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Disclaimer: Tanto los personajes como Dragon Ball Z pertenecen a Akira Toriyama & Toei Animation.

N/A: Esta es la primera vez que publico un fanfic en este fandom. Y debo agregar que es algo emocionante. Elegí la pareja de Bardock y Gine porque me llama bastante la atención… en realidad esto se me ocurrió desde que supe quién era la madre de Goku y no podía dejar de escribir un fic al respecto.

Sin más que agregar, les dejo el primer capítulo.


Capítulo 1. Debes ser una saiyajin.


—No ahora. —Bufó por lo bajo al verlo dirigirse hasta donde estaba.

Se encontraba sentada en un rincón de aquel bar, tan sólo observando cómo los guerreros bebían y hablaban sin parar sobre lo acontecido en las últimas misiones; al parecer se divertían demasiado ejerciendo ese absurdo derecho sobre las vidas ajenas. No podía negarlo, escucharles hablar sobre la cruel manera en la que purgaron un planeta entero, le provocaba nauseas. No alcanzaba a entender por qué todos ellos gozaban sintiendo la sangre de otros corriendo entre sus manos, para ella era algo por completo desalmado.

—¿Has encontrado algo, Gine? —habló el hombre, sentándose al mismo tiempo a su lado.

La chica no hizo más que resoplar de nuevo. Aquel tema ya era cansino.

—Los distribuidores de carne… —Comenzó, luego dio un sorbo a su vaso con agua. Al percatarse de la oscura mirada de su interlocutor, decidió continuar—. Bueno, es…

—Es estúpido —concluyó por ella.

La joven le miró de reojo; era obvio que no recibiría una respuesta diferente a esa.

Ya estaba acostumbrada a que, ese hombre de un solo brazo, le dijera de todo con tal de que se uniera a algún escuadrón y comenzara a realizar aquello para lo que los saiyajin aparentemente nacieron. Ese sujeto de avanzada edad resultó ser uno de los compañeros de su padre cuando éstos, al mando del ahora Rey Vegeta, eliminaron a la raza de los Tsufuru del, aquel entonces, planeta Plant. Sin embargo, su padre habría muerto días después de aquellos enfrentamientos, y a partir de ese instante Galic se vio demasiado insistente porque ella se dedicase a ser una guerrera como el resto.

—Gine, no seas tonta —espetó el saiyajin—. Es suficiente con ser lo que eres, ¿no te parece?

La aludida enarcó una de las cejas no comprendiendo muy bien el significado de aquellos vocablos.

—Escucha, niña —intentó de nuevo—, no malogres la sangre que corre por tus venas.

—No pedí tener esta sangre —refutó entonces, un tanto enfadada.

—¡Por el Rey Vegeta, no me seas absurda! —Rodó los ojos.

A veces le era difícil tratar con esa chiquilla, y pensar que la única razón por la que lo hacía era porque su viejo camarada fue uno de los mejores guerreros que tuvo oportunidad de conocer. Simplemente no podía aceptar que el único ser que engendró Boc fuese una débil hembra, estaba seguro que su compañero hubiera preferido procrear un varón, uno que al menos intentara pelear; no obstante, en su lugar se encontraba Gine. Quizás no fuera del todo cierto, pero creía que esa niña podía tener aunque sea un poco de las habilidades de su padre, es decir, todos los saiyajin contaban con gran pericia en lo referente a las batallas. Deseaba tanto que ella lo demostrara, pero si la muy zángana no se dedicaba primero a buscar a algún escuadrón, jamás podría darse cuenta de las capacidades que poseía. Era un caso perdido.

—Sabes que Boc fue uno de los mejores, ¿cierto? —Le inquirió de pronto, intentando de esa manera influir en la mocosa.

—De clase baja, claro.

El hombre no evitó emitir una completa y escandalosa risa mordaz luego de oír eso.

—Como si tú no fueras lo mismo, niña.

—Por favor, sólo dígame qué quiere haga y nos olvidamos de esto, ¿le parece?

—¿Qué no es evidente? —Preguntó incrédulo—. Lo mismo de siempre; debes ser una saiyajin, sólo eso.

