N/A: El oc de México que uso aquí es de TheVampireQueenNight, tengo su permiso para usarla.
Three Seconds
Nunca le había hecho gracia la larga espera para que su lienzo se secara tras plasmar varios alegres colores en su tan afamada pintura. A pesar de ello y de la nula paciencia que se cargaba, Antonio mantenía una sonrisa relajada en su rostro, mientras que se disponía a levantarse a lavarse las manos y a lavar sus brochas. Por la manera en la que los ojos del español brillaban cuando estaba mirando cualquier paisaje todos podían intuir que ese era su trabajo ideal y que todo lo que dibujaba lo hacía con amor.
Antonio era dedicado, adoraba lo que dibujaba. Desde lo más simple como animales, objetos, paisajes, etc. Sin embargo algo que le extrañaba al resto era que nunca hacía retratos de nadie. El castaño tenía un código como artista, nunca dibujaría a nadie salvo a quien llegase a amar realmente.
Sus ojos pasaron de las brochas ya limpias a la ventana, estaba dentro de la facultad de artes por lo que podía observar a otros estudiantes pasar por ahí yendo a sus respectivas clases o tomando un descanso. Antonio se limpió el sudor de su frente, guardando el lienzo sin terminar dentro de un casillero junto con sus herramientas. Se quitó el mandil el cual se encontraba manchado de diversos colores alegres, colgándolo en el perchero para disponerse a salir de ahí.
Había acordado verse con sus amigos cerca de la cancha de futbol. El moreno era un chico carismático, sin embargo siempre había sido un tanto selectivo. Pues su grupo de amigos consistía en tres personas que eran bastante importantes para él. Francis era su mejor amigo, un muchacho de cabello rubio ondulado y un poco largo hasta los hombros, siempre portaba un aire coqueto y solía seducir a cualquier chica que se le atravesara, Antonio lo sabía y no podía evitar reprochar a su amigo por tales actitudes, pues Antonio tiene la firme creencia de que es malo jugar con los sentimientos del resto de una manera tan sin vergüenza. Gilbert vivía con él desde que iniciaron sus estudios en la facultad, era en sí como un confidente.
Finalmente, Fiorella. La italiana era bonita, estudiaba en la facultad de Economía doméstica y era sumamente dedicada e inteligente, sin embargo algo que solía chocar un poco con Antonio era la personalidad tan distinta de ambos. Antonio era un clima soleado de primavera, una canción alegre y pegadiza, los colores vivos, palabras hermosas de sueños y esperanzas; Fiorella…bueno, ella era una noche tormentosa, una canción llena de letras de rencor, colores muertos y unas palabras tan hirientes que hasta los bebés alejados a un radio de cinco kilómetros podrían llegar a entender y ponerse a llorar como nunca en sus cortas vidas. Ella era opuesta a él. Tal vez por eso el cariño y aprecio que Antonio sentía hacia ella no era más que una amistad, a lo mucho llegaba a un cariño de hermano mayor.
Esos tres se encontraban murmurando entre sí múltiples cosas. Se encontraban recargados en unos barandales de las escaleras de concreto que daban a la facultad de Economía como les era común reunirse. Antonio se acercó a ellos, dispuesto a enterarse de tan afamada charla que se había perdido.
—Antonio, te tardaste un poco en llegar. —Le sonrió Francis, dándole un breve codazo para espabilar al distraído hispano. — Estábamos discutiendo unas trivialidades sin importancia.
— ¿Trivialidades? —Antonio se río, negando con la cabeza. — Nada carece de importancia si lo andan hablando, venga, díganme de qué trata ahora.
Francis miro a los otros dos acompañantes, Gilbert parecía querer aguantar la risa mientras que Fiorella tenía una expresión de molestia y seriedad que superaba la común. Finalmente, Gilbert se dignó a explicarle a Antonio. — Discutíamos de ti, querido amigo. —Afirmo, poniendo la mano en el hombro del español, a lo cual reacciono un poco sorprendido.
— ¿De mí? —Cuestiono el castaño, parpadeando repetidas ocasiones para fijar la vista en aquellas tres personas de manera consecutiva.
