CAPITULO 1

Inuyasha salió del edificio y antes de bajar la escalera encendió un cigarrillo. La noche era fría y era lo más práctico para entrar en calor. Se arregló el abrigo y se dirigió hacia el estacionamiento de la jefatura de policía. Al momento de llegar a su auto, unas estrellas ninjas se impactaron en la portezuela, obligándolo a darse la vuelta para enfrentar a su agresor.

Un ninja empezó a agredirlo cuerpo a cuerpo "¡Qué raro, generalmente atacan a distancia!" pensó el detective. Siendo hijo del ex-comandante de las Fuerzas Especiales, era todo un experto en artes marciales. Se defendió con habilidad, demostrando que el entrenamiento al que lo sometió su padre desde su más tierna edad, lo había convertido en un digno sucesor de la Dinastía Taisho.

Pero su atacante más bien daba pena. Aunque fuerte no era diestro. A decir verdad solo le bastaron tres patadas para dejar fuera de combate al ninja, al que miraba sorprendidísimo.

Esa tarde su compañero Miroku le había informado que tuviera cuidado, pues el jefe yakuza al que desde hacía 3 años trataba de atrapar, había contratado al peligroso clan Hojo, exclusivamente para asesinarlo. Ante tal honor, Inuyasha no había podido sentirse menos que halagado. Pero al ver la destreza de su atacante en ese momento dudó si en realidad ése sería su asesino, pues era muy conocida la letalidad y eficacia del clan ninja. Y en honor a la verdad, ese guerrero daba vergüenza.

Sabiendo que lo deshonraría, le arrancó la máscara, ante la sorpresa del joven que lo miraba asustado. Era un hombre joven, no mayor de 20, de cabellos castaños y piel clara. Su gesto de asombro contrastaba con el de Inuyasha, quien al verlo le dio repugnancia "¿Y este imbécil es mi asesino? ¿Con quién creen que han estado tratando…con Mr. Bean?" Entonces se preocupó "¿Pensarán acaso que soy un estúpido fácil de asesinar…Y por eso me mandaron a éste tarado?" Miró al joven, quien ya se había puesto de rodillas y en posición para quebrarse él mismo la tráquea, algo así como un suicidio, por la deshonra de haber sido descubierto por su "victima" que no pudo asesinar.

Colocó una mano en su mandíbula y la otra sobre la coronilla, con tanta torpeza que solo tronó levemente las vertebras cervicales, haciéndolo gritar como niña, provocando la risa de Inuyasha "¡Es un estúpido!" pensó divertido. Pero su risa se congeló al notar que los ojos del joven se desorbitaban… ¡Una flecha salida de Dios sabe dónde le había atravesado la garganta!

En ese momento levantó al hombre y lo llevó al hospital más cercano. Se identificó como el agente especial Inuyasha Taisho, encargado de la vigilancia del barrio japonés, y llevando al joven herido como su agresor en el estacionamiento de la jefatura de policía. En el hospital se reunió con él Miroku, su compañero de escritorio. Aunque excelente con las armas, prefería hacer el trabajo de investigación para ayudar a su amigo y compañero a ser como él, blanco de amenazas de parte de la mafia japonesa.

- Es Akitoki Hojo, el último de la dinastía. Con él muerto dejaran de llamarse clan Hojo.- Dijo Miroku:- ¿Estás bien? No pareces herido…

- Creí que el clan Hojo eran asesinos perfectos y letales. Ese sujeto era una verdadera vergüenza para su clan. Ni siquiera me hizo un rasguño. Lo vencí en tres patadas.- Le respondió contrariado.

- ¡Ahhhh! Eso es porque no te mandaron al número uno: El ninja conocido como Katana… Tal vez no les pareciste tan peligroso…

- Pues si fuera por eso no debieron haberlo matado. El pobre hizo lo que pudo, pero la verdad era muy torpe.- Dijo Inuyasha.

- Tú como siempre andas de presumido. Si sigues así realmente te mandarán a ese asesino y ni Dios padre te salvará. Será tu fin, Inuyasha… morirás en brazos de la Katana… -Dijo Miroku, tratando de burlarse.