Gine dio un sorbo más al líquido, evitando por todos los medios cruzar su mirada con la de Galic; podía percibir la profundidad de la mirada del hombre con asombrosa facilidad, pues, para su pesar, estaba muy familiarizada con ella.

Ya no se sentía capaz de objetar las palabras de él, de todas formas, Galic no la dejaría tranquila hasta que ella no le dijese que por fin había acudido a alguna misión de purga, y que disfrutó de aquel espectáculo en el que la sangre brotaba por los aires como si de un hermoso fenómeno se tratase.

Pero, para sorpresa de la fémina, fue Galic quien se levantó y sin siquiera despedirse o decir algo más, se retiró del bar.

«No malogres la sangre que corre por tus venas»

¿Eso era lo que hacía?

Claro que sí. Aunque que le enfadara admitirlo, no era más que una débil. Los guerreros saiyajin, aquellos, los que se veían muy orgullosos de serlo, eran amantes despiadados de la muerte, de las batallas, de los enfrentamientos que dejaban como gloria la sangre de sus contrincantes.

Suspiró hondo, dirigiendo su mirada hasta un grupo que montó una algarabía de las vivencias ocurridas en alguno de esos planetas. Les miró con atención; ninguno de ellos lucía arrepentido de sus acciones, y se les podía ver bastante satisfechos, por el contrario.

—Debieron ver las caras de esos insectos. —Se mofó uno de ellos, provocando las risas del resto.

—«No lo hagas, por favor, no lo hagas». —Imitó otro a su lado.

El bar estalló en sonoras carcajadas, como si aquello hubiese sido el chiste más gracioso jamás contado.

Y Gine sintió una vez más ese terrible malestar formándose desde su estómago hasta llegar a la garganta. Movió la cabeza de un lado a otro, deseando no recrear las imágenes en su mente. Era demasiado.

Bebió el último sorbo de agua, tomó sus muñequeras de la mesa y, sin pensarlo demasiado, se levantó dispuesta alejarse de ese lugar. Necesitaba un descanso antes de enfrentarse a un momento de reflexión. El solo hecho de imaginarse sobre la superficie de un planeta que no era el suyo, acabando con todo lo que se le pusiera enfrente, le enfermaba.

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Galic caminaba con un destino fijo. No tenía idea de cómo lograría que Gine saliera del caparazón en el que se encontraba oculta y que, entonces, comenzara a enfrentar la verdadera vida. En ese momento sólo se le ocurría facilitarle el camino, buscando lo que ella debería hallar por cuenta propia; no obstante, si le dejaba ese trabajo a ella, con seguridad terminaría siendo una perfecta repartidora de carne. Algo en su interior le impedía dejar que esa niña se resignara a ser sólo eso, y suponía que se debía al trato que tuvo con su padre.

Como fuese. No podía negar que le debía algunos favores a Boc. Aquel miserable le ayudó en incontables ocasiones, y era justo admitir que mejoró mucho sus habilidades como guerrero gracias a él. La mejor manera de pagarle eso a su camarada, era haciendo que su única hija siguiera los mismos pasos y que honrara a la raza saiyajin, tal cual hizo él hasta el final. Y en serio se comprometió con esa labor luego de que Boc muriera, pero por el Rey del planeta Vegeta que comenzaba a hartarse de eso. Lo que haría en ese momento sería lo último que haría por esa chiquilla, y si ella no sabía aprovecharlo, al menos moriría tranquilo sabiendo que lo intentó.

Miró hacia el frente, ahí se hallaban varios guerreros.

El recuerdo de los viejos tiempos no tardó en hacerse presente; aún podía verse peleando codo a codo con Boc para exterminar a los Tsufuru. Pero claro, aquello sucedió cuando no era un inútil, en ese preciso instante no podía hacer mucho con sólo un brazo. Deseaba poder ser parte de algún equipo y, por supuesto, enfrentarse contra toda clase de seres.

«Me siento Gine»

Y no era que odiara a la niña ni nada por el estilo, de cierta forma la toleraba, pero vaya que la muchachita sabía muy bien cómo sacarle de quicio.

