Era una tranquila mañana de lunes; el cielo mostraba su usual tono azul, el sol brillaba con intensidad, las aves volaban y cantaban, mientras que los hombres de Japones circulaban pacíficamente por las calles. En un mercado local, una joven de cabellera lavanda se encontraba releyendo un trozo de papel que sostenía con sus manos.

— Bien. Atún, salmón, fugu… —decía en voz alta, en lo que elegía ciertos tipos de pescado. A su lado se encontraba una muchacha de llamativos ojos verdes y cabellos azules que no dejaba de jugar y provocar ruido con el carrito de las compras.

— ¡Cherry! ¡Cherry! —exclamaba ésta eufórica a la primera.

— Lime, haz silencio. Ya te he dicho que no me distraigas mientras recibo los cambios. —contestaba la dulce Cherry en un intento por calmar a la enérgica Lime.

— Pero Cherry, me aburro demasiado —seguía la de iris color esmeralda haciendo un puchero— ¿Por qué no me puedes dar un encargo como a Bloodberry?

— Pues aparentemente ella es más responsable que tú —soltó Cherry con irritación—, pero si tanto lo deseas … ¡Ve a la zona de los abarrotes y trae un poco de arroz!

La pequeña Lime sonrió vencedora, soltó el carrito de las compras, y se retiró a iniciar su gran aventura en búsqueda del arroz.

— Eso la distraerá por un rato.

Cherry continuó en lo suyo; seguir escogiendo pescados, y pensar en que platillo preparar para la cena. Estaba en un debate interno entre sashimi, sushi, y yakizana. No sabía cuál iba a ser más del agrado de su querido señor Otaru. Tampoco que opción le costaría menos.

— Cherry… —le llamaron volviéndole a la realidad e irrumpiendo en sus planes. Se trataba ni más ni menos que de la fuerte y agresiva pelirroja quien ya había concluido con su parte de la lista y llegaba cargando bolsas con los comestibles.

— Bloodberry —respondió la más baja con torpeza en un intento de salir del trance—, ¿Terminaste con tus encargos ya?

— ¿Dudas de mi capacidad? —Cherry solo negó con la cabeza ante la pregunta, en lo que Bloodberry inspeccionaba el lugar como si estuviese buscando la presencia de alguien—, por cierto, ¿Tienes idea de dónde se ha metido Lime?

— Pues la mandé a comprar arroz. Ya tenía ella que ocuparse de algo —habló nuevamente Cherry—. Aunque pensándolo mejor, ya se está tardando mucho.

— Solo espero que no haga ningún desastre…

Lime era muy tierna e ingenua, y eran esas mismas características las que le hacían causar destrozos. En las mentes de sus hermanas, entre comillas, ella ya había quemado dos o tres puestos, arruinado una que otra mercancía y hasta haberse retirado de la ubicación de donde era vendido el arroz sin pagar.

— ¡Chicas! ¡Chicas! —gritó una tercera voz con emoción. Al instante las dos supieron de quien se trataba— Las busqué por todo el lugar con todo y arroz, ¿dónde estaban? ¿Por qué no me invitaron a jugar a las escondidas con ustedes?

— Ay, Lime. Solo vámonos ya —sentenció Cherry ya cansada del lugar y con ansias de retornar. Tomó con una mano a Lime y con la otra a Bloodberry y las tres se fueron hacia su hogar.

Para ser su primera vez comprando comestibles, Lima no lo había hecho tan mal… ¿O sí?

Mientras tanto en otro lugar de aquel amplio mercado, un vendedor de arroz estaba más que furioso porque una extraña marioneta con emociones le había arruinado todas las ventas y también el local.

— ¡Me las pagará! —bufó enojado a la vez de que se peinaba su largo y elegante bigote. Pobre bigote. También había sido dañado durante la compra de la traviesa peliazul.