Tengo la mala noticia de informarles que mi anterior laptop llegó a mejor vida, por lo que perdí los archivos que tenía de las otras historias. No se si podré continuarlas pero mientras leía para recapitular lo escrito, llegó esta idea mi mente y quise plasmarla. Espero que les guste mucho, he cambiado la narrativa. A mi parecer, me gusta más este estilo pero quisiera saber su opinión.

Me esforzaré por continuar la historia de La luna y el lobo, es una de mis favoritas. Muchas gracias por su atención y paciencia.

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Corría sin desenfreno, la adrenalina se encargaba de adormecer cualquier dolor. A pesar de que su cuerpo mostraba heridas graves, nada podía detener el acelerado retumbar de su corazón. Ama ese sentimiento, esa emoción ferviente. Su vida está en peligro, lo sabe, pero preferiría ese sentimiento que estar en su hogar lleno de paz y tranquilidad. Siendo atendida como toda una princesa, donde sus súbditos y allegados velaran por ella y su bienestar. Ella no es una muñeca de porcelana, Arceus sabe que no pero su padre, Rubí y el padre de éste piensan lo contrario.

Sus ojos azules como el océano captan un ligero destello rojo, de aquella penumbra aparece otro Myghtena dispuesto a matarla con solo un ataque. Logra evitar el ataque con cierta dificultad, sus garras alcanzaron a rasgar parte de su vestido más sangre tiñe su ropa con aquel color característico. Eso es lo que le faltaba, una herida más en su torso. Continúa corriendo, escapando de los ataques mientras su fiel Blaziken se encarga de abrirle el paso y cuidar de ella. Sabía que debía venir mejor preparada sí se atrevería a cruzar estas sendas.

Se detiene abruptamente en posición de combate, dos Myghtenas más atacan a sus costados. Esquiva su ataque, logrando darle una fuerte patada a uno antes de que Blaziken les propine una buena golpiza. Respira agitada, no se detendrán por nada. Pueden oler su sudor al igual que el miedo que se desprende por todo su cuerpo. Su amiga fiel, se detiene un momento para recuperar su fuerza. Fue muy tonta, soberbia y presumida por atreverse a venir al mismo infierno con solo su querida Toro.

Cierra sus ojos, ¿cuándo podrá ver luz en este mundo insípido y triste? Si ha podido ver donde pisa ha sido gracias a los destellos de luz que desprende su cuerpo y el de Toro. La tierra retumba con el sonido de un aullido a lo lejos, sacando a ambas de sus pensamientos.

―Creo que esto todavía no termina, Toro.― Habla por primera vez en muchas horas. Solo han estado corriendo, escapando de las garras y mordidas de todos aquellos seres de la oscuridad.―Debemos continuar.―Vuelven al camino.―Resiste Rubí, resiste un poco más.―Susurra mientras corre sin mirar atrás.

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De repente una luz aparece en medio de toda esa oscuridad, guiándola por un camino más prometedor. Están cansadas y agotadas, las heridas que tiene son muy graves. Su cuerpo empieza a cobrarle por el maltrato brindado. A pesar de ello, no se detiene y continúa corriendo. Evade todo ser oscuro, recorriendo aquel camino de luz que, misteriosamente, aquellos seres no desean cruzar. Al final divisa un campo lleno de flores que bailan acompasadas al son del viento. Una vez fuera de aquella oscuridad cierra sus ojos para lograr acostumbrarlos al nuevo escenario lleno de luz. ¿Habrá regresado a casa sin querer?

―¿Dónde estamos?― Pregunta inconscientemente. Sabe que no tendrá respuesta.―Estamos en la parte más oscura de tu corazón.―Una voz a su derecha la alerta, gira en posición de ataque. Lista para defenderse mientras es imitada por su amiga Toro.―Aunque, me parece extraño que este sea tu más grande terror. ¿Quién soy yo para juzgar la oscuridad de cada ser?―Una mujer de cabellos rubios, tez blanca y sonrisa enigmática se acerca a ella. La cola de su vestido negro se extiende por el pasto lleno de vida del campo.―Bienvenida a tu rincón de oscuridad.―

Baja sus puños sin dejar ese sentimiento de alerta. La observa minuciosamente, tratando de anticipar sus acciones.―¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Qué intenciones tienes? Si este lugar me pertenece, ¿Por qué estás aquí?―Pide respuestas sin medir sus palabras o cuidar su tono como su padre tanto le encomienda. ¿Quién en su sano juicio cuidaría la etiqueta en vista de las circunstancias?

―Me llamo Cynthia, mucho gusto su majestad.―Hace una leve reverencia en señal de respeto.―Me es un honor poder estar aquí en su pequeño pedazo oscuro.―Habla con total sinceridad, sin inmutarse por la agresividad de la muchacha. Pareciera que está acostumbrada a ese tipo de trato.―Esperaba por usted. Mis intenciones son únicamente serle de utilidad en su viaje. Estoy aquí para ser su guía.―Responde cada una de sus preguntas antes de girar para comenzar el viaje.―Sé que su visita a este lugar no es para quedarse. Usted no fue consumida por la locura ni por sus oscuros deseos así que la única razón por la que vendría a este lugar es para ver al amo y señor de las sombras.―Explica mientras es seguida de cerca por la joven y su amiga.

―¿Tú me puedes llevar con el rey oscuro?― Pregunta esperanzada.―Yo solo puedo guiarla, majestad. A pesar de que sea la hija de Kyogre, las reglas se aplican para todos. Lo que pase en el camino y las adversidades que debe pasar, las tendrá que lidiar usted sola. Es su mundo oscuro, no el mío. Cuando salgamos de aquí al reino de mi señor, me temo que mis limitaciones serán las mismas.―Sus ojos dorados cruzan con sus dos océanos.―Lo lamento, pero son las reglas. Debe tener mucho cuidado y no baje la guardia nunca aún con mi señor presente.―Sin deseos de seguir charlando continúan el camino.

