Disclaimer: todos los personajes y lo que puedan reconocer pertenece a la gran J.K. Rowling.

Este fic es parte del mini-reto n1 de Noviembre
de la Sala Común de Ravenclaw 'enfermedades Muggles' del foro 'Las Cuatro Casas'.

¡Malditos Torposoplos!

Por primera vez en mucho tiempo la curiosidad inserta en su cabeza por descubrir aquellos hechizos ocultos en las páginas de 'El quisquilloso' había desaparecido. Se alborota ligeramente el pelo mientras que aparta suavemente las hojas de la revista hacia un lado, con los ojos medio cerrados. No puede tener sueño, claro que no, todavía no deberían de ser más de las seis de la tarde. Abre los ojos observando la biblioteca a su alrededor. Multitud de jóvenes de diferentes casas entraban y salían a su antojo, como hacían cada día, y en cambio ella solo sentía un fuerte, horrible e insoportable pinchazo a un lado de su cabeza. Inconscientemente se lleva su mano derecha a la cabeza mientras que vuelve a cerrar los ojos una vez más.

- otra vez los torposoplos intentando confundir mi cerebro - murmura para sí. Pero la molestia no disminuye, como sí había ocurrido en otras ocasiones, si no que cada vez se hace mayor. Abre los ojos por una milésima de segundo y observa como Ginny, quien estaba sentada al otro lado de la mesa, pasa una hoja del libro de pociones y, sin querer, derrama parte de su tintero sobre la mesa. La rubia cierra los ojos con brusquedad, ¿qué le estaba pasando? Le había afectado el simple ruido del pasar de las hojas, incluso se atrevería a decir que le molestaba el sonido de las plumas sobre el papel. El dolor se hacía cada vez mayor, se intensificaba a ambos lados de la cabeza. Sin pensarlo, se lleva ambas manos a la zona y aprieta los ojos todo lo que puede, era frecuente que su cabeza sufriera alteraciones, pero nunca había llegado a tal punto.

Sin dudarlo un momento más, se levanta de la mesa y, después de dirigirle una mirada lo más tranquilizadora posible a Ginny, abandona la biblioteca a toda velocidad. ¡Por Merlín!, ¿cómo era posible que los torposoplos pudieran afectar tanto a su salud?, ¡y la culpa era suya por permitírselo! Entra en su sala común, omitiendo las miradas de todos, como hacía cada día, y sube a su habitación lo más rápido que puede y, después de asegurarse de que no entrara ni un milímetro de luz por debajo de las ventanas, se deja caer en los brazos de Morfeo.