Esta vez Fiorella fue quien quebró el silencio, no sin antes soltar un suspiro de cansancio. — Antonio, nunca te hemos visto con una chica. —Resumió la italiana, enrollando unos mechones de su castaña cabellera entre sus dedos. — Incluso creemos que de abandonarte en una isla desierta con una mujer tú…no harías nada con ella.
Los tres hombres se rieron, aunque la risa de Antonio era más nerviosa que nada, negó con la cabeza, rascándose la mejilla.
—Venga, no es para tanto…—Susurro, el resto decidió dejar ese tema zanjado, comenzando a hablar de otras cosas. Desde chismes de otros alumnos a cualquier cosa de sus respectivos estudios.
Antonio estaba muy alejado de la realidad, sólo se limitaba a sonreír y a soltar escuetas respuestas. Llego a un punto en donde sus ojos se desviaron de sus amigos hacía una banca de madera, haciendo que el español sintiese como sus pupilas no podían evitar abandonar el punto fijo de visión y como su pulso se aceleraba.
Era una chica, de cabello castaño recogido en un listón color verde. Sus ojos rojizos resaltaban perfectamente mientras una sonrisa adornaba su rostro, ella estaba atenta leyendo y escribiendo en un cuadernillo amarillo. Antonio se quedó embobado mirándola, para él fue una eternidad sin embargo la cuenta real era bastante más…reducida.
Uno
Los dedos de esa chica pasaban estratégicamente de página.
Dos
Ella parecía soltar pequeñas risas, silenciosas y cortas mientras que en su rostro la sonrisa se mantenía ahí.
Tres
Sus ojos abandonaron la vista que le otorgaban esas páginas del cuadernillo para fijarlos en los orbes verdes del español, le había pillado mirándola.
Había tardado tan sólo tres segundos en enamorarse.
Sus músculos se pusieron rígidos cuando hubo contacto visual entre ambos, lo cual logro que Antonio reaccionara, retrocediendo un par de pasos chocando con Gilbert, el cuál le miro extrañado, quejándose un poco. Eso llamo la atención también de Francis y Fiorella, quienes observaron donde Antonio mantenía la vista fija.
—Oh, creo que se llama María. ¿Acaso esa no es la Madonna de Economía? —Cuestiono Gilbert, parpadeando a la vez que señalaba sin respeto alguno a la castaña, la cual había fruncido un poco el entrecejo por ese descaro.
—Esa chica nunca me ha dado buena espina. —Interrumpió en seco Fiorella, chasqueando la lengua con disgusto. — No es más que una estúpida que se quiere creer la niña buena, seguramente es una arpía.
—Un poco de más respeto, cheri. —Sonrió Francis. — No parece una arpía, se ve más como una linda chica inocente, creo que te imaginas cosas.
Antonio se mantenía callado, al fin había reaccionado y al darse cuenta de la incomodidad que había causado en aquella extraña se sintió afligido, por lo que empezó a bajar las escaleras de concreto, sorprendiendo a sus amigos los cuales pararon sus comentarios y se limitaron a observar la escena.
La chica ya se había levantado de su lugar, comenzando a caminar lejos de ahí con su cuadernillo y libros. Un alumno iba corriendo en dirección contraria, chocando hombro con hombro provocando que la alumna de ojos rojos cayera al piso con todo y libros, aquel alumno no se detuvo, siguió corriendo sin siquiera darle importancia alguna. Antonio sintió algo oprimiéndose dentro de sí, ¿Cómo podía atreverse a empujar a alguien y no ayudarle? Sin embargo, por egoísta que sonara, lo agradecía en parte, pues aquello le daba una gran oportunidad para acercarse.
Alentó su paso, agachándose en frente de la mexicana para ayudarle a recoger sus libros, ella alzo la mirada, torciendo un poco los labios con incomodidad.
—Gracias…—Susurro ella, recibiendo los libros. Antonio finalmente recogió el cuadernillo amarillo que María leía antes de que su paz fuera destrozada. Lo extendió en dirección de la fémina, sin embargo ella ya se había levantado y dado la vuelta, alejándose de Antonio dejándole con el cuadernillo en mano.