A cada paso que se infiltran en aquel frondoso bosque, le recuerda mucho a su hogar y es algo que la inquieta demasiado. ¿Si este lugar es la parte más oscura de su ser porque es idéntico a su realidad? Debería estar lleno de todo aquello que la atemoriza y quita el sueño. De sus oscuros sentimientos y sus grandes miedos. Al menos, esos es lo que ha escuchado. Las leyendas narran que la parte oscura de todo ser es el lugar más sombrío donde sus pesadillas cobran vida. Entonces, ¿Por qué el de ella es diferente?

Pasan cerca de un claro, un ligero vistazo a aquellas aguas cristalinas la obligan a detenerse abruptamente. Ahí delante de ella, yace un quiosco de ofrendas en medio del claro hermosamente decorado y cubierto de pétalos de cerezo (aquellos que tanto ama). Una mujer de cabellos caramelos y tez blanca la observa con aquellos ojos azules llenos de nostalgia desde el centro del claro. La dama lleva un vestido tan puro como el resplandor de la luna y un velo, adornado de pequeños destellos como estrellas, cubre su cabeza. Su cabello largo se extiende por toda la superficie del quiosco y sus manos están unidas en señal de oración. Se acerca un poco más para observarla mejor, aquel rostro lo conoce muy bien. Lo ve cada mañana que despierta, su rostro. Aquellos ojos son los suyos. Las lágrimas recorren las mejillas de aquella visión suya.

Verse a sí misma pero unos años mayor en tal estado la ha conmocionado. Se ve hermosa con ese atuendo y todas las joyas además de la pequeña diadema en forma de coronilla que sostiene el velo, pero aquellos ojos tan vacíos de esperanza apuñalan su corazón. ¿Ese será su futuro? Las aves vuelan a su alrededor, arreglando cualquier arruga de su vestido o acomodando su velo mientras entonan canciones alegres que no aminoran su tristeza, pareciera acentuarla. Entiende el motivo, a lo lejos puede observar a otro ser acercarse. Un varón de cabellos cenizos y ojos como rubíes, le regalan una sonrisa llena de amor. Vestido con aquellos singulares trajes de príncipes que tanto le encanta usar, se acerca a ella. Ofrece una ligera reverencia antes de tomarla en sus brazos y besarla.

Estupefacta solo observa como más lágrimas recorren esos ojos tristes. A pesar de que todo sea una visión en su paladar puede degustar el sabor amargo de aquel beso. ¿En verdad ese es su futuro? Es lo que tanto ha querido, pero ¿Por qué se siente tan vacía? ¿Por qué su corazón embarga aquel sentimiento de aprehensión?

Un ligero toque en su hombro la despierta de sus pensamientos tormentosos, voltea a su derecha para encontrar el rostro preocupado de su Blaziken.―E-e-estoy bien, Toro.― Dice entre cortadamente, aún no logra recuperarse de aquella visión.―Continuemos.― Regresa una vez más al sendero donde Cynthia las espera.

―Le dije que tuviera cuidado su majestad.―La observa con seriedad.―No debe perderse en la oscuridad. Sin bajar la guardia.―Sin decir nada más continúan el camino.

De repente, los arboles pierden poco a poco aquellas hojas verdes dejando solo ramas a la vista. Su característico color café es opacado, ahora un tono gris lo domina. El día parece acabarse dando paso a la oscuridad, pero una sin estrellas ni luna.

―Trate de seguirme lo más que pueda su majestad. Acabamos de pisar los dominios de mi señor.―Observa como Cynthia utiliza una linterna de aceite para iluminar su camino.

El bosque se vuelve más tétrico a cada paso que den y la sensación de ser observadas la domina. El miedo vuelve a ser presente en su cuerpo, Toro se acerca más a ella para poder brindarle cierto consuelo. A su derecha un nuevo ser oscuro las ataca. Velozmente, su Blaziken la protege desviando el ataque del enemigo. Sin esperar una señal de su pokemon. Reanudan la carrera a su libertad. Cynthia se ha perdido en toda la espesura de la noche, a lo lejos logra vislumbrar la luz de su linterna.

―Debemos seguirla lo más que podemos o nos perderemos en este lugar.―A pesar de que pareciere un plan sencillo es todo lo contrario con los reanudados ataques. Después de todo, sus heridas no han sido tratadas adecuadamente causando que sus movimientos sean más lentos.

Han sido emboscadas, una jauría de Myghtenas las acorralan en un acantilado. Dirige su vista por la orilla del lugar, logrando observar las oscuras aguas que fluyen con rapidez debajo de ellas. Sí estuviera en casa, sería otra historia. Los gruñidos de aquellos seres no le ayudan a concentrarse, su amiga respira agitadamente. Sabe que la forzó demasiado y será imposible salir de esta precaria situación ilesa. Aquellos lobos son atraídos por aquella luz que sus cuerpos desprenden, en medio de toda esta oscuridad les debe parecen extraño además de fascinante la piel de ellas, dos seres de luz. Da un paso atrás para mantener distancia solo para ver que no queda más camino, su pie casi resbala. Un pequeño destello llamo su atención, el agua pareció calmarse. Sin pensarlo dos veces, deja su cuerpo caer al agua mientras canta una vieja canción. Toro la observa con terror al verla caer.

Agua, necesitaba sentirla. Es rodeada nuevamente por su luz, siente como sus emociones fluyen con el río, una sonrisa recorre sus labios. El agua comienza a calmarse mientras brilla con la luz de su corazón.

