Siete días para conquistarte
Todos los días desde la cafetería, Inuyasha observaba a Kagome a la distancia, no la conocía, no sabía siquiera su nombre, pero le gustaba. Ahora él se había propuesto conquistarla, el reto es hacerlo en siete días. ¿Qué es lo que hará?
Día uno.
¿Cuanto tiempo había transcurrido desde que la conocí?, recuerdo haberla visto por primera vez pasar por el pequeño parquecillo del centro. Con sus ojos marrón y su cabello azabache con pequeñas puntas onduladas en los extremos, su esbelta figura torneada, me pareció bonita, sin embargo, nada especial. Después, casualmente, me la encontraba continuamente cuando salía a comer, de esa forma descubrí que estudiaba en la universidad de Tokio. Siempre estaba con sus amigas y, sin darme cuenta, comencé a fijarme en todo lo que hacía, sus movimientos delicados pero expresivos. Todos los gestos en su rostro, la alegría por cosas simples, el estrés de sus exámenes, la sorpresa, el fastidio, el enojo y un día la vi llorar, fue una imagen impactante para mis ojos, ver sus lágrimas bajar por sus mejillas y tocar su pecho, no supe porque, no supe y me maldije mentalmente por no poder hacer nada por consolarla. No sabía nada de ella, ni siquiera sabía su nombre, pero sentía que la conocía mejor que nadie en el mundo.
¿Debía acercármele? me preguntaba constantemente cuando estaba sentado en el lugar de siempre en la cafetería frente al McDonald's donde ella siempre iba a comer. Un día más estaba esperando en ese lugar, a veces hasta olvidaba tomar mi café cuando me quedaba embelezado observándola, sin embargo no llegó en esa ocasión. Ella nunca había faltado a esa cita secreta de la que solo yo era conciente, y ahora sentía como si me hubiera plantado, dejándome esperándola... ¡que tontería! cuando éramos absolutamente nada el uno del otro. La simple idea de la verdad fue como una cachetada con guante blanco asestada en mi mejilla hiriendo mi orgullo. Y es que ¡me había convertido en un voyeur! observando a una muchachita desde mi escondite, tal como los leones cazan a los ciervos: ella era el ciervo. Solo observándola, casi acechándola, sin atacar, ¿cuándo iba yo a atacar?. Era un verdadero cobarde, me acusé, cuando me vi desprovisto del valor para abordarla.
Al día siguiente, asistí e mi cita diaria, la verdad es que estaba temeroso de que ella no volviera a ir, de no volver a verla ¿y si me había descubierto?, pensaría que soy un depravado, un acosador. La idea se me antojó demasiado risible y desagradable a la vez, ella mirándome de esa forma ¡por todos los cielos! debía terminar con esto inmediatamente. Entonces llegó una vez más, brindándome paz con su sola presencia e imagen, pero pronto mi mundo se vino abajo cuando ella estaba acompañada no precisamente por sus amigas de siempre. Escuché un crujido, eran mis dientes que chocaron cuando tensé la mandíbula, y mis uñas se enterraron en mi palma casi atravesándomela, pero yo no sentí dolor por esa acción, ni tampoco cuando pase un sorbo del café hirviendo que humeaba en mi taza. Yo estaba totalmente desencajado, ¿y como no? ella estaba acompañada de un muchacho, no podría decir que es atractivo cuando lo consideré mi rival inmediatamente. Era mucho más alto que ella, pero no más alto que yo. Un cabello castaño claro casi rojizo recogido en una coleta alta con esos ojos azules enmarcando su fea cara. Sentí unas ganas incontrolables de golpearlo, y si esa pared de cristal no hubiera estado interpuesta, seguramente lo habría hecho. En ese momento decidí que yo debía hacer algo, no quería ser más un espectador en la vida de aquella chica.
Esa noche no pude pegar un ojo, pensando en el rechazo que podría recibir ¿y si me veía como un viejo? digo, no es que lo fuera, apenas tenía treinta, pero seguramente yo le llevaba por lo menos unos ocho o nueve años, era una diferencia notable. Yo ya sabía andar en bicicleta cuando a ella apenas le cambiaban los pañales. De pronto me sentí como un adolescente inexperto: temeroso e inseguro. ¡Vaya idiotez! era yo Inuyasha Taisho, las mujeres van tras de mi y no viceversa, era a mi a quien rogaban, al que buscaban, ¿por qué ahora esa actitud tan perdedora?. De pronto, con esos pensamientos altaneros con respecto a las mujeres, me sentí como mi viejo amigo Miroku, todo un casanova, solo que a él no le importaba ir por cualquiera a la que le hubiera echado el ojo. Suspiré. Estaba haciendo un lío de todo esto, cuando lo único en lo que debía concentrarme era en una cosa: conquistar a la chica de cabello azabache.