Dejó de pensar en ella, pues cada vez estaba más cerca de su objetivo. El lugar se hallaba atestado de soldados, la mayoría practicando sus técnicas contra algún oponente, otros charlando sobre las misiones y unos cuantos discutiendo sobre estupideces. Todos esos sujetos eran guerreros puros, y quizás no se trataban de soldados de clase alta, mas, sin duda alguna, creía que hacían un espléndido trabajo fuera del planeta Vegeta; todos daban lo mejor de sí en el campo de batalla, y eso bastaba para sentirse orgullosos de lo que eran.

«Alguno podría estar dispuesto»

Sin más miramientos se aproximó hasta uno de ellos, éste se encontraba entrenando, haciendo algunos ejercicios procurando aumentar su nivel de pelea.

Carraspeó, y a continuación comenzó—: Oye, ¿eres tú el líder de algún escuadrón?

El guerrero dejó de realizar su actividad y se irguió, prestando, pues, atención al hombre.

—Soy sólo uno más —respondió indiferente. Sin embargo, y para sorpresa del viejo, con su dedo índice señaló hasta un guerrero que se encontraba más allá—. Puedes ir con él —añadió sin más, y luego sólo volvió a su entrenamiento.

Galic asintió y sin perder más tiempo se dirigió hasta aquel que le fue indicado.

También era un guerrero joven, pero, al menos para él, su rango ya lo delataba como uno de los mejores dentro de los soldados de clase baja. No cualquiera podía ser el cabecilla de un grupo de combatientes, en realidad tenía que tratarse de alguien apto en su labor para lograrlo. Sólo aquellos que se sentían en verdad comprometidos con lo que hacían y que, además, no les temblaba la mano para hacer nada en absoluto, esos eran los líderes. Además, el poder de pelea de esos guerreros era superior al resto, y aunque de hecho jamás se igualaría al de alguien de clase alta, ellos bien podían sentirse más cerca de la clase élite que cualquier otro.

Hizo a un lado sus pensamientos y en breve se acercó lo suficiente; el muchacho se encontraba hablando con una chiquilla y tal parecía que se trataba de algo muy interesante. Cualquiera que lo conociera no creería que él en el fondo tuviera una pizca de buenos modales, y de hecho no los tenía, por ello, haciendo alusión a esa buena fama que se creó durante toda su vida, no le importó en lo más mínimo interrumpir la amena charla del par de saiyajines.

—¿Es cierto que eres el líder de uno de los escuadrones? —Indagó tan pronto como llegó detrás del joven saiyajin.

El que se dio por aludido se giró con el gesto endurecido. La muchacha que se encontraba hablando con él también prestó atención al hombre de un solo brazo.

—Sí —respondió, serio.

—Mi nombre es Galic. —Se presentó—, tengo que tratar un tema contigo si no te importa —agregó concluyente.

El capitán, hasta ese instante desconocido, le dedicó una rápida mirada a la otra chica, quien comprendió de inmediato a lo que se refería y sin refutar, se marchó.

—Soy Bardock —dijo al fin, cruzándose al mismo tiempo de brazos—. ¿Qué quieres?

—Quiero que reclutes en tu escuadrón a una hembra.

—¿Estás dándome una orden? —inquirió, prepotente.

—Es más bien una sugerencia —rectificó.

—Mi equipo está completo, sin embargo. —Se encogió de hombros, restándole importancia a la petición del hombre.

Eso no era verdad. Cierto que le hacía falta un integrante, pero que fuese una hembra no le parecía una idea tan buena; suficiente tenía con Fasha, quien en realidad no resultaba ser mala en la labor, pero que sabía a la perfección que un macho podría hacerlo mil veces mejor. No, su escuadrón tenía que seguir siendo de los mejores y de esa forma nunca lo lograría.

—Sólo dale una oportunidad. —Galic quería insistir sin sonar demasiado desesperado, pero temía haber fallado con esa última frase.

Bardock enarcó una ceja analizando bien la situación.

Ni en sueños, no tenía ni las más mínimas ganas de integrarla a su escuadrón. Confiaba en que todavía podría encontrar a alguien más, alguien que, siendo muy exigente, sobrepasara las tres mil unidades, y casi podía asegurar que ese tipo de fuerza sería más probable hallarla en un varón. Una hembra y de clase baja no tenía mucho que hacer dentro de un campo de batalla, o al menos eso era lo que pensaba.

