La era actual.

La historia se desenvuelve en un joven moderno, andante de bar en bar, durante las noches acostumbra tomar bastante, algún problema de alcoholismo quizá, lo que sabemos es que es un tipo solitario. Cabello largo, nariz afilada y puntiaguda, tez blanca y con una cabellera negra con una luz morada que le cubre hasta los hombros. Proviene de una familia de clase media alta de la cual no ha tenido ninguna carencia a excepción de un vacio emocional. Sabía no sería una noche común. Aquel ocho de abril no era caluroso, el clima apoyaba una frescura sobre las paredes y suelos de esa oscura y putrefacta ciudad. Al salir del bar cotidiano, después de algunas sonrisas acompañadas de algunos coqueteos a esos ángeles nocturnos, se proponía ir a casa a tomar una larga siesta para reposar el efecto posterior a su borrachera. A medio camino se percato de la sombra que le seguía, algún sujeto que se dirige por el camino, pensó él, sin embargo tenía una prisa por alcanzarlo que empezó a desesperarle. Cuando estuvo a punto tomarlo por sorpresa, este se detuvo.

Al mirar atrás no había nada, pero al regresar a su camino se lo topo de frente. Ya no solo era una sombra, era un atemorizante bulto de músculos que potenciaba de su brazo izquierdo un fuerte gancho listo para impactarlo en la parte baja de su quijada seguido de una caída estruendosa que por poco le sacaba de sí.

Estaba paralizado, tal vez fue el miedo o el golpe que le propinaron lo que le alarmo y sin pensar se lanzo con toda su fuerza sobre aquella locomotora repleta de violencia. Cuál fue su sorpresa cuando este la capturo con la mano derecha estrujando su cuello hasta su casi inconsciencia.

Nunca había visto una mirada así, tan determinada, profunda como un cráter con un fuerte centro de magma destellante. No logró entender el por qué actuaba de esa manera, solo pensaba que sería su último momento.

"Seguro manchare esa bonita chaqueta con mi sangre" lo único que su estupefacto cerebro logro concretar.