Nota: Es la primera vez que subo algo a Fanfiction, Casa de Cristal es una Adaptación del (con el mismo nombre) libro escrito por Reid Michelle con los personajes de Harry Potter (Draco Malfoy y Hermione Granger). Espero sea de su agrado...
Disclaimer:La historia y el personaje de Mark Radley son propiedad de Reid Michelle y los personajes de Harry Potter pertenecen a la gran J. K. Rowling, a mi solo me pertenece el tiempo invertido para adaptar la historia.
Advertencias:Contiene lenguaje explicito y muerte de un personaje.
CAPITULO 1
SENTADA y con las manos entrelazadas sobre su regazo, Hermione contempló con ojos opacos el aspecto utilitario del ambiente que la rodeaba: paredes pintadas de gris, un par de cortinas azules y grises que no merecía la pena describir, sillas forradas de vinilo azul colocadas con orden alrededor de una mesa de café repleta de revistas viejas y bastante usadas, y una taza todavía llena de un té que no había tocado.
La habían dejado sola desde que le sirvieron el té, pues a la joven enfermera lá llamaron para que atendiera otra emergencia.
"Emergencia". Se estremeció y cerró los ojos para no pensar en la urgencia con la que curaron a Theo durante el corto y aterrador trayecto en la ambulancia. El ulular de la sirena le contrajo el estómago mientras corrían por las calles. El impacto emocional, la confusión, la incredulidad atontada con que observaba lo que sucedía. Y, en medio de todo ese caos, una mujer policía se sentó a su lado para pedirle con suavidad el relato de lo que había ocurrido.
Desde el momento en que internaron a Theo en ese hospital, y a ella la metieron en esa salita, la expresión de la enfermera fue suficiente para que el cerebro de Hermione, estremecido por los horrores que presenciaba, se negara a funcionar para preservar la cordura. Dejó de pensar, ni siquiera consideró el resultado del accidente. Se quedó sentada, rodeada de un silencio agobiante, un silencio que aumentaba y profundizaba la puerta gris, cerrada contra los sonidos atarea dos y la actividad al otro lado de la habitación. Esperó...
Cuánto tiempo, no importaba. Sus propias heridas y verdugones no importaban. El estado de su ropa y el hecho de que sintiera frío, mucho frío, no importaba.
"Theo".
Pasó saliva. Lo imaginó como lo vio la última vez, sobre el suelo, torcido y sangrando. El miedo la sacudió acomodándose dentro de su estómago, enfermándola. Pasó saliva de nuevo, con la boca seca, convulsa.
La puerta se abrió y Hermione contempló a la mujer policía que entró.
—¿Todo bien? —preguntó. Herms asintió. La policía observó la taza de té intacta—. ¿Le gustaría que le trajera una bebida caliente?
Hermione negó con la cabeza.
La oficial titubeó, sin saber qué hacer, después se acercó y tocó con suavidad el hombro de Hermione.
—Están tratando de salvar a su esposo, señora Malfoy —le aseguró; se volvió y salió de la habitación.
"Tratando", se repitió Hermione. Pero ¿ese intento sería suficiente? Ella vio el estado en que se encontraba Theo. Quizás estaba en cho que, pero no era estúpida. Sabía, se daba cuenta.
"Dios". Separó las manos y se cubrió los ojos. Con dedos helados y temblorosos se tocó los párpados, estaban secos y le ardían.
La puerta se abrió de nuevo. Hermione bajó la mano para observar al médico que entraba en la salita. Le lanzó una mirada a la cara y el corazón se le detuvo; el estómago se le contrajo de miedo una vez más.
—¿Señora Malfoy? —inquirió, rompiendo el pesado silencio en la habitación.
Ella asintió, tragando en seco de nuevo. Su mirada ansiosa no se apartó del rostro del médico mientras éste cerraba la puerta. El gales no hizo una pausa, como preparándose, luego se acercó y se sentó al lado de la cama
—Lo siento —murmuró ronco—, le tengo malas noticias... —estiró el brazo y cubrió las manos de Lily con las propias—. Su marido murió hace unos minutos.
