Historia: El ascenso de un nuevo Señor Oscuro

Capítulo 1: Está vacante el puesto de "Señor Tenebroso".

-Jaque- dijo Hugo, sonriente, después de mover su caballo en el tablero de ajedrez mágico que estaba sobre la mesa del comedor.

-No deberías apresurarte en sonreír, ni deberías haber dejado tan desprotegido a tu caballo- apuntó Ron, y segundos después su alfil hacía pedazos el caballo de Hugo.

Ronald y Hugo Weasley estaban solos en casa. Faltaba un año para que el hijo menor de Ron y Hermione asistiera, finalmente, al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, donde su hermana Rose ya cursaba su segundo año. Pero hasta eso, alguien debía cuidar de Hugo mientras estaba en la casa. Esa tarde era el turno de Ron.

Se solían turnar entre Ron y Hermione para cuidar a Hugo. Sin embargo, últimamente la mujer estaba logrando grandes avances en cuento a la aceptación de los derechos de los Elfos en países extranjeros (al parecer tenía un famoso conocido en Bulgaria que estaba acelerando el proceso en aquel país). Por esto, ella pasaba gran cantidad de tiempo fuera del hogar, y Ron pedía permiso en el Ministerio para faltar al trabajo y quedarse cuidando a su hijo. Harry Potter, su jefe en el Departamento de Aurores, estaba gustoso de cederle cualquier permiso que necesitara. De todas formas, por los tiempos que corrían, no se necesitaban muchos cazadores de magos tenebrosos.

O eso era lo que querían seguir pensando los aurores, y todo el Ministerio de Magia en general, pues los sucesos recientes dejaban varias cosas en qué pensar. Varias personas habían desaparecido sin dejar rastro aparente. Eran desapariciones sin motivo. ¿Qué objetivo podría existir tras la desaparición de un profesor de Pociones retirado, una escritora cuya reputación estaba por los suelos y un antiguo mortífago? De momento, ni Harry ni los aurores tenían idea alguna de sus paraderos, pero tampoco era momento de levantar las alarmas. Todavía no ocurría nada muy malo. Pero si a esto le sumamos la carta que recibió Harry ayer…

Sin embargo, eso no era lo que pensaba Ron en este instante. Ahora lo único en lo que debía preocuparse era en ganarle a Hugo en la partida de ajedrez mágico sin ser muy rudo. Tras pensarlo un poco, dejó que Hugo lo tuviera en jaque dos veces más antes de mover su alfil y su reina y dar por terminada la partida.

-Casi te gano- dijo Hugo con resignación, mientras arreglaba las fichas para la siguiente partida.

-Nunca estuviste cerca de ganar, solo hacías más lenta tu derrota- respondió Ron giñándole un ojo. Se levantó de la mesa del comedor y preguntó: -¿Quieres comer algo?-

-Unas galletas estarían bien- respondió el chico.

Ron fue a la cocina a por un par de paquetes de galletas. "Si Hermione estuviese aquí, tendríamos un buen estofado para la cena. Aunque pensándolo bien, si ella no viene, podría contratar un elfo doméstico y tendría muchos más estofados" pensó Ron con una sonrisa mientras regresaba y se sentaba frente a su hijo antes de seguir jugando.

Contempló a Hugo mientras jugaban. Su hijo se parecía tanto a él: el cabello, las pecas, el ajedrez, los Chudley Cannons… Incluso le había dicho que quería ser de grande un auror, como él. Nada podía hacerlo más orgulloso. Seguramente extrañaría mucho al muchacho una vez que vaya a Hogwarts. La casa se había vuelto muy silenciosa sin Rose estos dos años, y se volvería mucho peor una vez que Hugo se vaya también. "Deberé enseñarle ajedrez a Harry" pensó con amargura Ron mientras movía un peón.

En ese momento, un silbido agudo salió del pequeño estudio donde Ron guardaba todos sus utensilios de trabajo. Un silbido que nunca había escuchado en esa casa.

-Quédate aquí- dijo Ron mientras sacaba su varita, varita que una vez le perteneció a Colagusano, y corría hacia su estudio. Una vez ahí buscó la fuente del sonido. Era un chivatoscopio. Su peonza estaba girando y chillando como loca. Tras observarlo durante un instante, Ron encajó las piezas del rompecabezas.