El líder del escuadrón estaba por mandar al demonio a ese anciano, pero antes de poder hacerlo, vio en ese instante a Tooma, quien se acercaba serio hasta donde él se encontraba conversando con el viejo. Se le veía algo enfadado, por lo cual no dudó en abordarlo en cuanto llegó.

—¿Qué ocurre? —Le preguntó de inmediato, olvidando por completo a Galic.

—Malas noticias, Bardock —dijo, quitándose las muñequeras—. No van a esperarnos, quieren al quinto integrante ahora mismo.

El cabecilla del grupo agarró a Tooma del brazo, arrastrándolo lejos de Galic; no quería que el anciano escuchase eso. Sin embargo, ya era tarde, porque el viejo amigo de Boc escuchó aquello sin problemas, y no evitó pensar que Gine era una niñata con demasiada suerte.

—Aún no lo tenemos —obvió molesto el líder.

—Ya lo sé. —Se cruzó de brazos—. Pero yo no pongo las reglas. Será mejor que encontremos a alguien antes de que nos sigan dejando fuera de las misiones. Esos infelices están llevándose lo mejor. —Negó fastidiado sólo de recordar tal hecho—. Geda dice que podrían deshacer este escuadrón.

Bardock, desesperado, miró a todos lados esperando encontrar a alguien; no obstante, la mayoría de los escuadrones estaban completos. Ellos acaparaban toda la diversión, justo a lo que se refería Tooma. Y no, no podía permitir eso, él también tenía que salir y purgar planetas como los demás soldados. No se iban a quedar atrás y ser el hazmerreír entre los clase baja. Además, él era reconocido por ser uno de los mejores, y los mejores sólo obtenían lo mejor; tan simple como eso.

Pero, ¿de dónde demonios sacaría al quinto integrante?

Volvió a rastrear toda la zona con la mirada a la espera de hallar algo, mas ya no había nadie disponible; sin embargo, la interrogante que se formuló hace apenas unos cuantos segundos, no fue gran problema porque su vista en un santiamén le dio la respuesta. El anciano seguía esperándolo en donde lo dejó hace unos minutos; al momento recordó su petición y, sintiéndose entre la espada y la pared, se dio cuenta que no tenía otra opción por el momento.

Apretó los puños, resignado a agregar a otra hembra al escuadrón.

«¡Ah, maldición!»

—Aguarda aquí, Tooma —mencionó, enfadado, volviendo hasta donde Galic esperaba.

«Ese viejo y la niña son… ah, malditos», seguía rechistando para sí mismo, mientras llegaba hasta donde se encontraba el mutilado.

—Oye, anciano. —Se acercó lo suficiente—. De acuerdo, dile a esa niña que venga mañana y más te vale no hacerme perder el tiempo. —Galic sonrió autosuficiente luego de la noticia—. ¿Cuál es su nombre?

—Gine… Es Gine. Mañana estará aquí —finalizó decidido.

Galic se despidió y luego sólo se perdió entre los demás.

Bardock, por su parte, quería hacerse creer que su decisión no fue tan mala, después de todo, ahora que el escuadrón contaba con un quinto integrante podrían ser enviados a un planeta que, se rumoraba, sus habitantes utilizaban extrañas técnicas para defenderse… o eso fue lo que le dijo el imbécil de Tooma.

Si no habían conseguido al quinto miembro no se trató por falta de tiempo, fue por la falta de capacidades de todos los que se acercaron con la intención de formar parte del grupo. En un momento llegó a pensar que estaba siendo demasiado exigente con todos…, pero ahora lo confirmaba. En ese entonces tan sólo debió quedarse con uno de ellos y ya.

Y se maldijo en silencio por haber fallado en eso.

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Galic no perdió el tiempo y se dirigió hasta la vivienda de Gine. Tenía que darle la noticia y luego instruirla para su encuentro con su nuevo escuadrón; tal vez si le enseñaba algunas tácticas en lo que restaba del día, podría al menos darle una buena impresión a Bardock. Todavía no podía creer la tremenda suerte con la que corrió, porque de haber dejado que Gine realizase algún tipo de prueba, pues... jamás la habrían aceptado; lo sabía a la perfección porque, si él fuese el líder de algún escuadrón, en definitiva jamás la habría aceptado.