Antonio se levantó, iba a alcanzarla sin embargo sintió una mano recargarse en su espalda. Era Fiorella, le miraba con reproche y enojo que no había visto nunca, sin embargo, el español estaba confundiendo todo, pues reproche y enojo era lo mínimo que los ojos olivos de la italiana demostraban, sus orbes ardían de celos y envidia que pasó desapercibida.
—Vámonos, nos están esperando.
Antonio asintió débilmente, mirando como la mexicana se alejaba, sin darle oportunidad de devolverle el cuaderno lo guardo. Pronto se lo regresaría, tal vez.
Antonio y Gilbert llegaron a su piso, era pequeño y contaba sólo con algunos muebles y dos colchones, pues el presupuesto de ambos no les daba para más.
—¡Uff! Vengo muy cansado. Despierta a mi maravillosa persona mañana, Tony, no te duermas tan tarde. —Dijo el albino, llevando una mano a su boca para echar un sonoro bostezo.
—Sí, sí, no te preocupes por eso Gilbo. —Dijo Antonio encendiendo una lámpara, sacando varias cosas de su maletín para hacer sus deberes, sus manos encontraron una tela suave, provocando un escalofrió y sensación de desconcierto en el español. Saco lo que estaba tocando, era el cuaderno de la mexicana.
Sabe que no debería leerlo, es obvio. Sin embargo, ella no se enterara de nada de eso. ¿Cierto? No había que temer, se lo devolvería luego intacto y ella no sospecharía absolutamente nada.
Lo abrió cuidadosamente, topándose con una página la cual tenía un separador en forma de una hoja. En ella había una pequeña cita textual, o eso parecía ser.
''Amar significa nunca tener que decir lo siento. ''
Love Story.
Antonio entrecerró un poco los ojos. ¿Love Story? No le sonaba en absoluto, tal vez era una canción o banda…retiro el separador, memorizando la página para luego volver a ponerlo en su lugar, topándose con una respuesta que en realidad no estaba buscando.
Amar significa nunca tener que decir lo siento. Esa es una de mis frases favoritas de la película Love Story. Recuerdo que a mis padres les encantaba esa película y la iban a ver todo el tiempo. Ellos…murieron hace mucho, me gustaría ir este domingo a verla como un tipo de recordatorio o memorial en sus honores.
Antonio se sintió mal al leer eso. Estaba escudriñando en un pasado que no le correspondía, enterándose cosas personales de una chica que no conocía. La culpabilidad lo estaba matando, sin embargo, en menos de lo que canta un gallo sus dedos pasaron de página.
Mis flores favoritas son las blancas y rojas. Mi libro favorito es el principito, suelo ir a la biblioteca y sentarme en la esquina más alejada del resto. No quiero acercarme al resto y que quienes me importen…salgan lastimados.
Pasaron las horas, Antonio había leído todo el cuaderno, descubriendo miles de datos de su primer amor entre comillas. Regreso el separador a su lugar, no podía seguirse matando con la culpa, ella ya no era una desconocida, se esforzaría por ella, la conocería a fondo y lograría que ella le contase todo por voluntad propia.
Al día siguiente saco el lienzo que había estado haciendo. Pensaba hacer un paisaje, la misma banca de madera en la que por casualidad o jugarreta del destino la tarde anterior había sido ocupada por la mexicana, y al parecer esta mañana que le había tocado añadir los detalles finales se repetía la misma suerte.
Observo como ella leía un libro. Al parecer era letrada, lo cual le hizo sonrojarse un poco. Saco un lápiz y comenzó a trazar un boceto de María, su musa, su amor de tres segundos.
Termino el boceto inicial pasados los veinte minutos, saco las brochas y pintura para comenzar con los detalles básicos, la mexicana se levantó y se fue en dirección al área de Economía. El español no le dio mucha importancia a eso, tanta era su fijación a ella que sus colores, sus gestos, expresiones, se habían grabado rotundamente en su mente, sus ojos sólo podían apreciar la realidad que estaba creando a través de sus colores.
