Antes que nada, buenas noches. Estoy aquí para traerles un nuevo y pequeño fic (por Arceus que así sea), poco convencional (y por el que seguramente me iré al infierno xD). No estoy muy familiarizada en el manejo del protagonista de este fic, así que sí hay OoC no me odien y denme sus sabios consejos.
Quiero dedicar este fic a Melgamonster. Ella terminó arrastrándome a un mundo que ella jamás debió conocer. Así que espero lo disfrutes y comentes. También mención para Tamago que ama el salseo y le gusta ver el fandom arder.
Sin más, disfruten y no me odien demasiado v";
I
Time
La frialdad que envolvía a cada mañana empezaba a desvanecerse conforme los días de primavera empezaban a apilarse en el calendario, trayendo consigo no sólo la calidez y el perecimiento de la gélida nieve, sino también el colorido paisaje que hacía de la ciudad un atractivo visual. Sin embargo, esa clase de detalles pasaban desapercibidos para quien sólo contemplaba la primavera como la etapa del año en que aquellos que deseaban postularse para formar parte del Shinsengumi, cruzaran el umbral y aguardaran a la entrada del cuartel por la llegada de quienes les motivarían y liderarían de ahora en adelante.
—Parece que con cada año que pasa tenemos menos aspirantes —comentó quien fungía como el líder del Shinsengumi. Él había salido del cuartel en compañía de quien era el segundo al mando—. Bueno, no podemos quejarnos demasiado. En los tiempos de paz no se requiere alzar una espada en defensa del pueblo.
—Bien podría tener razón en ello —espetó el pelinegro tras haber visto a cada uno de los diez jóvenes que habían llegado allí para formar parte de la policía de Edo—. Al menos tienen mejor pinta que los que entraron el año pasado.
—Bienvenidos sean todos. Mi nombre es Kondo Isao y actualmente soy el comandante del Shinsengumi —se presentó con la formalidad que le caracterizaba para dirigirse a los novatos—. El hombre que me acompaña es Hijikata Toshirou, el Vice Comandante. Ambos nos encargaremos de entrenarles y llevarles por el camino que los convertirá en policías ejemplares.
—Si piensan que este trabajo será fácil, están muy equivocados. Así que espero estén mentalizados para trabajar arduamente y sin descanso —lo peor no eran sus palabras que lucían como una amenaza pasiva, sino aquella mirada poco cordial que les estaba ofreciendo; es que el tío llegaba a intimidar a la gente con tan poco.
—Bien. Ahora pasarán algunos de nuestros miembros para tomar los datos que son necesarios para que se registren —Isao sonreía con entusiasmo. Él era tan opuesto a su mano derecha.
—Dense prisa y no estén perdiendo el tiempo —dijo Hijikata para quienes habían sido los elegidos para registrar a los nuevos. Los pobres aceleraron sus pasos y por ende, su trabajo.
Ambos adultos tomaron asiento en la escalinata que conducía a su preciado cuartel. Mientras esperaban a que los trámites administrativos quedaran listos no caería nada mal un poco de té y unas galletas de arroz para matar el rato y alimentar sus estómagos.
—¿Y cómo están las cosas en casa? —preguntaba Toshirou a quien tenía en frente—. Escuché que tu mujer te corrió de la casa y te mandó a dormir en el patio junto con el perro.
—Podría decirse que Tae-chan tuvo un mal día —decía con normalidad. Él estaba tan acostumbrada al temperamento de la castaña—. Somos una pequeña, disfuncional y feliz familia. Lo de siempre.
—Y pensar que hasta hace poco luchábamos para salvar al planeta y vivir un día más —una media sonrisa se dibujó en sus labios. Había algo en esas memorias del pasado que le removían cierta emoción—. Pero tras ello todo se tornó demasiado tranquilo. Hasta ese maldito sádico sentó cabeza.
—Al final todos acabamos siendo amarrados por alguna loca mujer mientras nos llenábamos de hermosos hijos —y algo como eso parecía llenarlo y envolverlo de plenitud y dicha—. ¿No te hubiera gustado algo así para ti también?
—Kondo-san, ya hemos hablado sobre ese tema muchas veces y mi respuesta sigue siendo la misma —tomó una galleta, dándole un par de mordiscos antes de proseguir—. Jamás he necesitado algo como eso. Ni antes ni mucho menos ahora —el moreno se limitó a suspirar. Siempre era lo mismo con él—. Así como hay personas que terminan con una agradable esposa y un par de hijos, también están los que han optado por transitar esta vida completamente solos.
