Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, si, se que me odian y que hace mucho que no aparezco c: pero tranquilas que I'm here for you ya tiene casi listo su siguiente capitulo. Debido a razones que desconozco la historia que habia creado se borro :c pero no me rindo! y hoy traigo una nueva, que la verdad tenia dando vuelta por mi loca cabeza c: espero les guste, por que como siempre es con todo mi amor! Esta historia sera más corta e intentare avanzar con ambas a un ritmo un poco mas aceptable. La universidad el trabajo y las demas responsabilidades me tienen colapsada, asi que les pido un poquito de su paciencia =)
En fin, espero les guste!
Nos vemos abajo!
Prologo
Gruño, acurrucándose entre las sabanas. Sin embargo la suerte estaba en su contra puesto que al momento en que quiso jalar de ellas, estas se resistían. Soltó un bufido, enterrando la cabeza en la almohada, dándose por vencido en su labor. Aún quedaba 1 hora hasta que tuviese que despertar, y bien sabía que el tiempo no era precisamente uno de sus aliados.
Pero, como todo parecía ir en su contra algo comenzó a estirar de su brazo impidiéndole conciliar el sueño. Busco con la mirada, en un intento de fulminar todo aquel que osara molestarle en tal momento… pero algo lo retuvo rápidamente.
No, más bien alguien.
Sus ojos, en medio del adormecimiento, dieron con los grandes y asustados de la pequeña que permanecía de pie, junto al colchón. Muy apenas lograba llegar hasta su altura, aun estando parada en puntitas. Los largos cabellos con un toque verdoso idéntico al suyo, aun en oscuras parecían brillar sutilmente, el cuerpo siempre tan delgado, y aquellos enormes ojos color ámbar… Tan suyos.
Todo en esa cría era tan igual a él, que en ocasiones lo aturdía.
Al ver la expresión de temor en la pequeña, soltó un suspiro, optando por auxiliarla. Con cuidado la sujeto de las axilas, alzándola sin mayor problema; primero la acostó junto a él, y luego reteniéndola, le paso un brazo por encima del estómago sintiendo su mirada atenta en cada uno de sus movimientos.
Gruño.
– ¿Qué?
La menor bajo la mirada negando con la cabeza. Con sus pequeñas manitas le agarro del rostro, acercando su nariz para jugar rozando la propia. La sonrisa tímida, y ese brillo en los ojos…
Mierda.
Concluyo aquel tierno roce en segundos, reprendiéndola severamente con la mirada. Le aparto las manos, sintiendo como su cuerpo se contraía como un demonio, y apresurado le aparto la vista.
¿Por qué a pesar de que era idéntica a él, cada vez que veía su rostro... la veía a ella?
La menor sintió su desprecio, por lo que agarro su camiseta estirando suavemente de él. Se acurruco en su pecho a modo de disculpa, dejando que de esta forma el sueño le venciera. Cuando el suave calor de su aliento le golpeo entre pausas el cuello, permitió que sus nervios se relajaran.
Soltó su puño, que en algún momento del que no era consciente mantuvo presionado hasta que la mano probablemente se tornaba pálida; acomodo el pequeño cuerpo, quitándole un mechón rebelde que se colaba por su rostro, y se detuvo ahí. Cuando quiso rozar sus dedos con la pálida piel, rápidamente los recuerdos lo embargaron reteniéndose en su acción. Agito su cabeza, frotándose el cabello exasperado. Soltó a la menor, y como si acabara de estar a punto de quemarse se alejó de ella, maldiciéndose una y otra vez.
Miro el reloj, notando que aún quedaba un resto para levantarse. Sin embargo con ella ahí, ya no podría conciliar el sueño; nuevamente maldijo, sintiéndose aún menos afortunado que al comienzo y es que no era propio de él estar despierto en esos horarios. No era secreto para nadie que disfrutaba de una buena siesta; aun cuando no recordaba la última vez que se permitió tener una.
Entre el trabajo y la presión de ser el heredero de los Echizen toda su vida giraba en torno a dinero y estatus. No existía cabida para nada más. Para Echizen Ryoma temas como el romance no eran otra cosa que una especie de enfermedad absurda, de la que prefería no ser víctima ni verse involucrado. Y eso también contaba a la hora de ser padre. En esto último, podría decir – sin sentir herido su orgullo –que era un absoluto incompetente. No tenía idea como serlo. Ni recordaba haber sentido el afecto de uno. Esos temas para él, quien fue criado en las exigencias de aquel frívolo mundo, carecían de todo sentido.
Por eso a pesar de que su hija, de la cual debía tener un apego absoluto, estaba ahí tendida a su alcance, no lograba sentir esa necesidad de apegarla o acurrucarla como había visto hacer a otros. Aun cuando alargo uno de sus dedos estirando del largo cabello… no lo embargaba un sentimiento paternalista.
¿Qué era lo grandioso de ser padre?
Su mirada se endureció mientras observaba como la pequeña dormía totalmente ajena a sus pensamientos.
