¡Feliz cumpleaños, Sku!

Espero que tu día sea fantástico, ¡muchas felicidades! -recuerda disfrutar mucho y no empacharte con la torta *jaja*-

He aquí mi humilde obsequio ;)


A orillas del mar

Las baterías de su canción favorita resonaron de improvisto en su oído haciéndolo saltar de la cama. Como todas las mañanas, gruñó a la estridente alarma que siempre olvidaba cambiar y con movimientos rápidos apagó el estruendo. Un suspiro siguió a sus acciones y se dejó caer entre las gruesas y suaves sábanas. El muchacho lanzó un quejido al aire y se echó hacia atrás, hundiendo su espalda en las mantas y llevando sus manos a su cabeza. Alborotó sus cabellos rubios y se frotó los ojos con las palmas.

— ¡Yamato! ¡Es hora! ¡Levántate! —refunfuñó la voz de su padre, del otro lado de la puerta.

Yamato le respondió con un gruñido ahogado y respirando profundo volvió a levantarse de la cama, apoyándose en sus codos. Sacudió la cabeza y pestañeó varias veces en un intento de mantener los ojos abiertos. Estaba realmente cansado, pero no le daría a su padre el gusto de decir: "te lo dije".

Se dirigió hacia la ventana de su cuarto, arrastrando los pies. Trataba de recordar o que había sucedido la noche anterior, pero nada llegaba a su mente. Con ambas manos aferradas a las cortinas de terciopelo, dejó entrar la luz del sol a su habitación. De inmediato el muchacho le dio la espalda al brillo, los rayos del sol habían trepanado sus pupilas dejándolo ciego momentáneamente. Cerró los párpados con fuerza durante un instante, tras el cual colocó sus manos como pantallas para acostumbrar su visión a la luminosidad.

Su habitación estaba tan ordenada como la recordaba, pero su mente se encontraba tan confusa y desorganizada que hasta dudó, al verse en el espejo de cuerpo completo adherido a una de las paredes, sobre cómo había llegado a estar vestido de esa forma. Las pocas imágenes que le azotaban la cabeza no tenían sentido, y alguno de todos sus órganos le reclamaba la poca consideración que había tenido con él durante la noche pasada.

Con cada paso, el mundo giraba incansablemente y dando tumbos se aproximó al pequeño baño con el que contaba su habitación. Las toallas bordadas con el nombre del hotel se hallaban secas, descansando bien dobladas dentro de un mueble de madera pintada de blanco. Extrajo una, sin importarle que las demás cayeran al suelo, y abrió la ducha presionando su estómago con su brazo izquierdo.

La presión del agua era perfecta, y gracias a ello su ducha se alargó más de lo que debía. En el proceso, encontró la marca morada de un golpe en su hombro derecho, no supo de qué venía eso y no tuvo tiempo de cavilar en esa incógnita ya que su padre volvía a golpear la puerta.

Yamato agradeció que su padre no tuviera llave de su habitación en el hotel y, sin acelerar mucho el paso, terminó con su ducha y se vistió con la misma ropa que llevaba desde el día anterior, ya que su equipaje se había perdido en algún pasaje de avión a avión.

Al abrir la puerta lo primero que vio fue el gesto molesto de su padre, a lo que respondió con una mirada de pocos amigos.

—No te afeitaste —regañó el hombre en cuyas facciones comenzaban a formarse pequeñas arrugas debido al paso del tiempo.

—A las mujeres les gusta así.

La sonrisa altanera de Yamato no conquistó a su padre.

—Aféitate.

Con un suspiro pesado, el joven regresó al baño y realizó la tarea encomendada sin poner demasiado empeño. En cuanto regresó al cuarto, su padre se encontraba recibiendo un enorme carrito repleto de bandejas y platos con un delicioso desayuno en ellos.

Padre e hijo vaciaron las fuentes de comida sin decir ni una palabra. La relación entre ellos no había mejorados desde los últimos años, cuando Hiroaki Ishida decidió autonombrarse representante de su hijo. Yamato no le perdonaba que se entrometiera en su vida de esa manera y para colmo la situación con su hermano menor tampoco iba bien.

Desde entonces, el muchacho no hacía más que viajar de ciudad en ciudad, intentando llenar el vacío que le provocaba la indiferencia de su madre, tratando de olvidar las peleas con su hermano y sin poder quitarse de encima la mirada desaprobadora de su padre.

Fue de ese modo, buscando una manera de desahogarse, que Yamato descubrió su pasión por la música. Y todo ese torbellino de sensaciones, sentimientos y situaciones se convirtió en su primer álbum titulado "1999". Porque a partir de ese año, todo comenzó a salir mal en su vida. Comenzando por su madre, seguida de su pequeño hermano, más tarde sus amigos y dos años atrás, su padre, también se sumaba a la lista.