—Toshi, nadie merece una vida tan triste como esa sin importar el peso de sus pecados —el pelinegro sabía perfectamente que se estaba refiriendo a él, sin embargo, prefería no decir nada más al respecto; aquel tema era demasiado espinoso por tantas razones—. No soy el único al que le gustaría verte feliz.
—Kondo-san —pronunció su nombre como manera de pedirle que parara el carro ahí mismo.
—Está bien, está bien, me callaré —suspiró largo y tendido ante la actitud de que viejo amigo.
Y bien podrían seguir hablando de los temas más banales que se les ocurrieran, no obstante, los repentinos y numerosos murmullos interrumpieron su tranquila charla. ¿Qué es lo que se supone que estaba provocando tanto alboroto entre los nuevos reclutas?
—¿Qué demonios pasa con todos ustedes? —Hijikata fue el primero en llamarles la atención—. ¿Por qué tanto escándalo? —entonces sus celestes pupilas se trasladaron hasta lo que no embonaba en lo más mínimo con la escenografía que había unos minutos atrás.
El azul rey de aquel parasol fue lo primero que atrajo la atención de quienes no parecían estar familiarizados con las criaturas que se movían bajo su cobijo. Lo segundo fue el portador de tan familiar y simultáneamente, peligroso objeto.
El verde celeste de sus pupilas era tan poco usual que parecía ser el atractivo principal de su portadora. Y sin embargo, tras contemplar lo albo de su piel y el profundo azabache de su rizada y levantada cabellera entendían que la suma de todas esas características físicas en conjunción con el elegante hanfu de tonos púrpura y rosa pastel, daban como resultado algo que era deleitable a la vista y que no podía ser pasado por alto.
—¡Yuki-chan! —exclamó Kondo en cuanto se acercó a la jovencita y no dudó ni un segundo en abrazarle—. ¿Tan rápido y ya ha transcurrido un año? —se apartó de ella con una gran sonrisa en sus labios—. Parece que has crecido un poco desde la última vez que estuviste aquí —dijo haciendo referencia a que ya le llegaba al hombro.
—Kon-chan, estoy tan feliz de volverte a ver. ¿Cómo has estado? ¿Ya no has tenido problemas con Tae-chan? —expresó con una amplia sonrisa—. Empiezo a creer que cada año que pasa se va mucho más rápido que el anterior.
—Dímelo a mí que ya empiezo a sentir los años encima —ya no era el jovenzuelo de hace diez años atrás—. Tae-chan y yo estamos de maravilla. Nada de qué preocuparse.
—Hijikata-san, muy buenas tardes —saludó a quien se había acercado hace poco—. ¿Cómo ha estado?
—Mejor de lo que podría haber esperado —espetó para la pelinegra.
—Me alegra saberlo —y estuvo a punto de decir algo más, no obstante, calló y optó por tomar la cajita blanca que sostenía el Vice Comandante del Shinsengumi—. Pensaba que ya había dejado este malo hábito.
—Lo hice —remarcó—. Pero he tenido una semana de lo más estresante —expresó con un ceño fruncido—. Y la visita inesperada de Sougo no hizo más que empeorarla.
—Pues a su edad ya debería buscarse algo más para relajarse que recurrir a la nicotina —ahora esa cajetilla vivía sólo en sus recuerdos porque ella se había encargado de resumirla a nada con sus dos manos—. Y espero que también le haya bajado a su consumo de mayonesa.
—Ah, claro que sí —dijo con cierto titubeo, lo cual hacía dudar sobre la veracidad de sus palabras.
—Voy a tirar todas las botellas que encuentre en cuanto entre —soltó con una dulce sonrisa. Y unos segundos después alguien salió de allí corriendo a toda prisa—. Va a ir a esconderlas, ¿verdad?
—Como lo hace cada vez que vienes a visitarnos —agregó de lo más divertido—. Cuando no estás le pone mayonesa a todo como si la vida se le fuera en ello —contó con resignación—. Ya le he dicho que ya no está tan joven para comer tantas grasas y que si sigue así se le van a tapar las arterias.
—Algunos vicios no se van tan fácilmente.
—¿Qué tal si aprovechamos que es temprano y desayunamos? Le pediré a la cocinera que nos prepare algo delicioso para que tengamos fuerzas para todo el día.