La cría había tomado la costumbre de colarse en su cuarto cada vez que las pesadillas no la dejaban dormir. A causa de su muerte, Emi había perdido la voz y su capacidad de interactuar se había reducido totalmente (eso claro, según los especialistas). Sin saber que hacer se vio el mismo llevándola a numerosos terapeutas "expertos", sin obtener ni un maldito resultado. Fue entonces que llego a la conclusión de que ella simplemente no quería mejorar.
¿Si ni siquiera con expertos lograba avances, no era eso un signo de que no estaba en su voluntad el lograr una mejora?
Y de ser así, no sería el quien le exigiría un cambio.
Pero por esa misma razón, criarla se le hacía un peso enorme. Mierda, él no estaba hecho para ser padre.
Y a pesar de que la cría se mostraba tierna con él, la lista de criadas ya superaba con creces la decena. Algo en ella, en su forma de comportarse terminaba por espantar a las sirvientas dejándoles sin servicio y a él con un humor de perros. Recordó aquella vez que llego al departamento, encontrándose a la mocosa sola y una carta de renuncia sobre la mesita de noche. Ah, y como olvidar la demanda por daños psicológicos. Bah, aquello termino en una buena tanda de sexo y suficiente dinero como para callar a tres santos.
Pero esto ya era suficiente. La niña- no EL necesitaba una especialista que tuviese los cojones para soportar el carácter de una mocosa con aires de princesa. Por lo mismo, sin siquiera preocuparle que todavía fueran de madrugada y la gente en su sano juicio se encontraba durmiendo, agarro el móvil entre sus dedos discando el número. El sonido en espera llego molesto a sus oídos, maldiciendo que aquella mujer no fuese más ágil a la hora de contestarle.
Se escuchó la voz en un tono ronco, evidenciando su estado de adormecimiento.
-Eh…. Moshi moshi…
-¿Por qué tardaste? – soltó, gruñendo.
-Ah –la mujer suspiro – La gente normal suele estar descansando en estos horarios…
Ignoro esto, y se decidió a hablar –Necesito que busques a alguien.
La voz femenina soltó una exclamación de asombro – ¿A… alguien? ¿Por "alguien" te refieres a…? ¡Por Dios, Ryoma! No me llames a mí para buscarte una mujer que satisfaga tus deseos sexuales. Para eso tienes al pervertido de Take-
Maldijo interrumpiéndole.
-A callar – Sentencio, echándose el flequillo hacia atrás – Necesito una niñera.
-¿Una… niñera?
-…
-¿Tú necesitas una niñera? – Nuevamente gruño, asustando a la mujer –Ah, ¡perdón, perdón! Claro, es para Emi-chan… disculpa –la risa entusiasta embargo levemente el cuarto – Por un momento quede en shock. Pero te recuerdo, que ya estoy harta de buscarte gente para que te des el lote… ¿refresco tu memoria con lo que ocurrió con la última…?
-Tachibanna – repuso con cansancio. No es que le agradara que le estuvieran restregando en la cara sus encuentros ilícitos. – Una niñera. Tienes dos días.
La mujer con la que sostenía aquel absurdo "dialogo" era su asistente; Tachibanna Ann. Una joven economista con grandes antecedentes laborales. Se conocían desde pequeños, por lo mismo era la única mujer en la que podía depositar libremente su confianza sin temer que lo traicionara. Era ella quien organizaba todo lo referente al trabajo, aunque siempre – y para su desgracia – terminaba metiéndose más de lo debido.
Que decir de la cría… Ann se encargaba de velar que la menor mantenga un horario acorde a una niña de 6 años. Para él, en cambio, era suficiente con saber que la mocosa comía. Ah, y por supuesto su educación; aquello si era importante. Si era realmente su hija, no podía permitirle ser alguien estúpido e inculto.
–¿Te das cuenta la hora que es?
Imaginaba que tras aquel móvil, estaba el rostro estresado de la mujer. Casi sintió deseos de reír al dibujar mentalmente que expresión tendría por su petición. Pero realmente necesitaba de alguien, y por supuesto… la quería lo más pronto posible.
Era urgente.
–Si – contesto con un aire desinteresado.
–Entonces, ¿entiendes que ahora es imposible?
–Sí.
–Que bien, Ryoma. Ya estaba a punto de golpearte pensando que de verdad me harías buscarla a esta hora. Bueno, organizare mi agenda, buscare referencias y te aseguro que dentro de unos días tendrás tu niñera.
–Yada.
–… ¿Qué… dijiste?
–Hoy. Mañana a más tardar.
– Tú…
De pronto el silencio fue preso de ambos. Y, ah… si, no pudo evitarlo. Retratar en su mente la expresión desencajonada, de asombro, frustración, molestia. De seguro la castaña se debatía en cuál de ellas alojarse.
– ¡¿Estas demente, Ryoma?!
