Prólogo

Sabía que esto estaba mal, que debía parar, pero también sabía que por más que lo intentara sus caderas no se detendrían. La sensación de estar completamente lleno se sentía tan bien…

—Buen chico, chibi-chan —le elogió Oikawa claramente satisfecho, a la vez que utilizaba su boca para estimular uno de los pezones del menor como recompensa.

Hinata no pudo evitar gemir aún más fuertemente y agarró con sus manos el pelo del armador. Debería apartarle, necesitaba espacio para poder volver a pensar con claridad, para detener esta locura, pero en vez de eso le acercó aún más a él mientras el movimiento de sus caderas se aceleraba aún más.

—Buen chico —repitió Oikawa, para luego agarrar la cadera de Hinata, cambiando el ángulo de penetración a la vez que se comenzaba a mover él también acompasándose al ritmo que había establecido.

El menor soltó un chillido por la impresión, ya que de esa forma el armador estaba llegando aún más profundo dentro de él si era posible a la vez que golpeaba una y otra vez ese punto en su interior que se sentía tan bien.

Tanto placer… era demasiado… necesitaba reducir el ritmo, o si no…

—Está bien, chibi-chan —le susurró Oikawa al oído para luego lamer sensualmente el lóbulo de su oreja, consiguiendo que el menor emitiera otro audible gemido—. No tienes que pensar en nada, solo concéntrate en mi toque —le indicó mientras le agarraba de la nuca, enterrando sus dedos en su pelo y haciéndole ladear la cabeza para dejar también su cuello expuesto y ponerse a repartir lametones y leves mordiscos en él.

Hinata arqueó la espalda, gimiendo sin control. El armador estaba prestando especial atención a sus puntos más sensibles, demostrando una vez más que había desentrañado todas sus debilidades. Así que, a pesar de que su traicionero cuerpo quería quedarse laxo bajo su toque, él se esforzó nuevamente por apartarse de la hábil boca de Oikawa. Aunque su intento fue extremadamente patético y débil y solo consiguió que el mayor soltara una leve risita divertida contra su sensible piel.

—Eres tan adorable cuando tratas de ser terco, chibi-chan —le dijo Oikawa con voz cantarina, a la vez que se alejaba un poco para poder mirarle fijamente a los ojos, con una inconfundible chispa de malicia en los suyos—. Pero, como siempre, tu cuerpo es sincero —señaló para al instante después utilizar una de sus manos y bombear el descuidado miembro del menor, para luego sonreír ladinamente al oír los consiguientes gemidos complacidos que emitió el pelinaranja sin poder evitarlo a la vez que arqueaba aún más la espalda, dejando su cuello plagado de marcas de besos nuevamente al descubierto, tentando al mayor que no pudo resistir la tentación de volver a bajar la cabeza para renovar algunas de esas marcas que ya habían comenzado a desvanecerse—. Tu cuerpo ya lo ha entendido, chibi-chan. ¿Por qué te sigues resistiendo? —le preguntó mientras ascendía por su cuello arqueado, pasando por su barbilla, su mejilla para detenerse en la comisura de su boca para mirar fijamente los ojos entrecerrados del menor. Sonrió nuevamente al comprobar que cada vez mostraban menos terquedad y más sumisión según iba aumentando la velocidad de sus envestidas y seguía estimulando hábilmente sus puntos más sensibles—. Solo entrégate al placer, chibi-chan. Entrégate a mí.

Después de esa declaración Oikawa le envistió profundamente, consiguiendo que emitiera un fuerte gemido y luego se lanzó a introducir su lengua en su ahora vulnerable boca para darle un profundo beso que le robó el aliento.

Hinata perdió toda su capacidad de resistirse en ese momento, fue como si su mente se desconectara tanto por el abrumador placer como por la falta de oxígeno, y simplemente se entregó al beso, quedando su cuerpo ya completamente laxo y receptivo a los toques del armador.

Al percibir su rendición Oikawa sonrió maliciosamente en medio del beso, y se separó un poco para murmurar:

—Buen chico, chibi-chan.

