Vengo aquí, esta vez con un ItaSaku pero que se centra en la vida de Hinata e Ino, también. Aunque va a haber más Sakura. Vengo con esta idea desde hace mucho, pero nunca me animé a hacerla porque me parecía fea, pero vamos a ver qué es lo que dicen ustedes. Y si les agrada, lo continúo.
Summary: —Mi padre me violó. —Poseo una enfermedad terminal. —No recuerdo a nadie de los que estuvieron en mi vida antes de los catorce años. Sin luz, no hay oscuridad. ¿Podrás encontrar el brillo en el vacío en el que pensaste vivir para siempre?
Aclaraciones:
antes que empiecen a leer el fic quiero advertirles que el fic habla, en parte, (como dice en el summary) sobre el trauma que Sakura sufrió por ser violada por su padre. Espero que a nadie le moleste.
Pairing:
ItaSaku. NaruHina. ShikaIno.
Disclaimer:
Naruto ni sus personajes me pertenecen, pero esta historia sí por lo que prohíbo su copia.

Espero que les guste la idea n.n y que me dejen un review (sin reviews, no hay historia x3)
Sin más, los dejo con el primer capítulo: "Resentment" (resentimiento).



Haruno Sakura.
·
Resentment.

¿Para qué querer un niño si termina abandonado en un internado? Con regalos no se soluciona ni se forman recuerdos de un intento de familia; porque eso era: una familia falsa.

Dieciséis años desde que le abrí los ojos a este mundo, cinco desde que me quedé sin verdaderos padres, dos desde que dejé el orfanato para que mis padres adoptivos se hicieran conmigo.

El repulsivo, demente e insensible engendro que me tocó como padre abusó de mi durante dos largos, interminables años de mi infancia, amenazándome con matar a mi propia madre si decía algo de todo lo que me hacía. Mi madre, desquiciada por ese despreciable ser, terminó apuñalándolo una noche antes de navidad cuando él se regocijaba morbosamente por lo que me hacía; la gente la entendió, la justicia no. La metieron en la cárcel, mi custodia estuvo en manos de un orfanato. Nadie de ese lugar me hablaba, no tenía interés en hacerlo yo tampoco.

Las personas que me adoptaron no tenían ni un gramo de cordura. ¿Para que me querían si terminaron dejándome en un internado? Su trabajo los tenía bastante ocupados viajando de un lado para el otro, tanto que ya en los últimos cinco meses no los veía prácticamente. No me entristecía para nada; no los había llegado a querer. A mi padrastro lo evitaba siempre que podía, tratando de tenerlo alejado de mí tanto como fuese posible. Mi verdadero padre me había dejado miedo a los hombres, que llegaba a ser fobia cuando los tenía muy cerca o cuando estaba sola con alguno.

Por eso, en ese mismo momento mis "padres" me estaban llevando hacia mi nueva escuela que también sería mi nuevo lugar de residencia. Nunca pude llamar a ningún sitio "hogar".

Mi soledad y yo habíamos aprendido a llevarnos bien, tanto que se me hacía difícil convivir con otro sentimiento que no fuese ese. A pesar de mis horribles recuerdos que venían a mi mente una y otra y otra vez cuando no tenía con qué entretenerme, solía manejar mis reacciones bastante bien. A causa de eso, mis tutores habían pedido explícitamente a las autoridades del nuevo colegio que yo pudiese tener mi propio cuarto, sin necesidad de tener que compartirlo. Amaba el poder que ellos tenían.

—Bien, Sakura –dijo mi supuesta madre cuando me abrió la puerta del vehículo para que bajase—, este va a ser tu nueva casa por un tiempo, ¿si?

Miré la estructura que se erguía frente a mí. Eran tres edificios. El más grande, el primero, era alargado y estaba repleto de ventanas en él; el segundo y el tercero eran más pequeños que el primero, pero tenían una estructura similar a éste. Alrededor, todo era césped, césped y césped; los árboles poblaban todo el lugar que se veía delimitado por paredes altas de color blanco —como si estuviésemos encerrados y nadie debiese escapar. Puse mis manos en la gran reja negra de hierro que impedía el acceso al lugar y posé mi atención en mis "padres".