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Coloca su mano en su barbilla mientras sus ojos grises como el acero examinan el tablero al frente de él. La luz tenue de la chimenea ilumina el cuarto al mismo tiempo que le brinda el calor para aquella noche de invierno. Acerca su vaso de brandy a sus labios con su mano derecha mientras con la izquierda toma la pieza del caballo dispuesto a realizar su jugada cuando de pronto una pieza de peón de su lado del tablero cae. Alza una ceja gris ante este inesperado evento. Parece ser que le han ganado territorio. Bebe todo el líquido de aquel vaso de cristal antes de tirar el recipiente a la chimenea donde se rompe en mil pedazos para luego ser consumido por las llamas. Furioso es una palabra corta al sentimiento ardiente que recorre por todo su ser. ¿Quién osa a desafiarlo en su reino?

Se levanta del cómodo sillón con rapidez, desea respuestas y las quiere ahora. Se acomoda su traje negro, al igual que su corbata roja mientras trata de mantener la calma. Si va a liberar su ira será en el momento adecuado, pero primero quiere ver a ese individuo impertinente arrodillado a sus pies.

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Una fuerte ráfaga de agua en forma de Milotic arrasa con todos sus enemigos. Blaziken sonríe al reconocer el poder de su ama. Zafiro emerge de aquel río montando un Gyarados hecho de agua quien con suma delicadeza la ayuda a pisar tierra antes de abatirse contra sus enemigos.―Aunque estemos fuera de nuestro territorio, el agua sigue siendo mía.―Le brinda una sonrisa a su fiel amiga.―Pero no puedo seguir arriesgándote así.―Al ver que no queda enemigo alguno, regresa a las aguas tranquilas. Recitando un suave verso transformado en canción, el río se aglomera en torno en ella levantando un pilar de agua que la rodea en espiral. Una vez terminado el verso, la barrera que la protegía se deshace y del río emerge un Glaceon. La nueva criatura abre sus ojos, realiza una leve reverencia que es correspondida por la castaña.―Gracias por acudir a mi llamado. Espero poder servirte tan bien como tú me sirves a mí. Continuemos el viaje, nos esperan en nuestro reino de luz.―

Con fuerzas renovadas, al menos espiritualmente. Continua su viaje con un nuevo compañero que espera les pueda ayudar a salir de este infierno. Sus ojos azules captan nuevamente la luz de la linterna de Cynthia, parece que las estaba esperando. Les sonríe antes de indicarles el camino. Aquellos arboles grises y tristes parecen esparcirse del camino y las puertas de acero de una enorme mansión las invitan a pasar.

―Bienvenida a la mansión del rey oscuro.―La saluda Cynthia una vez cercas. ―Pensé que viviría en un castillo.―Comenta sorprendida la joven morena.―Mi señor detesta los castillos, dice que son innecesariamente grandes además de ostentosos.―Responde la guardiana.―Pero en su lugar prefiere una mansión extremadamente grande.―Señala con ironía la castaña.―Sí ese fuera el caso hubiera escogido mejor una choza.―Sentencia con cierta presunción.―Le ruego respeto a mi señor, su majestad.―Exclama con vehemencia.―Debe agradecer que ha sido amable y generoso en permitirle visitar su reino.―

―¿Disculpa?―Exclama con burla.―¿Dónde estuvo aquella amabilidad y generosidad cuando aquellos Myghtenas nos atacaron?―Frunce sus cejas con enojo mientras coloca sus manos en sus caderas.

―¿Acaso creyó que sería tan sencillo entrar al reino de las sombras?―Pregunta con cierta burla, retándola mientras cruza sus brazos. La morena le sostiene la mirada con cierto enojo.―Si su majestad pudo llegar aquí es gracias a mi señor, de otra forma ya hubiera acabado con usted en cualquier momento.―Abre las puertas de la mansión, incitándola nuevamente a seguirla.―La única persona que la detenía de llegar aquí era usted misma, su majestad.―Con esa última sentencia continúan su camino en silencio.

La morena medita las últimas palabras de la mensajera. ¿Aquellos Myghtenas salvajes eran sus propios miedos que la querían ver caer? Este reino es muy retorcido para su gusto. Hace una mueca molesta por todo lo ocurrido. Ella misma se causó este sufrimiento innecesario.―Este es un reino muy extraño.―

―En realidad, es un reino donde le permite reflejar su verdadera naturaleza. Aquella que todo ser intenta esconder. Usted se encontró con su mayor temor, aquel que su corazón esconde.―Cynthia observa aquel destello de nostalgia cruzar los ojos de la morena por unos instantes antes de regresar a su habitual aire. Si su señor le preguntará, a ella le parece tremendamente intrigante la joven que ahora la sigue ciegamente. Es increíble cómo puede confiar en ella, no la conoce a pesar de ello no ha dudado en seguir sus consejos. ¿Así serán todos los seres de la luz? No, no lo son. Ella le ha tocado conocer a varios de su tipo para saber que esta chica es única. Tal vez, se deba a que es la hija de Kyogre. Un ser de sangre real como la de su amo. Sea cual sea la razón que motive a sus acciones, esta chica es adorable y tierna. Sin contar que confiable, esos ojos y sonrisas alegres la han cautivado. Sí la situación fuera distinta, no le sorprendería escuchar el tintineo de su risa. Es agradable conocer a alguien así, es algo único pues en este reino no hay nada que se le compare a una ligera sonrisa de las suyas.