—Ya estamos atrasados —anunció Hiroaki al tiempo en que se limpiaba las manos con una servilleta de tela.

Yamato se encogió de hombros.

—Todo comienza cuando yo llego, de modo que nunca estamos atrasados, papá.

El hombre rio apaciblemente mientras hacía un bollo con la servilleta y la depositaba sobre su plato vacío.

—Pues siendo el centro del mundo, si vuelve a romperse algo durante la filmación tendrás que pagarlo tú porque de tu dinero sale mi sueldo, muchachito.

Entre suspiros, Yamato también dejó escapar una risa.

Su padre le golpeó amistosamente el hombro derecho antes de incorporarse y el joven debió ocultar muy bien el dolor que se expandió por todo su brazo desde el punto en donde Hiroaki había presionado. Recordó ese moretón que había hallado durante su extensa ducha, y una nube de colores difusos se presentó en su mente dándole una punzada.

Hiroaki Ishida arrugó el entrecejo al ver la mueca que su hijo no logró reprimir.

—No es nada —se apresuró a comentar el muchacho relajando sus facciones.

Intentaba enfocarse en otra cosa y espera que su padre comprendiera.

—Bien. Ya vámonos.

Pretendiendo una gran sonrisa, Yamato recogió la chaqueta negra que había dejado sobre su cama y salió del cuarto junto a su padre, que colocó su mano en la cabeza del muchacho, despeinándolo un poco. Al menos debían fingir que se llevaban bien; tal vez, de esa manera, las constantes mentiras conseguían distorsionar la realidad y la historia cambiaba un poco.

En la recepción del hotel, una mujer los esperaba con los brazos cruzados, moviendo impacientemente su pie y frunciendo los labios.

—Sí, lo sé, Kaori, es tarde —habló Yamato a la mujer antes de que ésta dijera algo.

— ¿Cuándo entenderás? —Reprochó ella —. Tú eres la estrella, tú no llegas tarde, todos los demás llegamos antes de tiempo.

El padre de Yamato rio, recordando el desayuno. La mujer, Kaori, golpeó el brazo de Hiroaki como reprochando su falta de profesionalismo. El hombre alzó ambas manos en señal de inocencia y no volvió a interrumpir.

Ella tomó el brazo de Yamato y lo guio fuera del hotel donde los esperaba una esplendorosa limosina negra, de vidrios polarizados. Kaori abrió la puerta y Yamato se sentó en los asientos de cuero, también negro, encorvando un poco la espalda.

— ¿Cuál es el guion? —preguntó él una vez que los tres se encontraban acomodados dentro del vehículo y éste iniciaba la marcha.

Kaori ladeó la cabeza, sopesando si contestar o dejar la respuesta como una grata sorpresa. La mirada de su cliente le hizo comprender que mejor sería contar todo lo que sabía.

—Es la historia de un joven enamorado, estás caminado sólo por la playa durante la introducción, y cuando la canción comienza la ves pasar, ella venía con su grupo de amigas, te observa y comparten sonrisas, es amor a primera vista. En la tarde hay un karaoke, piénsalo así: Fiesta en la playa, mujeres, amigos, diversión pura. Hay un escenario, te incitan a cantar, y haces lo que mejor sabes hacer. La chica sube al escenario contigo, bailan, la canción termina, se miran y la pantalla se pone en negro. Entonces se descubre que eras tú mismo quién miraba ese excelente video musical.

Los tres guardaron silencio tras la explicación. Yamato había clavado la mirada en su publicista, manteniendo el rostro inexpresivo. Kaori dudó, tal vez él no estaba conforme, tal vez todo había sido en vano, tal vez debía comenzar desde cero con otra idea, sus nervios fallaron y su expresión se contrarió. Hiroaki se aclaró la garganta.

—Es difícil decir que no a una idea expuesta con tanta euforia. Se hará lo que has dicho, si así crees que es mejor.

Yamato lanzó a su padre una mirada furibunda, definitivamente no quería hacer nada de eso, ¿una fiesta en la playa? ¿Un amor a primera vista? ¿Qué clase de payasada era esa? ¡La canción no trataba sobre eso!

La limosina aparcó cerca de la playa y los tres bajaron del vehículo, Kaori demostrando su plena felicidad ante su idea aceptada, Hiroaki exponiendo su autoridad y Yamato reflejando en su mirada su total desacuerdo.