Aunque lo esperaba, la noticia fue como un puñetazo en el pecho que la hizo inclinarse para rechazar el impacto. Las lágrimas le bañaron los ojos y un instante después desaparecieron debido a la conmoción. Un velo helado la cubrió, impidiéndole absorber el horror de aquellas palabras.
El doctor la estudió, sus ojos brillaban de compasión.
—Si acaso la consuela... —continuó de manera inadecuada, desistiéndose... Su naturaleza siempre se opondría, no importaba cuántas veces repitiera la información... a dar esa clase de noticias. La ira lo invadió... por la pérdida de una vida útil. Una amarga sensación de derrota lo estrujaba, como cada vez que perdía una batalla desesperada. Y, debajo de ese cúmulo de emociones, comprendía que no sólo le había fallado a su paciente, sino también a esa mujer; esa mujer joven, pálida, de ojos opacos, que confió en su habilidad para hacer un milagro —Nunca recobró la conciencia, así que no sintió dolor...
—Dios mío —susurró—. Su cuerpo, cuya frágil estructura ósea no parecía lo bastante fuerte como para resistir un golpe, mucho menos uno de tal magnitud, se estremeció. Hermione alzó una mano para cubrirse la cara.
Una frustración rabiosa contrajo las facciones del galeno; la urgencia ácida de golpear algo... de preferencia al monstruo borracho que mató al esposo de esa mujer, lo mantuvo tenso mientras esperaba a que la joven recobrara la compostura. El ebrio había escapa do, desde luego y según sabían, sin sufrir un rasguño. Sólo tuvo que arrastrarse por debajo de los hierros torcidos en que se convirtió el auto robado que conducía para poner pies en polvorosa, dejando a esa pobre mujer contemplando a su esposo que se desangraba, sin poder evitarlo.
—¿Hay alguien quien usted desee que la acompañe en estos momentos? —emitió la pregunta acostumbrada en casos semejantes.
— ¿Qué?
Aún no entendía lo que estaba pasando, adivinó el médico por la mirada perdida que le lanzó.
—¿Alguien a quien quiera llamar? —repitió con dulzura—. Un nombre. Un número de teléfono.
Un nombre, se dijo Hermione entre nieblas, tratando... tratando con insistencia de que su cerebro funcionara. Un nombre.
Draco, recordó de pronto. ¡Oh, Dios, el pobre de Mark debía enterarse Pero no contestaría el teléfono. Jamás lo contestaba cuando trabajaba. Estaría encerrado en su estudio, con el teléfono desconectado, desconociendo, para su fortuna, la tragedia que acababa de ocurrir mientras él se concentraba en sus proyectos. No, la única forma de interrumpir a Mark cuando trabajaba era presentándose en su casa y...
—Un amigo íntimo, señora Malfoy —intervino la voz del galeno. Y, aun sin querer, bajó la vista hasta su reloj de pulsera y su mente se desvió hacia los incontables pacientes que esperaban ser atendidos en la sección de emergencias de ese enorme hospital londinense. ¿En dónde estaba esa maldita enfermera que se suponía que debía reemplazarlo? Lo apenaba el caso, pero debía volver a sus ocupaciones—. O un miembro de la familia, quizá...
Un miembro de la familia... Dios del cielo.
—Draco —musitó con voz espesa y se estremeció. Había olvidado a Draco.
—¿El señor Draco, señora Norfolk? — el doctor atrapó el nombre con avidez—. ¿Tiene su número de teléfono o su dirección?
¿Estaba en Londres? Su atontado cerebro se esforzó por recordar el breve resumen que Draco les hizo de su itinerario, la última vez que lo vieron. ¿Primero viajaría a Nueva York? ¿O a Washington, Tokio, Bonn...? No recordaba porque no había prestado atención. Se estremeció, repitiendo en su mente lo que hizo en aquel entonces... bebérselo con los ojos, atormentarse, luchar contra sí misma para no descubrir sus sentimientos: el miedo, el odio y esa intensa y devastadora necesidad de...