Recorren los pasillos de aquella mansión. Aunque el dueño de este reino deteste los castillos por ser extremadamente grandes, esta mansión rivalizaría con uno. Siente la mirada de aquellos seres de la oscuridad, serán súbditos del rey oscuro o sus propios miedos. Como si le leyera la mente, Cynthia responde a sus dudas.―Ellos son súbditos de mi señor, no solo son Myghtenas su majestad. También son personas como yo.― Prestando un poco más atención puede distinguir siluetas distintas a los seres que la atacaron. Damas con hermosos vestidos y caballeros con sombreros de copa. Sus ojos la observan con deleite y avaricia, aquella sonrisa ambiciosa no se le ha escapado. Desean robarle su luz, algo que no está dispuesta a permitirles. Cynthia se detiene al frente de aquellas puertas de caoba siendo imitada por la morena. Se dirige a ella con total precaución, midiendo sus palabras.―Por favor, muestre respeto a mi señor. Se encuentra en su territorio, mida bien sus acciones majestad. Lo que sea que vaya a solicitarle, debe hacerlo de la manera más atenta y cordialmente posible.―Sus cejas rubias se frunce de preocupación genuina, aquella chica la ha atrapado en sus redes. Observa sus ojos azules los cuales la miran atentamente, suspira profundamente deseando que todo vaya bien.― Adelante su majestad, cuídese por favor.―

―Gracias por tu apoyo y preocupación, Cynthia. Fue un gusto conocerte.―La nombrada asiente al mismo tiempo que responde.―El gusto es mío.―Sus ojos dorados se abren de sorpresa al sentir los brazos de la chica rodearla, un sentimiento cálido la invade. Es algo nuevo y agradable, poco a poco corresponde. Este sentimiento es extraño y desconocido para ella, pero le agrada, una sonrisa sincera se dibuja en sus labios.―Fue un enorme placer.―Se separa para abrirle la puerta y permitirle la entrada.

Zafiro asiente en respuesta, respira profundamente para armarse de valor. A paso decidido entra a la habitación siendo seguida por sus pokemons. Entra a la sala del trono, camina por la alfombra roja que la guía hacia el rey. Al frente de ella se encuentra el ser más temido por todos, aquel ser que su padre y el padre de Rubí detestan, el rey de la oscuridad. Sigue el consejo de Cynthia, hace una reverencia mientras exclama.― Agradezco mucho que me permita visitarlo, su majestad.―Toro se arrodilla ante el rey mientras Glaceon hace una reverencia, los dos pokemons no levantan su vista al igual que su ama.

El rey oscuro observa con soberbia a los seres de luz, reposa su cabeza en su mano izquierda. Aunque la verdad se encuentre intrigado por la visita de la hija de Kyogre, no piensa mostrar debilidad ante ella. Desconoce sus verdaderas intenciones. Admite que parece extremadamente tierna y adorable. Inocente, si se lo preguntan. Una sonrisa ladina aparece por su rostro, esto último es lo que más le encantó de ella. ¿Cuál será el sabor de la hija favorita? Muerde su labio inferior, mentiría si dijera que no se muere por probarla. ―¿A qué debo el honor de tu visita, princesa?― Aquella voz grave y potente le causa un ligero temblor a la joven. ¿Qué habrá sido eso?

Zafiro muerde su mejilla, no debe irritarse con él por llamarla así. El rey oscuro desconoce el malestar que siente cuando alguien se atreve a decirle princesa.―En verdad, su majestad, vengo por un asunto que se debe atender en mi reino.―Selecciona cuidadosamente las palabras, respira profundamente para lograr tranquilizarse. Sabe que lo que viene después no le gustará para nada al rey de las tinieblas, pero no vino hasta aquí para irse con las manos vacías.

Parpadea ante lo dicho, un asunto que concierne a los seres de luz. Entonces, ¿Cuál será ese asunto que requiera de sus servicios?―¿Qué es lo que necesitas de mí, princesa?―La morena se irgue, sus ojos azules observan con determinación a los dos orbes de acero. Un ligero destello de asombro y curiosidad atraviesas esos ojos platinados. Respira profundamente, una vez más. Sus manos se forman en puños con toda la seguridad que pudo conseguir exclama las siguientes palabras.―He venido por ti para hacerte pagar por tu crimen, señor de las sombras. Vendrás conmigo al reino de la luz donde serás juzgado por tus acciones.―

Ante lo dicho por la joven una sonora risa escapa por sus labios, no puede creer la estupidez de la princesa. Trata de guardar la compostura, pero ¡Arceus! no recuerda cuando fue la última vez que rio con tantas ganas. Su brazo derecho abraza su torso, ¡Dioses! Incluso le duele el estómago por tanto reír. Su sonrisa es tal que muestra sus colmillos afilados, su mano izquierda revuelve sus cabellos plateados. Debe calmarse para poder responder elocuentemente. Respira profundamente, un poco más calmado, pero sin dejar de reír, logra ver las cejas castañas de la princesa contraídas en una mueca de enojo. Sus puños tiemblan ligeramente, la morena trata de controlar su ira. Cesa poco a poco su risa al ver la seriedad de sus palabras.―Princesa. Sí sus intenciones son serias, me gustaría saber por cuál de todos mis crímenes se me juzgará.―Logra decir entre risas, realiza nuevamente ejercicios de respiración para dejar de reír.

Zafiro no pudo contener más su ira, le nubla su mente por completo. Deja escapar toda la presión que siente en su pecho.―Me parece increíble que para usted sea solo un juego. ―Su cuerpo tiembla por el coraje y dolor que esto le causa.―¿Cómo puede ser tan insensato e insensible?―El rey oscuro borra todo rastro de regocijo, su rostro se muestra estoico y temible. Aunque sienta un poco de miedo por el cambio drástico del rey, la morena continúa.― C-cómo pu-puede estar ahí s-sentado regocijándose del s-sufrimiento que u-usted ca-causo?―Su voz se corta por el coraje que invade su cuerpo.―No había razón alguna para que atentara en contra del príncipe Rubí. No hemos sobre pasado nuestros límites, la enemistad presente entre nosotros desde tiempos inmemoriales seguía a raya, pero eso no le impidió atacar al príncipe de fuego. Atentó contra su vida, ahora esta convulsionándose por el veneno que usted le inyectó. Su maldición lo está destrozando en pedazos y causándole un dolor inimaginable.―Suaves lágrimas recorren sus mejillas sonrojadas por la ira.―Si debo llevarlo en contra de su voluntad, así será.―Exclama decidida.