—Me parece una excelente idea —pronunció entusiasta—. Y después podemos comer esto entre todos —fue justo cuando el moreno se dio cuenta que detrás de ella había una caja de madera cilíndrica como de un metro de altura.
—No sabía que habías aprendido a cocinar —pronunciaba al tiempo que tomaba el objeto y lo cargaba sobre su hombro; era inesperadamente ligero—.¿Acaso estás intentando llegar al corazón de algún chico a través de su estómago? —preguntó divertido mientras ambos caminaban hacia el interior del cuartel.
—C-Claro que no —se apuró a contestas—. A mí me gusta la cocina…aunque no se me da bien todavía.
—Descuida, mejorarás con el tiempo. Todo es cuestión de práctica —habían llegado al comedor por lo que dejaron la carga en una de las mesas mientras tomaban asiento; el desayuno estaba en proceso de elaboración—. ¿Y qué es lo que has traído? —sentía curiosidad por el contenido del extraño medio de transporte.
—Son bollos de piña.
—¿Puedo probar uno? —ella asintió por lo que él levantó la tapa y tomó uno de esos panecillos—. Tiene forma de piña. Incluso es amarillo como uno —le dio un pequeño mordisco y evalúo el sabor y la textura—. Oye pero no saben a piña.
—Estos bollos reciben su nombre por su forma y el color que adquieren tras hornearse, no por su sabor o contenido. Y suelen estar rellenos de mantequilla o crema pastelera —informó para quien ya se había terminado aquel postre—. ¿Qué tal quedaron?
—Podrías venderlos y te iría muy bien.
—Ojalá así me quedara la comida salada —se dejó caer sobre la mesa con cierto pesimismo—. No importa lo que haga, los platillos salados jamás me salen. Y por alguna extraña razón sólo me quedan bien los postres. Sólo Kyohei es feliz con eso porque se los devora en un santiamén…de hecho él se devoró la otra parte de panecillos que pensaba traer.
—Oh Toshi, has llegado justo a tiempo —miró a quien ya había regresado de esconderla el motivo por el que sus triglicéridos y colesterol sobrepasaban el límite de lo aceptable—. Prueba esto —le ofreció uno de esos bollitos en forma de piña—. Los ha preparado de Yuki-chan.
—Mmm —lo tomó y le dio una mordida. Y extrañamente ambos estaban a la expectativa de lo que llegara a decir—. No soy afecto a las cosas dulces, pero no puedo negar que sabe bien —la pelinegra estaba complacida con el elogio.
—Muy bien, entonces hagámoslo oficial —ninguno de los dos entendía a qué se refería el moreno hasta que lo oyeron gritar—. ¡Chicos, comida gratis para todos! -lo siguiente que experimentaron fue una estampida de uniformados que aparecieron para desaparecer todos los bollos de piña en cuestión de segundos.
—Por poco y termino sepultada entre toda esa testosterona —decía la pelinegra que había logrado esconderse por debajo de la mesa.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó quien también había escapado por los pelos y tuvo la misma idea que ella.
—Sí. ¿Y usted?
—Sí —suspiró—. Por cierto, me sorprende que él no haya venido contigo en esta ocasión a dejarnos sus bonitas amenazas.
—Ah, se refiere a Kazuya —él asintió—. Está cumpliendo una misión importante en compañía de Kyohei y mi padre, así que no pudo venir a acompañarme.
—Menos mal o esos pobres novatos hubieran salido corriendo en cuanto lo escucharan hablar.
—No creo que sea para tanto —era su deber moral defender a su hermano mayor cuando no estaba presente—. Él es un buen chico y siempre está cuidando de mi hermana y de mí. Todo un hermano ejemplar.
—¿Exagerar? El año pasado nos dijo que si te hacíamos algo nos iba a vender como esclavos dentro del Harusame —le refrescó la memoria por si se le había olvidado.
—Solamente lo decía por meterles miedo pero él no sería capaz de hacerlo.
—Sin ofender, pero hermano tuyo sacó lo peor de tus padres —y mira que conocía de lo que eran capaces los progenitores de la pelinegra.
—Pero usted le cae bien —le notificó—. Dice que es un hombre recto y de buenos principios que antepone el deber y la justicia ante todo. Y eso es algo que no muchos hacen —y ese comentario era algo que no se estaba esperando—. Y mire que ganarse la simpatía de Kazuya es algo complicado.