- Ya te dije que la única forma en que moriré será haciéndole el amor a mi mujer. Viéndome morir en los ojos de mi mujer amada me daré por bien servido.- Le respondió.

- ¡Mmm! Pues entonces ya se fregaron los yakuza, con eso de que ni mujer tienes no tienen ni para cuando matarte… a menos… que ellos te la proporcionen.- Le dijo, sugestivo:- Hay mujeres realmente bellas entre los yakuza… ¿Porqué no les pides un catálogo para que elijas en que brazos deseas morir amigo?

- Tú no cambias ¿Verdad? Solo piensas en mujeres…

- No amigo, no sólo en mujeres. Nuestro trabajo es tan peligroso que no dudo en preguntarle a cuanta mujer bella se me pasa enfrente si desea tener un hijo conmigo. No querrás que desaparezca el clan Moushin como el clan Hojo.- Le contestó bromeando.

- Hablando de eso… haz los arreglos para que sus familiares reclamen el cuerpo sin problemas. Es lo menos que puedo hacer por ellos…

- ¿Lo menos? Si querías ayudarlo te hubieras dejado matar… - Miroku seguía divirtiéndose mientras se alejaba hacia la administración del hospital. Desde lejos se despidió moviendo la mano, mientras con la otra firmaba algunos documentos.

Inuyasha abandonó el hospital ante la mirada de las enfermeras que se encontraban a su paso. Era un hombre muy apuesto, de rasgos varoniles, piel blanca, bellos ojos color miel dorada y un esplendoroso cabello plateado. Rasgos únicos en la genética de la familia Taisho. Vestía sobriamente, debido a su trabajo de campo no usaba trajes finos, prefería vestir casual y de acuerdo a la ocasión. También debía estar cómodo y holgado para ocultar sus armas bajo el abrigo.

Esta vez tuvo que rodear el pequeño parque frente al hospital para llegar a su auto, un mustang negro. Cuando de pronto, una leve brisa lo estremeció "Alguien me está vigilando" pensó. Sacó su arma y dejó que el instinto lo guiara. Al momento de apuntar hacia unos arbustos, una estrella ninja lo desarmó, al herirle su mano y tirando su pistola al suelo. Al reaccionar se encontró con unas piernas que sin piedad empezaron a golpearlo en el rostro y el abdomen.

El asesino frente a él no le dio tiempo ni de respirar "¡Este SI es mi asesino!" Empezó a emocionarse "¡Ahora sí pelearé a muerte por mi vida!" La idea lo emocionaba. Desde niño su padre lo había entrenado a él y a su hermano, convirtiéndolos en maquinas asesinas. Pero con la desventaja que no había con quien demostrarlo. Esta era la oportunidad que había esperado toda su vida. Contraatacó, pero su agresor no era manco ni cojo. Hubieron momentos en los que creyó que lo había vencido, entonces su agresor le devolvía los golpes con más fuerza, no parecía cansarse… no parecía humano.

Luego de varios minutos parecía haberlo hartado y finalmente el ninja sacó de entre sus ropas unas armas filosas, como cuchillas, que ajustó en sus manos, dándole la apariencia de garras largas. Inuyasha se sonrió "¿También vendrán Tormenta y Cíclope?". Pero su agresor no sonreía, o al menos no se notaba pues estaba completamente cubierto del rostro, cosa que le llamó la atención a Inuyasha, pues sabía que los ninjas mínimo una abertura tendrían para los ojos… pero este no. Y eso lo estremeció.

Su imaginación le hizo pensar cosas absurdas en cuestión de segundos: Zombies, momias… envueltos y atacándolo, con brujería o lo que fuera que no necesitara verlo. Porque ese ser… no podía verlo…lo percibía. Podía sentir sus movimientos y lo atacaba con ferocidad y certeza que empezó a tener miedo… " ¿Miedo yo?" Su respiración era agitada mientras el agresor preparaba su ataque haciendo girar unos sais entre sus dedos, para atacarlo.