Se irgue de su trono, causando un leve respingo en la joven. Sus pokemons se ponen en alerta, listos para proteger a su ama. Zafiro se esfuerza en mantener su postura, en verdad que siente terror por las acciones que el rey oscuro puede tomar contra ella. Aunque, el rey de las sombras sea tremendamente apuesto no puede mentir que siente miedo.―Princesa, he cometido muchos crímenes, pero puedo jurar que no he atentado contra la vida del príncipe Rubí. Ese castigo no me corresponde a mí. Deben ser tan estúpidos si creen que me atrevería a infiltrarme en su reino, donde soy más vulnerable, para envenenar a su prometido.―Aquella voz grave le provoca un temblor en su espina dorsal.

―¿A quién más podía acusar si no a usted? El príncipe Rubí cayó preso de las convulsiones, un dolor indescriptible lo invade y su piel tomo una tonalidad grisácea. Rasgos que sin duda usted conoce muy bien.―Un ligero atisbo de miedo y penuria invade su voz.

―En efecto, conozco esos síntomas, pero eso no significa que yo sea el causante del sufrimiento del príncipe de fuego.―Cruza sus brazos sin dejar la seriedad de sus acciones ni el coraje que siente por las acciones osadas de la princesa. Ver que venir a gritarle y acusarle en su territorio que muchacha tan osada.

Mira detenidamente aquellos ojos platinados, no hay destello o atisbo de duda de sus palabras. Ninguna señal que le indicara que miente, la joven no puede evitar que las lágrimas escapen de sus ojos.―Entonces, venga conmigo al reino de la luz para enmendar nuestras falsas acusaciones y ayudar al príncipe.―Implora entre sollozos.

―No me interesa estar en buenos términos con ustedes, si no lo sabías esto me favorece. Siendo ustedes los que empezaron con los daños, puedo dirigir cualquier acto contra su persona de forma que sea una compensación por el mal trato. Además, lo que le pase a tu prometido me tiene sin cuidado.―Su mirada gélida se dirige a la morena causándole otro temblor en su espina dorsal con voz poderosa y autoritaria, determina.―En vista que no has entendido tu posición, princesa. Te haré pagar por tu impertinencia y osadía de venir a mi reino a reclamarme. Siendo o no el culpable eso no quita el hecho de que estas en mi territorio.―Toma asiento, al mismo tiempo que reposa su cabeza en su mano nuevamente.―Por favor, no me aburran.―

Los súbditos oscuros ríen ante la respuesta de su amo y señor, no han perdido de vista la interacción entre el rey oscuro y la princesa de los mares, pero sobre todo no han dejado de ver aquella cálida luz que desprende los cuerpos de aquellos invasores. Gustosos, acceden a las órdenes de su amo, sus ojos rojos brillan con deleite. Se lanzan al ataque con garras y dientes.

Blaziken rápidamente entra en acción, propinando golpes certeros a sus enemigos, pero esta tan cansada y las heridas de las batallas anteriores la vuelven vulnerable a los ataques. Un golpe a su costado la obliga a caer al frío piso de mármol. Glaceon lanza un rayo de hielo a su dirección deteniendo así a varios contrincantes y ayudándole a reponerse. Su ama utiliza un poco del poder brindado por Glaceon, siendo un ser derivado de su elemento principal puede manejar con facilidad su poder a diferencia de ella que es de fuego. El amo Rubí es el único que puede utilizar su naturaleza. A pesar de ello, prefiere servirle a la joven princesa. Es su mejor amiga después de todo.

Zafiro lanza una parte del poder prestado por Glaceon a unos cuantos seres de sombra en un ataque horizontal, utiliza el poder restante para transformar la energía en armas. La luz se desprende formando la silueta de dos cuchillas en cada mano, gira esquivando a dos atacantes mientras logra lastimarlos con sus cuchillas. La adrenalina nuevamente domina su cuerpo, pero esta vez su parte física se niega a cooperar, sus movimientos son lentos y sus contrincantes logran herirla causando que sus viejas heridas vuelvan a sangrar.

El rey oscuro observa la sanguinaria batalla con aburrimiento, les dijo que quería entretenerse. La sangre de sus enemigos y de sus súbditos tiñe su sala del trono. Se ven agotados, casi desfallecidos. A pesar de ello, no piensan rendirse al menos hasta que se agoten sus fuerzas por completo. La escena le parece muy simple, esperaba más de la hija de Kyogre. ¿Acaso sus ojos plateados captaron un destello de sonrisa? La princesa está a punto de perder su vida en manos de sus súbditos, pero ella se encuentra disfrutando el momento. Interesante, al parecer la hija favorita esconde algo. Sonríe intrigado.

Toro yace en el suelo, su respiración es entrecortada ha perdido mucha sangre y su cuerpo ya no le permite pelear más. Las piernas de Glaceon tiemblan, son demasiados. No puede con todos, le cuesta seguirlos y su defensa está cayendo. Zafiro se encuentra arrodillada, sigue apuñalando a cualquiera que se acerque con movimientos lentos. Sus piernas no pueden mantenerla en pie ni un segundo más. Este es su fin, que forma de acabar con su vida en manos de ese ser despreciable. Lanza una mirada retadora a aquel despiadado y horrible rey. Bien, se ha de morir lo hará, pero antes dará toda la pelea que pueda. La determinación no se ha escapado de aquella mirada azulina.