Y como si nada hubiese ocurrido, colgó el móvil reteniendo el repertorio de insultos de la joven. Cuando la paz del silencio nuevamente se apodero de su habitación, lanzo un suspiro agradecido. Miró su cama, la cual había sido invadida por la niña y terminó por encogerse de hombros. Bien, que mas daba; igual debía concretar ciertos asuntos de su trabajo. Resignado, giro sobre sus pies, adentrándose al servicio.
De todas formas, ya no podría volver a quedarse dormido.
–Pues ya que; A trabajar.
U_U_U_U_U_U_U_U_U
Desempaco la última caja, suspirando agradecida de no tener que seguir con esa mudanza. Ya habían pasado 3 días desde que llegaron a ese complejo, y sin embargo aun no terminaban de ordenar. Aun cuando no tenían demasiadas pertenencias, el viaje, el embalaje, y posterior desarme de muebles la estaba dejando con un severo dolor de espalda y brazos. Luego levanto la mirada para observar las paredes que desde ahora serian su hogar. A pesar de que el piso no era tan espacioso, se sorprendió al notar que realmente le resultaba acogedor; se notaba algo viejo y usado pero con unos retoques de seguro y mejoraba.
Con una de sus manos sobo su hombro derecho, quejándose adolorida.
–¿Te duele?
Alertada por la masculina voz, dio un pequeño salto mirando asombrada al hombre frente a ella. Él le dedico una mirada infantil, preocupada. Con ternura le sonrió para demostrarle que estaba bien cosa que fue rápidamente correspondida, pero en una mas efusiva y radiante.
–Solo un poco. Nada de lo que debas preocuparte.
El curvo las cejas preocupado, tomándola de la cintura – ¿De verdad? ¡Si te duele, solo debes decírmelo! – exclamo, acercándose demasiado a su rostro. Su voz sonó estridente, por lo que parpadeo echándose hacia atrás.
–E-estoy… bien. No te preocupes, Kintarou-kun.
–¡Pero, Sakuno-chan si algo te pasa…!
Nerviosa de su cercanía, le aparto azorada la mirada. Se soltó de él, negando educadamente. No es que lo odiara, pero su timidez le impedía mantenerse tan cercana a un hombre. Especialmente de Kintaro: pues él en su inocencia, no lograba percatarse que su conducta era bastante osada, vista desde el exterior.
–Kintaro, deja de absorber el aire de Sakuno.
Ambos se volvieron notando por primera vez que eran observados. La joven de cabellos rojizos y ojos verdosos, muy similares en su tono con los del único hombre presente. Toyama Aiko ; la joven con la que desde hoy compartiría aquel pedazo de suelo.
– ¡Aiko! –exclamo él, sonriendo.
Ella era prima de Toyama, siendo él quien las presento. Ella estaba al cuidado de la familia de Kintaro, pues sus padres estaban en el extranjero. La joven de 19 años, había decidido apartarse del alero paternal e intentar probarse a sí misma fuera, mientras se las apañaba para continuar con su carrera de medicina. Fue así que tras una sugerencia del pelirrojo, ambas aceptaron comenzar a convivir. Era beneficioso para ambas, pues los gastos eran divididos; y Kintaro no debía lidiar con el miedo de no saber con quién viviría su pequeña prima.
Sin embargo, lo curioso de todo era que la familia de ambos era por no decir menos, una de las más adineradas de la región. El padre de Toyama podría mantener a la joven sin la necesidad de que esta trabajase. Pero Aiko estaba lejos de ser una señorita mimada, era del tipo de chica que prefería hacer las cosas por cuenta propia. Debido a eso trabajaba y se sustentaba por sí misma.
Era una muchacha ejemplar.
–Aiko, ¿desempacaste todas tus cosas? – pregunto amable, mientras se acercaba a ella. La menor afirmo, mientras se golpeaba suavemente uno de sus hombros.
–Todas – contesto, en un murmullo – Honestamente pensé que nunca terminaría.
Sonrió, dándole totalmente la razón. Ella también en un momento llego a pensar que aquello daría para largo. Sin embargo ya todo estaba listo y por fin el departamento tomaba la forma de un "hogar". Le dirigió una mirada alegre a la joven, y está simplemente esbozo algo similar a una sonrisa.
Aiko era bastante retraída; de pocas palabras, muy introvertida en ocasiones. Pero debía tener un gran cerebro, de lo contrario no estaría estudiando algo tan complejo como lo era medicina.
–¿Y tú, Sakuno? ¿No se te queda nada? – negó en un movimiento de cabeza.
Sin embargo, la muchacha era amable a su manera. Se preocupaba en pequeños detalles, comprendió que de esa forma ella mostraba su afecto e intentaba siempre retribuirle. Para ella honestamente era como una pequeña hermana.
–Todo está listo – dijo sonriente.
–Entonces solo nos queda…
–¡Comida! – Exclamo, Kintaro súbitamente. Ante la mirada acusadora de Aiko, continuo –Pero… comeré al paso… – y mostro su lengua en son de torpeza.