-¡Hugo! ¡Coge el polvo flú y ve a la chimenea, debemos irnos!- gritó Ronald Weasley mientras salía corriendo de su estudio con la varita en alto. No tenía ni idea de por qué el chivatoscopio estaba sonando, pero no se iba a quedar a averiguarlo. Llegó al comedor y agarró a Hugo por el brazo y se dirigieron hacia la chimenea. Solo faltaban tres metros para usar la chimenea. Ahora solo dos metros…

En ese instante, la puerta de entrada salió despedida hacia adelante, golpeando a padre e hijo, lanzándolos al suelo. Una figura estaba bajo el marco de la puerta, con la varita en ristre. Bajo los escombros de la puerta, Ron, con toda la experiencia que ser auror le había entregado, supo que estaba en un gran aprieto.

-No te muevas de aquí, y apenas tengas la oportunidad, usas la chimenea. Ve donde la abuela- susurró Ron mientras se levantaba, cubriendo a su hijo con su cuerpo. Levantó la varita y gritó al desconocido:

-Estas en problemas, maldito-. A continuación blandió su varita, y un rayo escarlata surcó el aire hacia el encapuchado. Sin embargo, este hizo un movimiento con su propia varita, y la mesa del comedor interceptó el hechizo de Ron, rompiéndola en pedazos.

-¿Qué quieres?- gritó Ron. Empezaba a asustarse de verdad. No le preocupaba mucho lo que le pasara a él, pero tenía a Hugo detrás. Si algo le llegaba a pasar a él, a su Hugo, y no fuera capaz de impedirlo…

-¿¡Qué demonios quieres!? ¡Responde!- gritó desesperado Ron. Blandió su varita varias veces, y una lluvia de maleficios multicolores salieron hacia su enemigo. Pero este conjuró un escudo invisible que lo mantuvo intacto. El desconocido no se había movido de la entrada de la casa.

-Hugo, quédate atrás de mí.- Ron empezó a arrastrar los pies por el suelo lleno de pedazos de puerta en dirección a la chimenea. "Cuatro pasos. Tres pasos. Ya casi llegamos. Dos pasos más…"

Sin embargo, el encapuchado apuntó con su varita hacia la chimenea, y un rayo blanco cruzó la habitación, y con un gran estruendo la destruyó. Los dos Weasley salieron despedidos hacia el centro de la habitación, y varios pedazos de ladrillo cayeron a su alrededor. Una espesa nube de polvo se levantó a su alrededor. Ron se levantó con pesadez. Ya no les quedaba más escapatoria que vencer a su enemigo. Tenía que hacerlo para escapar. Para vivir. Para que Hugo viva.

-¿Qué quieres? Dilo de una vez y lárgate- dijo Ron, ahora en voz baja tras incorporarse. Tras de él, Hugo se levantó, asustado, pero sin heridas.

El extraño finalmente entró en la ahora destruida habitación, y Ron pudo verlo fijamente. Tenía una capa verde oscura que cubría todo su cuerpo. La capucha tapaba su rostro, dejando visible sus inexpresivos labios. Hizo un movimiento con la varita, y una esfera dorada apareció de su punta y flotó frente al recién llegado. "Un hechizo para ver si estamos solos" pensó Ron, y no se equivocaba. Satisfecho, el desconocido deshizo la esfera dorada dándole un manotazo, y se acercó unos pasos hacia los Weasley.

-Hagamos esto fácil, Ronald. Dime dónde está Potter- dijo por fin el desconocido. Hablaba en voz baja. Pero no era una voz fría, para nada. Sonaba a un joven colegial. Ron se teletransportó mentalmente al pasado y recordó el mismo tono de voz que usaba Draco Malfoy cuando insultaba a los tres amigos. Esto lo hizo dudar un instante.

-Si eres Malfoy, te juro que…- empezó a decir Ron, pero el desconocido lo cortó.

-No soy Draco, si eso piensas. No me conoces. Solo dime dónde está Potter y me iré. Tu hijo estará a salvo- era una respuesta tranquila, como si el encapuchado hubiera practicado ese discurso cientos de veces antes de llegar.