Poner un pie en la playa significó tener a miles de fans a su alrededor, pidiéndole fotos y autógrafos. A Yamato no le gustaba tanto esa energía tan efusiva, pero no iba a mostrar su lado oscuro a sus fans, gracias a ellos seguía vivo. Sonrió tan sinceramente como pocas veces lo hacía y firmó cuadernos, CDs, gorras, remeras, y variadas partes del cuerpo, repetidas veces hasta que sus guardaespaldas, que lo esperaban en la cosa de Odaiba, decidieron que era tiempo de poner en marcha la filmación del video.

Los hombres, vestidos con trajes negros y anteojos de sol, apartaron a los fans y le dejaron el camino libre. Yamato les gritó a todos que los quería y que todo lo que hacía era por ello, lo cual… no era del todo cierto.

Así comenzó su día de trabajo, maquillistas, vestuaristas, ensayo y filmación. Su coestrella era una diva total, nada de lo que él hacía estaba bien para ella. Si le tendía la mano derecha se quejaba porque ella quería tomar la izquierda, si le ofrecía un poco de jugo de naranja dejaba en claro que sólo tomaba jugo de pomelo rosado, si intentaba hacerla reír arrojaba sus esfuerzos a la basura acompañados con alguna humillación. Porque ella tenía más fans y era conocida en todo el mundo, porque ella tenía la última colección del mejor de los estilistas, porque ella tenía premios a mejor revelación del año, porque ella tenía un cachorro en su bolso y un gorro rosado que hacía juego.

—No la soporto —expuso a su padre en un momento de descanso.

—Pues si siguen haciendo todo tan mal, tardarán más tiempo en filmar el video. Sé profesional, Yamato.

—No, de verdad, ya no la aguanto.

—No sé a quién has salido tan malhumorado.

—Por favor…

—Bien —cortó el hombre —. Haré que filmen tus escenas del principio, esas en las que estás solo. A ver si te calmas un poco.

Yamato estuvo tentado de decir gracias, pero no lo hizo. Y su padre se marchó para coordinar lo necesario con los camarógrafos y el director. Kaori estaba siendo entrevistada por cámaras internacionales, Yamato supuso que su publicista no podía dejar pasar esa oportunidad para lanzarlo a él a la fama mundial.

El muchacho negó con la cabeza, no estaba seguro de querer seguir con esto. Amaba la música, pero la fama se le estaba saliendo de control y él no quería dejar atrás su historia ni olvidar su esencia. Pero la riqueza, las fiestas, las mujeres, todo le llevaba al camino del cual quería escapar.

Los maquillistas retocaron su trabajo antes de que lo obligaran a pararse a orillas del mar, observar el horizonte y caminar de un lado a otro con lentitud. En realidad, Yamato adoraba estar descalzo en la arena, con la espuma del mar rozando sus pies de tanto en tanto, le gustaba ver a las gaviotas sobrevolar el agua y sentir el viento sobre su piel. Pero había tantas personas, tanto ruido, tanta falsedad de por medio que todo eso se volvía fastidioso e insufrible.

En medio de una de sus caminatas a la orilla del mar, un grito desconcertó a Yamato.

— ¿Qué es lo que le pasa? ¿Está usted loco? ¡Mire lo que hizo!

Yamato se dio vuelta para encontrarse con una escena extraña. Su padre intentaba disculparse con alguien, y ese alguien, que buscaba algo entre las pequeñas olas, no quería aceptarlas, lo que quería era… ¿un teléfono?

El muchacho se acercó a su padre con aspecto preocupado. Preguntó qué sucedía pero la chica con la que su padre se disculpaba no le dejaba hablar y así él no iba a poder entender nada lo que ocurría.

— ¡No sé qué es lo que pasó por su mente, hombre, pero quiero un teléfono nuevo y lo quiero ahora!

La joven sacudía, casi con furia, un aparato blanco completamente mojado y con arena pegada, en la cara de Hiroaki. Y Yamato logró comprender. De alguna manera, su padre había sido el responsable de que ese celular acabara así.

—Oye… tranquila. Debe haber una explicación.

—Por supuesto que la hay, ella estaba interfiriendo en la toma —terció Hiroaki.

— ¡No me importan las explicaciones! ¡Mi teléfono está roto! ¡Así que alguno de ustedes va a tener que pagarme uno!

El padre de Yamato miró a su hijo significativamente. El muchacho recordó el desayuno y supo que él debía hacerse cargo.

—Bien. Mi equipaje se extravió en el viaje hasta aquí, de modo que te enviaré un cheque a tu cuenta en unos días.

El rostro de la joven, enrojecido por la furia, se transformó en una mueca desafiante. Y Hiroaki decidió que era tiempo de marcharse.

—Oh, no, cariño, conmigo no pondrás escusas baratas. Necesito un teléfono ahora. La conversación era muy importante.