Rió suavemente, agradeciendo la compañía de Kintaro. Definitivamente alegraba sus días. Y desde que lo conoció, hace ya 3 años siempre su actitud fue la misma. Alegre, dulce… de ese tipo de persona que solo te pillas un par de veces en la vida.
El joven pese a su infantil personalidad, estaba a cargo de diversos departamentos dentro de la empresa de su padre. Aun cuando pensaba que aquel trabajo no le venía para nada, Kintaro sacaba a relucir todo el carácter que alguien en su posición debiese tener.
Y fue en ese momento que cayó en cuenta que tener una fortuna y una empresa que regir no era precisamente un cuento de hadas, ni menos algo solo de placer. En fin, el mundo de los ricos simplemente se le hacía incomprensible. Para alguien como ella, que vivía con las justas mes a mes, que debía apañarse con su sueldo de niñera, sinceramente parecía una realidad muy distinta a la propia.
–Sakuno, ¿no debes ir a trabajar?
La pregunta llego tan rápido, y de esa misma forma se incorporo de un salto mirando con nerviosismo la hora. Notando que aun eran las 7 de la mañana, soltó un suspiro de alivio. Kintaro la miro preocupado, tocándole el hombro.
–Si quieres puedo llevarte –le sonrió entusiasta – Tengo que llevar a Aiko a la universidad, así que puedo dejarte al paso, ¿Qué opinas? – asintió, y tras disculparse se metió a la ducha, apresurándose.
Cuando sintió el agua tibia rozar su cuerpo, no pudo retener el suspiro de satisfacción. La temperatura permitía que sus músculos se relajaran, especialmente en las zonas afectadas por el acarreo constante de cosas. Pero sin poder permitirse más – aparte del gasto que implicaba –se vio obligada a salir raudo del servicio.
Corrió hasta su cuarto en busca de ropas. Unos vaqueros a conjunto con un polo sencillo, y finalmente zapato de suela baja. Debía vestir cómodo, por que el cuidado de niños no requería precisamente de vestimentas muy rebuscadas. La comodidad era necesaria.
Una vez regreso a la sala, los primos estaban esperándola pacientemente. Aiko recogió su abrigo, y juntos dejaron el pequeño piso.
Y cada vez que se subía a ese coche, sentía la misma sensación de nerviosismo; ¡era un lujo! Por Dios, de solo imaginar cuanto era el valor monetario de ese vehículo… la aturdía. A ella la sentaron de co – piloto, Aiko atrás y Kintaro al volante; ambos parecían tan cómodos con la situación, pero para ella sinceramente era demasiado.
–Es solo un auto –murmuro Aiko, regresándola a la realidad.
–Ah, pe-pero… esto es tan… ¿Kintarou-kun no considera que es un auto muy lujoso?
El parpadeo inocente del chico le dio a entender efectivamente que no.
–¿Prefieres el auto-bus? – Pregunto, mirándola de reojo – ¡Podemos irnos en el, si así lo deseas!
Pero negó educadamente. No debía ser una molestia para él, después de todo se había ofrecido tan amablemente a llevarla, sería una malagradecida si le pedía bajar. Por que Kintarou era siempre un caballero.
Siguieron el camino en una animada plática; Aiko fue la primera en bajarse, con un simple gesto de su mano sin emitir más palabras. A lo lejos vio como dos jovencitas se le unían, corriendo a abrazarla. Sonrió.
Después de todo, Aiko si tenía un circulo de amigas.
La nostalgia fue presa de ella por un instante. Tal vez si hubiese sido como las chicas de su edad, ahora ¿estaría con un titulo en la mano sonriendo orgullosa por sus logros? ¿Tendría un sueldo lo suficientemente bueno como para permitirles mayores lujos?
Probablemente sí.
Pero la vida no siempre era un color de rosas, por lo mismo no podía lamentarse demasiado. Ya con 21 años, no era momento de cuestionarse ese tipo de cosas, y bien sabia que retroceder el tiempo era algo imposible.
–¿Cómo es tu trabajo, Sakuno-chan? –ella parpadeo, notando como estaba sumergida en su propia espacio
–¿Eh…? – Miro, sin entender muy bien – ¿Mi… trabajo?
Kintarou sonrió, siendo observado por Sakuno – Eso, ¿eres una niñera, verdad? ¿Qué tal es? ¿No es un trabajo estresante? ¿No es demasiado? ¿Te gusta?
–Ah… – aturdida por la velocidad de su preguntas, se debatía cuál de ellas contestar primero – es… e-es… me gusta.
El hombre soltó una risa, pero sin lograr mirarla. Concentrado en manejar– Si lo pienso bien, es típico de ti. ¿Te gustan los niños, verdad? – Afirmo con un movimiento de cabeza, sintiéndose estúpida pues él no podía mirarla – Lo sé. Eres ese tipo de mujer…
–¿Ese tipo de mujer…?
–Maternal – repuso, lanzándole una fugaz mirada – ¿Sabes? Creo que no existe un mejor trabajo para ti, que ese.