En su actual estado aturdido Hinata no se detuvo a cuestionarse por qué una parte de él se sintió complacido por ese elogio, mucho menos cuando el armador volvió a robarle el aliento con un profundo beso a la vez que le hacía abrir aún más ampliamente más piernas, logrando con eso golpear aún mas certeramente ese punto tan sensible en su interior, casi haciéndole enloquecer por las abrumadoras sensaciones. Pero se sentía tan bien… Quería más. Su cuerpo reaccionó y sus caderas se movieron respondiendo a sus envestidas. Estaba tan cerca… Casi a punto de explotar…

Oikawa se separó del beso para volver a susurrarle en el oído:

—Solo déjalo salir, chibi-chan. Ven a mí.

Como si su cuerpo hubiera estado esperando esa señal, el orgasmo le golpeó con toda su fuerza y se corrió copiosamente a la vez que emitía un fuerte gemido. Aún así Oikawa se siguió moviendo por su ahora estrechada cavidad, buscando su propia liberación, y consiguiendo alcanzarla pronto liberando toda su carga en el interior del menor.

Hinata aún estaba aturdido y jadeando por su reciente orgasmo, sintiéndose desmadejado y echó pedazos mientras las réplicas del placer aún seguían recorriendo su cuerpo, junto con la cálida sensación de su culo siendo llenado por la semilla del armador.

—Buen chico chibi-chan —le volvió a elogiar Oikawa, claramente complacido y con malicia brillando nuevamente en sus ojos —. Buen chico — reiteró, aprovechándose de la actual vulnerabilidad del menor para robarle otro profundo beso.

Hinata no encontró fuerzas ni voluntad para resistirse mientras el armador volvía a estimular levemente sus puntos más sensibles, claramente buscando despertar el cuerpo del menor para otra ronda. Fue aterradora la rapidez con la que consiguió que el miembro del menor volviera a estar erecto y el resto de su cuerpo ardiendo ansioso por su toque. Sin embargo el único pensamiento que consiguió hilar la confundida mente del jugador del Karasuno fue: "¿Cómo he llegado a esto?"

Varios meses antes.

Capítulo 1: Llama prendida.

Era un día normal en un tranquilo barrio de Japón. La gente paseaba por las calles, saludaba a sus conocidos, charlaban y hacían los recados que tenían pendientes. Todo era paz y tranquilidad. Hasta que la armonía que reinaba fue rota por el eco de un fuerte grito que comenzó a resonar en la distancia. Al poco tiempo se pudo ver que alguien pasaba corriendo a una velocidad asombrosa, haciendo gala de unos increíbles reflejos al esquivar milagrosamente a toda la gente que estaba en la calle, para después seguir su camino a toda velocidad mientras seguía gritando.

Habría sido de esperar que la gente de la calle se sobresaltara al ser testigos de una escena así, pero ni siquiera dirigieron la mirada hacia él ni abandonaron sus actividades, como si no acabara de pasar un pequeño huracán humano por su lado. El motivo de esto era que estaban acostumbrados, después de todo era la rutina de todos los domingos.

El joven chico que corría no era nada más y nada menos que Hinata Shoyo en medio de su entrenamiento matutino y esa frenética carrera no era más que el principio de su rutina.

Después de dar varias vueltas al barrio a una velocidad vertiginosa, se detuvo en frente del parque, jadeando desesperadamente en busca de aire pero sin soltar la pelota de voleibol que tenía en las manos. Desde que el entrenador Ukai le había dicho que tuviera siempre un balón con él para acostumbrarse a su tacto y a su forma no se separaba de esa pelota, ni siquiera para dormir.

—Buenos días, Hinata-kun —le saludó casualmente un anciano que paseaba a su perro, como si no pareciera que el chico pelinaranja estuviera a punto de morir por falta de aire—. ¿Estás en medio de tu entrenamiento matutino?

Hinata tomó otro par de respiraciones profundas y alzó la mirada a la vez que esbozaba una brillante sonrisa.

—Así es, viejo Usui —le respondió alegremente aunque aún jadeando levemente.

—Ser joven es fantástico, pero no deberías esforzarte tanto. Es malo para tu salud.

—Siempre me dice lo mismo viejo, pero estoy perfectamente bien —se jactó haciendo una pose orgullosa para al segundo después volver a echar a correr en dirección al interior del parque, aunque esta vez a una velocidad más moderada—. Usted es el que debería tener cuidado, después de todo podría morirse un día de estos.

