Este fanfic es para el reto del Intercambio por San Valentín y bueno. Aquí estoy yo subiendo el último día del plazo COMO SIEMPRE. ((((lo siento))))
Anyway, RoseDave para Martus Mortus, porque sé que probablemente no se lo esperaba.
El sonido metálico de al puerta al cerrarse hace eco por todo el portal y causa la risa boba de los dos jóvenes que acaban de entrar.
A pesar del frío punzante de una noche de febrero, Rose lleva su chaqueta oscura colgada del brazo, dejando al descubierto sus pálidos y aparentemente frágiles hombros, decorados con los tirantes del elegante vestido morado que ha elegido para tan señalada fecha.
Dave también se ha esmerado en parecer formal y correcto con su indumentaria y lleva uno de esos trajes que Kanaya le ha tenido que arreglar para que le siente de la manera adecuada. Aun así, al igual que su acompañante, se ha quitado ya la chaqueta negra, mandando a la mierda la formalidad.
La verdad es que ambos disfrutan llevando esa clase de ropa, pero no se la habrían puesto si todo aquello no fuese una gran broma de tira y afloja para ver cúal de los dos cede antes y acaba con esa gilipollez a la que llaman con sarcasmo "cita de San Valentín".
Todo empezó cuando el menor de los hermanos propuso salir juntos ese 14 de febrero por la noche, dando por hecho que Rose no tendría cita para entonces. Ella, seria cuando cerró el libro que tenía sobre el regazo, aceptó la proposición. El Strider casi pierde las gafas de sol con el movimiento brusco que hizo al erguirse tan repentinamente en el sofá y dirigirle una mirada de incredulidad. "Vas en serio" le preguntó él; "¿tú no?" le contestó ella con una leve pero clara sonrisa de diversión.
Y allí estaban. Habiendo cenado como una pareja real en un restaurante lleno de parejitas empalagosas de las que pudieron reírse mientras acababan sus platos y bebían un buenísimo vino (o tal vez un par o tres de botellas del mismo), se les ocurrió que la noche aún podía acabar más redonda yendo a molestar a sus mejores amigos, que estarían sin duda disfrutando de una hermosa velada como los putos cursis que son.
—Les vamos a interrumpir en mitad del polvo. —susurra Dave mientras cruzan el portal a oscuras, tambaleándose un poco al poner el pie en el primer escalón de los cuatro que hay.
—Eso espero. —le contesta Rose con su voz calmada de siempre, como si no hubiese sido ella la que se ha bebido más de botella y media sin ayuda de su hermano.
El Strider se queda parado en la segunda escalera, alza la mirada que había estado clavada en sus propios pies para acertar con los pasos y no tropezarse como un idiota que no aguanta el alcohol (aunque esa sea la realidad) y sus ojos se quedan clavados en lo que tiene justo delante, que es la retaguardia de Rose, la cual sube las escaleras con esa elegancia que siempre le acompaña a pesar de haber elegido unos tacones considerablemente altos para esa noche. Joder, ¿es que el vino aún no le ha hecho efecto?
Como si la rubia escuchase los pensamientos del otro, se gira hacia él cuando alcanza la puerta del ascensor y aprieta el botón mientras una sonrisita burlona se dibuja en sus labios, pulcramente perfilados de negro.
Antes de que pueda escuchar una pulla sobre su estado, Dave acaba de subir los escalones y llega al lado de su hermana mayor segundos antes de que la puerta del ascensor se abra y los reciba a ambos.
—No deberías mirarle el culo a tu hermana tan descaradamente. —"Ahí está" piensa el rubio cuando Rose le suelta aquello.
—¿Por qué iba a mirar algo que veo todos los días de manera gratuita? —murmura él como respuesta mientras decide volver a ponerse la chaqueta negra del traje. Le sienta demasiado bien como para no llevarla puesta cuando John y Jade les reciban.
—Define "de manera gratuita". —Rose aprieta el botón número cinco y se coloca bien la correa del bolso a la vez que se cambia de brazo la chaqueta.— Porque dudo que espiar por la rendija de la puerta del cuarto de baño sea "de manera gratuita".
—Tía, hace años que no hago eso. —se queja el Strider, apoyándose sin que se note demasiado en una de las paredes del ascensor, que cierra sus puertas y da un traqueteo justo antes de empezar a subir costosamente.— Era un crío de dieciséis años, qué esperabas.
—Soy tu hermana, David.
—Sólo compartimos madre. —Dave arruga la nariz y le echa una mirada de reproche a través de sus gafas.— Y no me llames así, sabes que no me mola.