Se cubrió la boca con la mano en un movimiento brusco; la náusea le revolvió el estómago. Theodore acababa de morir... ¡de morir! Y ella estaba sentada allí, pensando en...
— ¿Señora Malfoy?
—Draco Malfoy —se obligó a exhalar entre sus labios tensos y fríos—. El her... hermano de mi... marido.
Le dio el número de teléfono y el médico lo anotó, después de alzar las cejas debido a la sorpresa. Así que esa mujer pertenecía a Los Malfoy, pensó impresionado.
—Lo llamaré de inmediato; usted permanezca...
—Quizá no lo encuentre —agregó ansiosa—. El... él...
En ese momento la puerta se abrió y una enfermera entró. Con un silencioso suspiro de alivio, el médico se puso de pie y permitió que su asistente ocupara su sitio. Posó un brazo sobre los hombros de Hermione para darle consuelo.
—No se preocupe, lo encontraremos —sí, alguien lo hará, agregó en silencio mientras salía. Los hombres tan importantes como Draco Malfoy siempre podían localizarse en alguna parte, cuando era necesario. Existían muchas personas en altos puestos, que sabrían dónde hallar a Draco Malfoy.
Draco Malfoy se introdujo en su apartamento suspirando de cansancio. Estaba exhausto por el vuelo, el cambio de horario y la irritación. Tokio lo frustró con sus interminables esperas, Nueva York por la pérdida de tiempo y...
— ¿Qué demonios...?
Un sonido proveniente de alguna parte de lo que debía ser su silencioso apartamento, hizo que sus cejas se unieran sobre el puente de la recta y delgada nariz. Sus labios, apretados en una línea adusta, se fruncieron en un gesto de desagrado. Se quedó parado, sin moverse, para escuchar. Sus ojos, de un gris acerado, recorrieron el vestíbulo, pasando de una puerta cerrada a otra, hasta que detecta ron aquella de donde provenía el ruido.
Entonces lo vio, ahí estaba el zapato de brillante tacón de aguja, tirado en el mismo sitio en que lo aventó su dueña, justo a la mitad de la habitación.
—Maldición —refunfuñó—. ¡Maldición del infierno! Esa estúpida e irritante...
Pasándose una mano por sus rubios platinados cabellos, se dirigió a su dormitorio. Adivinaba lo que encontraría al abrir la puerta.
Lo último que necesitaba esa noche era a Pansy jugando a seducirlo, en su cama. Necesitaba dormir durante días, no participar en una maratón con esa insaciable arpía que nunca entendía el significado de la palabra "basta".
—¿Cómo diablos entraste? —gruñó al irrumpir en su habitación.
Estaba desnuda... lo apostaba porque la conocía mejor que la palma de su mano... bajo una delgada sábana blanca. Había empu ado las colchas con negligencia sobre la alfombra azul para que formaran un montón desordenado, y su cabello, esa larga y sedosa melena de un Negro vivo, resaltaba de modo estratégico contra la al mohada para aumentar la belleza de ese exquisito rostro.
Exquisito, se repitió con sequedad al detenerse al pie de la cama; puso sus puños cerrados sobre las caderas y posó la mirada sobre las seductoras líneas del cuerpo bajo la sábana.
—Te hice una pregunta —le advirtió con frialdad—. ¿Cómo en traste aquí?
Ella hizo un puchero ante el tono de voz de Draco.
—Doby me dejó entrar —le informó y luego sonrió coqueta—. Quería sorprenderte y lo logré, ¿verdad?
"Oh, me sorprendiste mucho", pensó, sintiendo que una tibieza fa miliar empezaba a permear sus ijares. Una rabiosa frustración lo invadió, pues presintió que sin importar con cuánta eficiencia funcionaran sus instintos, esa noche no podría hacerles justicia.
Y de todos modos le enfurecía que esa torpe se sintiera tan segura de la posición que ocupaba en su vida, que se considerara con derecho a invadir su hogar y su cama, sin previa invitación. A nadie le daba ese derecho. ¡A nadie!
