Muere Elisabeth Dorian
Como cada mañana pasaba por delante de sus compañeros cuál sombra. Nadie le dirigía la palabra, y así mejor, porque cuando lo hacían era para atacarla, insultarla o molestarla.
Era su tercer curso en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. El primero había sido horrible.
Su apellido pesaba demasiado, familia del convicto escapado de Azkaban, o de muchos mortífagos, asesino de los Potter (padres del Niño que vivió).
Durante la estadía de su primer año, había tenido dos enemigos declarados: Harry James Potter y su profesor de Defensa, Remus John Lupin.
El primero no paraba de ponerle la zancadilla cuando se cruzaba con ella en las escaleras, lanzarle libros hechizados en la Biblioteca, incendiarle la capa siempre que podía, además para peor se le habían unido sus dos inseparables, Ronald Billius Weasley y Hermione Granger.
El segundo aún fue peor, estuvo indagando en su vida hasta que descubrió quién era, y cuando lo hizo empezó a llamarla Traidora cada vez que se cruzaba con ella por los fríos pasillos del colegio. Cuando sus compañeros o sus "amigos mayores" se metían con ella, él hacía oídos sordos, llegando que la broma llegase al máximo, dando con los huesos de la niña en la enfermería más de una vez.
Así es que, la pequeña rubia de ojos azul profundo pasó más tiempo en la enfermería que en las clases, para su desgracia era el "ojito derecho" de la profesora más estricta de todo el colegio, la profesora de Transformaciones, Minerva McGonagal.
Su madre, Elisabeth Dorian, ex-aurora del Ministerio de Magia, llevaba catorce interminables años (en mente para la niña) intentando probar la inocencia de su compañero. La prueba más ferviente era ella, Lyra Deneb Black, concebida el 31 de Octubre de 1981 sobre las ocho de la noche, el mismo instante en que Harry Potter quedó huérfano.
Pero el Ministerio no la había creído, había caído Lord Voldemort, el niño con apenas año y meses lo había derrotado, y todo apuntaba a que Sirius Orion Black era el Guardián Secreto de la familia Potter. Fue el traidor, sin juicio, y enviado directamente a Azkaban.
Detenido por seis competentes aurores como él, en una plaza de Londres, atestada de gente no mágica, en la cuál murieron trece personas, doce muggles y un mago, del cuál sólo quedó un dedo.
Eli, como la solían llamar sus amigos, se pasó doce largos años tras la pista de Peter, ella había presenciado el altercado, conocía la condición ilegal del animago, y mostrando su existencia sólo necesitaría un par de gotas de veritasserum para demostrar la inocencia de su amado, y poder pasar el resto de su vida junto a él.
Lyra vivía aislada en la Torre Gryffindor, aún siendo la Cazadora del Equipo de Quidditch más preciada, nadie la admitía en su grupo.
Oliver Wood tuvo que encajarla en el equipo a petición personal de la jefa de su casa, por lo que se llevó la repulsión del resto del equipo.
Aquella soleada mañana de Junio, a víspera de la vuelta a casa, ella seguía inmune a todas las miradas de odio que cada mañana le profesaban "afectuosamente" todos sus compañeros, desayunando tranquilamente en la esquina junto a la mesa de profesores, hasta que llegaron las lechuzas con el correo.
Ese tercer año había sido mucho más tranquilo que el anterior, el Trío Dorado ya no se metía con ella, Harry no le hacía vacío en los entrenamientos e incluso el profesor de Defensa la empezaba a tratar con respeto y ¿cariño?
Alzó la vista al producirse un incómodo silencio en el comedor. El diario "El Profeta" reposaba sobre su plato, arruinándole todo el desayuno que la niña se había servido con deleite.
Miró con furia a la persona que había arruinado su merecida tranquilidad y se encontró con unos preciosos ojos verdes que brillaban con luz propia y una amplia sonrisa.
Miró hacia los dos lados, al final de la mesa todos los de su casa le sonreían, ¿le estaban mostrando afecto?, y en la mesa de los profesores, donde un apuesto hombre moreno aristocrático abrazaba efusivamente a su profesor de defensa en aquellos momentos.
- Lyra, tu padre ha sido declarado inocente de todos los cargos.
En primera plana aparecía una foto en movimiento de su madre acompañando a un pequeño mago. A pie de foto te enviaba a la página treinta para el desarrollo del artículo. Los ojos de la niña se aguaron.
Levantó la vista del periódico, cruzándose con la mirada de la Profesora McGonagal, miró de nuevo al profesor Lupin y vio como éste la señalaba con el dedo, el hombre moreno sonrió complacido y Lyra juró que aquella era la sonrisa más fantástica que había visto en toda su vida.
- Lyra- siguió Harry- siento mucho todo lo que ha pasado.
El chico miraba hacia sus amigos en busca de apoyo, la verdad es que ese año no había tenido la oportunidad de estar con ella debido al torneo.
Ella no había coincidido con su madre en las vacaciones debido al arduo trabajo que estaba realizando su madre en aquellos momentos, su padre llevaba un año fugado de Azkaban, y desde aquel instante Eli no tuvo tiempo para nadie más, ni nada.
La niña seguía llorando en silencio, los tres adultos se acercaron. La profesora fue la primera en llegar a su lado, regalándole un cálido abrazo, acariciándole la pequeña espalda.
- Señorita Black, acompáñeme a mi despacho- sonó comprensiva.
Lyra asintió con la cabeza, sin apartarse de ese abrazo. Se dejó guiar por su profesora en los pasillos. La luz de aquella mañana devolvía a la vida los oscuros recovecos del Castillo.