- ¡BANG!-

Un repentino disparo hizo que el ninja cayera y recuperándose, como si lo hubiera ensayado, se levantó y le lanzó los sais a Inuyasha, los que se clavaron a centímetros de su cara, entre su cabello, en el árbol tras él. Se incorporó y de un salto desapareció detrás de los arbustos. Miroku apareció con arma en mano, agitado:

- ¡¿Estás bien Inuyasha?!- Le preguntó agitado:- ¡Acabo de ver que te agredían! ¡¿Por qué no le disparaste?!

- ¡Porque no me dio tiempo! Además parece que este SI es mi asesino.

- ¡¿Y eso te pone tan feliz?!- Le preguntó Miroku, asombrado.

- ¡Vamos tras él!- Le dijo, casi radiante.

Empezaron a perseguirlo entre los arbustos y árboles del parque. Cuando creyeron que ya lo tenían, se les escabullo entre los árboles. Llegaron a un claro, pero ya lo habían perdido…

- ¡Ahí!- gritó Miroku, disparando a una sombra que se levantaba detrás de unos arbustos. La sombra cayó. Miroku gritaba como loco: - ¡Le dí! ¡Le dí! ¡Lo viste! ¡Le di!

Inuyasha estaba furioso. Tanto que le había costado mantener un buen combate cuerpo a cuerpo con su asesino… para que viniera a caer de un disparo… ¡De Miroku!

Se acercaron con precaución a donde lo habían visto caer. Para su sorpresa no era un ninja, sino una chica, al parecer. Una indigente que se había refugiado entre los arbustos, oyó los disparos y al levantarse…fue herida por Miroku.

Inuyasha estaba ya dos veces molesto. Era la segunda vez que pisaba ese hospital. La herida de su mano no era grave, así como los golpes, aunque dolían, no pasarían de unos moretones… y un par de costillas rotas…nada de cuidado. Miroku tenía complejo de avestruz… buscaba donde ocultar su cabeza. No concebía el hecho de haber sido tan estúpido como para disparar sin cerciorarse… el punto a su favor era el reciente ataque a su compañero y el eminente contraataque del agresor… pero de eso a dispararle a una indigente… un inocente en la línea de fuego.

- No creo que sea tan inocente.- Dijo Inuyasha:- ¿Cómo es posible que se encontrara justo en el lugar donde el ninja que me atacó despareció? Algo me dice que ella podría ser…

- ¿Tú crees?- Le preguntó Miroku:- Según pude verla, es joven y parece bonita. La ropa no le ayuda, pero… ¿Crees que sea tu asesina…la legendaria Katana?

- No sé si sea Katana, lo que sí sé es que es muy raro que se encuentre justo en ese lugar. Con el frío que hace, los indigentes buscan albergues, no arbustos en los parques… Según mi padre, luego de las guerrillas y al ver que habían demasiadas huérfanas, el gobierno las reclutó y entrenó como ninjas. Una mujer es más ágil y rápida que un hombre, y puede disfrazarse e infiltrarse en cualquier sitio. Las mujeres son muy astutas…

- ¿Estas insinuando que tu agresor es esta chica disfrazada de indigente?- Le preguntó Miroku, sorprendido ante la deducción de su amigo.

- ¡No puedes esperar otra cosa de un perro apaleado!- Se dejo oír una voz, burlona:- Eres capaz de culpar a las moscas por estrellarse en su parabrisas.

- ¡¿Qué haces aquí, sarnoso?!- Le gritó Inuyasha:- ¿Quién diablos te llamó?

- Servicios al Menor, estúpido. Tu víctima es menor de edad, aparte de indigente. Me corresponde hacerme cargo de ella.- Le respondió Kouga, embravecido.

- ¡No es mi "víctima", es mi agresor! Me atacó y Miroku la hirió cuando escapaba…

En eso entró el doctor, interrumpiéndolo:- Disculpe agente Taisho, pero lo que dice es totalmente improbable…

- ¿Por qué lo dice doctor?- preguntó Miroku.

- Porque la joven herida, que trajeron ustedes, como sospechosa de intento de homicidio… está completamente ciega.

CONTINUARA…