—¿Voy a vivir… acá? –mi voz salió con disgusto en ella, demostrando mi estado.

—Sí –el señor de pelo oscuro, esposo de mi madrastra, me sonrió y se acercó a mí con las maletas—. Elegimos el mejor internado para que te quedes, ¿no te gusta?

—Sí, está bien –murmuré y le saqué mi equipaje—. Desde acá sigo yo sola, no hay problema.

La señora me abrazó con fuerzas y yo intenté sonreírle, pero más que eso creo que me salió una rara mueca. Me observó con incomodidad plasmada en su rostro y frotó sus manos para entretenerlas en algo.

—Espero que no se te haga muy difícil adaptarte a estas alturas, hija –masculló. De verdad estaba incómoda con la situación.

—Eh –el hombre vaciló, moviendo sus brazos, retorciéndose en su lugar sin saber que hacer. No se me acercó, sólo esbozó una sonrisa sincera—. No creo que tengas problemas para hacer amigas. Sólo esfuérzate al máximo, ¿si?

—Gracias por todo –les dije sin mucho sentimiento.

Me dí vuelta y comencé a caminar el largo camino de piedras chatas que me llevarían hasta la puerta del edificio principal. La reja de hierro que se había abierto para que yo pase, se estaban cerrando entre las personas que me habían adoptado y yo. Suspiré pesadamente, pensando en cuan difícil se me iba hacer encontrar a alguien en quién confiar, aunque no lo necesitaba en verdad.

A medida que llegaba al edificio podía ver que había varios chicos en los alrededores que me miraban con cierto interés. Claro, una chica de pelo rosado no se veía muy seguido; y, para colmo, era natural.

—¡Sakura-san! –exclamó alguien y miré hacia mi costado: una mujer de cabello negro, al igual que sus ojos, y un poco más alta que yo se estaba acercando a mí—. ¿E-es Sakura-san, cierto?

—Así es.

—So-soy Shizune, un gusto –dijo cordialmente y yo hice una pequeña reverencia—. Tsunade-sama dijo que llegaría. Vamos a buscar sus horarios y sus libros para que pueda retirarse a su cuarto, ¿si?

—Sí.

La mujer entendió que no era muy amigable por lo que no pronunció nada más y me llevó hasta la enorme oficina de la directora del colegio. Más bien ésta parecía una sala de estar, pero en el fondo del oscuro y rústico salón, había un escritorio y, detrás de él, una mujer rubia de ojos miel y… con atributos bastante grandes.

—¡Sakura! –gritó felizmente, yendo hacía mí con un paso acelerado y torpe—, soy Tsunade, la directora de Konoha. ¡Bienvenida!

Y destilaba olor a alcohol. Regurgitaría muy pronto.

—Un gusto –volví a hacer una reverencia y la miré seriamente.

—Bueno –la mujer miró a la morocha—. ¡Shizune! Traé los papeles para darle a esta chica.

—S-sí.

Shizune-san corrió hasta el escritorio y sacó unos papeles de uno de los cajones. Los revisó y me los tendió una vez que llegó a nuestro lado. Los observé en silencio: los horarios comunes, las reglas, el mapa del lugar, las clases, los profesores y…

—¿Mi llave?

—¡Ah! Cierto –la ojinegra sacó de su bolsillo una llave plateada con un llavero que tenía mi nombre en é: "Haruno Sakura".

—Muchas gracias.

—Ahora, Shizune te acompañará a tu cuarto para que te acomodes. Empezarás mañana las clases.

Asentí con la cabeza y seguí a la secretaria —o eso parecía— de la directora hasta mi cuarto. Salimos del gran edificio y entramos en uno de los otros dos pequeños. En el último piso, el cuarto más lejano de todo el barullo provocado por los alumnos, ese era el mío. Abrí la puerta y la mujer me deseó suerte antes de irse.

El cuarto era común. Compartía el dormitorio con un pequeño sector que se asemejaba a una cocina —poseía una pequeña heladera y un microondas— y había una puerta que, seguramente, conduciría al baño. Dejé mis maletas sobre la enorme cama de dos plazas y las abrí para poder ir desempacando.