—Tu hermano es un bicho bastante extraño.
—Eso lo dice porque no ha conocido a mi hermano mayor —y probablemente era mejor de ese modo para él—. Él es bastante desastroso en ocasiones.
—No me quiero ni imaginar cómo serían si en vez de tu madre los hubiera criado ese adicto a las peleas —una panorámica como esa no era para nada alentadora.
—Es por eso que todos están muy agradecidos que la crianza de mis hermanos haya quedado totalmente en las manos de mi madre —relató con cierta diversión—. Creo que ya está listo el desayuno —desde su posición veía una larga fila esperando a que les llegara el turno para pedir algo de comer—. Vayamos por algo antes de que se termine —salieron de su escondite y tomaron su lugar dentro de la fila. Lo que fuera que hubieran hecho olía endemoniadamente bien.
—¿Por cuánto tiempo piensas quedarte esta vez? —preguntó el mayor que tenía su mirada puesta en las personas que iban por delante de ellos.
—Hasta que termine la primavera.
—Los veranos en la Tierra nunca te han sentado bien.
—No pienso pasar por ese momento vergonzoso de nuevo —expresó con pesar—. Mira que decir muy valientemente que iría al bosque a atrapar escarabajos para terminar con insolación debajo de un árbol…
—Bueno, eres un Yato. Es normal que sufras a causa del sol.
—En realidad no debería existir mayor problema con el sol de verano. Sin embargo, de todos mis hermanos soy la que menos soporta el calor —como si la vida no la odiara lo suficiente como para joderle el deseo de cocinar cosas saladas como para que su cuerpo fuera el más débil ante los rayos ultravioletas de la Tierra.
—Velo como un pequeño precio a pagar por todo lo que te ofrece ser un Yato.
—Me supongo que si lo veo de esa manera no es tan malo —era obvio que no estaba satisfecha. Él lo sabía y terminó suspirando ante lo caprichosa que podía llegar a ser la pelinegra.
La hora del desayuno transcurrió entre la degustación de deliciosos alimentos y la actualización en los últimos acontecimientos de la vida de cada quien; una vieja tradición que había dado inicio de manera inconsciente desde hace diez años; justamente cuando aquella Yato fue a dar por primera vez a los cuarteles del Shinsengumi por una pequeña riña familiar.
—Ah, quedé realmente satisfecho. Ahora sí que se lució Momo-chan —Kondo masajeaba su satisfecha panza mientras alagaba el buen sazón de la cocinera—. Pero si sigo comiendo de esta manera terminaré hecho una bola.
—Es normal Kondo-san. Cualquiera comería como un pordiosero si en su casa tuviera una mujer que todo lo que cocina lo transforma en una masa oscura insípida —porque ya había tenido la desgracia de ser invitado a la casa del moreno a comer; vaya que ese día terminó con un dolor de estómago marca diablo.
—La comida de Tae-chan es de otro mundo y la gente no sabe apreciarla como es debido —obviamente tenía que defender los dotes culinarios de su compañera de vida.
—Un buen día de estos vas a terminar muerto —le advirtió Hijikata.
—Se tomaron su tiempo para llegar hasta aquí —fue el comentario que escapó de los labios de la joven en el momento en que los vio entrar al dojo del cuartel—. Yo ya estoy lista —sus llamativas vestimentas habían sido sustituidas por ropajes más apropiados para el entrenamiento con la espada—. Aunque ustedes no parecen tener muchas ganas de entrenar —miraba divertida el semblante de esos dos. No sabía si su fastidio se debía a que no tenían muchas ganas de imponer un poco de disciplina o a que los que se supone debían entrenar todavía no habían llegado.
—Malditos bastardos impuntuales. Todos deberán cometer sepukku —soltó un hombre notoriamente cabreado al que parecían haber escuchado los impuntuales subordinados porque habían entrado a toda prisa al interior del dojo—. Cada uno de ustedes hará el triple de entrenamiento del usual. Y si alguno de ustedes llega a quejarse yo mismo los cortaré con mi espada —si las palabras no eran suficientes para intimidarlos desenvainaría su espada para terminar con el acto de amenaza—. ¿Entendieron?
—¡¡Sí señor!! —porque el miedo era una emoción universal que los movía a cada uno de ellos.
