Disclaimer: Candy Candy y sus personajes no me pertenecen. Este fic fue escrito sin fines de lucro, sólo como entretenimiento.
L'amour
Primer Capítulo
Terrence Grandchester
Terrence Grandchester, era un muchacho con una carrera actoral exitosa, dueño de un futuro aún más brillante que su presente, la revolución del momento y la estrella más cotizada en los medios; para la prensa él era un reto, ya que no era de aquellos que le gustasen figurar en las páginas de los diarios con sus fotos y mucho menos exponer su vida privada. Para las jovencitas y las no tan jóvenes, Grandchester era su amor platónico; los chicos de otro lado anhelaban parecerse aunque sea un poco a él y aprovechaban las obras teatrales y las pocas fiestas a las sabían que asistiría para copiar algún gesto o movimiento y así verse más atractivos.
Era secretamente benefactor de muchos orfelinatos, para los cuales Terry Grandchester significaba mucho más que el guapo y famoso actor de teatro, ya que se convertía en el ángel protector de cada niño, aquel hermano mayor con el que podían contar y no faltaba algún pequeño que le imaginaba como su padre.
Formaba parte de aquellos singulares, únicos y muy escasos chicos a los cuales el dinero y la fama no les afectaban y no se les subía a la cabeza, todos lo conocían por su sencillez, una vez un reportero le había preguntado "¿Cómo se considera Terrence?" a lo cual él le había dicho "Terrence es lo que ves, solamente un ser humano común con pasión por el teatro, nada más que eso" Con aquella simple respuesta Terry sin saber había ganado el afecto de muchas personas y se convertía en el ídolo de la generación libre y sin ataduras sociales que estaba empezando a germinar.
Para Terry aquellas palabras no eran un modo de ganar popularidad, sino la forma más franca en la que podía describirse, él estaba firmemente convencido de que todos exageraban en sus halagos y consideraba que su único mérito era dar lo mejor de sí, no por obtener fama, sino simplemente porque su vida eran las tablas, porque sentía su sangre bullir de excitación cuando actuaba y porque no le gustaba hacer mal las cosas, era de los que odiaban la mediocridad.
Sin embargo y a pesar de tener toda la fama que le rodeaba, él no era feliz en absoluto, sonreía sí, pero no con el brillo deslumbrante de sus verdaderas sonrisas, aquellas que muy pocos conocían, se podría decir que sus momentos de alegría estaban divididos en cuatro, cuando estaba con su madre, cuando actuaba, con los niños del orfanato y cuando pensaba en una chica de ojos verdes y traviesos de la cual estaba completamente enamorado, el resto del tiempo la pasaba como un "fantasma ambulante", de ésta forma es como se había autodefinido, a pesar de los regaños de Robert Hattaway, su entrañable amigo y confidente.
Eran las once de la mañana y allí estaba él, sentado en un fino sillón, con una copa de vino en la mano, sus ojos zafiro reflejando la tristeza acostumbrada y sus labios ligeramente curvados en una amarga sonrisa; con elegancia tomó un trago de aquel líquido rojo que reposaba dentro del fino cristal, saboreó su dulce y embriagante sabor, recordando inevitablemente una tarde de sol en Escocia, una tarde en la cual él había bebido algo más dulce y embriagante que el vino que se deslizaba en aquel momento por su paladar, aquella mágica tarde en que por única e inolvidable vez había besado a su amada; cerró sus ojos y trató de imaginarse que nada había cambiado, imaginarse que contaba con ella a su lado y que de un momento a otro entraría por la puerta sonriendo y regañándolo por beber, sin embargo lo que entró a su estudio fue el viento proveniente del amplio ventanal, junto con el ruido de un coche, que no hicieron más que recordarle su angustiosa realidad.
Con parsimonia se puso de pie y tomando aire respiró profundamente, levantó su copa en alto y realizó un brindis con la soledad.
