10 de Agosto, en las afueras de Londres, en una casa abandonada de la que no quedan casi los cimientos, se encuentra un chico de 17 años. Rubio, de ojos grises y aparentemente fríos como el hielo, rostro de un pálido enfermizo y bastante demacrado. En la habitación más alta de la casa, la buhardilla, pero sin embargo la más lúgubre, está él. Esperando que todo pase, o que por lo menos acabe todo el infierno por el que esta pasando. De repente, un ruido en la planta baja, lo alarma de alguien hay en la casa.

"Ha pasado, me han descubierto, vienen a por mi"

Se quedó en su rincón, esperando lo inevitable, según lo que el creía. Oía pasos por las escaleras, oía como alguien se dirigía con total seguridad hacía la puerta de la buhardilla. Tenía miedo. No quería morir. Sabía que en la vida no había sido ni mucho menos una persona que se le pudiese tachar de bondadoso, comprensivo mi mucho menos de haber elegido los caminos correctos, pero no quería que todo acabase. Aún le quedaban muchas cosas por hacer, varias que comprender, muchas por sentir y demasiadas por las que luchar.

Cerró los ojos cuando el individuo o individua abrió la puerta y se dirigió a su lugar. A pesar de que seguía con los ojos cerrados, sabía que aquella persona ya se encontraba de pie ante él.

-Si quieres matarme, hazlo ya, déjate de tonterías- dijo Draco en un susurro casi imperceptible
-Nada más lejos de la realidad, señor Malfoy- dijo el anciano profesor. El muchacho abrió los ojos inmediatamente al oír la voz de aquella persona que tan inesperada era para él en esos momentos.
-¿Qué hace usted aquí? Creí que eran otra vez..."ellos"
-¿Por qué pensabas eso?
-¿Me lo esta diciendo en serio? Por favor, soy un mortífago que se fugó en el peor momento de todos. Eso no se puede hacer. Una vez tienes la marca, te comprometes a servir siempre al Señor Oscuro, y yo no lo he hecho. Llevó huyendo durante un tiempo, y más de una vez me han encontrado.
-Pero el Señor Oscuro ya no está Draco.- dijo Dumbledore
-Ya lo sé, pero hay miles de mortífagos y fanáticos de él sedientos de venganza contra quienes fuimos unos cobardes y huimos.
-Tú no fuiste un cobarde, fuiste inteligente al darte cuenta a tiempo de que ese no era tu lugar.
-¿Y de que me sirve ser inteligente? Todo lo que tenía lo he perdido: Mis amigos, mi dinero, mi casa, mi prestigio… y hasta a mi madre he perdido. Todo por ser inteligente.
-No has perdido a tu madre, no esta muerta, ni los mortífagos la atraparon, como tú crees.
-¿Entonces donde esta?
-Esta a salvo en uno de los cuarteles de la Orden del Fénix, protegida por magos expertos que no dejarán que le ocurra nada.
-¿Qué quiere de mí?- preguntó Draco receloso.
-Ofrecerte ayuda Draco.
-No necesito ayuda de nadie- contestó él de malas maneras.
-Si que la necesitas. Tienes apenas diecisiete años, y ya vives huyendo de mala manera, vives en una casa a la que se le caen las paredes, y por tu aspecto ni comes ni bebes lo suficiente. Esa no es vida para un chaval Draco.
-¿Y que propone? Ningún lugar es seguro para mí
-Si que hay un lugar seguro, de hecho, hay varios. Solo es cuestión de que te dejes ayudar.
-¿Y si acepto su ayuda que? ¿Qué me pasaría? ¿A dónde me llevarían?
- A un cuartel de la Orden, supongo. Aunque no me voy a aventurar a afirmarlo, pueden pasar muchas cosas. Bueno ¿Qué me dices joven Malfoy? ¿Aceptaras mi ayuda, o la rechazarás para seguir viviendo en las condiciones en las que vives?

Draco se paró a pensarlo unos minutos. No le hacía la más mínima gracia aceptar la ayuda de nadie, ni depender de las personas. Él era un Malfoy, los Malfoy se valen por sí mismos, sin necesitar a nadie. Pero pensándolo bien, ser un Malfoy atraía muchos mas problemas que ventajas. Casi no poder sonreír, decir o expresarse por si mismo, no recibir muestras de cariño, que esperen siempre lo mejor de él, sin dar margen de error… no era algo que echaría en falta si aceptase la ayuda que Dumbledore. Ganaría más de lo que perdería, podría llevar una vida más o menos normal, podría estar tranquilo sabiendo que ningún mortifago loco se le podría echar encima al doblar la esquina de la calle.

-Vale, acepto- dijo el chico al fin.
-Me alegro mucho, has hecho lo correcto. Entonces pongámonos en marcha, en esta casa ya no hacemos nada.

Draco se levantó con dificultad, y se puso en marcha con el profesor pisándole los talones.

-Un momento, tengo que dar parte de los acontecimientos- dijo de repente Dumbledore. Sacó su varita, e invocó un patronus. Luego dejo un mensaje que el fénix llevaría hasta el destinatario.- Arthur, ya sabes de lo que estuvimos hablando. Todo sigue, la cosa va bien. Llegaré esta noche.
-¿Quién es Arthur?- preguntó Draco, al que el nombre le sonaba, pero no sabia de que.
-Eso da igual ahora.- contesto zanjando la conversación.

En la sala de abajo, se desaparecieron, cosa que le pareció estúpida a Draco, pues podrían haberlo hecho en la de arriba. Aparecieron en una casa de aspecto viejo, que en la entrada tenía un horrendo y ridículo paragüero hecho con una pierna de troll. No hizo ninguna pregunta de acerca de donde estaban, estaba demasiado ocupado mirándolo todo. Siguió a Dumbledore hasta una estancia que estaba seguro era la cocina.

-Hola Molly, hola Arthur- saludó el profesor a las dos personas que estaban en la sala.

Entonces Draco se acordó. Esas dos personas eran los padres Weasley. Esa familia de traidores a la sangre, siempre le hacía hervir la sangre, pero ahora le daba igual. Por él como si llevaban una magnifica vida en el campo rodeados de amapolas silvestres, como si se morían. Ambos parecían un tanto nerviosos.

-¿Ocurre algo?- preguntó Dumbledore al notar el nerviosismo del matrimonio.
-Es que veras, ha surgido un imprevisto. Ha habido cambio de planes, y no hemos podido contactar contigo, no sabemos porque, porque llegó tu patronus…El caso es que ha surgido un imprevisto.
-¿Qué imprevisto?
-Resulta que calculé mal, no me acordé de que había más personas, no cabemos. Están Bill, Fleur, la hermana de Fleur, Charlie, su novia Rebeca, Fred, George, Percy, Ginny, su amiga Luna, Ron, Hermione y Harry, además mañana llegará Neville Longbotton. El chico no cabe Dumbledore- dijo Molly mirando a Draco.

Draco se quedó como si no hubiese oído casi nada. Solo había escuchado los nombres del Trío Dorado, y que el no cabía ¿Pero donde? En esos momentos entraron por la puerta los integrantes del trío y la pequeña Weasley, que, al verle, se quedaron asombrados, igual que él.