-No sé a qué te refieres. Harry debe estar en la oficina de aurores.- Ron fue cortante, intentando sonar lo más convincente posible. Pero una duda lo asaltó. Una duda que sabía le costaría muy caro. Harry le dijo esa mañana cuando fue a pedir permiso para ausentarse para cuidar a Hugo que no estaría en la ciudad unas semanas. Al parecer, había recibido algunas amenazas, y se iba a esconder durante un tiempo mientras rastreaban el origen de esas amenazas. No era raro que el jefe de los aurores recibiera contantes amenazas, pero Harry recibió algo en su última carta, algo que no quiso compartir ni siquiera con Ginny, que lo había obligado a tomar medidas severas. Harry ahora estaba escondido. Y solo Ron sabía dónde estaba. Ni Ginny ni Hermione habían sido parte del secreto.

-Mientes- dijo el encapuchado, y con un movimiento de su brazo, se quitó la capucha. Un rostro joven, como su voz, se ocultaba debajo. Cabello negro y largo caía hasta tapar sus orejas. Unos ojos igual de negros lo veían con determinación. Una piel blanca, muy blanca, resaltaba todas sus facciones. El muchacho no debía tener más de 17 años. "Incluso podría estar todavía en Hogwarts", pensó Ron.

-No tengo idea de qué buscas, pero yo no sé dónde está- dijo Ron, sabiendo que eso no satisfacería al desconocido. Movió la varita, y apuntándolo, gritó:

-¡Desmaius!-

El hechizo voló a través de la habitación, pero el muchacho, con un movimiento casi perezoso, lo desvió, haciendo que golpeara la pared a sus espaldas.

-¿Sabes, Ron? Si te consuela, esto lo iba a hacer de todas maneras, me dieras el paradero de Potter o no- el desconocido agitó su varita, y todos los restos de madera y ladrillo en el suelo se transformaron en arañas. Enormes tarántulas empezaron a avanzar por el suelo en dirección a los Weasleys.

Hugo sabía que su papá tenía miedo a las arañas. Pero lo estaba superando de manera aceptable. Ya no tenía que llamar a Hermione a que lo ayude a matar una araña cuando se la encontraba en casa. Incluso, la última vez que vio a una araña caminar por la cortina de la sala, solamente quemó la cortina y no toda la sala. Un gran logro para Ron Weasley.

Pero eso no impidió que Hugo viera como su padre, su ídolo, el hombre que él sabía podía destruir a cualquier mago tenebroso, aquel que lo había cuidado tanto tiempo, se paralizara durante un instante de terror. Ron estaba aterrado de las arañas que iban hacia él. Hugo estaba aterrado de ver a su papá no hacer nada.

Fue solo un instante en el que Ron no reaccionó. Pero se recordó a si mismo que Hugo estaba detrás de él, y no podía darse por vencido, no ahora, no hoy. Pero ese instante de vacilación de costó caro. Cuando levantó la vista, vio al desconocido apuntarlo y gritar "¡Crucio!". Ronald Weasley cayó al suelo, gritando de dolor.

Hugo retrocedió al ver a su padre caído. Estaba gritando de dolor. Eso estaba mal. Muy mal. Ni en la peor pesadilla de su niñez había visto a su papá en el suelo, gritando de dolor. Y él no podía hacer nada.

-Ahora me dirás dónde está Potter- dijo en voz baja el agresor, levantando durante un instante la varita para darle un respiro a Ron. Pero tan pronto se vio libre de la maldición, desde el suelo apuntó al desconocido y gritó:

-¡Expeli…!-

-¡Silencius!- el desconocido fue más rápido y acalló el hechizo de Ron. –Te lo preguntaré una vez más, Weasley. Dime dónd…-

-¡Avada Kedabra!- gritó Ron desde el suelo, Hugo recordaría cómo la habitación se iluminó de verde mientras un sonido a cientos de cascadas la llenaba. El desconocido, al verse atacado por una maldición asesina, giró sobre sus talones, y con un movimiento de su capa, desapareció, dejando solo aire tras de sí. La maldición golpeó el techo y lo destruyó, dejando un gran hoyo que dejaba ver las primeras estrellas de la noche.