―¡Deténganse!―Se irgue rápidamente mientras grita alto y claro. Sus súbditos salen corriendo despavoridos, ninguno quiere sufrir la ira de su amo. Lanza una mirada gélida a la morena quien no deja de retarlo a pesar de que su cuerpo se encuentre tan maltrecho y su alma esté desgastada por el viaje. Finge tener el coraje de posarse ante él, pero su cuerpo tiembla de miedo. Es un ser tan aterrador, tan aterradoramente apuesto.―Es curioso.―Baja con calma las escaleras de su podio, camina a paso lento mientras continua.―Hace rato me encontraba en mi despacho, tranquilo. Era un día cualquiera, analizaba mis siguientes jugadas. ¿Sabes lo que me sorprendió en medio de mi meditación?―Se detiene a un paso de ella, cruza sus brazos e irgue su cabeza con soberbia mientras baja su mirada al suelo donde la castaña continúa arrodillada y respirando entrecortadamente.―Una de mis piezas cayó ante mí, un hecho extraño sí me lo preguntas por qué ni siquiera he comenzado los ataques.―Toma una posición en cuclillas para poder estar a la misma altura que ella, sus cejas se fruncen en señal de enojo. Deja escapar su ira poco a poco a través de las siguientes palabras.―No te basto con entrar a mis dominios sin mi permiso, profanar mis tierras con tus demonios y purificar mis ríos. ¡Tenías que venir a mi mansión a lanzar esa sarta de majaderías y falsos reclamos! ¡Además de arruinar la belleza de mi sala del trono!―El temblor en su cuerpo joven se hace más presente al ser testigo de la ira del rey oscuro. Trata vanamente de controlar las lágrimas que se esparcen por sus mejillas llenas de sangre.―Princesa, usted ha cometido tantas faltas que merecen un castigo. No se encuentra en posición de oponerse, está en mi reino. A pesar de todo, ¡Osa desafiarme con esa mirada!―Respira profundamente para calmarse, regula su voz. Una ligera risa irónica escapa de sus labios. ―El destino es tan sorprendente. Cuando me di cuenta de que una parte de mi reino fue purificado, exigí inmediatamente que el responsable de ese tal acto estuviera arrodillado ante mí.―Una sonrisa burlona se desliza por su rostro.―Henos aquí, princesa.―

―Admito que mis actos no han sido los más respetuosos, pero créame su majestad que si no fuera por el agotamiento de mi cuerpo ahora mismo estuviera de pie y no arrodillada ante usted.―Exclama con toda la fuerza de voluntad y coraje que pudo acumular. Ante lo dicho el rey de las sombras hace una mueca, le sonríe falsamente.

―Suerte para usted, princesa. Yo soy un hombre de negocios, ¿Qué le parecería hacer un trato?―Ofrece mientras toma la cintura de la morena con su mano izquierda y la ayuda a levantarse. Sin soltar el fuerte agarre, la sostiene en pie durante su diatriba.

―¿Un trato?― La intriga invade sus dos océanos mientras intenta esconder vanamente el sonrojo provocado por la cercanía del rey de las tinieblas. ¿A qué viene eso? ¡Es su enemigo! Aunque él no sea el culpable del sufrimiento de Rubí sigue siendo su némesis, pero aquella voz la hace temblar. Ahora que habla con total calma, pareciera arrullarla. Es tan seductora. Se regaña mentalmente, debe concentrarse en lo que está pasando. No actuar como una niña tonta además ella está comprometida y por nada del universo terminaría con el ser más despreciable y sanguinario que es el rey de las tinieblas.

―Sí, uno beneficioso para ambos, pero será mejor discutirlo en mi despacho. Después de tomar cuidado de usted, sin duda alguna. Merece un buen descanso además de las debidas atenciones a esas heridas. Sigue sangrando, princesa.―Su voz grave toma un tono más calmado y suave. La morena observa el saco negro del rey mancharse con su sangre. Apenada, se disculpa sinceramente. ―Lo lamento su majestad.―

―No se preocupe, princesa. La prioridad ahora es su recuperación y la de sus servidores, por supuesto. Emma y Lionel, tomen el debido cuidado de los súbditos de su majestad. ¿Dónde está nuestra hospitalidad?―Dos mujeres con uniforme de sirvientas hacen una ligera reverencia para después dirigirse con los pokemons y ayudarles a levantarse.― Quiero que Ana y Luisa preparen una habitación para la princesa, la del ala este. Es nuestra invitada de honor.―

―Le daremos la que se encuentra cerca de la suya, mi rey. Por cualquier eventualidad, pueda acceder rápidamente a su auxilio.―Una de las mucamas responde, aumentando así el sonrojo de la princesa.

―Bien pensado, Emma.―Brindan una ligera reverencia a ambos antes de continuar con sus deberes. Zafiro lanza un ligero grito de sorpresa al sentir que el rey oscuro la carga en brazos al estilo nupcial.―Tranquila princesa, solo la llevaré a su habitación.―Una sonrisa socarrona se dibuja en sus labios, la morena oculta su rostro en el hombro izquierdo del rey. No desea que vea su sonrojo.―No haré nada que usted no quiera que haga.―Le susurra seductoramente en su oído de una forma sugestiva. Otro temblor recorre su espalda, sabe que él se percató al ver la sonrisa de deleite en su rostro. No caerá en su juego, frunce sus cejas castañas en señal de molestia. ―No olvide que estoy comprometida, su majestad.―

―No por mucho.― Exclama con burla solo para ganarse una mirada de muerte por parte de la morena, una risa de regocijo escapa por su garganta. Arceus, esta chica le fascina.

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Abre sus ojos azules, parpadea tratando de acostumbrarse a la penumbra de la habitación. Se restriega en las sabanas antes de sentir una punzada de dolor en uno de sus costados. Los recuerdos la invaden en un destello. Todo aquello parecía un sueño. Se irgue en una posición sentada con sumo cuidado. ―Así que todo fue real.― Suspira melancólica. Sus ojos se entrecierran, no quiere llorar. No en los dominios de aquel monstruo.― Rubí― Un ligero toque en la puerta la saca de su amargura.― Adelante.―

La puerta se abre dando paso a una de las mucamas de la mansión, ilumina la habitación con una vela. Después de brindarle una reverencia, se dispone a cumplir con su labor. Enciende cada vela de la habitación para poder iluminarla. Zafiro la observa trabajar.―Creo que sería mejor si abriera las cortinas del balcón.―Aconseja a la dama.

