Prólogo

York New City era una de las ciudades más grandes y famosas del mundo, no solo por haber sido el lugar donde se habían inspirado infinidad de películas, libros, series y canciones sino también por su alta tasa de criminalidad. Raro era el día en que no hubiera mínimo un par de tiroteos o algún que otro asesinato. Por no hablar de las mafias y los políticos corruptos que estaban a la orden del día. Ser policía es sin duda uno de los trabajos más peligrosos que podrías tener en esa ciudad, al menos claro, si no te dejabas comprar por alguna mafia…

"¡Atchís!, maldita sea… otra vez me ha tocado buscar a un capullo de noche" pensó el joven mientras caminaba por las oscuras calles de la metropolitana ciudad. Esa noche era una de esas sin luna en las que no se veía nada y además hacía un frío que pelaba. El joven tenía unos veinte años de edad, delgado, de cara fina, nariz larga y afilada y una mirada seria.

Él era sin duda el mejor agente del cuerpo de policía, tanto es así que incluso hace poco había sido ascendido a inspector. No por nada había sido entrenado por uno de los mejores investigadores policiales que había dado el país. Su misión era clara, capturar a un asesino en serie y traerlo ante la justicia. Todos los casos coincidían en que al asesino le gustaba atacar de noche de manera indiscriminada, es decir, no seguía un patrón fijo dado que lo mismo se cepillaba a una jovencita que a un matón de discoteca. Se le conocía como el "oso" dado que abrazaba fuertemente a sus víctimas rompiéndoles varios huesos hasta provocarles la muerte. El resto del cuerpo no había tenido las agallas de buscar a semejante mastodonte así que le tocó a él salir en su búsqueda. "Menudo coñazo…" pensó entonces. No es que no le gustase su trabajo ni mucho menos, pero a veces ser tan bueno en lo suyo le resultaba un latazo.

De repente escuchó unos gritos:

-¡So…socorro, que alguien me ayude!

Era la voz de un niño pequeño. Sin dudarlo corrió a toda velocidad a través del callejón hacia el lugar del que procedían los gritos. Allí estaba el asesino, tal como lo había imaginado, tan grande como un oso. Tenía acorralado a un niño de unos diez años de edad. Por suerte el "oso" no se dio cuenta de su presencia y pudo reducirle con una facilidad asombrosa teniendo en cuenta la delgada constitución del joven policía.

Una vez esposado el enorme hombre, el policía se reincorporó mientras se sacudía la gabardina y se colocaba bien su sombrero.

-¡Gracias por salvarme señor, de no ser por usted ahora estaría muerto!

El policía se giró hacia el chico y lo miro enfadado.

-¿Por qué estabas a estas horas de la noche en la calle?, ¿es que no has visto las noticias, niño?

-Es que quería capturarlo yo mismo.

-¿Ah sí, y como pretendías hacerlo?- la expresión del policía seguía siendo de enfado pero ahora mostraba cierta curiosidad.

-Pues había fabricado un taser con esta cámara de fotos de mi madre.

-Déjame examinarla con más detalle chico- el policía cogió cuidadosamente la cámara de las manos del niño- Vaya, parece que efectivamente esta descarga sería capaz de desmayar a alguien.

-¿Si, a que es genial?

En ese momento el policía golpeó en la cara al chico y lo tumbó al suelo.

-¡Aaagh!, ¿por qué haces eso?

-Por dos razones, primero, no debes tomarte la justicia por tu mano, para eso están las fuerzas del orden, segundo, si has tenido que pedir ayuda a gritos es evidente que o bien te ha fallado el invento en el momento justo o bien te paralizó el miedo…

-Vale, lo reconozco, señor. Tuve miedo y me titubearon los dedos en el último segundo…

-No deberías haber salido de noche a buscar a un criminal sediento de sangre, ¿Qué cara pondrían tus padres si se enterasen de que te ha pasado algo?

-Ya, pero es que yo… había visto los crímenes de ese señor en la televisión y… no sé alguna especie de instinto en mi me decía que debía detenerle…

El policía tendió una mano al chico para ayudarle a levantarse y el niño cogió la delgada aunque firme mano del policía.

- ¿Cómo te llamas, niño?

-Gon, Gon Freecs.

- ¡¿Freecs… espera, eres el hijo de Ging Freecs?!

-No lo sé, mi padre me abandonó cuando era un bebé y desde entonces Mito cuida de mí.

El policía sonrió al chico mientras lo levantaba.

-Sois tal para cual, solo al hijo de Ging se le hubiera ocurrido ir detrás de un criminal dejándose llevar por su sentido de justicia dejando todo atrás… -murmuró el policía.

-Cuando sea mayor me gustaría ser policía como tú y capturar a montones de criminales. ¿Podrías enseñarme?

-Por supuesto, pero puede que me lleve algún tiempo, ya sabes. Ahora me tocará hacer un montón de papeleo… Bueno, ahora que pienso… lo mismo dejo este trabajo y todo.

-¿Y a que te dedicarás entonces?, ¿no vas a enseñarme?

-Seré detective privado, y aceptaré solo los casos que me parezcan interesantes. Por supuesto si hago eso tendré tiempo para adiestrarte. Empezaras siendo mi ayudante.

-¿Has tomado esa decisión de una forma demasiado espontanea, no? Según mamá Mito, los policías son funcionarios del gobierno que cobran un sueldo generoso.

-¡Vaya con el chico, estas bien espabilado! De hecho, llevaba bastante tiempo queriendo dejarlo. Quiero hacer las cosas más a mi manera, y conocer los casos de forma más cercana.

-Parece interesante.

-Lo será, créeme.

-¿Por cierto señor, como se llama?

-¡Ah!, perdón. Qué grosero por mí parte, yo aquí haciendo planes de futuro y ni siquiera me he presentado debidamente. Mi nombre es Kite y fui discípulo de tu padre.