—¿No te parece suficiente razón como para no masturbarte pensando en mi? —A pesar de que la pregunta de la Lalonde parece el inicio de un sermón, Dave se da cuenta de que está rebuscando en su bolso y que ensancha su sonrisa justo antes de volver a cerrarlo y mirarle con sus brillantes ojos morados.— ¿Lo sigues haciendo?
—¿Por qué coño de repente te interesan mis pajas? —El Strider se ríe y deja esa sonrisa ladeada mientras se mete las manos en los bolsillos que tan bien le ha funcionado, sobre todo con tíos.— ¿Estás haciendo un estudio o es que quieres participar?
—La verdad es que actualmente quiero participar.
La respuesta le descoloca de tal manera que cuando Rose pasa de estar a su lado a estar frente a él, su cuerpo aún no ha reaccionado y, como mucho, lo único que ha cambiado es que su sonrisa se ha quedado helada.
Al tener a su hermana de frente, Dave se percata de que las mejillas de la mayor están ligeramente teñidas de rojo y sus ojos morados están más brillantes de lo normal, un claro signo de que, a pesar de lo que creía al principio, el vino sí que ha hecho efecto en ella.
En los segundos que la rubia le da para recomponerse mientras le quita las gafas de sol y se las deja en el pelo, el Strider atina a sacar lentamente las manos de los bolsillos como si pretendiera hacer algo al respecto, pero se queda quieto, estático. No es que se sienta intimidado por no llevar las gafas frente a Rose, porque es algo normal ya que conviven juntos; solo está alucinado y expectante a partes iguales con el comportamiento juguetón de la Lalonde y no sabe si le está tomando el pelo para ponerle la guinda final a la noche y ganar el tira y afloja que había resultado la cita de San Valentín en general o va en serio.
Pero entonces la mayor se inclina hacia un lado sin romper el contacto visual ni su misteriosa y atractiva sonrisa y aprieta tal vez con demasiada brusquedad un botón que hace que el ascensor pare en mitad del largo ascenso con un traqueteo que hubiese preocupado a Dave si justo después no hubiese notado la rodilla de Rose entre sus piernas, haciendo un movimiento horizontal, como si quisiera separárselas.
—Si crees que voy a picar con esta mierda… —comienza a hablar el Strider, con una nota de duda en su voz.
—Oh no. No tienes que picar. De hecho, lo conveniente sería que no hicieras nada.
Ahora Rose ya no le mira a los ojos, está más concentrada en sus propias manos que se cuelan dentro de la chaqueta de su hermano y bajan por sus costados hasta llegar al cinturón, donde deja los dedos enganchados.
Él se encoge un poco con ese contacto inesperado y siente la urgencia de quitarse las manos ajenas de encima. Obviamente, no es que Rose no le guste, ni tampoco que no haya intentado algo así antes (todas las veces sin final feliz), pero ahora que parece que va a ocurrir de verdad…
Entonces, como si fuera el último empujón que el menor necesita, Rose estira un poco de su cinturón para llamarle la atención y a la vez le empuja el rostro con la nariz para que lo levante y así encontrarse con sus labios por fin.
Dave nota tan claramente las ansias de Rose por devorarle que su cuerpo consigue reaccionar y encenderse, sin llegar a pensar siquiera en lo lleno de pintalabios negro que estará si al final consiguen llegar a casa de la parejita feliz que vive en el edificio.
Dejando la abrumación inicial de lado, con una repentina sensación de sobriedad, Dave agarra los antebrazos de la Lalonde y en un movimiento rápido y brusco que les obliga a despegar las bocas, hace que sus posiciones se intercambien y prácticamente estampa a Rose contra la pared que antes él ocupaba, haciéndola jadear.
Sin embargo, eso no amedrenta a la joven, que no tarda en amoldarse a su nuevo lugar y se engancha al cuello de Dave justo cuando este se echa sobre ella, aprisionándola mientras vuelven a comerse la boca sin piedad.
Si antes el rubio había dudado sobre aquello, ese sentimiento se ha remplazado rápidamente por el deseo contenido por la chica que se remueve contra él de manera sugerente, rozándose con tanta intensidad que casi le hace sentirse desnudo. En realidad, desearía estar desnudo.
El simple hecho de pensar en lo que podría pasar a continuación en ese ascensor hace que el Strider clave más los dedos en la cintura de Rose, provocando que el vestido aterciopelado se arrugue y que el alto corte que le hace enseñar su pierna izquierda suba más de la cuenta, dejando ver el delicado encaje negro del borde de su ropa interior.
