Lo prometido es deuda, así que aquí traigo un nuevo fanfic, es un AU, creo que aun no había subido ningún fic completo de este tipo, a ver que tal me sale jeje La idea es que sea corto y rápido, no quiero liarme mucho, pero ya me conocéis, al final suelo liarme mas de lo planeado -.- a ver si esta vez no pasa! jajaja

Imaginemos a la Regina del último capitulo de la temporada 4, la del mundo alternativo creado por el Autor, al menos al principio. La idea de lo que iba a ser Emma en este fic surgió de su viaje en el tiempo, cuando estaba en una taberna con aquel escote vestido, no sé si sabéis a que me refiero xD

Como siempre, todavía no he conseguido que me pertenezcan los personajes, aun son de los creadores de OUAT. También como siempre gracias por leer, y espero que os guste :)!

Emma llevaba un rato apoyada en la barra observando divertida a la mujer que intentaba arreglar un guante en una de las mesas, con una jarra medio vacía al lado. La mujer era cliente habitual allí, su cara le era conocida a la rubia, aunque no su nombre; rió un poco al ver que en vez de arreglar el guante había hecho mas grande el roto. La mujer morena gruñó frustrada, Emma habría ido en ese momento a echarla una mano si no hubiese entrado un grupo en la taberna reclamando su atención. Cuando acabó de atenderles corrió hacia la mesa de la morena, que se preparaba para irse.

- Puedo coserte eso, si quieres.

Se ofreció riendo con una ceja levantada, señalando el guante roto en la mesa. La morena la miró de arriba abajo con desconfianza.

- No lo necesito, gracias.

- No voy a cobrarte por ello. – Aclaró Emma rápidamente. – Pero llevo un rato viéndote intentar arreglarlo y…tengo hilo y aguja en el almacén.

La morena se cruzó de brazos sobre la mesa.

- ¿Y por qué no me das esos hilo y aguja y lo arreglo yo solita?

- Por eso si voy a cobrarte.

Eso hizo reír por primera vez a la morena, que se encogió de hombros.

- Me parece bien.

Emma giró los ojos, recogiendo la jarra vacía.

- Espera aquí.

Dijo volviendo tras la barra, a los pocos minutos regresó con una pequeña cajita con algunos utensilios de costura y otra jarra de cerveza. Lo dejó todo en la mesa levantando las cejas hacia la morena antes de volver al trabajo. Iba y venía atendiendo clientes, echando disimuladas miradas a la morena, que tardó poco en reparar su guante ahora que tenía el material adecuado, se tomó su tiempo para terminarse su bebida, y cuando ya quedaban pocos clientes y poco para el cierre se levantó de su mesa, llevando la cajita y la jarra vacía hasta la barra.

- Dime cuanto te debo.

Emma rió, haciendo un gesto con la mano.

- ¿No creerías en serio que voy a cobrarte por esto?

- ¿Ni siquiera por las bebidas?

Dijo la clienta dando un golpecito en la jarra que la rubia retiró junto con la cajita de costura.

- Hoy invita la casa. Viéndote pelear con ese guante cualquiera adivinaría que no has tenido un buen día.

No, realmente no lo había tenido, pero eso no era asunto de la camarera.

- Dijiste que ibas a cobrarme, no deberías prometer cosas que no vas a cumplir.

Dijo la morena en tono bromista. Emma se apoyó en la barra, mirándola pensativa.

- ¿Y puedo cobrarte lo que quiera?

- Para algo es tu taberna.

Respondió la otra mujer apoyándose también en la barra. Una sonrisa cruzó el rostro de la rubia.

- Está bien, entones quiero que me digas tu nombre. – La morena la miró sorprendida. – No es la primera vez que te veo por aquí, pero no sé tu nombre.

La morena la miró sopesando si no le iría mejor simplemente dejando unas monedas, pero tan solo era un nombre. Le devolvió la sonrisa a la camarera.

- Regina.