—¡A mi todavía me quedan muchos años de vida, maldito mocoso! —espetó el anciano alzando su bastón de forma amenazante.

Hinata simplemente se rio y se despidió con la mano antes de desaparecer entre los árboles rumbo a su lugar de entrenamiento secreto.

Se trataba de un pequeño claro en el parque al que no solía ir la gente porque no tenía bancos ni nada atractivo para los niños. Solo era un pedazo de terreno baldío rodeado de árboles y arbustos en medio de la nada, justo lo que necesitaba para practicar tranquilo.

Sin perder el tiempo Hinata lanzó el balón al aire y comenzó a golpearle hacia arriba una y otra vez con los brazos. Poco tiempo después se sintió aburrido, pero se obligó a terminar con el número de golpes que había establecido. Después, para variar, determinó practicar los saques. Se colocó a una distancia adecuada del árbol que iba a ser su objetivo y golpeó el balón. La pelota incidió sobre el árbol pero de refilón, haciendo que el balón saliera despedido hacia un lado y se perdiera entre los arbustos. El chico suspiró frustrado y fue a por el balón para después volver a practicar su saque, y así una y otra vez.

Los domingos era el día que más odiaba Hinata. No había actividades del club y si quería jugar voleibol tenía que hacerlo solo. Había intentado preguntar a Kageyama y algún otro de sus compañeros de equipo para quedar con ellos los domingos para entrenar, pero el capitán y el entrenador se enfadaron mucho con él después de enterarse y le prohibieron hacerlo. Insistían que era bueno e importante para el cuerpo tener al menos un día a la semana de descanso. Pero aunque Hinata hubiera fingido ante ellos diciéndoles que les haría caso le parecía que un día desperdiciado sin voleibol era absurdo y así había comenzado a practicar por su cuenta. Aunque hacerlo solo fuera super aburrido y le recordara demasiado a esos días que tanto le gustaría olvidar, en los que no tenía un equipo y siempre debía practicar solo.

Distraído con sus depresivos pensamientos Hinata golpeó mal la pelota y esta salió volando lejos sin golpear el árbol que era su objetivo, perdiéndose de vista entre los árboles y la maleza de esa parte del parque.

—Mierda —se quejó el chico molesto y se dispuso a ir a buscar el balón.

Sin embargo al segundo después su balón venía volando a toda velocidad hacia él, sorprendiéndole completamente. Más por reflejo que por una decisión consciente Hinata se puso en posición para recibir el balón con los brazos; pero lo hizo mal porque, aunque detuvo el balón con los brazos, lo mandó directo contra su propia cara, haciendo que se callera de espaldas del impacto de forma nada elegante.

—¡¿Qué demonios?! —se las arregló para espetar el chico confundido y cabreado mientras seguía tirado en el suelo tocándose su adolorida nariz con una de las manos para evaluar los daños. Gracias a dios parecía que no estaba sangrando a pesar del fuerte impacto que había recibido.

Poco después escuchó una risa cerca de él. Una risa que, a su pesar, le resultaba terriblemente familiar e hizo que al instante se pusiera alerta y en tensión.

—Tus recepciones son tan terribles como siempre chibi-chan. Siempre terminas superando mis expectativas.

Hinata se apresuró en incorporarse para comprobar sus sospechas que, para su desgracia y estupefacción, resultaron ser ciertas.

—¡Gran rey! gritó Hinata mostrando su conmoción.

Oikawa le sonrió de forma petulante mientras hacía girar el balón de Hinata sobre su dedo como si nada. Al parecer lo había recogido después de que volviera a salir volando por el impacto.

—Nunca había visto a nadie darse a sí mismo un golpe en la cara con tanta fuerza como para caerse de espaldas al suelo. Eres tan divertido chibi-chan —el recién llegado volvió a reírse descaradamente, haciendo que el otro se pusiera rojo hasta las orejas de la vergüenza.

Sin embargo Hinata trató de mantener la poca dignidad que le quedaba, terminando de levantarse orgullosamente para después plantarle cara sin amilanarse.

—Pues este "divertido chibi-chan" te dio una paliza en nuestro último partido —le recordó sonriendo de lado, satisfecho sabiendo que había metido el dedo en la llaga cuando la sonrisa del otro se torció para mostrar una leve mueca de desagrado.

