Capítulo 1

Un escuálido y malherido caballo caminaba torpemente por un bosque silencioso. Sus patas desequilibradas, que antes habían sido robustas y veloces, apenas podían soportar el peso de su cuerpo deshidratado. En su cabeza todavía resonaban las palabras de su amo, aquel malvado y traidor humano que sólo lo había querido para sus avariciosos fines.

Flash back.

-¡Muévete, estúpido caballo!- gritaba el Sr. Bilgo, su dueño.

El hombre golpeaba con su fusta los costados del corcel de pelaje moreno, que ya no aguantaba más por culpa del cansancio y la falta de agua.

-¡Si no me obedeces, no ganarás la carrera y yo no tendré el dinero! ¡Así que espabila!- el humano volvió a golpearle, haciéndole unas terribles heridas en los ijares.

-¡Basta, por favor!- el animal suplicaba a gritos que los golpes cesaran, pero era inútil, su amo no le entendía.

-Este animal ya no sirve de nada- dijo quitándole los arreos y metiéndolo en un camión.

Un par de horas más tarde, el vehículo se detuvo y el caballo vio cómo la puerta se abría y el Sr. Bilgo lo sacaba de allí. Una vez que el corcel moreno estuvo fuera, el humano volvió a subir al camión y se alejó, dejándolo sólo.

Fin del flash back.

El sentimiento de tristeza, unido al hambre y al dolor de su cuerpo, hizo que el corcel cayera al suelo, respirando entrecortadamente. Poco después, escuchó unos pasos que se acercaban y abrió los ojos, pudo distinguir que aquellas siluetas eran de un par de linces que se relamían a la vez que se aproximaban a él.

-Es mi fin…- suspiró el caballo moreno a la vez que cerraba los ojos.

Cerca de allí, un joven lobo de color castaño avellana que llevaba un collar negro vagaba sin rumbo fijo por el bosque. De repente, notó el olor de un animal herido y fue hacia el lugar. Allí, tumbado en el suelo, estaba un caballo moreno en un estado lamentable, rodeado por dos linces hambrientos. Sin saber por qué, se sintió impulsado a atacar a aquellos felinos y a alejarlos del corcel. Una vez que los linces se marcharon aterrados, el lobo se acercó al herido.

-Oye, ¿estás bien?

-Ummm, no. Creo que me voy a morir.

-No digas tonterías.

-Pero, ¿no vas a devorarme?

-Tengo hambre, pero no entiendo la razón por la que no puedo comerte.

-Tal vez sea porque soy más huesos que carne.

-Espera aquí, te traeré comida.

El lobo le trajo un montón de hierba que el caballo engulló en un segundo.

-¿Cuántos días llevas sin comer?- preguntó el cánido.

-No lo sé, puede que unos nueve- le contestó el animal moreno.

-¡¿Nueve días? ¡Eso es increíble!

-Ya lo sé, pero mi amo no piensa lo mismo.

-¿Perteneces a un humano?

- Pertenecía, pero me abandonó.

-¿Y eso?

-Decía que no le valía para nada, y no lo entiendo. Yo hice todo lo que pude por obedecerle, pero siempre me gritaba o me pegaba.

-Eso es horrible.

-Dudo que vuelva a confiar en un humano.

-Pues si no tienes a donde ir, puedes venir conmigo.

-¿De verdad? ¿No sería raro que un lobo y un caballo vayan juntos?

-Puede, pero siempre es mejor viajar en compañía. Y te prometo que no te comeré pase lo que pase.

-Muchas gracias, ¿cómo te llamas?

-Hige, ¿y tú?

-No tengo nombre.

-Vaya, eso es un problema. Pues tendré que buscarte uno, ummmmmm… ¡Ya sé! Has aguantado todo este tiempo vivo gracias a tu fuerza de espíritu, por lo tanto te llamaré Rei(Espíritu en japonés).

-¿Rei?

-¿No te gusta?

-Sí, me encanta. Gracias.

-No hay de qué, Rei.

-Una pregunta, Hige.

-Dispara.

-¿Los lobos no viajan en manada?

- Yo siempre he viajado solo, pero ahora que vienes conmigo, ya no estaré más solo.

-Gracias, compañero.

-De nada, colega.

Y así, un lobo y un caballo se unieron para recorrer aquellas vastas tierras sin un destino concreto, guiados por el instinto y por un sentimiento de compañerismo que más tarde se convertiría en una inquebrantable amistad.

Continuará…