De repente, sin que lo esperara, el rostro de Hermione flotó ante sus ojos y su belleza dulce, plácida, se impuso a las suculentas facciones de Pansy. Entonces la tibieza de sus ijares se convirtió en un calor que lo consumía.
"¡Asquerosa maldición de Satanás!", pensó regañándose por la indeseada reacción que siempre experimentaba cuando evocaba a Hermione. El detestaba la clase de belleza de esa mujer, despreciaba el aire de frágil inocencia tan engañosa mente proyectado. ¡Porque sólo era una infernal mentira!
Sin embargo, la deseaba con una lujuria que en privado lo asqueaba. Y el hecho de que esa falsa, ¡de entre todas las mujeres de este maldito mundo!, fuera la única que no estuviera a su alcance, sólo agravaba su obsesión.
Aunque ella lo ignoraba. Y jamás lo descubriría... Mientras su her mano viviera no permitiría que Hermione se diera cuenta de que tenía hambre de su cuerpo, algunas veces con una desesperación que lo llevaba al borde de la locura. Y el hecho de que Theodore fuera siete años menor que él, volvía la perspectiva de vivir más que él una posibilidad remota, en el mejor de los casos.
Pero Draco mismo se encargó de que esa intrigante supiera que él la odiaba. Oh, sí, odiaba a Hermione. La despreciaba por ser una zorra mercenaria; incluso le dijo que comprendía con exactitud lo que se proponía... también se lo dijo a Theo con la esperanza de que su pobre hermano recuperara el sentido común y enviara muy lejos al angelito. Pero estaba demasiado enamorado, demasiado ciego con la máscara con la que Hermione se cubría con tanta serenidad.
Tratar de salvar a Theo de un destino peor que la muerte sólo tuvo como resultado alejarlo de su hermano. Y por esa razón odió todavía más a Hermione... con un odio reconcentrado pues, cuando al fin se reconcilió con Theo, tuvo que agradecérselo a ella.
Hermione... Hermione, ¡la mancha del apellido de los Malfoy!, se mofó.
— ¡Zorra mercenaria! —la había acusado... poco después de que se propuso desgarrar en jirones la máscara de inocencia y pureza tras la cual esa ambiciosa se ocultaba. La besó hasta casi desmallarla y, ¡que Dios lo ayudara!, todavía evocaba la maldita dulzura de su boca. Sin miramientos, la redujo a una temblorosa masa de lujuria que tuvo en sus brazos y a su merced antes de enterrarle el puñal y hundirlo en la herida.
—Theo es la respuesta a todos tus problemas, ¿verdad? Está dispuesto a casarse contigo, pagará las deudas de tu padre sin esperar nada a cambio, excepto esa sonrisita boba en tus bellos y mentirosos labios... antes de un rápido entrar y salir de su cama.
— ¡Dios, cuánto te desprecio! —Jadeó —Amo a Theo. ¡Lo amo! ¿Me entiendes?
Pero incluso en ese momento, dos años después, aún podía ver la expresión de terror en los ojos Marrón claro, sentir el acelerado latir del corazón bajo su mano, que le indicaba con más claridad que cualquier otro detalle, que no se equivocó acerca de los motivos por los que Hermione se casó con su hermano.
—Theo es todo lo que tú no eres, Draco. No actúa con tu cruel dad, tu orgullo ni tu rudeza. No va por la vida hiriendo a las personas del modo en que tú lo haces.
—También tiene un débil apetito sexual —intervino él con desdén—. Entonces, ¿cómo reaccionarás cuando el horno en que bullen tus deseos carnales, que escondes con tanta cautela, al fin se desborde...?, pues eso sucederá sin duda. Tu lujuria desconcertará a mi callado, plácido y rígido hermano, lo sabes muy bien. Muestrale una décima parte de lo que me has mostrado y saldrá corriendo para meterse debajo de la cama, chillando de horror al darse cuenta de lo que su adorada Hermi realmente es.
