J.K. Rowling es la maravillosa dueña de todo esto.
Capítulo I:
1 de septiembre.
Hay quien afirma que las grandes historias tienen grandes comienzos, llenos de acción y de trepidantes aventuras. Hay quien afirma que un héroe nace, no se hace. Pero, ¿sabéis qué, queridos lectores? Neville Longbottom no empezó como empiezan los héroes, de pequeño era un chico regordete y patoso de esos que dan pena. Mucha.
De esos que te incitan a ser buena persona con ellos. O a fastidiarles la vida.
Sin embargo, el último curso una cosa cambió. Harry, el héroe, el que los guió durante seis largos y oscuros años no estaba. Tampoco Hermione, su primera amiga en Hogwarts. Ni Ron, el hermano mayor de Ginny, con quien había compartido años de amistad.
Neville se preguntaba qué pasaría con Hogwarts desde que supo con certeza que el trío dorado, como se les había acabado por llamar, no asistiría. Quizá habría más miedo, menos certeza de que todo acabaría bien. La fe se había perdido desde que Harry y Hermione estaban catalogados como indeseables (Harry era el número uno, incluso en eso).
Su abuela fruncía el ceño al leer El Quisquilloso cada semana. Las muertes y desapariciones entre aquellos que no eran sangre pura eran cada vez más comunes, más macabras. Cada vez que Neville recibía una carta de Ginny se alegraba porque eso significaba que ella y su familia seguían vivos. Ellos eran sangre pura y aún así estaban en peligro inminente.
Se sorprendió al darse cuenta de que su sangre también era pura, nunca antes había pensado en eso pero... su sangre era posiblemente muy pura, del tipo del que los mortífagos respetarían. Se preguntó si por eso nadie había tocado a los Longbottom hasta entonces.
Volviendo al punto en el que comienza la historia de nuestro héroe: el andén nueve y tres cuartos estaba mucho más vacío que de costumbre. Los jóvenes intercambiaban sonrisas nerviosas, en vez de los gritos alegres de todos los años. Los adultos se miraban con preocupación y se mostraban incómodos.
Sin embargo, hubo una cosa que le llamó la atención. Draco Malfoy estaba encorvado escuchando atentamente algo que le estaba susurrando su madre al oído. Parecía desgraciado, con unas ojeras enormes y la piel enfermizamente pálida. Si Neville fuera un poco más cínico habría sonreído al ver a quien le intentó arruinar parte de su estancia en Hogwarts. Pero, a decir verdad, se sentía más cómodo en su papel de ignorar a Malfoy, aunque sintiera un poco de pena por él.
─¡Neville!─ Saludó Ginny, sacándolo de sus pensamientos. Ginny también había cambiado ese verano, parecía más delgada, como si hubiera perdido el apetito, y su pelo había perdido mucho brillo. Ya no era ese color zanahoria que le había sacado una sonrisa al reconocerlo en los juegos de Quidditch. Era un color más caoba, más triste. Antes (y a Neville le costaba reconocerlo) había sentido algo por Ginny, algo que estaba en el límite entre la amistad y el amor. Le había gustado verla suspirar aunque sabía que no era por él, verla sonreír ante sus intentos de no cometer errores.
Sin embargo, desde que estaba con Harry, Neville se había propuesto olvidarla, olvidar sus ojos de un color casi miel, y su sonrisa pícara. Después de todo, no podía ser tan díficil. Ya casi ni reaccionaba cuando pensaba en ella. Casi.
Ginny lo sorprendió con un abrazo que lo dejó sin aire durante unos segundos. Él le devolvió el abrazo mientras le sonreía.
─¿Que ha sucedido Ginny?─ Preguntó, a media voz pero se dio cuenta de que estaban atrayendo la atención de algunos que no estaban lejos. ─¿Ron está enfermo de spattergroit o se fue con Harry?─ le susurró procurando hacer el menor ruido posible.
A Ginny le tembló un poco el labio. Parecía como si aún no supiera como afrontar el hecho de que su novio, su mejor amiga y su hermano no estuvieran. Abrazó aún más fuerte a Neville.
─Se fue. Todos se fueron─.
Neville acarició la cabellera de Ginny.
La había visto llorar muchas veces y sabía todo lo que le molestaba hacerlo en público.
─Vamos al tren, aún queda un rato para las once y seguramente encontraremos un vagón para nosotros solos─. Ella asintió y cualquier vestigio de la debilidad mostrada se transformó en una seguridad que pocos sabían que era falsa.