Y la sonrisa dulce, inocente… ah, su corazón sintió un vuelco. Un palpitar extraño, que la obligo a apartar la vista concentrándose en las calles. De pronto comenzaba a sentir calor, concretamente en su cara y orejas.
El resto del camino hubiese sido en completo silencio debido a lo incomoda que se sentía, no obstante con Kintarou eso se escapaba demasiado de la realidad. Con su entusiasmo terminaba por sacarle las palabras sin que ella pudiese detenerlo. Era difícil no ser arrastrada por la personalidad extrovertida del heredero. Y finalmente sin notarlo llegaron hasta su lugar de trabajo.
El chico la despidió deseándole suerte y en un rápido intercambio de palabras él se marcho raudo. Agradecida del ánimo contagiado, se giro sobre sus pies tocando el mecánico aparato. El sonido de este, no tardo en oírse, y la estridente voz de su jefa se escucho probablemente en todo el vecindario.
–¡Sakuno, apresúrate y entra!
Oh, eso no era bueno.
Antes de que la mujer volviese a gritar quito el seguro, entrando rápidamente a la residencia. Fue a penas puso un pie adentro, que la voz de aquella madre la retuvo. Acongojada levanto la vista observándola con ojos indecisos. No entendía por qué Tomoka parecía más nerviosa que antes. No es que la mujer fuese particularmente callada, pero tanto escándalo era extraño incluso para Osakada.
–¿Ocurre… ocurre algo?
–¡Claro que ocurre, Sakuno! – Chillo de pronto – ¡Ha ocurrido algo terrible!
Sus ojos se abrieron de sobremanera temiéndose lo peor –¡¿Le ocurrió algo al pequeño?!
Tomoka negó, alzando aun más la voz – ¡Por el amor de Dios, Sakuno! ¡Eso no lo digas ni en broma! – se cubrió los oídos, encogiéndose por la potencia de su voz.
–¿En…entonces…?
–¡Es Horio! – nombro, frustrada. Se sentó de golpe sobre el sofá, maldiciendo hasta el último ser de este planeta – ¡Se marcha! ¡Sera transferido a otra ciudad!
La boca de Sakuno se abrió en asombro – ¿Se… va?
–¡Eso digo!
–Pero…. Y el niño, es su hijo… y…. y usted…. ¿Qué pasara con su familia?
Tomoka bramo con ira – ¡El muy descarado me lo dijo a penas hoy! No puedo creerlo, ¿con que tipo me case? ¡No sueltes una bomba como esa de un día para otro, demonios!
–Pero, no puede irse…. No puede abandonarles… es decir…
Okaasan, ¿Por qué solo yo no tengo un padre?
–Oh, claro que puede – Tomoka se llevo la mano a la cabeza, frotándose las sienes – Es "su trabajo" después de todo, su familia le vale madre….
–Pero… Kei necesita de su padre….
Su jefa lanzo un suspiro de frustración, mirándola tristemente – Eso, querida, lo sé muy bien. Creo que no existe niño en este mundo que no necesite de un padre; al menos en sus primeros años.
Bien, sabia ella lo certeza de sus palabras. Ella misma había crecido sin uno, y a pesar de que había sido bien criada solo por su madre debía reconocer que de pequeña sufrió bastante la ausencia de un progenitor. Los niños son mas sensitivos de lo que uno pensaba.
–Entonces… ¿usted lo seguirá?
En realidad sabia que esa pregunta estaba de más. Que Tomoka solo quería descargar su ira con alguien antes de ponerse la máscara de buena madre y fingir frente a su primogénito. Porque amaba a su hijo más que a nada, y estaba dispuesta a sacrificar su vida en esa ciudad con tal de que su familia se mantuviese unida.
Era una mujer valiente.
La mujer del lunar se acerco a ella rodeándola en un cariñoso abrazo
– Lo siento, Sakuno – susurro maternalmente – Sé que esto es tan repentino; también para ti. Tu aun eres prácticamente una niña. Se que adoras a Kei, y el te adora a ti. Que necesitas de este trabajo… pero pido me entiendas – Correspondió al abrazo, agradecida que fuese ella su jefa. De algún modo habían desarrollado un lazo más fuerte que el de una simple ama de casa y la niñera.
Aunque con esto se estaba quedando en la calle. Y justo ahora que se acababa de mudar con Aiko. Definitivamente no era buena señal; no podía hacer que la menor cargara con los gastos de ambas ¡Oh, por Dios! Se quedaría en la calle. Acongojada se mordió el labio apretando sus manos; maldiciendo su mala suerte. Pero de pronto levanto la mirada para ver el rostro de Tomoka, y lo que vio en ella le dolió demasiado el pecho, tanto como le dolería ver a Kei sufriendo al no poder estar con su padre.
Comprendió que Osakada estaba en mayores problemas. La miro a los ojos dedicándole una sonrisa generosa; no podía ser asi de egoísta.
–No debe preocuparse – murmuro – Creo que me costara un poco… y todo, pero yo buscare algo por mi parte – no obstante una mano se poso sobre sus labios, silenciándola. Levanto la mirada con clara confusión.