En ese momento le volvió la espalda, mientras la culpa hacía que el delgado cuerpo de la chica temblara de asco. Y él no pudo evitar acercarse un palmo para apretarla contra su pecho y moldearle los senos con las manos, gozando en secreto de esa plenitud que lo sorprendía, de la redonda firmeza que palpaba. Oprimió los labios contra su cuello, e inhaló la intoxicante fragancia que sólo ella poseía, al mismo tiempo que con la lengua probaba salaz, la sedosa piel. La apretó más y Hermione se arqueó, gimiendo, incapaz de resistirse o de dejar de responder a sus exigencias.
—Tú no amas a mi hermano —se burló—. O no me corresponde rías de este modo. Amas su dinero y lo que sus millones pueden hacer por tu desagradecida familia.
—No olvides que Theo gana muchísimo casándose conmigo —la obligó a defenderse cuando se apartó de él.
—Oh, no lo he olvidado —replicó—. Theo recibirá el resto de su fortuna, como siempre quiso, pero eso sucederá dentro de cinco años, de todos modos. No. Tú te casas para beneficiarte, por avaricia. No por Theodore, ¡que Dios lo ayude!
—Te odio —casi se ahogó. La tristeza en su rostro conmovió algo oscuro en el interior de Draco—. Manchas todo lo que tocas y te odio.
—Pues me odies o no —ironizó, tentándole con un dedo un seno cuyo pezón despertó al instante irguiéndose—; no puedes negar que saboreas mis atenciones. ¿Qué harás, mi sensual Hermione, para reprimir todo esto, cuando Theo se haya saciado? ¿Te prostituirás para encontrar alivio a tu mal?
Entonces ella lo abofeteó. Y quizá se lo merecía.
— ¿Te refieres a que debo imitarte?— le escupió, retándolo con su brillante hermosura, con su mirada mentirosa—. ¿A ti, que te das a cada mujer que se cruza en tu camino? — insistió —No tienes discreción, ni límites que te niegues a traspasar. ¡Llegarías incluso a seducir a la futura esposa de tu propio hermano! Quizá te dé asco, pero sólo la mitad del que tú me inspiras a mí.
—Asco o no asco, me deseas —y antes de que ella pudiera atacarlo, la encerró en sus brazos para recordarle con cuánta facilidad podía reducirla a una temblorosa masa de pasión insensata.
Nunca logró olvidar la mirada de desprecio que Hermione le lanzó cuan do al fin se libró de su abrazo.
—Como te aconsejé, querida, prostitúyete; pues tú, el ángel de Theo, tienes instintos de buscona.
—Supongo que le contarás lo que sucedió esta noche, ¿verdad?
No importaba cuánto tratara, Hermione no pudo suprimir la asustada agitación de su voz. El gozó con ese miedo, sabiendo que le temía porque lo creía capaz de destruir sus cuidadosos planes.
—No me consideraría un buen hermano si no lo hiciera —asentó sarcástico.
Y cumplió su amenaza... le contó todo a Theo...
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Theo, o más bien un gesto amargo que intentaba convertirse en sonrisa. Por primera vez en su vida Draco saboreó una experiencia ácida: su hermano lo contempló con verdadero asco. Theodrore no le creyó, desde luego... ¿quién lo habría hecho cuando sólo necesitaba mirar el dulce rostro de Hermione para que desapareciera la verdad? Pequeña, frágil, delgada, de ondulado cabello castaño y enormes ojos de miel, representaba la inocencia de Cupido antes de conocer la cúspide del amor.
Una representación falsa...
—Zorra —murmuró Draco.
—No te muestras muy galante —opinó Pansy con voz petulante.
Draco parpadeó, descartando los nubarrones de ira que ensombrecían sus pupilas grises, borrando el rostro de su hermano y las reminiscencias de esa batalla contra Hermione Granger, ahora señora Malfoy.
