Por fin publico algo en Que ilusión me hace Además, también será mi primer yaoi y mi primer angust (mi primer todo xD). Solo espero que les guste, pero ya aviso que en este fic habrá de todo: violencia, malos tratos y posiblemente violaciones y sexo. Este no será un fic para personas sensibles porque seré muy cruel con el pobre Ed-chan U.U Avisados quedan todos.
Disclaimer: los personajes no me perteneces, pertenecen a Hiromu Arakawa. El fic está basado en la historia del anime.
Capítulo I:
El día había sido especialmente pesado para el joven Edward Elric. Una vez más había ido al despacho del coronel Mustang para intentar conseguir el permiso que necesitaba para marchar hacia el Este, pero nuevamente la respuesta de Roy había sido negativa:
-De eso nada Acero. Tienes trabajo aquí y el Este es ahora una zona peligrosa.- había respondido con seriedad el coronel.
-¡Coronel tengo que ir, es importante!- le había gritado Ed, dejando muy claro su punto de vista.
-Mira enano (¡¿A quien coño llamas tú renacuajo taponcete enanín?!), no me toques las narices ¿vale?
-¡Insisto, Coronel! Si no me deja marchar redactaré un recurso alegando que usted está dificultando mis investigaciones.- le había amenazado el Alquimista de Acero, furioso a más no poder.
Esto ya había sido demasiado para los nervios de Roy, que se había levantado tan deprisa de su silla que esta había caído al suelo con estrépito. Ed tuvo que retroceder involuntariamente.
-¡Alquimista de Acero Edward Elric, usted se quedará aquí porque se lo ordena su coronel¿Entendido?
-Eres un cabrón Mustang.- había dicho Ed antes de darse la vuelta y marchar hacia la puerta.
-¿Es que no entiendes que es por tu bien, Acero?
La voz del coronel había sonado tan triste que Ed se dio la vuelta, sorprendido. Roy se había vuelto a sentar en su silla y hundía la cara entre sus manos. La furia del chico se redujo entonces un poco.
-Coronel usted sabe cual es mi misión en esta vida, sabe que no renunciaré a ella. ¿Por qué se empeña en poner obstáculos constantemente?
-Porque eres un niño Edward y yo un adulto…
-¡No empieces otra vez con el rollo de que los adultos deben proteger a los niños!- había exclamado Ed, recuperando parte de su mal humor.
Roy había alzado la vista y sus afilados ojos negros chocado contra los dorados de Ed.
-¿Qué no entiendes Edward que si no pienso en ti así las cosas son muy difíciles?
Ed se había vuelto a girar hacia la puerta y dicho mientras la abría:
-No le entiendo, Coronel.
-Porque eres un niño Edward, porque eres un niño.
Ed había salido entonces del despacho cerrando de un sonoro portazo. Tan enfadado estaba que casi chocó contra su hermano en la entrada del cuartel. Se disculpó y, ante la pregunta de preocupación de su hermano pequeño, intentó disimular su enfado. Para huir del interrogatorio de Al el chico argumentó que se encontraba cansado y se dirigió hacia su pequeño piso alquilado ante la mirada sorprendida de su hermano.
Edward entró en el piso y se lanzó sobre la cama con desánimo. "¡Maldito coronel de pacotilla¿Quién se cree que es¿Mi padre¡Estúpido¡Cretino!... ¿Si no pienso en ti así las cosas son muy difíciles¡Que puñetas quiere decir con eso¡Estúpido Roy!"
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Al mismo tiempo que todo esto pasaba, en la guarida subterránea de los homúnculos se estaba celebrando una reunión secreta. Lust, Gluttony, Sloth, Wrath, Envy y su jefa, Dante, discutían un tema muy importante para ellos:
-El tiempo se agota, debemos conseguir que Edward Elric termine la piedra para nosotros cuanto antes.- decía Dante con seriedad.
-¡Capturémosle y obliguémosle a transmutarla!- exclamó Envy con una sonrisa maligna.
-Eso no servirá, él no la hará para nosotros sin más.- intervino Lust, más sensata.
-Pues lo torturamos hasta que hable. Yo me encargo de eso.