―Mi princesa.―Entona con sencillez y respeto.―En este reino la penumbra nos domina. La luna nos ha negado su belleza. Solo hay oscuridad.―Da una última reverencia antes de marcharse e indicar los pies de la cama donde un vestido reposa.

Zafiro medita lo dicho por la sirvienta.―La luna se esconde.―Murmura suavemente. Se levanta de la cama, cuidadosamente para no lastimarse en el camino. Se dirige al balcón para poder corroborar, recorre las hermosas cortinas borgoñas para admirar un cielo oscuro sin rastro de estrellas ni luna.―En verdad no hay ninguna luz en este mundo.―Posa sus suaves manos en el barandal de aquel hermoso balcón, el frío viento recorre su cuerpo malherido. Se abraza a sí misma. Las lágrimas recorren su rostro, no quería llorar, pero no entiende por qué le causa tanto dolor. Es un sentimiento indescriptible, no había tenido la oportunidad de conocer este reino antes, pero siente como si ya hubiera estado aquí. Siente...―Culpa... ―Exhala las palabras en sollozos.

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Deja el vaso de vidrio vacío en la mesa, ha perdido la cuenta de los tragos que ha tomado. Su miseria no parece disminuir. Toma la botella casi vacía de whisky, entrecierra los ojos, su vista parece nublarse. Tal vez ha tomado demasiado. Aunque nunca es suficiente, no logra llenar ese vacío. En un arranque de furia tira la botella a la chimenea del estudio avivando más las llamas. Como si le importara, desganado se deja caer en su silla mientras reposa sus pies en la mesa de madera. El pasado lo atormenta cada día, recordándole su desdicha. Sonríe con tristeza. Aún recuerda su voz, su sonrisa, sus ojos, el suave perfume a durazno, su suave cabello acaramelado y sus cálidos brazos.

¡Steven! ¡Mira Steven!― Escucha su voz en lo profundo de su mente. Su mirada de acero se nubla de recuerdos.―¡Es una flor! ¿Puedes creerlo? Una flor ¿No es hermosa?―Se ha perdido una vez más en el pasado. ―¿Por qué hay una flor en este lugar? Es el reino oscuro, no debería existir vida en este reino maldito.―Exclama con total furia. Delirando, desenterrando sus memorias.―Steven―Esa sonrisa, no puede negarse a esa imagen. ―Este reino no ésta maldito. Los seres desean estar malditos por eso viven con una venda en sus ojos. No pueden apreciar la belleza de este lugar porque están muy ocupados en inventarse miserias.―Toca su mejilla derecha, la misma que ella le había acariciado.―Si puede en este mundo oscuro existir hermosas flores como esta, no cabe duda de que nosotros podemos vivir felizmente en él. Steven, quiero que aprendas a apreciar la belleza que te rodea. Debes aprender a quererte a ti mismo, Steven. Tú eres, después de todo, nuestra salvación. Prométeme que harás de este reino un lugar mejor.―Sonríe ligeramente con ironía.―Te lo prometo, madre.―Un ligero golpeteo lo saca de sus recuerdos. Se restriega sus ojos con su mano izquierda para despertarse de su ensueño. Se siente adecuadamente para recibir a su invitada de honor.―Adelante.―

Tímidamente la princesa de los mares entra a la habitación, cierra lentamente la puerta. Temerosa y dudosa se acerca a él. Honestamente ha perdido aquel rastro de valentía que sentía hace unas horas, se encuentra en los territorios de su enemigo. Está a su total merced, debe medir sus palabras y acciones si desea seguir con vida. Hace una leve reverencia mientras espera la aprobación de su majestad.

―Levántate, toma asiento.― Le señala un sillón cercas de la chimenea. Zafiro obedece tomando asiento. Curiosa, observa el tablero en la mesa delante de ella. Escucha los pasos del rey acercarse, toma asiento en el sillón frente al suyo. Sus miradas se cruzan por unos instantes no pueden apartar la vista del otro. Se encuentran totalmente intrigados. Los dos esconden algo, lo aguardan tan recelosamente que es indistinguible a simple vista pero que han logrado captar. Al menos, un pequeño destello. Despierta de aquel trance, aquella muchacha lo había atrapado en su encanto. Tose ligeramente para aligerar la tensión de aquel momento incómodo.―Espero que su descanso haya sido placentero, princesa.―

―Sí.―Nerviosa responde mientras trata de esconder el visible temor que siente por él. ―Ha sido muy amable de su parte, su majestad. Quisiera agradecerle a usted y sus mucamas por sus atenciones.―

―No tiene nada que agradecer, princesa. Es todo un honor. ¿Fueron atendidas sus heridas adecuadamente?―Pregunta con dejo de preocupación en su voz.

―Si, muchas gracias a usted. Tanto sus cuidados como el descanso me han ayudado mucho a sanar mis heridas. La mayoría de ellas están ya cicatrizadas.―Exclama con genuino agradecimiento.

―Debo disculparme con usted, princesa. No es correcto que una dama tenga tales marcas en su piel, mis más sinceras disculpas. No era mi intención causarle tantos problemas, pero debe entenderme princesa. Solo estaba protegiendo mi territorio.―Apenado, se disculpa.

Zafiro se sorprende al encontrar ligeros atisbos de tristeza y amargura en los platinados ojos del rey de la oscuridad ―¡No!― Exclama apresuradamente mientras se levanta, no sabe que sentimiento es el que domina ahora su cuerpo o que está pasando con ella, pero al haber sido testigo de aquella mirada desolada del rey no pudo evitar sentirse completamente triste y deseosa de aligerar su miseria.―¿Qué está pasando conmigo?