Pero todavía evocó las últimas palabras de aquel encuentro: "¡Conozco a Hermione y si respondió a ti de ese modo fue porque tú tratas te de seducirla! ¡Dios! El desprecio de Theo lo hirió más que nada. "¿Tienes que manchar todo lo que es limpio y hermoso, Draco?" Sólo porque nuestro padre caminó por la vida manchando lo que tocaba, no significa que tú debas seguir sus pasos".
—Por lo menos papá captaba la vida como realmente es —suspiró—, no a través de lentes teñidos de rosa, como los que usas. Por el amor del cielo, Theo... ¡ten sentido común! Tu novia te manipula.
—Eso crees, ¿eh?— en ese instante Theodore se convirtió en un desconocido —Pues tu opinión demuestra lo poco que sabes de ella... o de mí.
—Pude hacerla mía allí... sobre la alfombra del dormitorio —gritó furioso.
—Desde luego —admitió Theodore, seco —Acepto como un hecho indiscutible que puedes seducir a cualquier mujer si te lo propones. Pero jamás pensé que descendieras al grado de intentarlo con mi prometida... ¡con la mujer con quien me voy a casar! ¿No respetas ni el honor, ni el cariño entre hermanos?
—Aquí no se trata de honor o de respeto— arguyó cansado—, sino de obligarte a ver lo que ella es, antes que resulte demasiado tarde.
—Sé quién es Hermi —afirmó Theodore —La mujer que convertiré en mi esposa, ¡y que Dios ayude a aquél que intente herirla, porque deberá pasar sobre mi cadáver, Draco! Sobre mi cadáver —la advertencia resonó con claridad; la batalla se había perdido—. Así que llévate tu desprecio hacia otra parte y déjanos en paz. No quiero verte o hablar contigo de nuevo.
Y lo habría cumplido si el abuelo no hubiese enfermado de gravedad.
Por el bien del viejo se encontraron en una reunión y fingieron que nunca habían peleado. Pero en privado, Theodore apenas lograba dirigirle palabras corteses, el distanciamiento aún existía Hermione se es forzó en que Theodore lo perdonara, convenciéndolo de que ya era hora de olvidar los rencores. Así que, a su pesar, Draco debía agra decérselo; amaba a su hermano. Theo era, quizá, la única persona en el mundo a quien amaba.
Pues, ciertamente, ni siquiera le tenía un poco de aprecio a la mujer que ahora estaba tendida sobre su cama.
—Levántate, Pansy —le ordenó—. Levántate, vístete y lárgate.
Sin lanzarle una segunda mirada, salió de la habitación y se dirigió a su estudio sin detenerse hasta que llegó al bar donde se sirvió un buen trago de aguardiente.
—No sé por qué te aguanto —la voz de Pansy perdió su tono sensual. En su papel de amante frívola, se negaba a aceptar un rechazo aunque él se lo restregara en la cara—. Eres tan... ¡tan impredecible!...
La contempló, apoyado contra el marco de la puerta, envuelta en una delgada sábana blanca de la cama. Le pareció raro que a la luz artificial de la cantina, las facciones de esa mujer adquirieran un matiz duro, lo mismo que el vibrante color de su cabello negro. Y, por primera vez en varios meses de asociación íntima, se preguntó si ese tono azabache no salía de un frasco de tinte. Sin embargo, reconoció que su amante tenía buen cuerpo, bien cuidado. Firme.
—¿Por qué te permitió entrar Doby? —su sirviente no acostumbraba permitirle el paso a nadie, sin una excelente razón.
Y una sorpresa no cumplía con el requisito; Doby lo sabía.
—Oh —los ojos de Pansy se agrandaron ante un recuerdo repentino—. Tenía que ir a alguna parte con urgencia... en este momento no sé a dónde, aunque estaba muy nervioso cuando llegué. Me explicó algo acerca de una llamada telefónica y que debía pasar por ti al aeropuerto; pero por si acaso no lo lograba, me pidió que me quedara aquí. Desde luego —una seductora sonrisa distendió su rostro—, me encantó esperarte. De hecho, no podía pensar en algo mejor para...
