Disclαimer. Son todos de Meyer, Meyer, Meyer. (si, quedo clαro.)
Mrs. Pαrαnoiα; Im humαn, imperfect.
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A ver si le ponemos los puntos a todo el mundo. Nadie era perfecto, no los que fueran humanos claro está. Pero apestaba como gran bosta compararse con uno de los seres tan de cuentos de terror, aquellos en los cuáles los niños no hacen más que taparse los ojos—si se habla de película—o los oídos.
Mi cara bajo el sol no brillaba como diamante, era un asco total, siendo que soy humana. No creo que nadie me pasara a mí en fealdad. «Exagerada», también otro de mis tantos dones.
Me miré al espejo que tenía enfrente y arrugué mi ceño. Daba asco. Poseía unos pequeños y casi transparentes bigotes, unas cejas bien marcadas pero no unas excelentes. Me mordí el labio. Observé mis manos, ¡ni siquiera eso era rescatable! Mi esmalte estaba como carcomido y no agregar que era uno de no muy alta calidad. Mis ojos estaban delineados con un lápiz de quiosco de la esquina, corrido como era costumbre. El pelo… ¡pf! Con suerte podía tener un pelo digno atado a una coleta mal hecha.
Era tan fácil decirlo: Imperfecta. Nada comparado con él.
¿Cómo era posible que semejante hombre sea tan…? ¿Bueno? ¿Lindo, hermoso, un sex-symbol?
Arg, era odioso.
—Eh, Bells ¿podemos irnos?— comentó un poco nervioso de que yo estuviera hace como dos horas adentro del baño— perderemos nuestros lugares en el teatro.
«Mucha gente, nos observaran»
Bufé y volví a mirarme al espejo.
—¡No!— grité, tapando mi rostro— estoy horrible ¿crees que a la gente le agradará ver al señor de la nieves? O mejor dicho ¿al mismo hombre lobo?—
Bien, eso no debí haber dicho. Lo oí gruñir y suspirar.
—Bella, mi amor, para mí no hace falta que te arregles, sos hermosa tal y como eres— sonreí. No podía hacer otra cosa, porque el era la medicina para calmar la locura que de vez en cuando venía por mí. Algo así como, el chaleco anti-fuerza.
Salí del baño, tropezando con mis propios pies y cayendo en los brazos de Edward, me tomó la mano y besó mi mejilla, haciendo que las reacciones humanas (tal como enrojecer) hicieran su efecto. Nos fuimos al teatro a ver la obra de "El fantasma de la opera".
Comencé a asustarme un poco, toda la gente observaba como "¿Y esta no vino nunca a un teatro?" y no. Esa era la honestidad bruta, quizá me miraban mal porque estaba vestida con unos jeans y remera para nada elegante.
—Ed, ¿te parece que estoy bien?— escuché su melodiosa risa y sujetó más fuerte mi mano.
—Te ves perfecta Bella—.
«Imperfecta querrás decir», y he aquí de nuevo.
N/A. Una de las historias que iba a publicar (y salvé) antes del ataque masivo de delete-history.
Fin de transmisión. (:
