Situado en: Fire Emblem: Shadow Dragon. Para la DS.

Advertencias: yuri, girl's love, femmslash, amor entre mujeres, llámesele como más les parezca. Además de esto, incesto. Sin embargo, nada explícito.

Disclaimer: Fire Emblem SD ni ninguna de sus otras sagas me pertenece, todos los personajes mencionados corresponden a sus respectivos creadores. Créanme, no gano dinero al hacer esto.


Minerva sabe que es sucio.

Te miras en el espejo, en tu tienda de campaña; poco falta para que inicie la batalla. Notas las sombras bajo tus ojos y cómo éstos parecen más rojizos, producto de la falta de sueño. Suspiras, no quieres ser un estorbo para los demás, muchos menos para el príncipe Marth. Sabes que él confía en ti.

Sin embargo, no puedes evitarlo. Te sonrojas furiosamente, el contraste se hace evidente entre tus cabellos cortos y la armadura de guerra.

María. Dulce y pequeña María. Con sus manos pequeñas y suaves, el vestido de clérigo, la ingenuidad, la dulzura y la misericordia. Piensas que su deber en la pelea se aplica bastante bien a su personalidad, qué importa si no es tan buena como Lena o Boah.

Maldita sea.

Te mojas la cara con el agua fría de la mañana, tratando –en vano- de recobrar la postura. Intentas regañarte a ti misma por tus errores, porque María es una niña que no sabe del mundo, demasiado inocente y suave, con sus cabellos rojos y los ojos que se asemejan al color del atardecer.

Con aquella mirada que lo único que hace es provocar los deseos más viles de la princesa Minerva.

Te miras nuevamente en el espejo e intentas recordar lo que eres. Eres una princesa, una guerrera, pero más que todo, eres su hermana. Te recuerdas que tu deber es protegerla, pelear las batallas que ella no pueda lidiar, defenderla de Michalis –quien a veces parece olvidar que ella es la menor y que, por tanto, no comprende muchas cosas.

Pero, raras ocasiones, cuando tu instinto es más animal que humano, cuando las caderas de María son demasiado insinuantes aún cuando ella apenas cubra la estampa de una niña adolescente, cuando sus ojos te hagan ver cosas que ella realmente no pretende; te preguntas muchas cosas y piensas en otras tantas.

Comienzas a sentir cierto calor entre las piernas y las manos te sudan.

Mierda. ¿Por qué ahora de entre todos los momentos?

Sientes ganas de abofetearte, pero no sería correcto. Es temprano en la mañana, pero muchos ya se han despertado. Incluso te parece que has visto por el espejo a Nabarl pasando al frente de tu campaña.

Te recuerdas que no eres más que su hermana mayor, que es demasiado incorrecto y que jamás –y te repites-, jamás ella pensaría en una situación semejante como las que tanto deseas.

De repente, todo calor desaparece y la bruma que nublaba tu mente se evapora, perdiéndose en algún punto de tu mente.

María ya no es más un motivo relevante, ella permanecerá ajena a la batalla después de todo. Ése era un favor que personalmente le había pedido al príncipe de Altea.

-¿Estas segura de que no deseas verla allí?

-Por supuesto.

-Pero ¿No es ella también princesa de su reino? ¿No debería ella también participar?

-Lo que menos quiero es que ella se manche las manos de la sangre de nuestra propia gente.

Frunces el ceño, para después tomar tu hacha, completamente decidida. Ya era tiempo de que alguien tomase las riendas de Doluna. No importaba lo que Michalis pensase sobre ello.


Notas finales: Siéntanse libres de subir cualquier crítica, no me molestaré en lo absoluto. Sin embargo, no acepto flames, muchas gracias.