Rouge se elevaba rodeando una reluciente y agraciada esmeralda, su valor habría de ser único, puesto que la murciélaga no quitaba el ojo a aquello desde horas atrás. Un obstáculo de poder hurtarlo en ese instante, era ese echidna petulante. No parecía tener ganas de apartarse ni por un segundo, solo reposaba su cuerpo con un deje de aburrimiento en la acción. A veces parecía estar dormido, oportunidad que ella aprovechaba para paulatinamente acercarse a la gema, por desgracia, enseguida el guardián realizaba un brusco movimiento abriendo los ojos de golpe, observaba a ambos lados y volvía a fundirse en un sueño fingido. Gracias a ello, le tomó grandes cantidades de tiempo alcanzar coger su objetivo, una vez en sus manos, intentó alejarse, pero algo sucedió:

El peso de la piedra preciosa interfirió en su modo de escape, sus alas estaban abatidas de tanto arduo trabajo, que finalmente cayó. Ese sonido bastó para sobresaltar al echidna, se aupó de un ligero movimiento, y percibió la falta de luz que solía brindarle la esmeralda. Su mirada se dirigió a Rouge: esta se hallaba tumbada en el piso, sujetando la gema verde que también había recibido un recio golpe. Frunció el entrecejo, acercándose.

—¿Intentabas robarla? Se me olvidó mencionar que la esmeralda madre posee un peso excesivo, que ni varios hombres podrían sostenerla, por supuesto, tampoco una débil murciélaga como tú.

Ella se levantó sacudiendo los restos de tierra sobre su traje, y sonrió, su típica sonrisa coqueta, posando las manos sobre sus refinadas caderas.

—Por favor cariño, este pedazo de basura no vale nada para ti, pero tranquilo, puedes regalármelo, estaría encantada de que alguien como tú me diera un presente así —carcajeó, mostrando uno de sus lados más atrevidos, en el mal sentido de la palabra.

Knuckles cerró los ocelos, intentando retener el enojo que se formaba dentro de él, aguantarla, era la palabra.

—¿Sabes que sucedería si la esmeralda madre cayese en manos equivocadas? El mundo estaría en peligro. —espetó.

—Pero yo no soy ningún peligro —contradijo la murciélaga. — solo confía en mí, ahora dame esa preciosura —cuando sus zarpas procuraron agarrar una vez más la gema verde, otras la detuvieron.

Sus ojos se cruzaron con los del echidna, una mirada penetrante y amenazadora. El ambiente se tensó, la primera vez que ella se sintió completamente intimidada. Jamás, no dejaría que la rebajasen de esa manera, debería dar el primer paso y salir victoriosa de la situación. De un suspiro, juntó sus labios con los de él, un acto que lo desconcertó. Un beso, el cual no duraría demasiado. Puesto que Knuckles se apartó enseguida, escupiendo sin cesar, y limpiándose seguidamente, casi desesperado. Sus mejillas presentaban un intenso color rojizo, pero más evidente era la indignación en su mirar.

—¿Cómo te atreves…?

—Una gran estrategia, ¿te gustó? Anda, no niegues —se burló, a carcajadas. — mira nomas ese lindo sonrojo.

—¡Cállate! —vociferó, ardiendo de rabia.

—Bueno, ya que evitas que yo me robe esta preciosa gema, igual me conformo con esto —de la nada, le mostró una diminuta pero igual de radiante esmeralda.

El echidna se enfadó aún más, arrebatándoselo.

—¡Hey! ¡Eso es mío!

Otra vez dejó escapar su actitud seductora, empuñando las manos con intenciones de robarle otro beso. Él pudo evitarlo antes de que sucediera.

—A-ahora vete, roba en otro lugar.

Con una sonrisa de lado, voló fuera del emplazamiento, desapareciendo entre las nubes. No, no sería la última vez que lo visitaría, cada vez que tuviera oportunidad regresaría a molestarlo.

Y él, simplemente se volvió a arrojar después de acomodar todo el desastre.

Sonrió, sin remedio.