—Siempre vas a atacar donde más duele, chibi-chan —contraatacó Oikawa, volviendo a sonreír recuperándose rápidamente—. Pero te recuerdo que antes de eso nosotros ya os habíamos ganado una vez, así que solo estamos empatados y no venceréis por segunda vez.

—Eso habrá que verlo —le retó el jugador del Karasuno con una pose desafiante.

Oikawa se rió de su descaro.

—Pero, ¿sabes? Deberías agradecer que el voleibol sea un juego de equipo. Porque si fueras solo tú contra mí está claro que no tendrías ninguna posibilidad —le dijo de forma burlona.

—¡¿Qué has dicho?! —espetó Hinata cabreado, dando un fuerte paso al frente—. Puedo derrotarte en cualquier momento.

—¿Ni tan siquiera puedes recibir uno de mis saques con esas pésimas recepciones tuyas?

—Claro que sí —aseguró el pelinaranja sin pensar.

Oikawa sonrió triunfante de forma ladeada y cogió con las dos manos el balón que había estado haciendo girar sobre su dedo.

—Entonces demuéstramelo —le retó poniéndose en posición para sacar.

Hinata también se puso en posición para recibir en un acto reflejo.

Oikawa lanzó el balón al aire, dio un salto y golpeó fuertemente el balón con su habitual estilo pulcro y elegante.

Hinata, para su desgracia, apenas lo vio venir y solo pudo quedarse quieto en el sitio mientras el balón pasaba a toda velocidad al lado de su cabeza para después golpear fuertemente el suelo con un ruido sordo.

Oikawa sonrió orgullosamente, con una burla en la punta de la lengua, pero fue interrumpido porque Hinata se apresuró en recoger el balón del suelo y lanzárselo de vuelta. El jugador mayor lo atrapó en un acto reflejo.

—Esta vez no cuenta, estaba distraído —argumentó Hinata con tono serio y volviéndose a poner en posición para recibir—. Una vez más.

Oikawa parpadeó sorprendido pero se recuperó rápidamente volviendo a sonreír de forma prepotente.

—No importa cuánto lo intentes, siempre…

—¡Una vez más! —le cortó Hinata determinado con fuego en los ojos.

—Bueno, supongo que no me puedo negar si me miras así —cedió finalmente encogiéndose de hombros, como quien finalmente accede a darle un caramelo a un niño para que este no haga una rabieta.

Oikawa volvió a sacar el balón y el resultado fue el mismo, Hinata ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Pero el chico más bajo volvió a recoger el balón del suelo rápidamente y lanzárselo de vuelta al mayor.

—¡Una vez más! —volvió a reclamar Hinata, el fuego de sus ojos en vez de debilitarse parecía que tan solo había aumentado al igual que su determinación.

Esta vez Oikawa no le respondió nada, simplemente sonrió de forma ladeada y volvió a sacar.

Las horas pasaron rápidamente y antes de que se dieran cuenta comenzó a anochecer. La luz que incidía entre los árboles del parque se había vuelto anaranjada destacando el brillo del pelo naranja de Hinata. Oikawa podría haber aprovechado para burlarse de que parecía que la cabeza del jugador del Karasuno estaba en llamas, pero el armador bastante tenía con intentar recuperar el aliento mientras apoyaba las manos sobre sus rodillas en un intento por mantenerse de pie.

—Una vez más —se escuchó la voz de Hinata, diciendo esas palabras seguramente por millonésima vez en ese día.

—Reconozco que tu tenacidad es digna de elogio, chibi-chan. Pero deberías saber cuándo rendirte —habló Oikawa entre jadeos aún con la mirada gacha.

—Una vez más —insistió el menor.

Oikawa suspiró exasperado y alzó la mirada para mirar al otro chico.

—Tal vez lo considere si consigues decírmelo mirándome a la cara.

Hinata estaba tumbado boca abajo en el suelo con una mano extendida agarrando la pelota de voleibol. Apenas había conseguido arrastrarse hasta ella después de haber recibido el último saque de Oikawa con la cara y caerse una vez más al suelo de bruces. El cuerpo del menor temblaba mientras hacía fuerza contra el suelo con su mano libre en un intento por incorporarse, pero su esfuerzo fue en vano y al final quedó tirado en el suelo con el cuerpo laxo, sin señales de que fuera a volver a moverse.