Pronto llegó hasta donde la joven vivía y comenzó a llamarle a gritos.

—¡Gine, abre!

La chica se encontraba recostada en la cama, perdiendo la mirada en el muy interesante techo. Escuchaba a la perfección los gritos de Galic, imposible no hacerlo, mas no estaba con ánimos de verlo, o mejor dicho, no estaba para recibir más reprimendas por parte de él. Preferible que se quedase afuera para siempre.

—¡Gine, maldita sea —gritó furioso—, sé que estás ahí dentro!

Pero pensando en que Galic probablemente tumbaría la puerta, se resignó y se levantó a abrir. No había remedio, de cualquier modo iba a encontrárselo en cualquier otro lugar; a veces hasta creía que ese viejo sólo se dedicaba a seguirla.

Al abrir la puerta, como suponía, Galic no demoró ni un poco en adentrarse a la pequeña vivienda.

—Gine, lo he conseguido —informó de inmediato.

—Hola a usted también, Galic —ironizó la chica.

—Qué tonterías dices —dijo confuso. Alborotó la cabeza de un lado a otro, intentando retomar el tema—. Escucha, conseguí unirte a un escuadrón —añadió, con extraña emoción.

—¿Qué? —exclamó confusa al instante.

—Lo que oyes. —Sonrió, impresionando aún más a la joven; sonreír de esa forma tan efusiva no era propio de él…de ningún saiyajin—. Hace un momento hablé con el líder de un escuadrón, está dispuesto a dejarte formar parte de su equipo.

—¿Está loco, anciano? —preguntó alterada—. ¿Cómo se le ocurre hacer eso?

—Si no lo hacía yo, tú jamás lo habrías hecho.

—Podría preguntar mis razones antes de hacer nada, viejo demente.

—Cuidado con tus palabras, Gine —advirtió el hombre, molesto—. Poco y nada me interesan tus razones. Mañana deberás presentarte ante Bardock, tu capitán de ahora en adelante.

—Olvídelo —refutó, cruzándose de brazos—, no pienso hacerlo.

—No estoy pidiendo tu opinión. —Se encogió de hombros—. Ahora mismo vamos a entrenarte un poco.

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Tooma, que en todo momento se mantuvo atento de la breve charla entre Bardock y ese hombre, decidió acercarse hasta el cabecilla y averiguar qué se traía entre manos, al menos saber si saldrían a buscar al jodido quinto integrante. Él ya no estaba dispuesto a esperar más tiempo, ya ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que salieron del planeta Vegeta, por tanto, le urgía salir de ahí cuanto antes. Además, los imbéciles del centro médico tampoco iban a esperarlos por más tiempo.

—Bardock, ¿qué haremos?

—Descuida, ya lo solucioné. —Sonrió de medio lado, provocando que Tooma enarcara una ceja ante la confusión.

—¿De qué hablas?

—Ya tenemos quinto integrante. —Tranquilizó, mientras se sacaba una de las muñequeras—. Será una hembra, pero eso es lo de menos ahora.

—Pensé que con Fasha era suficiente. —Trataba de entender la decisión de su amigo.

—Yo también, Tooma —dijo serio—. Pero no te precipites, después nos encargaremos de conseguir a alguien más. Se trata de algo temporal.

Tooma atinó a asentir; de cualquier modo, no era tan mala idea para esos momentos en los que se encontraban en crisis. Claro que hubiera sido preferible si ese al que llamaba «líder» hubiese elegido a uno de los tantos que se acercaron alguna vez a su escuadrón buscando ser parte del mismo. Pero qué podía esperar de un impetuoso como Bardock.

El cabecilla del grupo le indicó con un movimiento de cabeza que le siguiera. Era hora de darle al parte administrativo el nombre de la chiquilla; seguro que con esa acción pronto estarían recibiendo la ubicación del planeta al que tenían que dirigirse. Aunque lo realmente importante en ese momento, era que su escuadrón no se disolvería.