–Eso, querida, ya está solucionado.
Pestañeo.
–¿Qué…?
Tomoka se restregó los ojos, que en algún momento se tornaron húmedos de lágrimas, y le sonrió guiñándole un ojo.
–¿Qué clase de jefa te crees que soy? ¿Crees que te dejaría en la calle así sin más? –La mujer amplio su sonrisa confundiendo aun más a la pobre y desconcertada Sakuno.
–¿Eh?
U_U_U_U_U_U_U_U_U
Acomodo aquel traje del demonio, tratando de que luciese lo mejor posible. Mierda, eso era un asco; lo peor de todo es que debía usarlos todos a los días, y por toda su vida. En realidad él prefería la libertad de la ropa deportiva. Era bastante más agradable la sensación de comodidad, que la de vestir esos condenados trajes tan incómodos; abotonados hasta el último botón de la camisa, prácticamente estrangulándole el cuello. Pero, ¿Qué más podía hacer? Debía dar el ejemplo. Por eso mismo, todas las mañanas realizaba el mismo ritual.
–Ah, no pongas esa cara Ryoma. Eres el jefe, ¿no?
Desvió la vista, ignorando olímpicamente sus palabras. Ann como siempre tenía la maldita manía de entrometerse cuando nadie la llamaba; era una molestia en varios sentido. La mujer notando su molestia le agarro del moflete mientras fruncía el ceño. El hizo el mismo gesto apartándole rápidamente las manos.
–¿A qué viniste? – pregunto, buscando con la mirada su maletín. Fue entonces que noto que ella ya lo sostenía entre sus manos. Gruño, mientras la rubia se lo entregaba.
Ann puso los brazos en jarras, golpeteando el piso con uno de sus tacos.
–Recibí la llamada de un inconsciente en plena madrugada –comenzó a hablar, dirigiéndole una mirada acusadora – Parecía urgente así que como profesional que soy… vengo con una propuesta.
La observo de reojo, sin emitir ninguna palabra; Ann sabía que con eso él le estaba apremiando a que continuase. Así pues, la mujer comenzó su relato de cómo y a través de quien logro conseguirla, jactándose de sus contactos y… ah, menciono algo de que era suertudo por tenerla. Aunque honestamente poco le importaban los medios… confiaba en que Tachibanna tenía la capacidad de seleccionar a la mejor de ellas. El no tendría la necesidad de inmiscuirse en nada.
–¿Y bien? – intentaba concluir rápido su relato; la mujer se había emocionado demasiado contándole detalles innecesarios sobre esta propuesta, ¡venga que a él no le importaba si la mujer era o no joven! No la contrataría para una sesión de sexo; la necesitaba cuidando a su hija.
–Ah, e iba justo en la mejor parte… Bueno, lo importantes es que para cuando Emi salga de clases, tendrás a una mujer esperándola en casa, ¿Qué te parece?
Le dedico una mueca similar a una sonrisa, arrogante. Muy arrogante – Ehh, not bad Tachibanna.
Ann frunció el ceño – Con un "gracias" era suficiente.
Se encogió de hombros regresando a su común cara neutral. La rubia por su parte estiro de él, indicándole que ya era momento de ir a trabajar: por muy el jefe que fuese hoy tenía una reunión importante con uno de sus socios; no podía llegar tarde.
–El proyecto está casi concluido – la voz de Tachibanna cambio radicalmente a la de una profesional –Solo necesita de tu aprobación para ser concertado; por supuesto para eso debes asistir a la reunión con nuestro socio. El acordó aportar un porcentaje para la investigación.
Afirmo, en silencio. Pero de pronto, cuando estaban a punto de abandonar el departamento, Ann se detuvo.
Ah, mierda…
–Hoy es el día de la presentación de Emi, ¿lo olvidaste Ryoma?
–…
Ante su silencio faltaron solo segundos para que recibiese un tirón de orejas y la mirada fiera de su amiga– ¿No eres su padre? ¡Por el amor de Dios! ¡Responsabilízate por la niña, Ryoma!
–Tengo trabajo – se excuso sin mirarla.
Era cierto. Hoy día concretamente, su itinerario estaba absolutamente repleto de cosas, entre ellas la bendita reunión con ese condenado socio. Que lo culparan si quisiesen, pero era algo que se le iba de las manos.
–Encima, nuevamente la mandaste con tu chofer… ¿no crees que eres un poco frio? ¡Es tu hija! Al menos llévala a clases… ni siquiera el primer día, ni siquiera en ese momento sacaste espacio para ella.
La miro duramente quitándose sus manos de encima. Odiaba cuando comenzaban a reprocharle de mal padre, de injusto y ciento de estupideces mas que no venían al caso. La mocosa estaba bien, tenía todo lo que quería, todo lo que necesitaba. Eso era suficiente.
–No tengo tiempo – sentencio serio – Fin del asunto.