— Chibi-chan, ¿aún estás vivo? —le preguntó Oikawa pero sin el tono burlón que llevaba utilizando todo el día, porque sinceramente lo dudaba.

Hinata no movió un músculo pero se las arregló para farfullar algo ininteligible en respuesta, ya que aún estaba de cara contra el suelo, pero seguramente se habría tratado de algún insulto.

Oikawa volvió a sonreír divertido y se enderezó tomando una última respiración profunda para después acercarse con paso lento al chico caído. Haciendo acopio de sus últimas fuerzas se las arregló para levantar el peso muerto en el que se había convertido Hinata y echárselo al hombro para cargarle como si se tratara de un saco de patatas con la mitad superior del menor colgando por su espalda.

—Pesas mucho para el cuerpo tan pequeño que tienes chibi-chan. ¿Acaso eres todo músculo? —comentó de forma burlona a la vez que le pellizcaba el muslo dolorosamente.

Hinata se quejó de dolor, se las arregló para darle un leve golpe en la espalda con el puño y farfulló algo que esta vez fue claramente un insulto.

—No seas tan rudo, chibi-chan. Solo era una broma —habló Oikawa riéndose mientras caminaba hacia el lugar en el que estaba la mochila que Hinata había dejado en el suelo cuando llegó—. Deberías agradecerme que sea una persona lo suficientemente amable como para no dejarte aquí tirado después de haberme tenido esclavizado todo el día con tus exigencias. Merecerías que te dejara abandonado a tu suerte para que te conviertas en comida para los perros callejeros, aunque a lo mejor ni siquiera ellos te querrían porque sacarían poca carne de ti.

A pesar de sus palabras Oikawa fue gentil y cuidadoso con sus movimientos al bajar a Hinata de su hombro y dejarle sentado en el suelo recostando su pequeño cuerpo inerte contra el tronco de un árbol. Después de estar seguro de que el menor no se deslizaría de bruces hacia el suelo cuando le soltara, Oikawa le liberó de su agarre y se sentó en el suelo en frente de él, tomándose unos segundos para mirar al pelinaranja.

Hinata tenía la piel enrojecida y cubierta por una leve capa de sudor. Su respiración era irregular y jadeante. Tenía el cuerpo laxo recostado contra el tronco, las piernas abiertas en una posición descuidada y sus brazos colgando inertes a sus costados. Su cabeza colgaba sobre su hombro, su boca estaba entreabierta por su respiración forzada y sus ojos entrecerrados porque claramente apenas podía mantenerse consciente por el cansancio. Su mirada estaba nublada por el agotamiento, pero en el fondo de sus ojos aún se podía ver como ardía el fuego de su determinación al negarse a cerrarlos por completo.

Oikawa disfrutó de la vista durante unos segundos más, recorriendo de arriba abajo todo el cuerpo del menor con la mirada, quizás de forma demasiado penetrante como para considerarse educado, como si se lo estuviera comiendo con los ojos. Aunque Hinata apenas registró este hecho porque estaba demasiado concentrado en retomar fuerzas y aliento para recobrar un poco la compostura. Pero le costaba pensar, sus músculos parecían estar gritando de dolor y su garganta estaba tan seca.

Hinata vio de reojo que su mochila estaba a su lado, y se esforzó por alzar una mano hacia ella, aunque apenas consiguió levantarla del suelo y soltó un quejido por el dolor de sus músculos.

Oikawa pareció salir de su ensimismamiento al ver su movimiento y sostuvo la mano del menor antes de que esta golpeara el suelo cuando este volvió a quedarse sin fuerzas.

—¿Qué es lo que quieres chibi-chan? —le preguntó Oikawa en el tono más amable y solícito que el menor le había oído utilizar nunca. Aún así Hinata era orgulloso y se negó a decírselo soltando un leve gruñido de frustración—. Dímelo, chibi-chan. Dímelo y te daré lo que quieras.

Hinata le dirigió al mayor una mirada terca, todavía negándose a ceder. Pero Oikawa le sostuvo la mirada y esperó pacientemente mientras acariciaba la mano del menor que aún no había soltado trazando círculos con el pulgar sobre su piel.