Ron, sin importarle las arañas que empezaban a subirse a sus pies, se levantó de un salto y gritó:

-¡Hugo! Se rompió el encantamiento anti-aparición de la casa. Nos largamos de aquí. Toma mi brazo.- Hugo se acercó a su padre. Habían sobrevivido. Su padre, su héroe, había espantado al encapuchado. Corrió hasta donde su papá. Quedaban tres pasos. Ahora dos. Uno solo. Estiró su brazo para tomar la mano de su papá y dejar ese infierno. Pero esas no eran las intenciones del destino.

Un brazo invisible haló de Hugo, y lo empujó con brusquedad contra la pared. Varias cuerdas aparecieron luego a su alrededor, y lo aferraron fuertemente. El chico no podía mover un solo músculo.

-¡Papá!- gritó el muchacho. Ron corrió hacia él, pero un hechizo lo hizo caer de bruces contra el sucio suelo. Se giró, y vio al encapuchado tras de sí.

-¡Expeliarmus!- El hechizo de desarme del desconocido golpeó de lleno a Ron, y su varita voló hasta la mano de este. Con un rápido movimiento, la varita que una vez perteneció a Colagusano ahora estaba rota en el suelo.

-Ronald. Quisiste matar a un hombre frente a tu hijo. ¿Qué estabas pensando? ¿Quieres que tu hijo vea morir a alguien? Pues que se cumpla tu deseo- agitó la varita y todas las arañas de la habitación empezaron a trepar una encima de la otra. Formaron una bola enorme y peluda. Y tras otro movimiento de varita, esa bola se transformó en una sola araña enorme del tamaño de una refrigeradora. Esta saltó donde Ron, y con un chasquido, mordió una de sus piernas, inyectándole su ponzoña.

-¡Papá!- gritó Hugo con todas sus fuerzas. Pero su padre no gritó. Soltó un gemido, e intentó golpear al arácnido, pero no gritó.

-Dime donde está Potter-

-¡Nunca!- gimió Ron desde el suelo, todavía luchando contra la araña.

-Esta bien. ¡Crucio!- Ron recibió el impacto de la maldición y gritó, y se revolcó en el suelo. Dejó de luchar con la araña, y esta aprovechó para atenazar su hombro y picarlo ahí. Weasley dio otro grito que rompió el corazón y los tímpanos de Hugo.

-¡Dímelo, Ron! Dime y todo habrá acabado- gritó el encapuchado por primera vez en la noche. Sus ojos empezaban a mostrar temor. Estaba tomando mucho tiempo. Los aurores podrían llegar en cualquier momento.

-Púdrete- gimió Ron debajo de la araña. Sangre y lágrimas caían por su rostro. –Púdrete maldito, púdrete…-

-Te lo buscaste Weasley.- Dirigió la varita hacia Hugo, y gritó:

-Avada Keda…-

-¡Azkaban!- gritó Ron con todas sus fuerzas antes de que el encapuchado completara el hechizo. –Está en Azkaban. Él sabe que nadie pensaría en buscarlo ahí, y está escondido en las oficinas de aurores en Azkaban. Está en Azkaban…- la voz de Ron se quebró y empezó a llorar, y lloró como nunca lo hizo en su vida. Humillado, sin poder proteger a su hijo, y traicionando a su mejor amigo.

-Azkaban… Nunca se me hubiera ocurrido, es verdad. Pero voy a necesitar artillería para destruir esa fortaleza. Aunque tal vez un funeral lo saque de su guarida. Muchas gracias, Ronald Weasley, fuiste de gran ayuda.- Dicho esto, el desconocido agitó la varita, y la araña se lanzó hacia el cuello de Ron, y clavó sus colmillos. El encapuchado desapareció con un movimiento sobre sus talones.

Hugo nunca escuchó, ni escucharía en su vida a un adulto gritar así. Esos eran alaridos de un hombre impotente al que le están quitando la vida. Unos segundos después, la habitación se silenció. Solo se escuchaba un gorgoteo sordo de la araña masticando el cuello de Ronald Weasley.

Los aurores llegaron horas más tarde, alertados por un vecino que vio la casa destruida de los Weasley. Lo que vieron los dejó aterrados. Una araña acabando de comer un amasijo de carne, huesos y sangre de lo que en la mañana fue Ronald Weasley. Pero eso no fue lo peor que vieron. Pegado a una pared, incapaz de moverse por unas cuerdas fuertemente atadas, Hugo Weasley había presenciado toda la escena.