Ann soltó un sonido de frustración, asegurándose que en algún momento terminaría por asesinar a su amigo. ¿Es que no pensaba cambiar en todo su maldita vida? Cuando volvió en si Ryoma ya salía del lugar, esperándola con una cara de pocos amigos.
–Apresúrate o me iré sin ti.
–Ya quisieras – le sonrió, entonces recordó un detalle – Ah, por cierto… concrete una reunión con esta joven a las 2 de la tarde, ¿estarás presente?
Rodo los ojos hasta ella con el cartel de "¿tengo qué?" plasmado en todo la cara. Ann hizo una mueca de cansancio.
–Que sepas, que no recuerdo haber tenido una hija… así que ¿no crees que sería más apropiado que tú la entrevistaras?
–Paso – murmuro, encogido de hombros – Hazlo tú.
–¿No te interesa saber nada de ella? – Pregunto asombrada – Va a ocupar todo los días tu casa, ¿sabes? Aun sabiendo eso, ¿no quieres saber quién es?
Meditando sus palabras, termino por sentir un poco de miedo. Con la cantidad de arpías locas que andaban por las calles, ¿Qué si esta era similar a ellas? Se humedeció los labios, maldiciendo su estúpida imaginación.
–Ne…
De pronto una leve pisca de curiosidad salto en su pecho. Una mínima sensación de interes, después de todo si esa mujer comenzaría a visitar su casa al menos debía saber algo de ella, ¿no?
–Nombre – ordeno con un aire desinteresado. Cosa que realmente sentía.
No le importaba mucho indagar más allá de eso. Porque solo la necesitaba para que Emi estuviese quieta por unas horas, nada más. Ann al principio pestaño pero al ver su expresión; su boca se curvo prontamente en una sonrisa divertida. Un tanto desafiante.
–Ryusaki –Dijo fuerte y claro – Su nombre es Ryusaki Sakuno.
U_U_U_U_U_U_U_U_U
–Mucho gusto –
No quiso que su voz fuese tan temblorosa, tampoco quiso mostrarse torpe, ni menos esconder la mirada, cuando la mujer frente a ella, la miro directo a los ojos, con una expresión indescifrable. Nerviosa, apretó la tela de aquella falda entre sus dedos, estrujándola tantas veces que temió dañarla.
Sus ojos titubeaban entre mirarla y mirar el suelo. Odiaba cuando comenzaba a comportarse asi; y realmente se maldijo a ella y a su torpe timidez. Esta parecía aflorar en los peores y más importantes momentos. La rubia carraspeo bebiendo de su refresco. Envuelta en un costoso traje de oficinista, y probablemente joyas de oro; con un rostro muy atractivo y de esbelta figura. A pesar de compartir su sexo, debía reconocer que la mujer frente a ella era una verdadera belleza, inevitablemente la hacía sentir tan pequeña a su lado.
–El gusto es mío – contesto ella con una sonrisa radiante. Ann, como se había presentado momentos antes, se acomodo en la silla alisando uno de sus cabellos. Entonces la miro, y dijo –Eres bastante joven, ¿Cuál es tu edad?
–21 años –contesto robóticamente. La mujer abrió los ojos asombrada, entonces agrego.
–Pensé que eras menor… –repuso, riéndose sonoramente – Veras, querida, realmente te ves como una jovencita…. Pensar que te quite por lo menos 3 años. Disculpadme.
Negó con sus manos, restándole importancia. No era la primera vez que lo escuchaba; la gente siempre tenía la tendencia a creer que realmente era una quinceañera. Desde que su cuerpo comenzó a marcar las curvas del crecimiento, su cara siempre había sido la misma. Y su ropa no ayudaba en nada a darle un aire más maduro. Aun sabiendo eso, no pudo evitar sentirse un poco desanimada después del comentario, se suponía que ya era una mujer… no una niña. Igual, mas adelante agradecería el tener una cara como la suya.
–Eres bastante joven… - dijo, como para si misma, luego hizo una mueca de molestia. Por su expresión imagino que no estaba pensando nada bueno.
–Pe-pero… tengo experiencia – murmuro dándose valor. Necesitaba un trabajo, y no podía perder esa oportunidad.
Tomoka le había asegurado que estaba en buenas manos, la tranquilizo diciendo que conocía a la mujer y que entrego muy buenas recomendaciones suyas. Menciono que sin dudas era una oferta mejor que la de ella; en temas de horarios, y por sobre todo, monetariamente hablando. Por esa misma razón debía, no, tenía la obligación de conseguir el trabajo.
–Ah, ¿en serio? – Ann la miro con desconfianza – Pero si eres bastante joven… ¿tienes buen trato con los niños? – afirmo repetidas veces, tratando de mostrarse segura. La rubia, entonces, se humedeció los labios – Veras, Sakuno…. La niña de la que estarás a cargo es un poco…. Complicada.
–¿Complicada? – consulto, con un pestañeo inocente.
–Si… o no. Más bien…. – se humedeció los labios, pensativa – Más bien, diría que su situación es "complicada" –soltó un suspiro de frustración. Bebió un poco de su refresco, y entonces la miro decidida.
