DISCLAIMER: Todos los personajes y/o lugares conocidos del mundo de Harry Potter pertenecen a la única e inigualable J.K. Rowling. Sólo la trama es mía.

Este fic participa en el Reto Especial "Toujours pur" del foro First Generation: The story before books.


Lealtades

Lo primero que pensó cuando le comunicaron que la fatídica noticia, fue que Draco necesitaba un corte de cabello. Sus greñas estaban demasiado largas. Luego, de a poco, fue asimilando las palabras que su hijo le había dicho. Le tomó un buen rato. Se sentía como si le hubiesen hablado en otro idioma, uno que ella a duras penas comprendía; alemán, quizás. Y era consciente de que había comenzado a divagar en el momento menos indicado, pero su cerebro no estaba funcionando apropiadamente.

– ¿Narcissa? –la voz de Lucius la había sacado de su estado catatónico. Se sintió confundida por unos instantes, como si se hubiera bebido alguna poción sedante. Miró a su esposo sin realmente verlo. Inexpresiva.

–Sí –murmuró la mujer, aunque de hecho nadie le había preguntado nada.

Volvió a mirar a Draco. Él lucía impasible. Firme. Impávido. El pecho de Narcissa lloró lo que sus ojos no podían. Por poco se le escapa un traicionero sollozo.

–Está bien, madre –aseguró Draco al reparar en lo afligida que lucía la mujer.

Él no creía que realmente estuviera bien. Nunca podría estar bien que te ordenaran matar al mago más poderoso de todos los tiempos, a la única esperanza que quedaba, el único que era capaz de ponerle punto final a aquella locura. Narcissa lo sabía; podía verlo claramente en los ojos grisáceos de su hijo, su único hijo. Tanto miedo, tanta soledad… De a poco su propia mirada se fue humedeciendo, hasta que ya no pudo soportarlo más. Se marchó del comedor, dejando una cena familiar a la mitad por primera vez en toda su vida.

No estaba pensando. No podía hacerlo, de cualquier modo. Su cerebro seguía entumecido, como si estuviera soñando; ojalá así fuera. Tomó su capa negra más larga, que ondeó violentamente cuando se la enfundó, y caminó a paso veloz hasta el jardín delantero. Fue allí donde se cruzó con una recién llegada Bellatrix, quien le enarcó una ceja cuando pasó por su lado sin saludar, y rápidamente la siguió.

–Te lo han dicho, ¿verdad?

No necesitó responder. Bella comprendió que sí con tan sólo recibir una dura mirada de su hermanita.

–No puedes intervenir, Cissy –advirtió la rizada, como si ella no lo supiera muy bien ya. Inspiró fuertemente, traspasando la verja de entrada, fuera del campo de anti-aparición de la Mansión Malfoy.

–No. Yo no –admitió la rubia, deteniéndose en seco. Bella también frenó, mirándola con cautela y preocupación, pero siempre con incredulidad. Por mucho que quisiera a su hermana, Narcissa sabía muy bien de qué lado estaban las lealtades de la morena.

Bellatrix adoptó una expresión sorprendida; hacía tiempo que Cissy no veía a su hermana sorprendida.

–No pensarás recurrir a él…–bisbiseó, como horrorizada con la idea.

Una vez más, Narcissa no necesitó responder.

–Es mi hijo –articuló, con voz quebrada por unos instantes–. No estoy dispuesta a poner absolutamente nada por delante de él –finalizó, absolutamente segura, y acto seguido desapareció en un torbellino de telas negras.