Viendo ahí la posibilidad de llegar más lejos, Dave poco a poco ralentiza el beso y fija más su atención en la mano que intenta colar por ese amplio corte del vestido.
—Suficiente. —jadea la rubia cuando tiene los labios libres, agarrando súbitamente la muñeca de su hermano para que no continúe.
—¿Qué… has dicho?
—Que es suficiente. —Rose aparta a Dave de ella poniéndole una mano en el pecho mientras con la otra se limpia las comisuras de los labios, como si supiera exactamente dónde se le ha corrido el pintalabios.— Ya has jugado un rato.
—Joder, no me digas que me vas a dejar así. —Con más miedo de perder la oportunidad que cabreo, se señala la entrepierna, donde hay algo que hace sonreír a su hermana.— Encima te cachondeas.
—No, Dave. —Misteriosa como siempre, vuelve a guiar al rubio como quiere, dejándolo en su posición inicial, con la espalda pegada a la pared del ascensor.— No voy a dejarte así.
Casi suena música celestial en la cabeza del Strider cuando observa cómo la Lalonde, después de robarle las gafas de sol que anteriormente le ha colocado en el pelo, se agacha poco a poco hasta quedar con la cabeza a la altura de su bragueta.
Primero deja el bolso y la chaqueta en el suelo con delicadeza, colocando las gafas de su hermano encima de todo y después se dispone a desabrochar el cinturón, haciéndolo con una lentitud intencionada.
Sus ojos morados, maquillados con colores oscuros que acentúan la sensualidad en la mirada, no se apartan de los bermejos del menor, que traga saliva y lleva una mano al cabello rubio de la Lalonde, pero ella se la sacude rápido de encima.
—Ni se te ocurra tocarme el pelo; no me hagas atarte antes de tiempo.
Como Rose sonríe después de decir aquella reveladora frase, Dave le corresponde, sin entender a qué se refiere exactamente. Está tan centrado en lo que pasa ahí abajo que ni siquiera se da cuenta de cómo la mano de su hermana se cuela en el bolso que ha dejado en el suelo y saca algo pequeño de él.
La mano libre de la rubia está por fin bajando la bragueta y dejando que los pantalones negros del traje empiecen a resbalar por las caderas de Dave por si mismos pero, justo cuando el bulto en su ropa interior es ya visible, Rose le echa un vistazo y se levanta del suelo. La expresión que se le queda al menor está tan desencajada que apenas puede evitar reírse.
—No vas a…
—Shh…
Como el Strider apenas puede articular bien una simple frase, Rose se aprovecha de ello y le corta rápido, dándose cuenta de que su hermano de repente parece que vuelve a estar bebido.
Como está disfrutando de las diferentes expresiones en un rostro que acostumbra a ver neutral y frustrantemente estoico, decide darle una pequeña recompensa por ello y le regala un nuevo pero más suave beso a la vez que se aprieta contra el cuerpo ajeno, procurando colocar bien el muslo entre sus piernas y rozar la obvia erección de su hermano.
El suspiro entrecortado que suelta el Strider contra sus labios le reconforta tanto que deja que baje las manos más allá de la espalda y le manosee con ganas el culo por encima del vestido. De todas formas, no va a poder volver a hacer eso, piensa Rose mientras le afloja la corbata con sus delicados dedos.
Cuando la Lalonde ya se ha hecho con la corbata sin que el otro se dé cuenta, coge las manos ajenas que siguen en su trasero, ya subiendo el vestido para intentar colarlas debajo, y las conduce lentamente hacia la espalda de su hermano. Casi nota cómo él resopla contra sus labios, pero le acalla con la lengua, besándole más fieramente y consiguiendo que no le dé demasiada importancia al hecho de que le esté atando las manos a la espalda con su propia corbata.
Al haber acabado su faena con un profesional pero simple nudo de bondage, Rose se permite llevar ahora las manos al bulto que tiene pegado a la pierna y apretarlo con fuerza, haciendo que Dave rompa el beso y suelte un súbito jadeo, removiendo las caderas en busca de más roce. Es entonces cuando mueve los brazos y se da cuenta de que algo le bloquea el movimiento.
—Rose, qué coño… —El Strider manotea un poco y mira por encima de su hombro con dificultad, dándose cuenta de lo que ocurre.— Dios, sabía que te iba este rollo.
—Bien, entonces no opondrás resistencia.
—Cómo mierda voy a oponer resistencia con las manos atadas a la espalda.