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Si ya antes Regina era habitual en el local, pronto su presencia se volvió diaria, llegando a pasar por allí varias veces al día. Emma sabía que se dedicaba a robar a los ricos y poderosos, pero no era la única de su clientela que tenía que recurrir a esos métodos para sobrevivir, su local era un lugar seguro, un pequeño refugio temporal donde refrescar las gargantas y llevarse algo caliente al estómago en tiempos difíciles para el reino. Estaban en guerra y el rey Leopold destinaba la mayor parte del oro y la comida a los soldados, así que mucha gente se veía obligada a robar. Y Regina era la mejor, modestia aparte. Siempre llegaba a la taberna con alguna historia interesante que contarle a Emma y algo en los bolsillos. Solía quedarse hasta la hora del cierre charlando con la rubia, y si se le hacia muy tarde sabía que tenía un lugar cómodo donde dormir, ya fuese en el almacén o en la pequeña casita que Emma había montado encima de su local. Era sencillo y seguro estar allí, y la ladrona apreciaba la compañía de Emma, del mismo modo que la tabernera disfrutaba de la de Regina.

Había montado la taberna hacía unos pocos años, haciéndose con un local abandonado y bastante ruinoso. Trabajó duro para adecentarlo con sus propias manos, pero a los pocos días de llevar abierta al publico, se le calló el alma a los pies al ver entrar a la viuda Lucas y a su nieta. Su local era el mas famoso del lugar, ofreciendo comida y cama a precios razonables, Emma sabía que si quería eliminarla como competencia, la viuda lo tendría fácil. Pero nada mas lejos de la realidad. La mujer había escuchado que acababa de abrir y se había pasado a conocer el nuevo local y ofrecer su ayuda y amistad a su nueva compañera de profesión. La viuda Lucas la había enseñado todo lo que sabía, prácticamente adoptándola como a otra nieta mas, y Emma había encontrado en Ruby la amiga que aun no tenía.

Su local fue dándose a conocer poco a poco hasta llegar a donde estaba ahora, sin que faltase clientela ni un solo día. Había hecho mas amistades y conocido gente interesante, entre la que sin duda destacaba Regina, aunque Emma sospechaba que eso era porque ella misma hacía destacar a la morena de entre todos los demás.

Se creó entre ellas un compañerismo que pronto evolucionó a una amistad en toda regla, sintiéndose suficientemente cómodas la una con la otra cómo para llegar a conocerse a fondo. Emma esperaba la aparición diaria de Regina y sus historias tanto como Regina no podía esperar a llegar a la taberna y contárselas. Se llevaban bien, se apoyaban. Emma era la compañía que la vida solitaria de Regina necesitaba, y Regina era la compañía que el desconfiado corazón de Emma necesitaba.

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Aunque Emma empezaba a pensar que debería ser mas selectiva con los clientes, echando a los que no le gustasen, algo que hasta ahora nunca había tenido que hacer, pero un hombre, también bastante habitual del local, empezó a rondar a Regina, a molestarla, hasta el punto de que la morena no podía estar sentada sin que a los pocos minutos este hombre se sentase en su mesa. Se llamaba Sidney, antes se dedicaba a vender objetos maravillosos a la realeza, cualquier cosa que la mente pudiese desear y el bolsillo pagar; ahora era un comerciante de poca monta como tantos otros, y claramente pretendía ganarse a Regina con halagos y promesas de servidumbre.

- Es inofensivo, Emma.

Rió Regina quitándole importancia cuando la rubia le dijo que podía echarle si le molestaba. Estaba sentada en la barra frente a su amiga y Sidney la observaba desde una de las mesas.

- Es molesto.

Protestó la camarera limpiando furiosamente la superficie de la barra con un trapo.

- Eso también. Pero podría serme útil en un futuro, ese tipo haría cualquier cosa que le pidiera.

Rió la ladrona levantando su jarra de cerveza cuando el trapo de Emma se acercó demasiado.

- Yo también, no le necesitas para nada.

Soltó de golpe la camarera sin pensar, frunciendole el ceño a su trapo y desfrunciendolo enseguida al escuchar sus propias palabras.

- Para eso estamos las amigas ¿no?

Añadió totalmente roja, cogiendo la jarra sin terminar de Regina como excusa para alejarse un momento para ir a rellenarla.

- Lo sé, querida, es un consuelo, créeme. Pero hay cosas que no se le piden a la gente que te importa.

Respondió la morena inclinándose hacia delante, como si fuese un secreto entre Emma y ella, guiñándole un ojo con una pícara sonrisa que dejó a la rubia sin palabras.