Estaba nublado, llovería, según el informe climático en el noticiero. Fui preparado con mi paraguas esperando y rogando que ella no llevara uno. El primer paso era tener un encuentro cercano y encontrar la oportunidad para hablarle; así que cuando salí del trabajo me dirigí automáticamente al lugar donde acudía a almorzar su no tan nutritiva comida después de la escuela. Recordé su compañía del día anterior y esperaba que esta vez fuera con sus habituales amigas, por lo menos, o me vería sumamente idiota al tratar de cortejarla con su amiguito ese junto a ella. Esperé unos diez minutos a lo sumo, cuando entonces apareció y una sonrisa surco mis labios, parecía como si el destino estuviese de mi lado, porque esta vez no solo no iba con aquel fulano, si no que venía totalmente sola, como si viniera a encontrarse conmigo. Perfecto. Me levanté prontamente de mi lugar y me dirigí hacia la caja justo tras ella, escuché su orden y pedí lo mismo: una hamburguesa sencilla y un refresco grande de cola.
–¿Algo más, señor? –preguntó afable la empleada a lo que negué sin mucha atención.
Estaba
aún planeando la manera de hablarle cuando encontré mi oportunidad
en el momento en que se le cayó su cambio. De inmediato me agaché,
lo recogí y me tope con sus ojos achocolatados clavados en mi, más
cerca de lo que jamás los había visto antes, unas lagunas más
hermosas de lo que pensaba y de pronto, por un momento, estuve a
punto de sucumbir ante la divagación de la bobería si es que ella
no hubiera musitado un tenue "gracias"
–No hay de que...
–Kagome, Kagome Higurashi –se presentó, y yo me encargué de
grabar su nombre meticulosamente en mi memoria.
–No hay de que,
Kagome
La vi fruncir un instante y de pronto golpeó con su puño
ligeramente la palma de su mano como cayendo en cuenta de algo.
–¿No
nos conocemos de algún sitio?
Tragué saliva apenas ante su
acertada deducción, bueno, quizá ella no estaba tan pendiente de mi
como yo de ella, no era del todo mentira eso de que nos conocíamos
de otro lado.
–No lo creo, quizás nos hayamos topado ya por
otro sitio...
–En serio...–meditó un instante –¡ah! tu
eres aquel hombre que siempre está en la cafetería de enfrente.
Me
sorprendió en ese instante, también se había percatado de mi
presencia, obviamente no como yo de ella, pero me reconocía y se
había tomado la molestia de fijarse en mí y recordarme, eso me daba
gran ventaja para poder abordarla y me sentí más relajado entonces.
–¡Pero que pequeño es el mundo! –exclamé –, es verdad,
yo siempre tomo mi café aquí enfrente, pero es curioso que no te
haya visto antes, cuando yo permanezco allí casi todas las tardes
–mentí descaradamente –¿acaso es la primer vez que vienes a
comer aquí?
La vi mover su cabeza en una negación con una curva
en sus labios en una sonrisa, se me antojó algo risueña en ese
instante y me imaginé a mi mismo babeando, esperaba que no fuese
así.
–No, yo también vengo aquí todo el tiempo con mis
amigas
–¡Oh! ¿y donde están ellas ahora?
–Han quedado
para hacer otras cosas, pero no tuve ganas de acompañarlas
–informó.
En ese momento nos dieron las charolas con nuestra comida y ella comenzó su camino y yo la seguí sentándome en su mesa como si fuera natural. Como si fuéramos conocidos, como en una cita. De pronto me sentí realizado al haber logrado sentarme con ella, iba por buen camino.
–Ya veo –aventuré
retomando la charla –. A todo esto, no me he presentado, mi nombre
es Inuyasha Taisho, un gusto.
Estiré mi brazo por sobre la mesa
anhelando el contacto de un saludo. Y cuando sentí la tersa piel que
envolvía su mano quise guardar la sensación de tocar terciopelo en
mi mente, para recordarla y moldearla a mis pensamientos para cuando
no estuviéramos juntos de nuevo. Me pregunté si así se sentiría
la piel de su cara, su cuello y su demás cuerpo, debía ser
exquisita. El saludo terminó y el tacto se desvaneció dejándome
una sensación de vacío, necesitaba tener más de ella, y por eso me
propuse hacer más por conquistarla.