─¡Creciste un montón! ¿Qué tal el verano, Neville?─ Preguntó, para aliviar la tensión que ambos sentían. Neville suspiró y procedió a contarle cosas sobre plantas que no le interesaban, ni le interesarían. Ciertamente en esos momentos, casi parecía que estuviera en cuarto curso cuando Neville se hizo amigo de Ginny. Esta dejó de ser "la hermana pequeña de Ron" más bien Ron se convirtió en el "hermano mayor de Ginny". Sucedió poco a poco, casi sin darse cuenta, Ginny era una chica graciosa, divertida. Sabía levantarle el ánimo cuando salía de pociones y cuando Malfoy hacía un comentario malintencionado sobre sus padres. Y Neville le contaba detalles de Harry cuando ella los deseaba y le ayudaba en las asignaturas que a ella le costaban.
─¿Neville? ¿Estás bien?─Le preguntó Ginny, interrumpiendo su nostalgia hacia un pasado fácil. ─Creo que deberíamos sentarnos en algún compartimiento del fondo, Luna suele ir allí. Además, nunca hay nadie en esos.─Comentó, mientras caminaba rápidamente, ignorando las miradas de los estudiantes que ya estaban en el tren.
La miraban con curiosidad insana. ¡Buscaos una vida! Pensó Neville, repentinamente malhumorado. Todos los años era la misma historia, nadie sabía meterse en su propia vida, siempre tenían que agobiar a Harry con sus miradas insistentes. Y ya que Harry no estaba, Ginny tendría que cargar con todo el peso de la fama.
Neville conjuró un muffiato para poder hablar tranquilamente, cuando encontraron un compartimiento solitario.
─Neville, es siniestro como te miran esas crías de quinto curso─. Le dijo Ginny, acomodándose en el asiento.
Neville enarcó una ceja, sabía que miraban a Ginny. No habría ningún motivo para mirarle a él. Él simplemente era el amigo alto y un poco patoso de Harry Potter. (Y estaba contento con eso, nunca le habría gustado ser el centro de atención).
─Ginny, me das un poco de miedo cuando ten inventas historias. Te miraban a ti. A partir de ahora todos te van a mirar a ti─. Le dijo mientras se sentaba a su lado. Era prácticamente una tradición. Y, viendo como estaba todo, prefería mantener la normalidad lo más que pudiera.
Ginny Weasley río divertida.
─Si no me quieres creer, no lo hagas. Pero, en serio, ellas te miraban. Y cómo te miraban.─ Apoyó su cabeza en la ventana y observó el paisaje. De un momento a otro perdió toda la luz que había recuperado, al joven se le formó un nudo en el estomago. Neville le pasó un brazo a Ginny por el hombro.─Volverán Ginny, antes de lo que piensas. Ya lo verás. ─
Y antes de que ella pudiera responder Luna Lovegood entró en el compartimiento. Ella les sonrió.
─Imaginaba que estaríais aquí─. Les dijo mientras colocaba el baúl. Neville sonrió al verla, al menos ella mantenía su aura despistada y extravagante. Llevaba el pelo trenzado (incluso así estaba despeinado, qué curioso) y sus pendientes de rábano.
─¡Luna!─ Ginny se levantó y abrazó a la chica con todas sus fuerzas. ─¡Sé que te vi hace muy poco pero te eché mucho de menos!─ Le dijo, con la voz casi quebrada. Neville se estaba empezando a preocupar, una cosa era que Ginny se pusiera nostálgica y otra muy distinta era que llorara cada dos por tres. Ella no iba a ser una Cho Chang. ¡Harry aún estaba vivo! No, Harry seguiría con vida... Porque Harry era la única esperanza que tenían.
Luna abrazó a Ginny y su cara se volvió seria.
─¿Habéis leído últimamente El Profeta?─ Preguntó sonando terrorificamente seria. (¡Luna seria! ¿El fin del mundo se acercaba?). Ambos negaron con la cabeza, sabían que El Profeta no era de fiar desde que el ministerio había sido tomado por los mortífagos. La joven hizo un gesto incómodo, planteándose cómo contarles algo. Suspiró y las palabras salieron por si solas. ─Snape es el nuevo director de Hogwarts─.
─¿¡Qué!─ Exclamó Ginny mientras miraba a Luna con los ojos abiertos desorbitadamente.
Mientras tanto Neville estaba encajando la noticia. Snape no podía ser el único mortífago en Hogwarts, no tenía sentido que lo dejaran a él solo cuando McGonagall podía realizar cualquier hechizo para eliminarlo en un momento. Debería haber al menos un mortífago despiadado ayudándolo, pero no podía tener antecedentes así que... No se le ocurría ningún nombre en ese momento.