—¿No te gusta? —pregunta Rose a la vez que masajea con cuidado la erección por encima de la ropa interior de su hermano.
—No… lo sé. —responde él, vacilando unos segundos y con los ojos clavados en la mano que tiene entre las piernas. La verdad es que está demasiado caliente como para no disfrutar hasta del brusco apretón que le ha dado antes.
—Estoy segura de que lo disfrutarás. —sentencia ella, dejando en paz la entrepierna ajena.
—Oye, pero por qué hablas en fut-...
—Date la vuelta.
Aquello suena tanto a orden que Dave cierra la boca sin rechistar, algo casi sin precedentes, y hace lo que su hermana mayor le dice. Con Rose cogiéndole con cuidado el borde de los pantalones para que no se resbalen hasta el suelo, el Strider poco a poco le da la espalda, expectante, empezando a preguntarse si hacer caso a una tía que ata a su hermano es buena idea.
Aún duda más cuando la Lalonde le suelta los pantalones y estos caen al suelo haciendo un ruido metálico por culpa de la hebilla del cinturón y dejándole el trasero expuesto. Con delicadeza, su hermana apoya una mano en su espalda y la otra le coge de la cadera, haciendo presión para que él se mueva por si solo de manera que se incline y quede aún más con la retaguardia expuesta. Dave se deja guiar, tenso, apoyando la mejilla contra la pared del ascensor y mirando con nerviosismo por encima del hombro. Es entonces cuando se percata de que Rose tiene algo pequeño en una de sus manos y no sabe cuándo se ha hecho con eso. Ella se da cuenta de lo que miran los ojos de su hermano y, con una pequeña sonrisa, decide enseñárselo.
Abre la mano y el Strider ve cómo dos pequeños aparatos cuelgan de sus dedos. Ambos objetos son morados y no pasan de los diez ocho centímetros de largo. Uno de ellos es un mandito con solo tres botones que cuelga de una cadena similar a un llavero y el otro es una especie de cápsula ahuevada que tiene una cuerdecita de goma.
—Tienes que estar relajado. —le dice Rose a pesar de que Dave no la entiende hasta que ella pasa la mano por uno de sus glúteos en una intensa caricia.
—Ni de coña. —contesta cortante y repentino el rubio.— No me vas a meter eso en el culo.
—¿Te da miedo? —La rubia mira el objeto ahuevado y le da vueltas.— ¿O dices lo mismo cada vez que te llevas a un tío a la cama a pesar de acabar dejando que te la metan?
—Tú no eres un tío y no estamos en una cama. —refunfuña el menor, sintiendo cada vez más su desnudez.
—Vamos, no seas aguafiestas… —Le da un apretón a la nalga en la que tiene la mano, haciendo que Dave jadee y se retuerza levemente.— Sabes que va a gustarte, deja de ser tan orgulloso.
Sin esperar a una respuesta verbal, Rose pasa un pulgar entre las nalgas de su hermano, acariciando su entrada con la yema del dedo y haciendo que el menor suelte un pequeño gemido que ahoga mordiéndose el labio. La Lalonde reacciona igual y se atrapa el labio inferior con los dientes, cada vez más excitada, con los felinos ojos clavados en el rostro escondido de su hermano, imaginando la deliciosa expresión que debe tener ahora mismo.
Ya con urgencia, lleva el mini vibrador ahuevado a sus labios negros y pasa la lengua por la parte más estrecha, procurando llenarlo bien de saliva para que la penetración no sea dolorosa.
Cuando sustituye el pulgar que le acaricia con suavidad por el húmedo vibrador, siente cómo Dave se tensa aún más y flexiona con nerviosismo los dedos de las manos atadas a la espalda. Si supiera cuánto tiempo lleva la Lalonde planeando algo así…
—Rose… —suspira en un gimoteo el Strider cuando nota cómo su hermana presiona su entrada con el objeto morado.
—Relájate. —le contesta ella en el mismo tono bajo, sorprendiéndose de que a pesar de la tensión, el cuerpo del rubio no rechace el vibrador.— Vaya, tu hermano te ha entrenado bien por lo que veo.
—D-de qué... hablas. —pregunta Dave con voz ahogada, sintiendo que le tiemblan las piernas al dilatarse tan rápido.
—Hablo de que estoy segura de que os estáis acostando. No me creo que puedas pasar toda la tarde encerrado con él en tu cuarto sin que os peleéis. —Rose, muy concentrada en lo que hace, gira con suavidad el pequeño vibrador para que entre mejor mientras habla.— ¿Lo de desear a gente que tiene tu misma sangre es fetiche o te vas a escudar también con que sólo sois hermanos por parte de un progenitor?