—Que asco de vida –murmuré, mientras intentaba no desdoblar la ropa.

Tocaron la puerta y la miré, interesada. ¿Quién sería? Me acerqué y la abrí lentamente: una chica de pelo rubio y ojos celestes y otra de pelo azulado y ojos blancos estaban paradas allí, sonriendo. Arqueé una ceja.

—¿Necesitan algo? –les pregunté.

—Soy Yamanaka Ino, podés decirme Ino –se presentó la rubia, señalándose.

—Me-me llamo Hyuuga Hi-Hinata. Si es de tu agrado, llamame Hinata –murmuró con tono suave y tímido la otra chica.

—Ah. Yo soy Haruno Sakura, encantada –les contesté.

—¿Podemos llamarte Sakura? –inquirió la ojizarca, con total despreocupación.

—Claro.

—Toda la escuela habla de vos –dijo Ino, emocionada—. ¿Es cierto que tu papá es Haruno Ryosuke-sama?

—Padrastro –le corregí.

—¡No lo puedo creer! –exclamó, abrazando a la otra chica—. Entonces tu madre es la mejor diseñadora de este mundo.

—Simplemente es… mi madrastra.

—Oye, más tarde vamos a ir a almorzar a la terraza, ¿querés venir? –me preguntó, sin notar mi disgusto por su confianza al hablarme.

Parecía que la chica de pelo azulado no tenía voz ya que la otra hablaba como un loro, sin parar. Comenzaba a pensar que en ese lugar no había tranquilidad aunque se tuviese un cuarto propio.

—Bueno.

—¡Genial! ¿No, Hinata?

—S-sí –le respondió la tímida chica, sonriendo levemente.

Por suerte, las chicas se tuvieron que ir con la excusa de que tenían clase. Me apuré a terminar todo para así leer las reglas y ver cómo era mi horario semanal. No podíamos salir ninguno de los cinco días de clases y los viernes y sábados debíamos volver antes de las dos de la mañana, mientras que en los domingos se cerraba la puerta de entrada a las diez de la noche.

Las chicas no podían ir al edificio de dormitorios de chicos, como los chicos no podían venir al de las chicas. Qué suerte que tenía. El desayuno era de siete a ocho de la mañana y el almuerzo era de doce y media a una y media.

Los horarios, los profesores… iba siendo cada vez menos conciente de lo que leía hasta que quedé dormida sobre el escritorio de caoba que había a metros de mi cama. Fui conciente de ello cuando oí la chillona y estridente voz de la rubia que antes había interrumpido el momento de desempaque. Me froté los ojos y bostecé.

—¿Qué pasa? –pregunté molesta cuando abrí la puerta. Las dos chicas volvían a estar paradas frente a mí.

—¿Vamos a almorzar? Si no tenés almuerzo preparado, te convidaremos del que preparamos, ¿querés? –propuso la chica loro. ¿Había dormido tanto?

—Debería cambiarme –murmuré, mirándome.

Tenía un vestido blanco que me llegaba hasta la mitad del muslo, un tapado de color crema que lo tapaba por un poco y botas marrones oscuras con taco chupete. No era un atuendo muy adecuado para un colegio.

—Descuidá, es tu primer día –me relajó la rubia.

—Na-nadie te dirá na-nada por no lle-llevar el uniforme –por fin escuchaba la tranquilizante vocecita de la chica de ojos blancos.

—¿Vamos?

—Bueno –dije luego de unos segundos.

Me arrastraron hasta la terraza del edificio principal, donde había otras personas más… chicos. Uno era rubio y de ojos celestes, tal cual lo era Ino, sólo que su pelo era corto y estaba revuelto; otro tenía cabello negro pero poseía destellos azules y sus ojos eran como la noche: profundos y enigmáticos; y, por último, un chico de pelo castaño con rasgos perrunos en su cara. El miedo se instaló en mí: estaría cerca de chicos.

X.x.x.X.x.x.X

Espero que les guste mi nuevo proyecto.
Ahora…
¿Me regalan un review n.n?