"Por mi adorable pecosa, por que algún día nos volvamos a encontrar, por que en algún momento brille para nosotros la luz de la esperanza, brindo por tu hermosura inigualable y por mi colosal estupidez al dejarte marchar, por el tirano honor que me encarcela y me destina a la infelicidad y el infortunio"
Fueron las palabras que se escucharon antes de que la puerta se abriera estrepitosamente y una mujer con apariencia nada agradable entrara furiosa echando improperios por doquier, el joven la miraba con incredulidad y burla mezcladas, mientras se deleitaba en su muy pequeña travesura.
- Es usted un insensible, un truhán ¿Cómo fue que mi hija se vino a fijar en usted? -sentenció sumamente molesta.
- ¿Truhán? Creo que ese nombre debo agregarlo a la lista de bellos adjetivos que usa para mí, vaya señora creo que va mejorando su repertorio y bueno con respecto a su pregunta, quiero que sepa que yo tampoco sé como su hija vino a fijarse en mí, en realidad desconozco por completo la razón, pero si llegase a averiguarla dígamelo, no lo olvide - terminó diciendo mientras salía del estudio dejando sola a la mujer, que al verse ignorada le siguió con ligereza.
- Mi hija no lo merece, bien sabe que le prometió comprarle nuevos vestidos y ella ha estado toda la mañana esperándolo ¿y acaso fue? ¡No! ¡Claro que no! ¡Usted nunca llegó!, ahora he dejado a mi niña llorando en su habitación por culpa suya, ¿Cómo puede ser tan insensible? ¿Así piensa en tratar a su futura esposa?- preguntó irónicamente.
- Mire señora – habló remarcando cada palabra – ésta es mi casa y le exijo que deje de gritar, le recuerdo también que en el momento que me plazca puedo pedirle a los sirvientes que la echen y tenga por seguro que de no muy buena manera; de otro lado Susana no quería mi compañía, usted lo sabe, lo que ella pretendía era nada más y nada menos que lucirme y yo no soy adorno de nadie, además ella misma se empeñó más en mirar las cifras del cheque que le entregué, que en indicarme la hora en la que tendría que pasar por ella, como verá yo no he cometido ninguna injusticia, sino que fue error de ustedes. - enfrentó a la mujer mientras que se acercaba a la puerta y la abría de par en par, dándole a entender claramente que su presencia no era necesaria.
La mujer ante lo dicho, enrojeció violentamente dándose cuenta de su error, se mordió la lengua y buscó hábilmente la forma en la cual podía salvar la situación, no era conveniente que Terrence se diera cuenta de que lo que las motivaba era el título que poseía y que las llevaría hasta la crema de la aristocracia inglesa.
- Usted sabía bien que Susana no gusta salir por las tardes, se excusa para sentirse menos culpable - dijo y prontamente al ver la puerta abierta no dudo ni un minuto en salir, era mejor huir ahora antes que se le viniera encima algún argumento imposible de objetar, caminó ostentando una elegancia que carecía y como un rayo se le vinieron unas palabras a la mente que de seguro calarían en el actor, unas sencillas palabras que había dicho hasta el cansancio y que las seguiría diciendo hasta lograr su objetivo, así que se dio vuelta, le miró con cinismo y sonrió antes de hablar, disfrutando de su triunfo por adelantado.
- Es su culpa, la invalidez de mi hija tiene un responsable y ese es usted, ella truncó su futuro para salvar el suyo, le debe la vida, recuérdelo - diciendo esas palabras se marchó sin mirar atrás.
- ¡Maldición! - gritó el joven después de cerrar la puerta y pensó como tantas otras veces que mejor hubiera sido haber muerto.
¡Hola a todas!
Aquí les dejo el primer capítulo de mi nuevo fic, espero que sea de su agrado y ya saben que sus comentarios me motivan mucho a seguir adelante, gracias por el tiempo que dedican para leerme.
¡Muchos besos!
La chica de rosa.