¿Qué fuerzas podrían quedarles después del calentamiento infernal que tuvieron que realizar bajo la tutela del temible Vice Capitán del Shinsengumi? Probablemente ninguna, pero tenían que levantar su patética humanidad del suelo si es que no querían morir ahí mismo a manos de tan intimidante hombre.
—Deberían sentirse avergonzados por tan patético desempeño —nada como bonitas palabras motivacionales por parte del que había convertido sus mañanas en un infierno—. Así que quien no termine no tendrá derecho a comer por este día.
—¿Pero por qué?
—Sí, sí, es injusto. No somos máquinas.
—Esto es maltrato y debe estar penado por alguna ley del trabajador —y las quejas no hicieron más que crecer y con ello sólo mosqueaban el temperamento volátil de Hijikata.
—Ya comenzaron de nuevo —para Kondo esa escena era cosa de todos los días.
—Los hombres de verdad no deberían estarse quejando por un entrenamiento como este —los cuchicheos cesaron en cuanto la Yato tomó la palabra; y es que ella también había hecho lo mismo que ellos y se mantenía inmutable—. Si realmente están aquí porque quieren proteger la ciudad necesitarán tener un cuerpo y una mente fuertes. Y para lograrlo tienen que entrenar hasta el punto en que sientan que sus cuerpos sean incapaces de continuar —estableció para quienes ya estaban lloriqueando con tan poco—. No es una tarea fácil, pero si están aquí ya han superado el primer obstáculo. Así que deben ser firmes en su convicción y podrán lograrlo —aparentemente sus palabras parecían haber llegado a cada uno de ellos porque intercambiaban miradas, como si este fuera su nuevo método de comunicación.
—¿Cuál es su nombre señorita?
—Sí. Desde hace rato que queremos saberlo solamente que no sabíamos cómo iniciar plática contigo —primero habían sido esos dos los que se aproximaron pero pronto ya habrían más a su alrededor, lanzándole un montón de preguntas a la vez. ¿Es que eso podría ser denominado como acoso?
—No sabíamos que había chicas dentro del Shinsengumi y mucho menos que fuera tan bonitas como tú.
—Si hay una chica tan linda como tú dándome ánimos todos los días siento que puedo lograrlo todo.
—¿Qué edad tienes?
—¿Tienes novio?
—Ey imbéciles, ¿qué creen que están haciendo? —Toshirou se había traslado detrás de la pelinegra. La mirada que les taba dedicando no era ni por asomo amable; significaba peligro—. Al siguiente que vea acosándola de esta manera tan asquerosa me encargaré personalmente de darle la paliza de su vida. ¿Entendieron? —y como cachorros magníficamente adiestrados retrocedieron y volvieron a su formación. Sabían que hacerlo enfadar podría ser el último error de sus vidas.
—Agradézcanle a Toshi por haberles salvado el pellejo. Si los hermanos de Yuki-chan se enteraran de esto, sus cabezas se convertirían en los próximos aperitivos de las mascotas espaciales que poseen —lo curioso y escalofriante es que su comentario lo soltaba en tono burlón, como si masacrar gente fuera cualquier cosa.
—Gracias —gratificaba para quien había intervenido y cesado todo ese parloteo indeseable.
—Puedes golpearlos si es necesario para que te dejen en paz —sugirió.
—Si hago eso van a terminar escapando de aquí y te quedarás sin hombres -soltó con burla.
—Oyuki -pronunció su nombre como si fuera un modo de llamarle la atención por darle tan poca importancia a lo ocurrido.
—Está bien. Lo haré para la próxima vez así que no me mire de esa manera —él siempre tan estricto para esas cosas—. Si sigue frunciendo tando el ceño se arrugará antes de tiempo y eso asustará a las mujeres.
—Eso es algo que me tiene sin cuidado —ciertamente era un tema que lo tenía sin cuidado.
—No debería decir eso Hijikata-san -clavó su atención en él como si estuviera regañándolo—. Usted sería un espléndido esposo y padre de familia.
—Ese clase de cosas no van conmigo —dijo y la pelinegra suspiró ante su terquedad—. Será mejor que vayas a ducharte y cambiarte.
—Pero la práctica aún no termina.
—Por hoy está bien así —ella hizo un mohín como queja; seguía siendo un tanto infantil para la edad que poseía.
—¿Iremos a patrullar cuando termine el entrenamiento? —cuestionó con curiosidad.