Steven conmocionado por la reacción tan espontanea de la princesa de los mares, la imita irguiéndose de su posición. Ahora puede observar claramente el cuerpo pequeño pero hermoso de la princesa. Le gana por una cabeza. La luz de la chimenea le ayuda a observar aquellos océanos hechos gemas. Su cabello se encuentra suelto, esas hebras acarameladas delinean su rostro pálido. Sus mejillas sonrojadas por la pena y timidez hacen relucir más su belleza infantil e inocente pero aquellos labios no son los de una niña. Son tan perfectos, una puerta que tienta a lo prohibido. Su cuerpo está atrapado entre la línea de la niñez y adultez. Es la metamorfosis de niña a mujer.

―¡Quiero decir!―Apenada y avergonzada, trata de buscar una excusa a su arrebato anterior. Sus delgadas manos juegan con las hebras de sus cabellos en un tic nervioso.― No es su culpa su majestad. Es mía.―Sus ojos platinados se abren de sorpresa al escuchar las palabras de la princesa.―Yo fui la que entró a su reino sin su permiso, yo inunde su reino de mis demonios, yo cause este desastre, purifique sus ríos y me atreví a gritarle en su propia casa mientras exigía justicia en el lugar equivocado. La que debe pagar por sus pecados soy yo, su majestad.―Aquella mirada inocente lo ha vuelto a hipnotizar, esta niña lo tiene a sus pies. Se inclina ante él.―Mis sinceras disculpas su majestad. Si hay algo que pueda hacer para obtener su perdón estaré dispuesta a hacerlo.―Sonríe, hace años que no sonreía con sinceridad. ¿Qué le está haciendo esta niña?

―Levántate. Si yo no hubiera querido que entraras, te hubiera detenido desde un principio. Desde el momento que pusiste un pie en mi territorio sabía de ti.―Entrecierra sus ojos mientras habla con voz calmada, tan suave y relajante como un bálsamo.―Princesa, los deseos por los que entraste a este reino pueden parecer sinceros a simple vista, pero los dos sabemos que el sufrimiento de tu prometido no es la verdadera razón por la que estás aquí. Después de todo, puedes engañar a cualquiera, pero no puedes engañar a tu propio corazón. En realidad, tu estas aquí para probarte, quieres saber tu fortaleza. Quieres conocerte a ti misma. Las adversidades por las que pasaste para llegar a mí son un ejemplo de tus miedos y anhelos. Espero que Cynthia haya podido protegerte, adecuadamente.―

―Ella cuidó de mí muy bien, majestad.― Se anima hablar.―Con el debido respeto, yo vine aquí con la esperanza de poder ayudar a mi prometido. Ha sufrido demasiado, verlo en ese estado me ha conmocionado tanto a tal grado que he actuado impertinentemente. Desesperada, busco una forma de acabar con su dolor.―Gira su rostro, escondiendo su mirada. No quiere que el rey la vea llorar.―No puedo soportar verlo así. Por ello, le imploro por su ayuda. Por favor.―Cruza su mirada con la del rey. Esperando poder convencerlo, de llegar a lo profundo de su corazón.

Acaricia con su mano izquierda la mejilla empapada de la chica, limpiando con su pulgar las lágrimas que intentan escapar de sus ojos. Solo para convertirse en gemas una vez que su dedo haga contacto con ellas.―Si es lo que deseas, mi princesa.―Aquella última frase causa un ligero temblor en la espina dorsal de la joven e inunda su corazón de un sentimiento inexplicable.―Entonces, hablemos de negocios.―La invita a tomar asiento nuevamente mientras una sirvienta entra con una bandeja de té para ambos.―Estos serán los términos, iré contigo al reino de la luz a ayudar a tu prometido con la condición de que tenga inmunidad política. No podrán entrar a mi reino mientras yo no este. Además de tener libertad de ir a donde yo quiera cuando yo quiera.―

―Esa libertad será limitada. Podrás ir a donde quieras, pero con supervisión mía o de algún ser de la luz que sea destinado para ello.―reafirma a su proposición.

Hace una mueca de molestia, no quería tener a una niñera siguiéndolo a todas partes.― Esta bien, aceptaré esos términos sí usted, princesa, será la persona encargada de supervisarme.―Le regala un guiño mientras sonríe seductoramente.

Se sonroja ante el gesto. Trata de parecer lo más profesionalmente posible.―Dalo por hecho.―Emocionada por la participación del rey, contesta. Toma la taza que la sirvienta le ofrece con suma alegría mientras se dispone a tomar un sorbo.―

―Perfecto. Ahora solo falta fijar el precio.―Juntas sus palmas contento.―

―¿El precio?― Pregunta sorprendida y dudosa.

―Acaso creías que iba a ser un acto de caridad.―Responde con burla ante la inocencia de la joven. Gesto que causó un ceño fruncido en la morena. Estaba empezando a creer que el joven rey no era tan malvado como creían, lamentablemente se ha equivocado.―Debo recibir algo a cambio. Algo proporcional a lo pedido. Recuerde que la vida de alguien está en riesgo, debe ser algo muy valioso.―

―¿Qué puede ser ese algo tan valioso?― Exclama entre dientes, decepcionada por el joven.

―Eso, mi princesa, es algo que tienes en tu poder.―Se acerca a ella, coloca ambas manos en los reposabrazos del sillón. Acorralándola en el lugar, la joven se sonroja ante la cercanía del rey. Aquella mirada de acero la pone nerviosa, su cuerpo tiembla. Sentimientos encontrados inundan su mente, está asustada, pero a la vez excitada. ¿Cómo puede el rey oscuro causarle tales emociones? El ser más despiadado del universo. El joven sonríe complacido al ver el ligero temblor de la joven, aquellos ojos inocentes lo observan asustados y expectantes a su siguiente movimiento. El tintineo de la taza que la muchacha tiene en su poder es la muestra palpable de su nerviosismo. Agradece que su vida se ha basado en el engaño, de otra forma no podría esconder ante ella el desgarrador deseo que siente por tomarla en brazos y adorarla de pies a cabezas. Esta niña lo tiene loco.―Quiero esto.―Toca con su mano izquierda el pecho de la joven mientras le sonríe enigmáticamente.

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