Sasuke POV

Sus bienvenidas son siempre distintas. No es la bienvenida de besarme los labios nada más nos encontramos, ni lo es al darme la bienvenida a su cuerpo siempre que terminamos unidos en esa danza enardecida de piel contra piel. Tampoco es la bienvenida con la que la hermana del Kazekage acepta saludar a aquellos que venimos desde Konoha.

Sus bienvenidas son aquellas miradas que me dedica en la que sus ojos chispean curiosos mientras me observa hablar con su hermano, son aquellos en los que me recorre observando cuanto he cambiado, si tengo algo que me haga distinto de la ultima vez que nos vimos. De igual manera son mis bienvenidas, observándola hasta que su sola presencia me quema los ojos, hasta que mis ansias terminan por devorarme interiormente cuando doy un par de pasos hasta ella y le susurro al oído aquello que ambos queremos escuchar.

Y la bienvenida se expande hasta la noche, cuando su cuerpo y el mío se unen una y mil veces, conociéndose y reconociéndose después de mil años de separación, de kilómetros de angustia, de noches de deseo y mañanas de pasión. Su piel tostada hace contraste con la mía, prístina como la luz de la luna, sus ojos zafiros se entrecruzan en la noche fría de mis orbes oscuras y sus hebras doradas juegan entre mis dedos, desbordándose como agua. La escucho reír mientras la acaricio haciéndole cosquillas, suspira mientras la tomo…

Y me araña, y me abraza y me besa, y me toma… y la deseo y me desea, y volvemos a fundirnos una y otra vez en el deseo del otro, en sus besos, en sus caricias. Vuelvo a acariciar la tibia piel dorada de mi compañera y ella, me acaricia con dedos trémulos, ansiosos y dulces. Una y otra vez, ansiosa, durante toda la noche, durante la mañana del día siguiente donde sus caricias ya no son parte de una bienvenida, son parte de un siempre entre ambos.