–¿Vas en la universidad, no? –indagué –, ¿que estas estudiando?
–Si, si, acertaste –expresó con diversión ingenua –, estudio enfermería
–¡oh! enfermería, ¿y por qué no medicina?
–Todos me dicen eso –sonrió, ¡que hermosa era su sonrisa! –, es verdad que como enfermera no voy a encontrar la cura para el sida ni a hacer transplantes de órganos, pero me gusta cuidar a las personas, y mi trabajo será hacerles su agonía menos amarga. Cuando mi madre murió hace algunos años, la enfermera a su cargo cuidó de mí amablemente cuando yo permanecía en el hospital, era casi como una nana y jamás descuido a mi mamá. De no haber sido por aquella mujer, seguramente mi madre hubiera muerto rápidamente sin los cuidados necesarios y seguramente antes de eso tanto ella como yo habríamos sufrido demasiado. Creo que las enfermeras guardan una gran importancia dentro de un hospital. Por su puesto no hablo por todas cuando digo que son buenas, pero espero pertenecer algún día a ese pequeño bando.
Fascinante, toda ella era mucho mejor en persona, su forma de hablar, su dulce voz, me sentí casi como hechizado cuando me narró todo aquello, a la vez de sentirme halagado por el hecho de que depositara su confianza en mi, casi un extraño, al contarme un poco de su historia.
–Lo siento, creo te aburrió mi charla
–Para nada –intervine con velocidad –, es solo que nunca lo había visto desde ese punto de vista. Debes decirme en que clínica laboras para ir a internarme rápidamente allí cuando enferme.
–Ojala nunca tengas que enfermar a tal grado
La verdad es que con una enfermera como ella, no me importaría pasar el resto de mis días internado, sin embargo decidí no exteriorizar ese pensamiento tan personal.
Y de esa forma el tiempo transcurrió ameno con una platica fluida, la mayor parte de lo que se habló era sobre ella, yo no dejaba de hacer preguntas. Descubrí que tenía veintiún años, que vivía en un templo shinto con su hermano menor, que trabajaba medio tiempo ayudando a un viejo doctor, que su comida favorita eran las tortillas japonesas, que le gustaba montar en bicicleta, que tenía una gato por mascota y que me gustaba más de lo que pensaba. Muchos descubrimientos para un mismo día. Intenté comer despacio, para seguir su ritmo, ¡vaya que comía lento!, pero no pude lograrlo, y tuve que pedir otra hamburguesa mientras ella apenas se terminó la suya. Al terminar la charla continuó unos minutos más, mejor hubiera sido que jamás acabara pero yo no podía impedir que ella se fuera a realizar sus actividades varias.
Cuando salimos del lugar el cielo estaba encapotado con nubarrones obscuros, yo había ofrecido llevarla hasta su casa, pero ella encontró la manera más amable de rechazar mi oferta. Resignado, no tuve más opción que pedirle que me dejara al menos acompañarla hasta la parada del autobús a lo que definitivamente no pudo negarse. Antes de que llegásemos hasta el paradero, gruesas gotas de agua comenzaron a descender en un torrente de agua, ¿el paraguas?, pues bien, estaba yo tan encantado con estar a su lado que lo dejé olvidado en el lugar donde almorzamos. Intenté protegerla del agua con mi saco al colocarlo sobre su cabeza, y sirvió por un instante, pero de cualquier forma terminamos empapados. Corríamos de los carros cuando pasaban por la calle para evitar que nos mojaran más, y nos escabullíamos bajo algún árbol o techo cercano. Me divertí como un chiquillo, la vi reír y reí con ella. Cuando partió en el autobús se despidió con un "hasta pronto" y yo fui feliz de pensar que ese pronto sería mañana.
continuara…
Pues bien, ¿que tal?, otro fanfic de trama linda. Lo se, lo se, aún no termino "superando obstáculos" pero debía hacer algo para equilibrar tanto drama. Ahora Inuyasha nos narra esta sencilla pero tierna historia… Quisiera que tuviera lemon, pero no aseguro absolutamente nada, porque la historia se va haciendo sola y no podría forzar algo así.
Espero que les haya gustado, y como habrán de imaginar, constará de siete capítulos, cada capitulo es un día y cada día Inuyasha nos narrará como piensa conquistarla… ¿logrará hacerlo? Yo, la verdad, espero que si. Pero lo más importante y lo que más me da curiosidad es descubrir el cómo, ¿a ustedes no les pasa igual?
¡Acompáñenme en el segundo día de la conquista de Inuyasha!
Hasta otra y de antemano muchas gracias.
