***Disclaimer*** Harry Potter, Dumbledore, el apellido Riddle, Hogwarts y demás nombres que les suenen familiares son propiedad de JK Rowling, de la Warner, y demás fauna, yo sólo los utilizo para "diversión y sano entretenimiento" (^^).

Él presente escrito es fiel relato de lo que viví hace años, cuando yo, Cecil Gabianni, pasé mi juventud en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Desde pequeño me di cuenta de que, aparte de mi habilidad para la magia (en ésos años aún imperfecta), tenía la capacidad para leer el Destino, una rara forma de Adivinación, en la que las Revelaciones se presentan en forma de visiones abstractas. Ésta habilidad ha sido el mayor Secreto de mi vida, y unicamente tres personas sabían que yo contaba con ése extraño regalo: el supervisor Albus Dumbledore, que siempre guardó el secreto como mi mejor cómplice; mi padrino y mentor, Alastor "Ojoloco" Moody, el cual, aunque gran amigo de mi padre, jamás le reveló éste asunto; y Fanya Riddle, pieza fundamental en éste relato.

Mi padre, el señor Edgar Gabianni, era el redactor en jefe y copropietario del Daily Prophet, que ganó su prestigio gracias a la habilidad de convertirse en una especie de pájaro negro, lo que le dio gran ventaja como corresponsal internacional. Mi madre, Celes Gabianni, fue una bruja especialista en Runas, por lo que mi casa estaba siempre llena de libros y diccionarios antiguos.

Mi padre siempre llevó una excelente relación con el ex-auror Alastor Moody, desde que se presentó a hacer un reportaje sobre su vida hacía mucho tiempo. Gracias a ésa amistad el ex-auror fue mi padrino, lo cual era bastante extraño, pues mi primer regalo de cumpleaños fue un chivatoscopio miniatura.

En una ocasión Moody se encontraba en mi casa, y yo llegué por atrás para enseñarle mi dibujo de un gusarajo sonriente, pero él (en uno de sus conocidos desplantes paranóicos) se espantó y me convirtió en hurón (al parecer hacía unos años le hizo lo mismo a un alumno en Hogwarts). Inmediatamente se dio cuenta de su error y me regresó a mi forma original, pero el trauma había sido tan grande para mí, que para tranquilizarme me dio lo que al parecer era un pedazo de pergamino viejo, y me dijo que, cuando fuera a Hogwarts, no me olvidara de llevarlo, pues era un mapa del castillo, y a continuación me explicó cómo utilizarlo. Aparte de este invaluable regalo, su hechizo dejó en mí una propensión en transformarme en animago, con forma de hurón (aunque no lo conseguí hasta tercero), y me dejó un permanente mechón blanco de cabello, que ni los contrahechizos más poderosos han podido eliminar.