por un momento la imagen del espíritu que había acudido a ella por la tarde cruzó su mente, aunque se obligó a no pensar en él. Notaba a algunos más, pero mucho más lejos de casa. Estaban muy inquietos últimamente. Pero antes de que pudiera decidir si ir o no a por el ser maligno, su energía se extinguió.
- Bien, esta vez han hecho su trabajo- dijo para sí misma, aliviada.
Orihime se estremeció por el aire fresco de la noche. Se frotó los brazos, deseando haberse puesto una chaqueta mientras los Shun Shun Rikka volvían a tomar la forma de unas horquillas en su sedoso cabello cobrizo. Miró a Chad, a su lado, tan estoico con su camiseta de tirantes, sin temblar ni siquiera una pizca.
- Se hace raro hacer esto sin Kurosaki y sin Ishida- comentó Orihme con un falso gesto alegre.
Los dos amigos acababan de deshacerse de un hollow menor. Uno de esos pequeños y débiles, que no contaban con ningún tipo de poder especial. No les había costado mucho trabajo. Después de haberse enfrenado a shinigamis y arrancars, les había sabido a poco.
- Por allí hay más- Chad señaló con el dedo hacia el parque.
Orihime asintió, en silencio. Estaba triste desde que se había ido Ichigo, y menos habladora de lo normal. Se repetía a sí misma que se había ido cerca, y que podría seguir viéndole, pero ya no sería lo mismo. No podía parar de pensar en él, de forma obsesiva. Cuando se encontraba sola en casa, no podía parar de llorar. Ichigo estaba en Naruki, estudiando, igual que Ishida, mientras que ella había aumentado las horas de trabajo en la panadería hasta tener una jornada completa. No podía permitirse pagar la universidad y el alquiler, y ahora que era mayor de edad esa tía suya que solía ayudarla había dejado de hacerlo. Chad, por su parte, estaba estudiando música en una escuela en Karakura.
- Me pregunto cuándo volveremos a luchar todos juntos, Sado- dijo con la voz apagada mientras ambos iban decididos a acabar con el resto de hollows que campaban a sus anchas por la ciudad.