—A-ahah, la fetichista aquí eres… hnmg. —El Strider se encoge ligeramente, a pesar de que su postura apenas se lo permite, al sentir cómo la parte más gruesa del dildo empieza a entrar en él.— Dios…
—¿Te gusta, Dave? —susurra la Lalonde, maravillada por los estremecimientos del cuerpo del joven cuando por fin mete el objeto ahuevado en su interior, dejando solo la cuerdecita de goma fuera para poder sacarlo.— Contesta. —le reprende, más severa, cuando el otro se queda en silencio demasiado rato, estirando de la cuerda del vibrador para que el otro reaccione.
—Sí. —gime costosamente el rubio, teniendo una convulsión por culpa del dildo.
—Así me gusta. —Rose se separa un poco de él y se agacha para recoger el pantalón de su hermano, arrugado a los pies del mismo.— Eres más sensible de lo que creía. Va a ser divertido.
—Pero… qué estás haciendo. —El Strider, confundido, ve cómo su hermana le sube de nuevo el pantalón y le sube la bragueta. Cuando le obliga a ponerse recto y a girarse, suelta un pequeño quejido, sintiendo aún el vibrador en su interior.
—Jugar. —responde ella, sonriéndole después de abrocharle el cinturón y pulsar el botón que pone en marcha el ascensor.
—No, no vas a hacerme esto. —El rubio se remueve, aún con las manos atadas a la espalda, viendo cómo Rose recoge su bolso y chaqueta del suelo y le coloca de nuevo las gafas de sol. Después se chupa el pulgar y le limpia las comisuras de los labios a su hermano, pues aún tenía pintalabios negro.— Rose.
—Qué. —Muy tranquila, la Lalonde saca su pintalabios negro del bolso y un pequeño espejito para retocarse el maquillaje y el cabello, como si nada hubiese pasado.
—Desátame.
Como si acabara de recibir una bofetada, la rubia gira el rostro muy lentamente hacia su hermano, que se queda algo cortado al ver una expresión tan severa. Casi da un respingo cuando Rose cierra de repente el espejito y se lo vuelve a guardar junto al pintalabios. Después alza el segundo objeto morado a juego con el dildo que sigue dentro del Strider, como si se lo estuviera enseñando, y pulsa uno de los tres botones.
Inmediatamente, Dave siente algo vibrando en su interior que le hace soltar una exclamación de sorpresa y apoyarse en la pared del ascensor justo cuando este para y las puertas se abren.
Gracias a dios, nadie estaba esperando el ascensor en el quinto piso, así que Rose se toma su tiempo para dar la vuelta al cuerpo aún tembloroso por la impresión de su hermano y empezar a deshacer el nudo de la corbata en sus muñecas.
—Te desato porque forma parte del plan, no porque me lo ordenes, ¿queda claro?
—Pareces una dominatrix ofendida. —Dave suspira cuando por fin siente las muñecas liberadas y lo primero que hace es frotárselas, viendo que se le ha quedado una clara marca roja. Diría que está aliviado si no fuera porque tiene algo peor que una bomba en su interior.
—No estoy ofendida. —le contesta ella, esperando a que Dave vuelva a encararle para poder colocarle la corbata en su sitio. Cuando acaba le enseña el mando y añade:— Si lo estuviera, lo sabrías. Venga, vamos.
—Espera, ¿aún quieres ir a casa de John y Jade? ¿En serio? —El Strider se resiste un poco cuando su hermana le estira del brazo para salir pero, viendo que las puertas del ascensor se van a cerrar y temiendo quedarse otra vez a solas en un espacio tan pequeño con ella, se apresura a salir, notando la intensa incomodidad al caminar.— No voy a entrar ahí con un puto vibrador en el culo y empalmado como un gilipollas.
—Oh… —La mayor baja la mirada, viendo que, efectivamente, el otro sigue teniendo una obvia erección en los pantalones.— Bien, les diremos que eres todo un caballero y te has ofrecido a llevarme la chaqueta. Así podrás ocultar tu excitación.
Seguidamente Rose le da dicha prenda, la cual el rubio coge a regañadientes, y se adelanta hasta llegar a la puerta del apartamento de sus amigos. Antes de llamar al timbre, decide apretar un botón del mando morado y provocar en Dave un brusco estremecimiento que le hace apoyarse en la pared.
—¿Se puede saber qué cojones he hecho ahora? —le grita en un susurro el rubio, sabiendo que en esos rellanos el eco es exagerado.
