Un niño latino de ojos grandes y marrones abrazaba fuerte a su hermana melliza, asustada e indefensa, mientras esperaban a que su madre, tirada en la cocina, inconsciente, desde hacía dos días se levantara y les felicitara las navidades.

Su madre se había ido tres días antes con su nuevo novio y volvió al día siguiente, cuando Jesús fue a exigirle a su madre comida el novio de ésta le asestó un bofetón y lo tiró al suelo pero Jesús no lloró, solo gateó hasta su hermana Mariana que si estaba llorando y le dio un beso en la mejilla.

–Ven Mariana, voy a conseguir comida.

Jesús acercó una silla a la encimera, le dijo a Mariana que la sujetara de las patas, se subió a la encimera y abrió los cajones, en casi ninguno había comida pero en el último encontró una caja de galletas a la mitad y menos de la mitad de una barra de pan. –Mariana, coge esto. –Mariana alargó la mano y cogió lo que su hermano le tendía, lo dejo en el suelo y lo ayudó a bajar de la silla. Los dos se sentaron debajo de la mesa y compartieron lo que tenían pero Jesús dejó tres galletas para cada uno y un poco de pan y los volvió a guardar sabiendo que su madre no les iba a dar nada de comer.

-Jesús, ¿mamá no nos quiere?

-No sé Mariana, yo creo que quiere más a esas cosas que se toma pero nosotros estamos juntos y nunca nos separaremos. Nosotros si nos queremos.

-Pero…¿las mamas no tienen que querer mucho a sus hijos?

-Mariana, da igual – entonces Jesús escuchó como alguien se acercaba a la cocina y le tapó la boca a su hermana para que no se escuchara nada. Vio como el novio de su madre abría el frigorífico y sacaba comida, había suficiente para los dos. Cuando Jesús escuchó la puerta de fuera cerrarse salió cogiendo a su hermana de la mano y se acercaron al salón. Su madre estaba en el sofá con la mirada perdida y restos de droga encima de la mesa. Jesús sabía que se llamaba así porque lo había oído decir a los mayores.

Mariana se acercó despacio a su madre para abrazarla pero ésta no le respondió. Ambos volvieron a la cocina y cogieron comida del frigorífico. Jesús puso música para que Mariana se relajara y al ver que ésta no bailaba ni cantaba fue corriendo a la habitación que compartían entre los dos y cogió la camiseta vieja de mamá que Mariana siempre se ponía. Los dos bailaron, permitiéndose una pizca de felicidad en medio de todo ese horror.

Pero de repente su madre entro a la cocina, apagó la música y cogió una botella de vodka, con solo un trago se desplomó en el suelo, inconsciente y así seguía dos días después.

El novio de su madre entró en ese momento en la cocina, la despertó bruscamente a base de palos y bofetones y discutieron, discutieron tan fuerte que hicieron que los dos niños salieran corriendo a su cuarto a llorar. Cuando pasaron horas escucharon a su madre abrir la puerta, los abrazó y los besó –"Mis pequeños Jesús y Mariana, feliz Navidad. Ahora voy a salir a comprar unas cosas pero volveré enseguida"

Pero no volvió, pasaron cinco días, los niños de cuatro años pasaron sus cuartas Navidades sin familia, tristes y añorando a su madre, a los dos días no tenían más que pan duro para comer y agua del grifo para beber.

-Jesús, tengo hambre.

-Lo sé, Mariana, pero no puedo hacer nada.

-¿Pedimos ayuda?

Y eso hicieron, salieron a la calle por primera vez en más de una semana aunque no llegaron muy lejos porque fueron a la casa de al lado, llamaron a la puerta y fue entonces cuando empezó el viaje hacia la felicidad de estos mellizos…