Dejo su arte a medio terminar y se dirigió a la biblioteca, al parecer tendría que pedir el libro del principito para conocer más de ella.
Salió una vez ya era de tarde, sacando un paraguas de los que estaban ahí, lo tomaría prestado por esta ocasión, mañana lo regresaría a la biblioteca. Miro hacia el cielo, la lluvia era incesante, sus ojos se desviaron a un lado, ahí estaba ella.
Mirando hacia el cielo, su cabellera de nueva cuenta agarrada por ese listón tan característico y su mirada tan llena de un peligro que invitaba a los aventureros a acercarse a descubrir hasta el más mínimo tesoro.
—No tienes paraguas…—Dijo Antonio, acercándose con una pequeña sonrisa a ella, María sólo entorno los ojos en su dirección, algo sorprendida. Le extendió el paraguas, a lo que ella negó con la cabeza.
—Estoy bien…—Dijo ella, sonriendo un poco para agradecerle, él siguió con el sombrillas extendido. — Además…es tuyo, yo esperare aquí a que se quite la lluvia.
—No creo que se quite ahora. —Intervino Antonio. Invitándola nuevamente, a lo que ella suspiro, terminando por aceptar, ambos comenzaron a caminar, Antonio cubría con el paraguas a la mexicana, ella miraba al piso, hasta que por una razón miro hacia el español, notando que este se iba mojando el hombro. —Oh, no te preocupes por esto…
—Pero te estas mojando. —Dijo ella, tomando también el paraguas para taparle a él, sin embargo Antonio se resistía.
—Estoy bien, estoy bien. No quiero que te mojes.
—Entonces…acércate un poco más.
Antonio la miro sorprendido, pero finalmente haciendo caso a sus palabras se acercó más, siendo que ahora ambos eran cubiertos por la protección que les brindaba la sombrilla, finalmente el agua comenzó a detenerse, poco a poco hasta terminar en una leve llovizna.
—Yo… ¡Realmente agradezco que me compartieras tu paraguas! ¿Cómo podría agradecerte?
—Jajaj, venga. No pienso cobrarte por esto…pero… ¿Te gustaría…ir al cine conmigo este domingo?
María le miro sorprendida, ladeando la cabeza. — ¿Cuál película?
Antonio se lo pensó un poco. — Love story. —Casi pudo notar el brillo en los ojos de la castaña.
—Esa…yo quería ver esa película desde hace tiempo. —Dijo ella.
Antonio sonrió. Dándole el paraguas para luego mostrar una sonrisa energética. —Entonces nos veremos el domingo. —Dijo. Una vez él se alejó Maria no pudo emocionar soltar un breve chillido de emoción. Cerró el paraguas caminando a la estación de bus. Se detuvo con una alegra sonrisa frente a la pancarta de Love Story. Girándose algo sorprendida al escuchar una voz detrás de ella.
—Pero mira que tenemos aquí…
Escucho un acento pesado, francés. Era uno de los chicos que acompañaban siempre al español.
—Podría llevarte a ver esa película
—Prefiero que no.
Le dijo cortándole en seco, el francés sonrió.
—Estoy seguro que esto no es una casualidad del destino linda, si nos volvemos a ver, tendrás que aceptar mi invitación.
Ella frunció el entrecejo confundida, a lo que el francés le señalo el autobús. Ella torció los labios, negando con la cabeza para subir dentro del colectivo.
El francés sonreía victorioso, mandándoles un mensaje a sus amigos, había encontrado a su primer amor. A su chica de los tres segundos.
Francis los había reunido a todos, Antonio estaba algo emocionado, tal vez hoy podría acercarse a María y entablar una conversación con ella sin embargo no se esperó que sus planes se vieran distorsionados de una manera que nunca en su cabeza se cruzó.
—Chicos, quiero presentarles a mi chica de los tres segundos.
Comenzó Francis, asomándose por la fuerte mientras sostenía la mano de una desconocida.
Antonio pudo sentir como su interior se marchitaba cuando vio a la mexicana dejar atrás su escondite, siendo tomada de la mano por el francés.
