Disclamer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad de J. K. Rowling. Escribo fics sin ánimo de lucro.

Aviso: este fic participa en los Desafíos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black, con la Lista del Lado Oscuro.

Defecto de esta viñeta: apatía. He elegido como definición de esta palabra la pereza porque no me salía nada mejor o fuera de esa línea pero creo que es correcto ya que la rae define la apatía como dejadez.


"Kendra"

La mira un momento y sonríe.

Ve en sus ojos y en su postura que tiene hambre. Siempre hace esa mueca tan graciosa cuando está hambrienta pero nunca lo dice porque sus modales están demasiado arraigados. No, ella es demasiado orgullosa como para pedirle que le traiga un plato de comida y sin embargo, también es demasiado perezosa como para prepararse algo una vez que está sentada en el sillón.

Percival vuelve a sonreír cuando el ceño de Kendra se profundiza. Ah, eso es que se ha dado cuenta de que la estaba mirando. Recompone su faz y le mira con dignidad pero una sonrisa tira de sus finos labios.

—Tengo hambre–admite por fin, suspirando.

—Lo sé, querida. Tendrás que prepararte algo porque yo ya he comido en el trabajo y estoy horriblemente cansado.

Percival espera, tratando de aguantarse la carcajada que pugna por salir.

—Bueno, entonces creo que ya comeré más tarde—decide Kendra finalmente cuando ve que su marido no va a decir nada más.

Percival sonríe con cariño cuando su mujer vuelve a la lectura de su libro. La pobre no avanza pero seguramente le da tanta pereza levantarse que no va a dejar el libro a un lado. Suspira, cansado. Esta mujer era demasiado perezosa hasta para agitar la varita.

Se levanta del sillón y camina hasta la cocina para prepararle algo. La ama pero a veces esa faceta suya consigue cansarle. Pero la molestia se va cuando Kendra le sonríe con ojos luminosos al ver el plato de comida. Nunca fue la chica más bonita que había conocido pero tenía esa manera de sonreír con la que parecía capaz de iluminar el mundo.

—¿Sabes?—comienza Kendra—también habría que limpiar un poco...

Percival ríe por el pobre intento de su mujer por convencerle. Es tan dejada para todo.

—Creo que para eso me vas a tener que ayudar.

Kendra suspira con desánimo al escucharle, consciente de que no le queda otra opción.