-No. Lust tiene razón, debemos pensar en algo mejor.
-¿Y si secuestramos a su hermano?- propuso Sloth.
-Greed ya lo intentó y falló.- les recordó Lust.
-Pero nosotros somos más y mejor preparados que él.- dijo Sloth con su tranquilidad habitual.
-A mí me gusta más la idea de Envy.- intervino Wrath por primera vez.
-¡No!- habló Dante.- De momento les dejaremos libres, ellos mismos están buscando la forma de crear la Piedra Filosofal. Pero no tenemos mucho tiempo así que habrá que guiarlos un poco. Sloth, habla con Pride y que consiga que envíen a los hermanos Elric al Este, a las revueltas. Ese será el escenario perfecto para crear la piedra.
-¡Dante-sama todo iría más rápido si les capturáramos y…!- la interrumpió entonces Envy, incapaz de callar por más tiempo.
-Deja de lado tus ansias de venganza Envy, no me obligues a castigarte.- le advirtió Dante con frialdad.
-¡Pero yo quiero verlo sufrir¡Quiero ver como la vida de ese enano se apaga delante de mis ojos y bajo mis manos!
-Quizás cuando haya creado la piedra Dante-sama te lo permita.- intervino Lust con una sonrisa divertida, disfrutaba viendo así a Envy, enfadado y frustrado.
-¡No puedo esperar tanto¡No soporto pensar que es enano lleva su sangre!
-¡Envy!- Dante se puso en pie, claramente enfadada.- Te prohíbo que mates a Edward Elric hasta que yo te lo diga.
Envy quería replicar pero tuvo que morderse la lengua a sabiendas de lo podría ocurrir si le llevaba la contraria a su jefa. Finalmente dejó escapar un grito de impotencia y salió de la sala de muy mal humor. Mientras se montaba en el ascensor que le llevaría a la superficie tomó una decisión.
-Está bien, no le mataré.- susurró con una sonrisa sádica.- Pero nadie dijo nada de que no pudiera divertirme un poco con él… ¡Prepárate Edward Elric!
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Al caminaba por la calle apesadumbrado. ¿Qué era aquello que preocupaba a su hermano? Se preguntaba mientras golpeaba con el pie una lata vacía. El joven había decidido dar un paseo mientras hacía tiempo para ir a su casa, pues quería darle tiempo a Ed de tranquilizarse. ¿Por qué Ed siempre salía tan enfadado del despacho del Coronel Mustang? A Al le parecía que el coronel era una persona seria y tal vez algo fría, pero al fin y al cabo se preocupaba por ellos, algo que su hermano no parecía comprender.
-¡Alphonse-kun!- exclamó una voz tras él.
Al se giró para ver como la teniente Ross llegaba hasta él corriendo para luego pararse ante él y saludarle con un gesto de la mano.
-Buenas tardes Ross-san, aunque ya más bien es de noche.- comentó la armadura con su característica amabilidad y despreocupación. Sin embargo el preocupado gesto de la mujer le hizo cambiar de tono.- ¿Qué ocurre?
-Ha llegado un mensaje urgente desde Rizenbul.- informó la morena con rapidez.- La señorita Winry Rockbell solicita su presencia y la de su hermano cuanto antes.
-¿Winry¿Por qué¿Qué ha pasado?- el tono de Al sonó muy afectado y ansioso.
-No nos ha dado datos concretos, solo que necesitaba su presencia porque al parecer una tal Pinako había sufrido un accidente.
-¿Pinako-san¡Oh, no puede ser!- exclamó la vacía armadura.
-Edward-kun ya ha sido informado y marchó inmediatamente hacia Rizenbul.- siguió diciendo Ross.
-¿Qué¿Se ha ido sin esperarme?- se sorprendió Alphonse.
-El mensaje parecía tan urgente que se marchó de inmediato y me pidió que le avisara. Lo he preparado todo para que pueda coger el tren que sale hacia allí en media hora.- explicó ella dándolo un billete de tren.
Al apenas murmuró un gracias mientras salía corriendo hacia la estación con el corazón encogido, por decir algo. Sabía que se tardaba un día entero en llegar desde Ciudad Central hasta Rizenbul y estaba muy preocupado por el estado de salud de la tía Pinako. Ojalá no estuviera…
Tenía que darse prisa.
