Esa chica era tonta. ¿Cómo, después del ataque al jardín infantil, podía ser capaz de echarse a llorar por alguien tan malvado como ese matón?. O era muy ingenua o muy imbécil. Si por él hubiese sido, le hubiese dejado tirado en el pasto, muriéndose por el apéndice, sintiendo el leve dulzor de la venganza colándosele en las venas. Pero no, y tampoco tenía muy claro el por qué de haber llamado a la ambulancia.

Claro, esas cosas las hacían personas inocentes para ayudar a quienes no se lo merecían. Esa no era su opción; sólo lo había hecho porque la chica le conmovió con su llanto. ¡Qué tampoco era de hierro!.

-Vámonos, ya no hay nada más que podamos hacer aquí…

-Fujimoto-san…- dijo Kobato, arrastrando las palabras con voz queda.

-Tan sólo… larguémonos de aquí; no soporto los hospitales…

La muchacha asintió en silencio, abrazando con más fuerza su bolso y el globo. Fuera del lugar, la tarde en la ciudad era fría y, acorde a sus ánimos; bastante gris.

Por la mente de Kobato pasó el hecho de que no había vuelto a ver a Ioryogi en todas esas horas, y le preocupaba porque ya había logrado comprender que no era adecuado que nadie viese a un peluche de felpa azul con forma de perro caminando libremente por las calles.

-No sé donde dejé a Ioryogi san… debo volver a buscarlo…

-Es muy tarde para que andes sola por las calles…

-Estaré bien, ve tú a casa; debes de estar cansado de tantos trabajos- se inclinó cortésmente sin mirarle a la cara-. Nos veremos después, ¡hasta luego!.

… Ahí estaban de nuevo esos pequeños accesos de infantilidad e idiotez que la muchacha solía tener, viéndolo desde su punto de vista. Con la edad que debía tener y todavía andar con osos de felpa a cuestas… Suspiró, negando con la cabeza mientras metía las manos en los bolsillos del baquero. Jamás la entendería, pero al menos ya le inspiraba un poco más de confianza y ternura… Algo olvidado y por demás extraño si analizaba su gama sentimental, mas ya no tenía ganas de eso. Ella tenía razón: estaba exhausto y debía dormir un poco.

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Kobato andaba por las calles desiertas, mordiéndose el labio inferior con fuerza. Aún podía recordar el abrazo cálido que Fujimoto le había dado, mientras le acariciaba la cabeza intentando que se calmase. Todavía la rodeaba el aura de fuerza y tranquilidad que él expedía tan varonilmente, y que había empezado a inquietarle, provocándole un ligero cosquilleo en el estómago cada vez que le veía, y que también le incitaba a huir muy lejos si no era capaz de controlarse.

¿Qué sería eso que estaría empezando a sentir?, ¿se interpondría en su deseo?.

Sonrió recordando el por qué de su viaje… Cumplir con lo que añoraba… y poder ir a ese lugar lo más pronto posible… Sin pensar en las consecuencias, sin prestar atención a sus nuevos sentimientos…

Tenía una misión que cumplir y no cambiaría sus decisiones por un par de abrazos y un poco de seguridad y confianza; aunque eso implicase tener que cambiar radicalmente… Porque su corazón sólo se curaría cuando partiese a ese lugar tan soñado… Y ser débil ahora no era una opción…