—Negarte a cumplir mis deseos. —Rose le contesta cuando él llega costosamente a su lado, habiendo ya llamado al timbre.— Si digo que vas a entrar, entras, no te quejas.
—Esto no es justo. —escupe Dave justo antes de que la puerta se abra
Los hermanos se encuentran con una Jade de pelo despeinado, camisón mal colocado y gafas torcidas. Está tan sorprendida que tarda mucho rato en decir algo, simplemente mira a Rose y Dave de manera intermitente, abriendo y cerrando la boca.
Entonces aparece John por detrás, igual de despeinado y sin gafas ni camiseta siquiera.
—¿Va algo mal, Jade? —pregunta en voz alta mientras la alcanza. Al ver a los hermanos se queda igual de cortado, pero él sí que reacciona.— ¡Dave, Rose, qué… sorpresa!
—Hola, chicos. —saluda ahora también Jade, sonriendo un poco.— ¿Qué hacéis aquí… a estas horas?
—Pasábamos por aquí. —La primera en contestar es Rose, que les sonríe como si fuera normal aparecer a las dos de la mañana en casa de una pareja el día de San Valentín.— ¿Interrumpimos algo?
—Es obvio que sí. —añade Dave, muy concentrado en mantener la chaqueta de Rose frente a su propia entrepierna de manera que parezca natural. Su comentario hace que los dos morenos rían algo incómodos.
—Sólo estábamos en el sofá, bajando la cena... —responde la Harley, apartándose de la puerta para indicarles a sus amigos que entren.
—Hah, sí, claro. ¿Te ha dado tiempo a quitarte el condón, Jehn? —le suelta Dave a John cuando pasa por su lado, cojeando de una manera que hace que Rose sonríe levemente.
—No soy tan rápido para todo como tú, Dave. —contesta el Egbert a la pulla, pasando el primero al salón.
Como ya habían supuesto los rubios, al entrar al salón, todo es asquerosamente romántico. Tal vez más de lo que esperaban incluso.
Hay pétalos de rosas por todas partes y los muebles están corridos para dejar un amplio espacio en el centro del salón para una mullida manta donde hay cojines, chocolate, lubricante, velas, peluches y, sí, preservativos.
Los cuatro amigos se quedan parados en la entrada del cuarto, como si ninguno supiera que eso estaba allí. Jade se apresura a encender las luces y darle un codazo a John cuando pasa por su lado, reprendiéndole por no haberle avisado de que no ha quitado nada de en medio antes de dejar pasar a los rubios.
—Perdón… por el... uh… desorden. —A John casi le da la risa floja cuando dice aquello mientras ve cómo la Harley empieza a quitar objetos delatores de la manta.— Tiraos al sofá… en el sofá. Que os sentéis, quiero decir.
—Me mola cómo bajáis la cena. —dice Dave, yendo hacia el sofá pero quedándose de pie frente a él. Si ya siente el vibrador hundido en su interior cuando camina, si se sienta…
—Siéntate, Dave. —le presiona entonces Rose, adelantándose y sentándose en un extremo.
—¿Queréis pizza? Nos ha sobrado. —se escucha a Jade decir desde la cocina.
—No, gracias, acabamos de cenar. —contesta educadamente la Lalonde, sin quitarle los ojos de encima a su hermano, que la mira desde arriba.
—Yo sí quiero. —John huye a la cocina en busca de esa pizza que ha sobrado, dejando a los rubios solos.
—¡Pero si tú ya has comido! —exclama Jade.
El Strider traga saliva al darse cuenta de que vuelven a estar solos y, como ya espera lo que viene, la vibración en su interior no le pilla tan desprevenido, pero la sensación es tan intensa como todas las veces anteriores.
Cabreado porque no puede evitarlo, empieza a flexionar las rodillas y necesita apoyarse en el sofá; Rose no está teniendo piedad y su dedo sigue clavado en uno de los botones del mando, consiguiendo que la respiración de Dave se altere y acabe sentándose en el sofá como ella ordenaba.
Justo cuando suelta el botón, los morenos aparecen con dos platos de pizza para ellos mismos.
—Es una pena que no queráis, la hemos pedido en ese sitio de siempre donde las hacen tan buenas. —les explica Jade mientras se sienta al otro lado de Dave.— ¿Y cómo que vais tan guapos?
Al formular la pregunta, la Harley se deja el plato con la porción de pizza en el regazo y pasa una mano por el brazo entrajado de Dave, causándole un respingo que le asusta hasta a ella, que aparta la mano con rapidez, sin entender qué ha pasado.