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Ed había decidido darse una ducha fría para relajarse, consciente de lo mucho que le había afectado las palabras de Mustang. El agua resbalaba por su espalda con lentitud y repiqueteaba contra su brazo y su pierna metálicos impidiéndole oír nada más. Al fin cerró la llave del agua y salió de la ducha mientras agarraba una toalla para secarse. Se calzó unos shorts azul claro y una camiseta blanca sin mangas, dispuesto a acostarse en cuanto saliera del baño. Se secó con fervor su dorado pelo para luego recogérselo en una trenza y salió.
-¿Al¡Al¿Estás aquí?- preguntó en voz alta.
Pero nadie le respondió y el chico comenzó a preocuparse un poco. Hacía tiempo ya que había anochecido y Al no solía llegar tarde a casa ni deambular por ahí solo. Fue hacia su habitación y se asomó por la ventana. Estaban en el ático de un edificio de cinco plantas, bastante aislados para poder llevar sus investigaciones sobre la Piedra Filosofal en secreto. Suspiró, confiando en que su hermano estuviera bien.
De repente, antes de que tuviera tiempo para preguntarse que ocurría o pudiera reaccionar, alguien le agarró del hombro y dio un fuerte tirón, dándole la vuelta y estrellándolo de espaldas contra el cristal de la ventana, dejándolo desorientado durante unos segundos. Inmediatamente sintió como se colocaban muy cerca suyo, inmovilizándolo por completo al colocar su agresor una de sus piernas entre las de Ed, separándolas, y agarrando su brazo metálico con fuerza mientras que el otro brazo del desconocido se interponía entre él y la ventana, sobre su hombro.
-T-tú…
-Cuanto tiempo sin verte, enano.- rió la cruel voz de Envy, que sonreía muy abiertamente.
Edward se estremeció. El homúnculo le había pillado completamente desprevenido y con la guardia baja. Su cerebro trabajaba a mil por hora para intentar hallar una forma de escapar de allí, pero sin éxito. Y la sonrisa malévola de Envy no hacía más que incrementar su preocupación. Lo único que se le ocurrió a Acero fue intentar ganar tiempo.
-Si, hace bastante tiempo… aunque no se puede decir que me alegre de verte.
-¡Oh, que cruel puedes llegar a ser, enano!- ironizó el homúnculo sin dejar de sonreír, divertido.
-¡No me llames enano, cabrón!- gritó Ed lleno de ira, ni siquiera el temor era capaz de tranquilizarle cuando alguien se metía con su estatura.- ¡Y quítate de encima estúpido!
Pero Envy no se movió, solo sonrió con más fuerza y acercó su rostro al del joven.
-¿Te molesta que esté tan cerca, enano?- preguntó con voz sensual muy cerca de su oreja.
Edward se puso completamente rojo y comenzó a revolverse para intentar escapar. Envy siguió sin moverse y apretó con más fuerza el brazo de acero del alquimista para evitar que este pudiera moverlo y juntar las palmas, consciente de que entonces el chico usaría la alquimia contra él. Como Ed no desistía en su intento desesperado de escapar, el homúnculo tuvo que hacer algo drástico.
-Deja de revolverte de una maldita vez.
Con un brusco movimiento rompió el brazo metálico, dejándolo caer inservible contra el costado del chico.
Ed abrió mucho los ojos, sorprendido. Con el brazo inutilizado sus posibilidades de usar la alquimia se reducían considerablemente: estaba completamente atrapado.
-¿Qué es lo que quieres, homúnculo?- preguntó serenándose todo lo que pudo y mirándolo con odio y frialdad.- Por que si me vas a decir otra vez lo de la piedra…
-¡A quién le importa esa estúpida piedra! No a mí, Acero.
-Pero entonces…
Los ojos morados de Envy relucieron con tanta maldad que Ed se estremeció involuntariamente. Envy se acercó todavía más a él, ejerciendo presión con su pierna sobre las del otro, obligándolo a permanecer en aquella comprometida postura. Manteniendo aún una de sus manos sobre la pared, sobre el hombro de Edward, colocó la otra sobre su mejilla, acariciándola con lentitud y provocando otro estremecimiento sobre el chico.