Draco ya no la escuchaba; frunció el ceño, preguntándose qué pudo suceder para que su sirviente saliera corriendo con tal pánico a buscarlo.
— ¿Te dijo el motivo por el que necesitaba verme con urgencia?
—No —los cremosos hombros de Pansy se encogieron—. Sólo dijo que te esperara aquí y —su mirada se ensombreció con una promesa—... que no me moviera sino hasta que tú...
El teléfono empezó a sonar. Draco se puso rígido de pronto y un extraño presentimiento le recorrió la espina dorsal. Apuró el contenido de su vaso y se dirigió hacia la puerta.
Al pasar frente a Pansy, la mujer estiró una mano para acariciarle la mandíbula.
—No contestes —le pidió ronroneando—, y métete en la cama conmigo. Yo te necesito más que cualquiera que te llame por teléfono, Draco; mucho, muchísimo más...
Al fin un brillo divertido iluminó los ojos grises.
—Pansy —bromeó con sequedad—, tú siempre necesitas más... por tal motivo te considero un "acostón" delicioso.
—No me parece gracioso —repuso mirándolo con dolor.
— ¿Gracioso?— repitió frío— ¿Desde cuándo me esfuerzo por ser gracioso? Tú no me deseas por mi fino sentido del humor, ni por mi amabilidad. De hecho, te aburriría un hombre amable, Pansy — pre dijo justo antes de besarla con sensualidad. Ella se aferró a él como una lapa... como una lapa hambrienta de sexo —Y a ese pobre tipo lo acalambrarías de terror —continuó, cuando sus bocas se separa ron —Ahora, lárgate— repitió librándose de esos blancos brazos para entrar en su estudio y cerrar la puerta de golpe, deliberadamente.
Tendría que deshacerse de ella, decidió. Esa mujer empezaba a ponerle los nervios de punta y...
—Habla Draco Malfoy —anunció, apretando el auricular con la mano—. ¿Doby?— se enderezó al oír la voz de su sirviente—. ¿Qué demonios crees que haces permitiéndole el paso a esa maldita mujer para que invada mi casa? Esa...
No llegó más lejos. Doby lo interrumpió con la voz ronca por la angustia. Mientras Draco escuchaba sus explicaciones, el presentí miento se transformó en una realidad dura y tuvo que sentarse en una esquina del escritorio.
La náusea le llenó el estómago, seguida del inevitable azoro emocional. El impacto le zumbó en los oídos, para después viajar igual que melaza por sus venas hasta consumirlo.
— ¿Cuándo? —preguntó, atontado —¿En dónde? ¿Y él...? — debió prepararse para preguntarlo, pero al fin lo hizo—. ¿Estaba con Hermione? —cerró los ojos, luchando contra la oscuridad que lo envolvía, que amenazaba con engullirlo—. ¿No le pasó nada?— el suspiro de alivio se ahogó en un agobiante frío—. ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Sola? ¡Dios! —se sofocó—. ¿Quieres decir que la han tenido allí todo el tiempo? ¿Qué diablos se creen esos...?
Apretó la mandíbula y cerró los ojos para controlar sus emociones caóticas mientras escuchaba los detalles que Doby le proporcionaba. Después exhaló, para dominarse.
—De acuerdo —murmuro —Voy en camino... No —negó con la cabeza —Yo estoy más cerca del hospital que tú. Regresa y... y pre para una habitación para recibir a mi cuñada... No, Doby —suspiró —No planeo conducir, pero soy capaz de llamar un auto de alquiler. Y la señora Malfoy me necesita a mí, a nadie más. "A nadie más", se repitió con pesadez al dirigirse con pasos rápidos, hacia la puerta.
"Theo... Dios... Theodore".
Por un momento tuvo que dejar de caminar, pues el dolor lo dominaba. Después avanzó de nuevo, salió del estudio, y se dirigió hacia el vestíbulo. Olvidó a Pansy. Se olvidó de todo, excepto de la necesidad de llegar al hospital...
De llegar al lado de Hermione... de Hermione, quien lo necesitaba.