—Me has rampado. —murmura Dave muy bajo como explicación, colocándose nerviosamente la chaqueta de Rose sobre el propio regazo.
—Hemos salido a cenar juntos. Hay buenas ofertas para "enamorados" y hemos optado por aprovechar la oportunidad. —dice de mientras Rose, cruzándose de piernas y sonriendo satisfecha al ver la reacción de su hermano.
—¿Y eso qué es? —pregunta John con la boca llena, sentado en el sillón enfrente del sofá donde están los otros tres.
"Mierda" piensa el Strider cuando se da cuenta de que el ojiazul está señalando con la barbilla el mandito morado que tiene su hermana en una de sus manos. Con los labios muy apretados, observa a Rose, sin saber qué coño le va a responder para saciar la increíble curiosidad que todos saben que John posee.
Para su sorpresa, la Lalonde mira también el mando y, tras darle un par de vueltas en la mano, se lo lanza a John para que lo coja.
Dave palidece tanto y se pone tan recto en el sofá que Jade se da cuenta y le mira con extrañeza.
—No estoy segura de qué se trata. —empieza a decir Rose.— Me lo he encontrado esta noche en la calle. Es una especie de mando, aunque no he logrado descifrar qué es lo que controla.
—Hmmm… —John deja de lado la pizza porque el aparato se le hace más interesante. Lo gira durante varios segundos en sus manos y después mira a Rose fijamente, preguntándole lo tan temido por Dave sin abrir la boca.
—Oh, no ocurre nada en absoluto si presionas los botones, lo he comprobado por mi misma. No es como si fuera una bomba, tranquilo.
La sonrisita que esboza la Lalonde en ese momento es tan burlona y vil que Dave sabe que, aunque esté mirando a John, esa sonrisa es para él, solo para él, porque sabe lo que en realidad ese mando sí que es para una maldita bomba.
John, inocente, le devuelve la sonrisa a su amiga y aprieta un primer botón. La reacción de Dave es inmediata y da un respingo en el sofá. Dios mío, sentado aún lo consigue sentir más.
Jade, que había estado todo el rato mirando al rubio, comparte el bote que da y le mira alucinada, preguntándose qué le pasa.
De mientras, el Egbert aprieta los tres botones del mando, que son los que dictan la intensidad de la vibración del dildo que hay en el interior del Strider.
—Los botones son de esa goma que da tanto placer apretar. —suelta el moreno, sin dejar de apretar todos los botones sin interrupción. Ese comentario hace que Rose suelte una breve carcajada que sólo escucha John.
Dave está demasiado concentrado en mantener la compostura y dejar de escurrirse en el sofá, pero por mucho que intenta no abrir las piernas y tranquilizarse, cada vez le duele más la palpitante erección. Es como si Rose supiera dónde y cómo exactamente tenía que colocar el jodido vibrador en su interior para hacer perder la cabeza.
Abrumado y casi temblando de placer, el Strider se pasa la mano por debajo de las gafas, apretándose el puente de la nariz y con la otra mano agarrando firmemente la chaqueta de Rose en su regazo.
Madre mía, casi siente que va a correrse por esa mierda y de mientras el jodido Egbert sin dejar de apretar el puto mandito de los cojones.
—Dave, ¿te encuentras bien? —pregunta de repente Jade, mirándole tras las gafas redondas.
—...s-... sí... sí. —Dave asiente varias veces con la cabeza y se muerde el labio inferior para que le deje de temblar. Por el rabillo del ojo ve cómo Rose se cubre disimuladamente la boca con una de las manos y sonríe.
—¿Quieres tocarlo, Jade? —añade John, aún muy concentrado en el mando y sus botones.
—No. —exclama de repente el Strider, ganándose la atención del moreno también. En cambio, Rose mira hacia otro lado y sabe que su hermana se está resistiendo las ganas de carcajearse.— No… no me encuentro bien.
—Oh… ¿necesitas ir al baño a vomitar? —pregunta con inocencia Jade, inclinándose hacia él.
—Sí, eso es lo que necesito. —suelta del tirón Dave ahora que John ha parado un momento con el mando de los huevos. Antes de que Rose pueda actuar de alguna manera, el Strider se levanta de repente.
Sin escuchar los gritos de Jade respecto a que no se lleve a vomitar la elegante chaqueta de Rose, Dave prácticamente corre al baño y cierra de un portazo. Está tan caliente y ansioso que apenas atina a desabrocharse el cinturón y bajarse la bragueta y, justo cuando está a punto de liberarse la erección de la prisión de tela que le supone la ropa, la puerta del baño se abre y casi le mata de un ataque al corazón.