Todo ese día había estado nublado y tormentoso, y al llegar la hora de cerrar eso no había cambiado. Emma despidió a sus últimos clientes y echó el cierre girándose hacia Regina que aun seguía allí. Se estaba poniendo esos guantes gracias a los que se conocieron, lista para marcharse.

- ¿Qué estás haciendo? No vas a irte con este tiempo.

Emma creía que era tan obvio que no hacía falta mencionarlo.

- No pasa nada, estaré bien.

Quitó importancia la morena, caminando hacia la puerta donde la rubia se puso delante para cortarla el paso.

- Regina, vives en una cueva a la que se entra por un árbol hueco. No voy a dejar que te vayas.

La morena conocía perfectamente esa expresión de la rubia, hablaba en serio, no iba a dejar que se fuese aunque tuviese que atarla a una silla.

- Al resto de tus clientes les has dejado irse.

Argumentó Regina incluso sabiendo que no serviría para nada.

- El resto de mis clientes no eres tu. Siéntate y estate quieta mientras recojo esto.

Era una orden en toda regla, señaló uno de los taburetes de la barra mientras empezaba a recoger sillas, poniéndolas encima de las mesas; en vez de obedecer Regina se quitó los guantes y se puso a ayudar a Emma como ya había hecho otras tantas veces. Entre las dos tuvieron todo recogido enseguida y la rubia guió el camino hasta el pequeño hogar que había creado sobre el local, seguida de Regina.

- ¿Qué te apetece cenar?

Preguntó la camarera cerrando la puerta tras ellas.

- No hace falta… - Emma la fulminó con la mirada. – Cualquier cosa estará bien, gracias.

Acompañó a su amiga en la cocina mientras preparaba la cena, entreteniendola con las historias de sus correrías, y después la ayudó a llevarlo todo a la mesa.

- De verdad que no hacía falta, Emma, he pasado noches peores en esa cueva.

Dijo la morena frente a una cena caliente, realmente era de agradecer estar en un lugar cálido y seco.

- Eso era antes, no volverás a hacerlo mientras yo pueda mantenerte caliente.

Respondió la rubia en tono bromista, sin pensar en el doble sentido de sus palabras, pero Regina si, levantó una ceja con una risita.

- ¿Vas a mantenerme caliente, Emma?

Preguntó, consiguiendo como esperaba que su amiga se pusiese totalmente roja al caer por fin en lo que ella misma había dicho.

- Yo…bueno…ammm….quería decir…un lugar caliente. Una casa, con techo y…y fuego. – Señaló su pequeño fuego. – Me refería a u lugar donde mantenerte seca y caliente, no quería decir…

Se aclaró ruidosamente la garganta mirando su plato sin saber como arreglar se desliz verbal. La morena tan solo se echó a reír.

- Estoy segura de que puedes mantenerme caliente; seca…no sé yo

Dijo simplemente por ver la reacción de la otra mujer. Emma casi se atraganta, volcando el vaso de agua cuando fue a cogerlo. Muerta de risa, Regina se levantó a darle unas palmadas en la espalda, enderezando el vaso.

- Era broma, Emma. – Agachó la cabeza para poder hablarle al oído. – O no.

Dejó a la camarera con estas palabras resonando en su cabeza mientras iba a buscar un trapo con el que limpiar la mesa, la casa ya le era muy familiar y sabía donde estaba todo. Cuando volvió, Emma aun trataba de recuperarse de sus palabras, con la cara roja. A Regina le resultaba adorable esa facilidad que tenía a veces para sonrojar a su amiga, capaz de enfrentarse a grupos de clientes borrachos, pero no a sus flirteos. Algún día tendrían que acabar con esa tensión, ese tira y afloja de piropos que se traían entre ellas, esa atracción que había estado siempre ahí desde que se conocieron.

Regina pensó que ese era tan buen momento cómo otro cualquiera, aprovechando la parálisis sonrojada en la que se había convertido la rubia, limpió el estropicio de agua con tranquilidad, dejó el trapo y puso una mano en el hombro de su amiga, inclinándose a su lado.

- Emma…

Llamó, la rubia giró la cara para mirarla prácticamente sin darse cuenta, como una reacción natural, y sin ningún tipo de aviso previo, Regina unió sus labios a los de Emma con un beso.