─¿Quién más viene con Snape?─ Cuestionó mirando fijamente a Luna. Los ojos de Luna se agrandaron, más de lo que era normal, por la sorpresa.
─Los hermanos Carrow. Tengo entendido que uno de ellos es el nuevo subdirector─.
Los chicos compartieron una mirada nerviosa. El curso pintaba mucho peor de lo esperado.
Neville nunca había visto el castillo tan apagado como entonces. Los fantasmas no habían aparecido y normalmente les saludaban para el inicio de curso. Hasta esos momentos no había visto a ningún nacido de muggles, la sangre más "impura" que había visto hasta entonces era la de Seamus, que era hijo de un muggle y una mestiza.
─¿Qué tal el verano, Seamus?─ Preguntó Neville, asegurándose de que el barullo no permitiese escuchar cualquier cosa que pudiera perjudicarlos.
─Mis padres se han ido del país hasta que todo esto se solucione─. Suspiró Seamus, abatido. ─Dean también ha desaparecido, lo último que sé de él es que si se produce algo grande lleva el galeón encima─. Susurró, dándose cuenta de que el ruido se había cortado de golpe.
Neville se giró hacia la mesa de los profesores. Era una cosa sumamente rara observar a Snape en el centro, en el lugar de Dumbledore. Asesino. Snape se levantó y procedió a dar el discurso para abrir el curso:
─Espero que os hayáis dado cuenta de los cambios que se han producido este año. Vivimos en una época de cambios, todos para bien y para mejorar la calidad de vida de aquellos que lo merecen─. Snape sonaba serio, frío. Neville creyó detectar cierto matiz de aburrimiento en su voz, pero supo que eran imaginaciones suyas. ─Este curso contaremos con la presencia de Alecto Carrow, encargada de la clase de Estudios Muggles, que este año será obligatoria y con la presencia de Amycus Carrow, el nuevo profesor de Artes Oscuras. Ambos ostentarán el título de Subdirectores...─
Neville desconectó unos momentos del discurso, mientras observaba a sus futuros profesores. Alecto Carrow parecía un hombre, puesto que era encorvada y corpulenta. Amycus tenía el rostro lleno de bultos, como si lo hubieran hechizado para que fuese horrible. El joven se preguntó si realmente eran tan malos como parecían o eran una parodia de mortífagos.
─... todos los pasadizos de este castillo están cerrados y resguardados por el personal adecuado...─
Ginny le susurró: ─Mortífagos, dementores y sabe Merlín qué más─. Neville asintió y trató de seguir escuchando lo que decía Snape. Volvían las normas de Umbrige: los toque de queda y quedaba suspendido, indefinidamente, el Quidditch y cualquier cosa que no fuera aprobada expresamente por la junta directiva. (Los mortífagos).
─Podéis empezar el Banquete.─ Y así acabó el discurso del nuevo director de Hogwarts, resonaron los aplausos por parte de Slytherin. Y, para sorpresa de Neville, se les unieron alguno Ravenclaw e incluso Hufflepuff.
Neville frunció el ceño, decepcionado, creía que había algo más de lealtad en Hogwarts pero, por lo visto, todos se olvidaban de lo que sucedía en el exterior una vez cruzada la pared del andén. Se fijó en Ginny, que parecía apunto de llorar.
─Come algo, que estás muy delgada─. Bromeó, imitando a la Sra. Weasley. Ginny sonrió y se sirvió unas patatas y algo de pollo.
─Parece que no pasa nada, que es todo normal─. Comentó, intentando aparentar tranquilidad.
─Pero faltan Harry, Ron y Hermione. Ellos están haciendo algo grande─. Le dijo. Seamus le miró dudativo.
Continuará...
Neville es un personaje que de un tiempo para acá me llama muchísimo la atención y, después de ver esa maravillosa cosa que es la Última Película he decidido hacer mi homenaje a Neville, el héroe que decidió serlo. Él no tenía ningún destino marcado, ninguna profecía guiaba su vida el lo hizo, como dice el refrán, por amor al arte.
Seguiré el canon casi a raja tabla porque, a decir verdad, en esta historia no será muy complicado. Sin embargo, habrá un par de cosas que nunca aparecerían en los libros de Jotaká.
Se acabó lo que se daba y espero que me dejéis un comentario diciendo lo que opinais. ¡Realmente lo agradecería!
Sin más que decir,
Or Punto.