—Sino tienes nada mejor que hacer, no me importaría que vinieras.
—Cuente con ello.
Había viajado infinidad de veces de copiloto en aquella patrulla que se sentía de lo más cómoda. Incluso le gustaba mirar por la ventana todo su alrededor; Kabuchi era tan pintoresco y ruidoso que siempre había alguna curiosidad que ver. Uno jamás se aburría en aquella ciudad.
—¿Otra vez Sakata-san? —la patrulla se detuvo en cuanto contemplaron a alguien que intentaba tirar la puerta para entrar por la fuerza de un establecimiento de Pachinko—. No quisiera hacer esto pero...—y en menos de treinta segundos ya había logrado someter al irresponsable hombre. Incluso ya estaba dentro de la patrulla—. Ya ni le leeré sus derechos porque ya debe de saberlos.
—No pienso gastar mi saldo llamándole a tu esposa —Hijikata arrancó de nuevo el auto.
—Oigan, ¿no sienten esto como una especie de déjà vu? Es como si ya lo hubiéramos vivido... Es algo muy extraño.
—Lo extraño es que tu mujer no se haya largado con todo y sus hijos —Oyuki le miraba de soslayo desde el asiento delantero—. Lo he arrestado diez veces. No sé cómo no aprende.
—Los imbéciles y degenerados como él nunca entenderán.
—¡¡Que ahora tenga dieciocho no hace menos gravoso el delito eh maldito lolicon de clóset!! —le gritó importándole un bledo perturbar la paz pública—. ¡¡Le triplicas la edad y muy probablemente aquello ya ni siquiera se te para sin importar lo bien desarrollada que está esta chiquilla!!
Y como ocurrió hace diez años y como pasaba con cada año cuando lo arrestaba en compañía de aquella Yato, aquel hombre boca suelta terminó con un poco de plomo en su sistema mientras permanecía en el mundo de la inconsciencia.
—Maldito bastardo adicto al azúcar —chasqueó la lengua con malhumor. Su tarde iba tan bien hasta que ese samurái desempleado apareció.
—Me está dando hambre —ciertamente sentía cómo su estómago empezaba a quejarse de que no le diera alimento alguno—. Deberíamos ir por algo de comer y después continuar con el patrullaje.
—Ciertamente necesito un buen trago después de lidiar con este imbécil.
El auto se detuvo frente a un restaurante que no le resultaba en lo más mínimo familiar a la pelinegra. No obstante, no le prestó atención y descendió para seguir al mayor.
Por dentro era acogible, limpio y ordenado. Era un sitio familiar que parecía ser sumamente popular.
Tomaron asiento en la única mesa disponible y se pusieron a ver el menú.
—¿Este sitio es nuevo?
—Lo abrieron a finales del año pasado. Desde entonces se ha hecho de lo más popular y siempre está lleno —ilustró—. La comida de aquí sabe bastante bien, así que posiblemente te guste.
—Qué sorpresa verte por aquí, Toshirou —la voz que saludaba tan amistosamente al policía pertenecía a una mujer; la misma que se había acercado hasta su mesa—. Creí que vendrías hasta la siguiente semana.
—Teníamos hambre y estábamos cerca, así que decidimos pasar por aquí.
—Oh, Toshirou, nunca mencionaste que tenías una hermanita —las grisáceas pupilas de la mujer se escurrieron hacia la pelinegra y se enfocaron en ella—. Mi nombre es Shikata Maiko, encantada de conocerte.
Era alta pero poseía una figura envidiable que saltaba a la vista gracias a sus vaqueros y a aquella blusa carmesí de hombros descubiertos.
Su ondulada cabellera castaño clara le llegaba a media espalda, poseyendo como único adorno un pequeño broche en forma de libélula.
Era en términos simples, una mujer hermosa en la primavera de su juventud.
—¿Que soy su "hermanita"?¿De dónde nos ha visto el parentesco? Además, ¿quién se supone que es ella?
—Ah no. Ella no es mi hermanita ni nada parecido —aclaró antes de que siguieran los malos entendidos—. Es la hija de unos viejos conocidos. Y suele visitarnos una vez al año.
—De modo que ella es la niña de la que me hablaste la vez pasada —ahora su atención estaba puesta en Toshirou—. La que has estado cuidando y entrenando desde que tenía ocho años.