—Rose, me cago en la *puta*. —exclama en susurros el Strider, tan nervioso como caliente.— Me da igual lo que me digas, voy a quitarme esta mierda ahora y por mucho que...
De repente, Dave se estremece y se encoge sobre si mismo, sintiendo la vibración en su interior. Consigue apoyarse en el mármol donde está la el lavamanos y, echarle una mirada incriminatoria a su hermana. Ella, como respuesta, alza las manos y le demuestra que no tiene el dichoso mando.
—Joder, pero por qué no se lo has quitado. —Estira el cuello hacia atrás en cuanto acaba de hablar porque la vibración vuelve a hacer de las suyas en su interior.
—No sabía que tenía tanto alcance. —susurra su hermana mientras se acerca a él, sin poder apartar la mirada de la abultada ropa interior del menor.— Ha sido divertido.
—¿Que… que ha sido divertido? Mierda, NO. —Ya sin esperanzas de recuperar el aliento, Dave gimotea y se retuerce, maldiciendo a John, a Jade y al mando que no dejan de toquetear.— Quiero quitármelo.
—Te lo quitaré. —promete la rubia mientras cuela la punta de los dedos en la ropa interior ajena.— Pero no soy partidaria de dejar las cosas a medias.
Y, por fin, la Lalonde libera la ya dolorosa erección del rubio de su ropa interior, causándole un suspiro de puro alivio seguido de una alteración en su respiración, de nuevo gracias al dildo.
Rose sabe que no va a tener que hacer apenas nada para que Dave llegue, pues prácticamente se deshace cuando sus dedos rodean el miembro y lo masajean con suavidad. Por eso se pone a ello antes de que su hermano se corra solo por culpa indirecta de sus amigos y empieza a mover la mano a un ritmo rápido y marcado, masturbándole tan bien como sabe.
—No me manches el vestido. —le advierte ella.
Dave apenas puede mantenerse en pie y si sigue manteniéndose sobre sus piernas es solo gracias al mármol en el que está apoyado porque la situación simplemente le supera. No quiere parecer un novato de mierda en el sexo a sus veinte años, pero la verdad es que antes casi se corre solo por culpa de la vibración y apenas puede resistirse a eso sumado a la experta mano de su hermana. Quién lo diría, siempre pensó que la Lalonde era más de tías pero…
—¿Todo va bien? —pregunta una voz aguda y preocupada desde fuera.
—Sí. —contesta Rose, que rápidamente le ha puesto la otra mano en la boca a Dave.— Perfectamente. Ahora volvemos.
—Vaaale…
A Jade solo le da tiempo de alejarse dos pasos de la puerta del baño antes de que Dave deje de evitar el orgasmo y el placer arremeta con él de una manera tan intensa que sus gemidos solo pueden ser medianamente sofocados por la mano de Rose, que se mantiene sobre su boca.
Poco a poco, hasta los brazos le fallan y empieza a escurrirse hacia abajo, deslizando la espalda por el mueble de baño hasta quedar sentado en el suelo, tembloroso por el orgasmo, a los pies de la Lalonde, que resopla.
El bufido hace que el menor levante con esfuerzo el rostro para mirar a su hermana, que se chupa un pulgar y se lo pasa por una mancha blanca y evidente en su vestido.
—Muy mal, David. —Rose se inclina por encima suyo para mojarse un poco la mano y seguir limpiando el elegante vestido.— Me has manchado.
—Ha sido… tu culpa. —contesta el rubio, sin planes de levantarse del suelo, ni siquiera de quitarse el vibrador, que ya ni nota.— Tendrías que haber tenido más cuidado.
—¿Eso crees? —Ella le mira muy fijamente, seria.
—Sí. —asiente Dave después de unos segundos, devolviéndole la mirada desde detrás de sus gafas de sol. Por alguna razón, hasta se atreve a sonreírle de lado.
Rose le devuelve una dulce sonrisa mientras se seca las manos en una toalla.
—Entonces tal vez tenga que castigarte.
yyyy eso es todo.
Ha sido raro pero no tanto escribirlo. Es algo que me espero de alguien como Rose. (qué)
BUENO NO ME ENROLLO PORQUE CREO QUE HE OLVIDADO COMO ESCRIBIR O HABLAR O RELACIONARME.
Espero que lo hayáis disfrutado... y eso.
´v`)/