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Gine se recostó en el suelo, respirando agitada.

Desde hace mucho tiempo que no tenía un entrenamiento como ese. No era como si toda la vida se la hubiese pasado entrenando, eso estaría muy lejos de ser real, pero las pocas ocasiones que pudo hacerlo, Galic siempre le obligaba a esforzarse en demasía. Él le decía que era una pérdida de tiempo enseñarle tantas cosas y que ella decidiera simplemente no ponerlo en práctica, pero ahora el desgraciado se saldría con la suya y tendría que demostrar todo lo que aprendió en los escasos entrenamientos.

—Deberías estar agradecida con la sangre que llevas —habló Galic, viéndola desde arriba—; hace la cosas más sencillas.

La joven de cabello corto suspiró cansada.

No lograba imaginarse cómo le iría cuando se presentase ante el escuadrón de Bardock; tampoco es que pretendiese dar una mala impresión y ser la burla de Galic por el resto de su vida. Pese a que no quisiera, tenía que dar lo mejor de sí misma. Tal vez el viejo compañero de su padre tenía razón y, una vez que comenzase a actuar como una saiyajin, se daría cuenta de todo el tiempo que estuvo perdiendo meditando sobre si debía hacerlo o no. Eso esperaba en realidad.

—No eres buena, pero al menos podrás defenderte —continuó, situándose a un lado de ella.

—Sus palabras siempre me hacen sentir muy bien.

Galic rio ante la ironía de esa niña. Tal vez la chiquilla de Boc le sacara de sus casillas, pero debía admitir para sí mismo que se entretenía mucho preparándola para ser una excelente soldado; le hacía sentirse de nuevo útil, vivo. Desde que perdió el brazo izquierdo en la batalla contra los Tsufuru, los demás no lo veían como alguien que pudiese llevar a cabo el trabajo de un mercenario; nadie estaba dispuesto a aceptarlo dentro de ningún escuadrón. Aunque él se sintiese capaz de ser un soldado, los demás no compartían la misma idea.

—¿Cómo son ellos? —inquirió Gine, obligándolo a salir de sus cavilaciones.

—Muy fuertes —le aseveró—. No por nada son soldados, ¿verdad?

Unos segundos en silencio.

—¿Yo soy fuerte?

El hombre le observó por algunos segundos, luego sólo dirigió su mirada al suelo.

—No estoy seguro de eso en realidad —meditó muy bien sus palabras—, pero confío en que lo seas.

Gine se levantó, dejando sentado a Galic quien le miraba expectante.

—Haré lo que pueda —dijo, decidida.

Le dedicó una sonrisa al hombre y en seguida se marchó.

A Galic le impresionó la actitud de la niña. Ciertamente no creía que Gine fuese alguien fuerte, pero siempre podría desarrollar habilidades, por ello es que aún no perdía la esperanza. Si después de eso la hija de Boc seguía siendo la misma, entendería que ella no estaba hecha para las batallas y sólo entonces la dejaría tranquila. Tampoco podía obligarla a hacer algo para lo que sería una completa inútil, eso sólo la dejaría en ridículo. Ella podía tener capacidades para otra cosa que no fuesen los enfrentamientos, pero de eso ya se daría cuenta a partir de ese momento.

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¡Hola de nuevo! Hasta aquí queda el primer capítulo, el cual, por supuesto, espero que les haya gustado.

Considero conveniente mencionar que aquí hay algunos OC; el principal y que más voy a explotar es a Galic, un viejo compañero del padre de Gine. Geda y Boc también son personajes originales; a Boc voy a utilizarlo sólo como un referente, pero Geda sí tendrá participación en unos cuantos capítulos.

En fin, me vi en la necesidad de aclarar eso.

Si tienen alguna duda o sugerencia, con gusto los leeré y aclararé cualquier cosa.

Y bueno, si llegaron hasta este punto, debo agradecerles por tomarse algo de su tiempo y leer. Resulta motivante saber que alguien detrás de la pantalla lee tus locuras… siempre que no sea un asesino serial, todo bien

¡Sαludos, y hαstα el próximo cαpítulo!