Descargo de responsabilidad: OHSHC no es mío. Kyoya tampoco. Lástima…

Mi historia sigue los eventos según se desarrollaron en el anime.

Esta historia transcurre después del final del anime. En algún momento puede hacerse mención a eventos posteriores del manga, pero se separa ya de la versión canónica.

Serán episodios cortos, y la actualización se hará cada dos días.


DAME UNA NOCHE

El día en que ella se enfrentó a su padre no pudo ya negar que la amaba.

Esa era la verdad. Siempre había suprimido ese sentimiento. Lo descartaba como se desecha una pieza defectuosa. No era correcto. No quería siquiera reconocer su existencia. Le rondaba por la cabeza como un mosquito molesto contra el que nada funciona. Intentaba deshacerse de él, pero siempre volvía a aparecer al doblar cualquier esquina en su cabeza. Haruhi…

Sí, el día que su padre le cruzó la cara en plena fiesta, delante de todo el mundo, delante de la élite de Ouran, y ella se le plantó enfrente para defenderle (¡a él!), sin miedo y valiente. Ella es así… El gran hombre, Ohtori Yoshio, cuya sola mención hacía temblar de miedo al mundo empresarial, estaba siendo amonestado públicamente por un 'muchachito' que no levantaba dos palmos del suelo…

No pudo evitarlo. Su corazón no pudo ya hacer otra cosa que gritar su nombre. Haruhi… La amaba, la quería, la apreciaba, la deseaba, la necesitaba… Todo. Se había negado cualquier pensamiento sobre ella. Y ahora simplemente, le desbordó. Todos esos pensamientos reprimidos, esos pensamientos nunca pensados, se desbordaron y le arrollaron a su paso. No dejaron sino su corazón gritando por ella… Haruhi…

Pero luego sucedió el asunto del rescate de Tamaki. Por amor a Haruhi, el joven Suoh había canjeado su vida por un matrimonio acordado solo para que ella pudiera seguir en Ouran, mantener su beca y tener un futuro. Su abuela, el ser más despreciable con el que Kyoya se hubiera cruzado, disponía de las vidas ajenas como de las cartas de una baraja, a su gusto y criterio. La debilidad de Tamaki eran el club y Haruhi, y obviamente se convirtieron en sus instrumentos para obtener la plena 'colaboración' de su nieto bastardo.

Kyoya sabía lo que estaba haciendo ese día cuando empujó a Haruhi a subir al carruaje en busca de Tamaki. Estaba renunciando a ella. Como todos los demás. Todos amaban a Tamaki, y solo Haruhi podía traerlo de vuelta.

Idiota… el pobre tonto ni siquiera sabía que estaba enamorado. Estaba peor que él. Confundía una y otra vez ese amor con afecto paternal, rebasando mil veces la línea del ridículo. Era casi enfermizo… pero a la vez tierno… Sí, el Rey del club, el tipo principesco que derrocha cumplidos y provoca desmayos con una sonrisa, enamorado sin saberlo…

Pero Kyoya debía hacerlo. Debía enterrar ese amor. Y lo hizo. Lo había enterrado. Lo ató bien fuerte, le puso mil mordazas y cadenas y lo enterró bien hondo, donde solo él pudiera alcanzarlo. Así ha de ser. Lo reconocía. Ese amor tenía nombre y propietaria, pero nada más. Jamás habría de salir de sus labios una palabra ni un gesto. Porque su primer y mejor amigo la amaba también. El hombre que le salvó de la locura, de la asfixia de ser un tercer hijo. El idiota que le enseñó que podía pintar fuera del marco, que tenía un mundo entero en el que pintar si tan solo se atreviera… Y él se lo debía. Tamaki…

Después de la Feria, después del rescate, sucedió. Ella empezó a salir con Tamaki. Si no le doliera tanto, se hubiera reído. Dos tontos enamorados que no sabían cómo comportarse el uno con el otro. Pero se les veía felices, y eso debía bastarle. Eso debía ser suficiente. Aunque duele…

La había seguido a Boston, por supuesto, como todos los demás. Se repartían la existencia entre dos apartamentos contiguos. Es cierto que fueron días felices, llenos de risas y alegrías, de convivencia y rutinas compartidas. Pero también fueron los días dorados del noviazgo de las dos personas que más amaba en el mundo. Como pareja, no eran muy efusivos públicamente en sus afectos, pero eran novios. Y cuando Kyoya los imaginaba juntos, durmiendo juntos, en la cama juntos, su cuerpo empezaba a arder… De furia, de celos y de deseo insatisfecho. Kyoya a veces sentía la urgencia de ser abrazado por un cuerpo cálido, pero se juzgaba indigno por tan solo pensarlo. Haruhi le había dado un corazón al Rey Sombra, ella fue su particular Mago de Oz, le había hecho sentir, le había hecho darse cuenta de que no era un robot, una máquina de carne creada solo para los negocios. Sí, sentía, vivía, estaba vivo. Él no quería mancillar ese sentimiento con cuerpos ajenos. Acababa dándose alivio a sí mismo en la privacidad del cuarto de baño, o bajo la seguridad de sus mantas en su dormitorio, como un adolescente. Ahogando siempre en sus labios el grito de su nombre cuando alcanzaba el orgasmo. Solo Haruhi había de ser. Y si no era ella, pues nunca habría otra. Es así. Punto.