Buscando su Alma

"Alma". A pesar del paso de los meses, su nombre aún era un eco en mis oídos, ignorarlo era imposible. ¿Cómo hacer algo que es aún más doloroso que la muerte misma? Su desaparición hace que mi mundo se vuelva confuso. Ella se ha vuelto una más en la pared maldita, la cuál contiene los nombres de todos los pequeños desaparecidos. El que sea que esté haciendo esto, nos deja un souvenir que recordar. ¿Cómo los obligaran a escribir sus propios nombres? ¿Cuál será su tortura? La respuesta ya no me importa. La pérdida de mi hija me ha transformado en un hombre frío, ya nada tiene importancia.

Hoy la fui a visitar. Juro que la vi. Allí al frente de la pared. Podría jurar que también me vi a mi mismo. Pero últimamente ya no creo en nada de lo que veo. No se si serán las drogas que me dieron los doctores o el dolor que ha cambiado la forma de mi corazón, el mundo ha perdido cualquier sentido que tenía.

Al volver a casa entré a su dormitorio, allí todas sus muñecas me observaban cómo si me juzgaran. ¡Yo sé que la debería haber cuidado más! -grité a la nada- ¡Yo la amaba! No me miren así.

Sus miradas me vuelven aún más loco, necesito destruir la fuente de mi locura. Por lo que decido guardarlas en una bolsa y tirarlas en el ático. Mi hija no volverá, ya he perdido cualquier esperanza y su dormitorio no me deja dormir en la noche, es la sombra de una luz que jamás volveré a ver.

Voy guardando muñeca por muñeca hasta que las lágrimas me nublan la mirada. Cada una diferente, hasta que encuentro una, igual a ella, casi parece que tuviera su personalidad, ese suave tono rosa en sus mejillas que hacía que uno la amara incluso más, pero detrás de esas mejillas unos ojos asustados que me observan y me culpan. No puedo soportar esto, si ella no puede vivir, esta muñeca tampoco. Parto con sus brazos, luego sus piernas, la desarmo y la boto en el basurero. Por fin puedo dormir. La pausa de una pesadilla que jamás terminara.

Despierto en un cálido día de primavera, mi consciencia es un peso incluso más fuerte en mis hombros esta mañana. Hago mi usual búsqueda por la ciudad, buscando una pequeña niña de cabello dorado, pero probablemente ya no luce igual, debe ser más alta. La noche anterior me persiguió y no puedo olvidarla, ni lo que ocurrió, ni a ella. Una vez más mi búsqueda falla, nadie reconoce a la pequeña de la foto, y nadie nunca lo hará. Mis pasos se vuelven pesados al acercarme a la casa, y se vuelven incluso más pesados al entrar a ella.

Me preguntó cómo se verá su habitación, sin ellas, sus compañeras. Ya ha desaparecido su olor, apenas lo puedo recordar. Ese lugar se ha transformado en un ritual dentro de mi vida. Una vez más vuelvo a entrar a ella. Pero a diferencia de los otros días, la encuentro allí, pero no es mi hija, es tan solo un cuerpo, sin alma.