-Te pareces tanto a él…- susurró mientras acercaba su boca al oído de Ed.- Los mismos ojos, el mismo pelo, el mismo olor… eres condenadamente igual.
-No sé de que me estás hablando.- la voz del alquimista sonó débil y temblorosa.
-No en vano eres su hijo.- seguía diciendo Envy sin prestarle atención.- Y lo que yo quiero saber es si te pareces a él en otros aspectos… ¿tus gritos de dolor sonarán igual?- el homúnculo parecía estar hablando consigo mismo en voz alta en lugar de con Ed. El chico se sobresaltó al escuchar aquella pregunta y la que vino después.- ¿Sentiré yo, a caso, el mismo placer al torturarte a ti que al torturarlo a él?
La mano que acariciaba la mejilla del Acero dejó de hacerlo de golpe, aplicando tanta fuerza en su última pasada que dejó cuatro profundos surcos en la cara del chico, que comenzaron a sangrar rápidamente y provocaron que Ed soltara un grito, más de sorpresa que de dolor.
Ed tragó saliva y volvió a revolverse, consciente de los planes de Envy.
La mano del homúnculo se cerró como una garra sobre el cuello de su víctima y le arrancó todo el aire de golpe. Ed jadeó e intentó no gritar de dolor por las uñas que se le estaban clavando dolorosamente en la garganta. Había un brillo de locura en los ojos de Envy y algo en su risa hizo que la sangre de Ed se congelara en sus venas.
-¡Suéltame!- graznó Ed medio asfixiado.- Estás perdiendo tu tiempo… mi hermano vendrá enseguida y entonces…
-¡Ja! Tú querido hermanito no aparecerá por aquí, tenlo por seguro.- se mofó Envy, comenzando a alzar a Ed del suelo con una sola mano. Su fuerza era sobrehumana.- Me he asegurado de que desaparezca del mapa durante al menos dos días. Eres todo mío durante ese tiempo. ¿No te parece simplemente maravilloso?- sentenció finalmente, burlándose del joven rubio.
Y fue entonces cuando Edward Elric comenzó a sentir pánico.
Luchó por llevar aire a sus pulmones, pataleó cuanto pudo pero las fuerzas le fallaban. Envy, que en un principio no había pensado en matar al chico, sino tan solo divertirse un rato con él, se encontró con que el odio y la locura de la venganza lo estaban dominando. Ya no era capaz de parar aunque sabía que si aquel chico moría existía la posibilidad de que Dante le matara por desobedecer una orden directa suya. Sin embargo se dio cuenta de que en esos momentos aquello no le importaba. Le traía sin cuidado. La venganza era tan dulce…
Ed comenzaba a perder la visión y sentía que su vida se estaba apagando a pasos agigantados. Veía que el homúnculo estaba como poseído, con los ojos desorbitados y el rostro marcado por un rictus terrorífico. Con las pocas fuerzas que le restaban, aprovechó que su agresor estaba despistado para alzar su brazo sano y acercarlo con lentitud hacia su palma mecánica. Un poco más…
La mano de Ed rozó la palma de metal y el chico se apresuró a posarla sobre el cristal de la ventana. Un brillo azulado distrajo la atención de Envy, aunque demasiado tarde.
Decenas de afiladas agujas de cristal surgieron rodeando a Edward y obligaron al homúnculo a soltarlo. Ed reaccionó rápido: dio otra palmada, esta vez en el suelo.
Una enorme estructura puntiaguda con forma de cono atravesó de lado a lado al homúnculo.
El gesto de Envy pasó de loca felicidad a una mueca de sorpresa mientras la sangre brotaba de su boca y caía, aparentemente muerto, sobre la gran aguja. Pero Ed sabía que estaba lejos de matar a su agresor, consciente de que solo tardaría unos instantes en recuperarse por la acción de la piedra roja.