El jugador de Karasuno sintió las caricias extrañamente agradables y no pudo evitar relajar la tensión de sus músculos. Se sentía tan cansado y tenía tanta sed. Todo eso, unido al hecho de que Oikawa no estuviera aprovechándose de su vulnerabilidad para burlarse de él provocaron que al final cediera.

—Agua… —se las arregló para farfullar Hinata finalmente.

—Buen chico, chibi-chan —le felicitó el mayor con una sonrisa amable, apretándole la mano levemente antes de soltarla y ponerse a rebuscar en la mochila.

Hinata soltó un leve gruñido de descontento, tanto por las palabras de Oikawa como por la repentina pérdida del tacto agradable. No se detuvo a pensar en por qué le molestaba este último hecho.

Finalmente Oikawa sacó una botella de agua de la bolsa y los ojos de Hinata brillaron anhelantes al ver el líquido que tanto ansiaba su reseca garganta y trató de volver a moverse para alcanzarla inútilmente.

—Tranquilo, chibi-chan. Deja que yo me encargue. Te dije que te daría lo que me pidieras, ¿no? —le recordó Oikawa mientras destapaba la botella y se acercaba para sentarse esta vez al lado de Hinata.

El armador agarró la cabeza del menor por la nuca, deslizando sus dedos entre sus rebeldes mechones anaranjados, para ayudarle a enderezar la cabeza y acercó la botella a sus labios.

Hinata se dejó hacer sin quejas, a pesar de que la cercanía de Oikawa podría considerarse como más dentro de su espacio personal de lo necesario, ya que tenía los ojos fijos en su anhelado objetivo.

La boquilla de la botella finalmente entró en contacto con los labios entreabiertos del menor y poco después el agua fresca entró en su boca para luego descender por su garganta reseca. Se sintió tan bien por ese primer trago que sin ser consciente de ello gimió levemente de placer y le venció el ansia de beber más. Sacó fuerzas para inclinar su cabeza más hacia delante, precipitándose sobre la botella y provocando que accidentalmente entrara en su boca más agua del que podía tragar. Se atragantó y comenzó a toser, derramando parte del agua que cayó por su barbilla y su cuello mojando también su pecho y su camiseta.

—No seas tan impaciente, chibi-chan —le reprendió levemente Oikawa, a la vez que retomaba el control de la situación reafirmando su agarre sobre la nuca de Hinata para que este no pudiera moverse y colocando la botella en la posición gusta para que el agua entrara en su boca poco a poco.

En un primer momento el menor gruñó cabreado por el agarre dominante del armador, pero cuando comprobó que en esa posición el agua entraba de forma cómoda en su boca se relajo y se concentró en seguir bebiendo. Al ver que Hinata ya se mostraba dócil el mayor suavizó su agarre.

—Así es, poco a poco chibi-chan —le elogió Oikawa, pero Hinata ni siquiera prestó atención a sus palabras o en cómo había disminuido la fuerza de su agarre, concentrado como estaba en saciar su sed.

Oikawa se permitió el lujo profundizar con sus dedos en el pelo del menor, acariciando suavemente su cuero cabelludo. Hinata se relajó aún más de forma inconsciente bajo su toque, sin reaccionar en contra de su tacto, lo que le permitió corroborar al mayor que estaba demasiado ensimismado bebiendo como para prestar atención a nada más. Oikawa sonrió traviesamente de forma ladeada mientras acariciaba con más confianza la cabeza de Hinata y se permitía disfrutar de las vistas que tenía desde su posición.

El agua que se había derramado mojando la camiseta del menor había hecho que esta se ciñera a su figura destacando los músculos que había debajo. La expresión de Hinata mientras tragaba ávidamente cada gota era claramente de placer y de vez en cuando y de forma claramente inconsciente emitía algún leve gemido.

—Eres tan lindo cuando estás tan vulnerable, chibi-chan —susurró Oikawa con voz grave. Ante la nueva falta de reacción del menor decidió darse otro capricho y sumergió su rostro en el pelo rebelde de Hinata—. Jamás imaginé que tu pelo sería tan suave, sin duda nunca dejas de sorprenderme. Pero esto me hace preguntarme cómo se sentirá el tacto de otras partes de tu cuerpo—. Oikawa pareció aburrirse por la falta de reacción de Hinata, ya que para llamar su atención apartó la botella de sus labios, provocando que este soltara un quejido de molestia—. Me tientas.