Yamato enarcó las cejas, pero ella no dio el brazo a torcer.

— ¿Acaso tu novio se pondrá paranoico?

Él no supo a qué venía ese tono de desprecio repentino, pero no se molestó en buscar una respuesta.

—No es asunto tuyo.

Al negar con la cabeza los cortos cabellos rojizos de la muchacha bailotearon a cada lado de su cuello. Yamato quiso poner los ojos en blanco, pero no lo hizo. Su mirada se cruzó con el café en los ojos de aquella desconocida y la incertidumbre reinó en su memoria, ¿dónde había visto él esos ojos?

Ella se mordió el labrio inferior, sin darse cuenta. Y él tuvo que pestañear varias veces para repeler ese magnetismo que conectó sus miradas. La chica bajó la cabeza de inmediato, él deseó que no lo hubiera hecho.

—Puedo prestarte mi teléfono para que des aviso de que estás bien.

Yamató le tendió el aparato, de color negro y ella lo tomó en sus manos con una leve sonrisa surcando su rostro, marcó los números y tras el primer tono recibió respuesta. Él comprendió: la persona con quien ella hablaba había permanecido preocupada todo ese tiempo, y que fue muy descuidado de su parte haber cuestionado las palabras de la joven.

El cantante olvidó darle privacidad a la muchacha, y aguardó junto a ella a que la conversación finalizara. No fue su intención, pero sus oídos captaron varios fragmentos de la plática que le provocaron una sensación extraña en la boca del estómago.

"Te quiero muchísimo y no sé qué sería de mi vida sino estás en ella… prométeme que todo estará bien cuando volvamos a vernos… sí, yo también te quiero… te mando muchos besos y muchos abrazos… cuídate mucho, mucho… sí… adiós, te quiero."

En cuanto ella colgó, Yamato descubrió que tenía la mandíbula apretada con tanta fuerza que le dolían los dientes.

—Entonces… sí era tu novio.

La mirada dulce de la joven se crispó.

Era obvio que tenía dueño, Yamato. Siempre que fijas a una está ocupada. Tienes que dejarla ir. Se dijo a sí mismo, reprendiéndose.

—Iba a decirte gracias, pero ahora olvídalo —expresó ella irritada —. Aquí tienes.

Ella tendió su mano para devolverle el teléfono, él estiró la suya y sus dedos se entrelazaron por medio segundo. La muchacha retiró su mano con un movimiento muy rápido, pero él la sostuvo por la muñeca y le hizo volver a colocar la mano sobre el teléfono, rozando sus dedos.

—Puedes quedarte con mi celular —murmuró soltando con cuidado la muñeca de la chica y, con un tono de voz más alto, añadió —, así podrás llamar a tu novio antes de dormirte y cuando te levantes en la mañana o cuando sea que quieras comunicarte con él —ella rodó los ojos, pero sonrió y Yamato necesitó dejar una pausa para retomar el hilo de sus pensamientos —. Yo… después de todo… yo… tengo otro —indicó torciendo una sonrisa, la muchacha bufó —. No es gran cosa… —siguió, sacando del bolsillo de su pantalón un pequeño aparato pasado de moda — aunque bien puedo sobrevivir con él un tiempo.

La chica reprimió una sonrisa más y al notar que sus manos aún seguían juntas se ocupó de separarlas, quedándose con el teléfono de pantalla táctil que el muchacho le ofrecía. Entonces carraspeó, y su expresión dura regresó a su rostro.

— ¿En qué parte de ese plan obtengo mi teléfono nuevo?

Yamato suspiró, en realidad no era certero que su equipaje regresara, pero no podía decirle eso.

—En unos tres días mi equipaje será devuelto, puedo llamarte a mi teléfono en cuanto llegue. Así podríamos coordinar una casilla en el correo para que yo pueda enviarte tu cheque y tú puedas devolverme mi teléfono.

Ella respiró profundo y con los ojos ligeramente entrecerrados y los labios cerrados, asintió conforme con la idea.

—Me parece muy bien —opinó repitiendo el gesto con su cabeza.

Yamato volvió a sonreír.

— ¡Perfecto! —Y tendiéndole nuevamente, agregó —. Fue un placer encontrar… —su despedida se vio interrumpida por la imagen de aquella muchacha dándole la espalda, marchándose de allí, dejándolo con la mano colgando en el aire —… me contigo… —susurró completando la frase en un tono molesto —. Mujeres, ¿quién las entiende?


Ñaaa... como que está medio raro... recuerda que es un longfic... y un AU/UA *Y mi primer intento jajaja*

Ojalá haya agradado, al menos un poco.