—¿De dónde me ve lo niña esta mujer? —aquello lo había sentido como una ofensa y le fue imposible ocultarlo.
—¿Sucede algo? —ella había olvidado que él sabía leer sus gestos sin dificultad alguna gracias a que la conocía desde niña.
—Nada en realidad... Es sólo que tengo hambre —y claramente la extraña había llegado en el momento menos oportuno.
—Una disculpa por eso. En un momento tomo su orden y les traigo su pedido —todo parecía indicar que trabajaba ahí de mesera.
—Pide lo que quieras, yo invito —eso era lo más hermoso y maravilloso que le podían decir a un Yato.
—Hoy la casa invita, así que no se corten y pidan lo que quieran —el entusiasmo de la pelinegra parecía haberse apagado un poco ante las palabras de la castaña.
—No tienes que hacer algo como eso.
—Tómalo como un pago por haber estado conmigo aquella noche mientras escuchabas mis patéticas quejas.
—Fue una noche entretenida. La comida y la bebida fue de lo mejor.
—Eso es muy cierto —expresó con una sonrisa—. Deberíamos repetirlo en otra ocasión.
—¿Cono que un pago? ¿Como que repetir? ¿Qué clase de relación se supone que tienen? —miró a ambos con desconcierto, sin entender cómo es que ambos parecían llevarse tan bien, justo como lo haría una pareja.
—Disculpa mi grosería, pero, ¿cómo te llamas? —preguntó Maika para quien estaba bastante callada.
—Oyuki —era todo, no poseía apellido y no usaría el denominativo de su especie como ello.
—Es un bonito nombre —indicó
—Gracias. Lo eligió mi padre.
—¿De verdad? —estaba sorprendido ante aquello porque conocía al padre y no lo veía diestro en dicho asunto—. Pensé que había sido cosa de tu madre.
—Mis padres llegaron al acuerdo de que si tenían una hija mi papá se encargaría de nombrarle. Y si era hijo, mi mamá.
—Es algo curioso —Toshirou miró a quien le compartía información sobre su vida personal—. Tu padre ha tenido buen gusto para variar —esa era una manera indirecta de decir que su nombre era bonito.
—G-Gracias —aquello le había dibujado una pequeña pero alegre sonrisa.
—¿Y bien ya saben qué pedir? —esos dos parpadearon y se dieron cuenta de que ni siquiera habían visto la carta.
Tras un par de minutos la elección se hizo. Por lo que solamente restaba aguardar a que la comida fuera servida.
—Luce bastante bien —la Yato sabía reconocer una comida deliciosa sólo con el olor.
—Todo aquí sabe bastante bien —Oyuki no esperó más y empezó a comer; y de verdad se veía que lo estaba disfrutando—. El sazón de Maika es bastante bueno.
—¿Ella es la cocinera? —preguntó al tiempo que miraba su plato de comida—. De verdad que lo hace bien.
—Sí —y se le veía bastante satisfecho con lo que estaba comiendo—. ¿Ya te llenaste? —lo dijo porque la pelinegra había dejado su plato a medias—. No me digas que estás con esas modas ridículas de hacer dieta —criticó.
—Por supuesto que no. Es sólo que como con calma para saborear bien cada bocado. La buena comida hay que disfrutarla —lo cual era cierto pero no era realmente lo que estaba pasando.
—Regreso en un momento. Y espero que para ese momento hayas terminado —¿la estaba amenazando? ¿De verdad con algo como eso? Ella rio un poco ante su petición y él le regañó con la mirada.
—Me lo comeré todo, así que no necesita molestarse —y para que le creyera ya se había metido un buen bocado de comida.
—Vuelvo —Hijikata se dirigió hacia el pasillo que conducía a los baños de hombres.
—Oyuki-chan —escuchó su nombre justo a su costado derecho. Se trataba de aquella mujer.
—Hola —estuvo a nada de atragantarse con um bocado de comida por el susto que le metió—. ¿Sucede algo?
—La verdad es que quiero tu ayuda —el que se sentara y le tomara de ambas manos debía decirle que algo no iba a acabar bien.
—¿Mi ayuda? ¿Sobre qué? —su maldita curiosidad nunca fue buena compañera.
—Sé que eres una persona cercana para Toshirou. Que él te ve y trata como una hermanita menor —ciertamente podría verse de ese modo el tipo de relación que tenían—. Así que quisiera pedirte que me ayudaras a conquistar a Toshirou