Ed se levantó del suelo a trompicones y, jadeando, se alejó como pudo de la habitación, hacia la puerta de salida. Su única posibilidad radicaba en que consiguiera llegar a la puerta antes de que Envy se recuperara. Sin embargo, no había llegado al pomo cuando sintió un fuerte golpe en la espalda que lo lanzó cuan largo era sobre el suelo.
-Eso no me ha gustado nada, enano.- sonó tras él una fría voz con un deje de furia.
Ed intentó levantarse apoyándose sobre su brazo sano pero un fuerte dolor en la zona lumbar se lo impidió y le hizo soltar un grito ahogado. Envy rió mientras se acercaba lentamente hacia él, colocándose luego en cuclillas a su lado y tirando de la rubia trenza del chico para obligarle, dolorosamente, a alzar la cabeza y mirarle a los ojos.
-Ha dolido, y mucho. Nunca te han atravesado el estómago ¿verdad? Se siente algo así.
Envy giró el pequeño cuerpo de Ed para ponerlo boca arriba y descargó un violento puñetazo sobre su estómago. Ed ahogó otro grito y abrió mucho los ojos. Todo el aire escapó de sus pulmones y sintió como un hilillo de sangre corría por la comisura de su boca.
-Te había subestimado, pensé que con romperte el brazo bastaría.- siguió diciendo Envy mientras el chico intentaba recuperarse del golpe.- Pero no eres nadie sin tu alquimia ¿verdad, enano?
-No… me llames… enano…- jadeó Ed.
Envy dejó escapar una carcajada.
-Tienes muchos huevos para ser tan pequeño Ed-kun.- reconoció sin dejar de reír.- Aunque como ya te he dicho: no eres nada sin tu alquimia. ¿Cuánto te durarán las agallas sin esto?- le preguntó mientras alzaba el inservible brazo de acero.
Los ojos de Edward se desorbitaron al comprender lo que estaba a punto de hacer e intentó gritar para que se detuviera, pero el homúnculo no le hizo caso.
De un gran tirón arrancó de cuajo el implante del alquimista.
-¡¡AAAAAH!!- gritó el joven con todas sus fuerza cuando una ola de intenso dolor recorrió todo su cuerpo y cayó de nuevo al suelo.
Envy rió con auténtica malicia mientras lanzaba el implante hacia arriba para luego volver a atraparlo y miraba a Ed desde arriba, con desdén.
-A ver que haces ahora sin esto, "Acero".
Ed apretó con fuerza los dientes para evitar volver a gritar. Ahora estaba completamente indefenso, todas sus posibilidades de escapar acababan de desaparecer. Sintiendo el miedo recorrer su cuerpo como hacía mucho que no lo sentía se dio cuenta de algo. Todo lo que había intentado negar al resto del mundo era verdad, el muro de autosuficiencia que se había construido se derrumbó, la verdad le golpeó como una maza, no pudo negar la realidad. Era un niño. Edward Elric no era más que un niño de quince años que se daba aires de adulto. Se dio cuenta de lo estúpido que había sido, se había creído por encima de los demás porque tenía algo que ellos no tenían: tenía la alquimia. Pero… ¿de qué le servía ahora la alquimia? Envy tenía razón: no era nada sin su alquimia… salvo un niño indefenso con aires de grandeza.
Y el pánico, el miedo y el horror se apoderaron de él. Gritó histérico cuando Envy lo alzó y lo golpeó contra la pared. Pidió socorro cuando los puños del homúnculo cayeron sobre él y lloro de terror cuando fue a dar contra el suelo y Envy se ensañó aún más con sus golpes.
El antiguo Ed se hubiera obligado a contener los gritos, su orgullo le hubiera mantenido firme cuando los golpes lo hicieron caer, hubiera preferido morir antes de darle la satisfacción a su enemigo de verlo rogar por su vida. Pero el nuevo Ed pensaba en aquello y no podía hacer otra cosa que gritarse lo estúpido que había sido. No podía vencer al dolor, no podía dejar de llorar, no podía dejar de suplicar…
No quería morir.
Era un niño, aún le quedaban demasiadas cosas por vivir, por probar, por ver.
Y aquello fue lo último que Envy vio reflejado en sus ojos dorados antes de propinarle una fuerte patada en la cabeza que le hizo perder el sentido.