Entonces comenzó su relato acerca de la menor, y ella comprendió el porqué de sus dudas. Primero su jefa no era jefa… era un hombre. Y soltero. Que trabajaba todo el tiempo y por lo mismo no podía sacar tiempo para su hija; que la menor había perdido a su madre y que debido a esto había perdido la voz. Que su comportamiento no era precisamente amable, además menciono que la lista que la antecedía era bastante enorme por lo mismo significaría un verdadero reto si es que aceptaba el trabajo.
En resumen; la paga era estratosférica… pero el trabajo era todo un desafío.
Y sin embargo, se vio a ella misma aceptándolo sin mayor trámite. Ann la miro, con la boca abierta de hito en hito; de pronto la imagen de una mujer refinada se había ido al garete.
–¿Escuchaste lo que dije? – Pregunto estupefacta, se levanto de la mesa apoyando las palmas sobre esta, mientras se acercaba a su rostro.
–Ah…. Hai. Es-escuche.
–Aun así, ¿lo aceptas? Eres joven, puede que no seas….
–Lo seré – la atajo rápidamente, se dio valor para mirarla a los ojos y demostrarle mayor seguridad –Cuidare muy bien de ella, se lo prometo
Concluyo sus palabras intentando esbozar una sonrisa tranquila, confiada; aun siendo esto algo totalmente ajeno a su carácter. Ann desde su lugar la miro con cierto recelo, la observaba como buscando algún indicio de duda o nerviosismo. Cuando noto que su expresión no cambiaba, noto como en sus labios se formaba una sonrisa amable.
–Entonces…. No me queda de otra que aceptar – ante las siguientes palabras, sus ojos se iluminaron rápidamente –Estas contratada, Sakuno. Espero y cumplas con nuestras expectativas.
A penas termino de hablar, se levanto de su asiento para realizar una reverencia – ¡Pro-prometo que no la defraudare! –Pero en el camino –para su humillación- paso a llevar un vaso, vertiendo el contenido sobre su falda, dejando una fea mancha sobre la tela.
–Ah…
¿Por qué a mí?
El rostro se le coloreo tanto que seguramente Ann temió que saldría huyendo. Apretó los ojos, nerviosa, asustada. ¿Por qué tenía que ser tan torpe, en un momento así? Bien, Sakuno. De seguro después de esto te contratan… le dijo irónicamente su conciencia. Ah, se reprendió; dos veces, tres, cuatro y así. Sin embargo cuando pensaba agarrar sus cosas preparando su huida un curioso ruido la hizo desistir. Su boca se contrajo asombrada, cuando la risa contraria llego insistente contra sus oídos.
–¡Por dios! – Reía ella – ¡No puedo creer que…! Oh, dios mío. Ah…. –se cubrió los labios, intentando calmarse. Luego la miro, con una expresión que no supo cómo interpretar – Ah, disculpa… disculpadme. Es que yo… –y nuevamente comenzó a reír.
–¿Ann…-san?
Se quedo en silencio, mientras miraba el rostro de la mujer tornarse rojizo agobiada por sus propias carcajadas. Estuvo tentada a ofrecerle un vaso con agua, pero al ver que ella volvía a calmarse se abstuvo. La mujer levanto el mentón, mostrándole una sonrisa de aprobación.
–Oh, Dios. Disculpa… Hace bastante que no reía con tantas ganas… –confeso, limpiando los rastros de lagrimas sobre sus ojos. La sonrisa amable, siempre presente sobre sus labios –Disculpa si te incomodo, querida.
–Ah, no… no se preocupe.
La mujer, amplio la línea de sus labios, su mano derecha quedo ante su visión. Parpadeo. Con una velocidad sorprendente para ella, la estrecho, sonriendo nerviosa.
– Cuento contigo, Sakuno.
Sonrió agradecida. Ni siquiera le importo que en su falda hubiese una mancha, que seguramente al regresar a casa, la ridiculizaría. Estaba feliz de haber sido aceptada. Así podría seguir viviendo con Aiko, e inclusive le generaría más ingresos. Aun cuando sentía la partida de Tomoka y el pequeño Kei, debió de agradecer su buena voluntad de buscarle ella misma un trabajo.
Por lo mismo, no defraudaría a nadie. Cumpliría con las expectativas de ambas. Por ellas, y por si misma.
Sin embargo, en ese entonces… ni siquiera imaginaba que esa decisión haría a mi tranquila y pacífica vida dar un giro de 360°.
Continuara…
Y bien? Y bien? Opinen por favor =) eso hace a Sayaaa sonreir *u* espero leer muchos de sus reviews y tambien por supuesto sus ideas son bien recibidas, corrigan con respeto por supuest pero qiero saber que opinan! Me alegran mucho sus reviews y dan ganas de seguir. Aun sigo siendo una principiante pero hago el intento de mejorar! asi que tengame paciencia.
Nos vemos en una semana más! Espero que con ambos capitulos.
CHAOLIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN 3
