Introducción.
Santana apagó el último cigarro que le quedaba. Miro a su alrededor para asegurarse que estaba sola, mirando una vez más sacó su móvil y marcó el número que sabía de memoria.
-Diga.- habló la otra voz. La morena podía escuchar mucho ruido, cuchicheos de personas conversando y en el fondo música, muy fuerte.- ¿Hola?- la voz ahora sonaba impaciente.
Santana no tenía el valor para responderle. Seguía escuchando la música del otro lado y la respiración de la otra persona.
-Quinn.- fue lo único que pudo decir Santana. No esperaba que respondiera.
Nadie habló. Santana contenía las ganas de llorar y estaba segura que Quinn o la mandaría a la mierda o se pondría a llorar con ella.
-¿Qué quieres?- preguntó fríamente la muchacha. Eso definitivamente no lo esperaba. – Mira tu conchudez- la chica al otro lado del teléfono soltó una risita irónica.- Pensé que había dejado claro que no quiero escucharte o volverte a ver en mi vida.- dolía, de verdad dolía lo que la rubia le estaba diciendo.
-Quinn, tienes que saber cómo fueron las cosas…
-¿Cómo fueron? Bueno si no te has enterado, tú me pusiste unos cachos tan grandes…
-¡Quinn! Sólo el Club Glee lo supo- se defendió Santana.
-Como si eso lo hiciera menos. Santana me engañaste con Puck.- gritó la rubia. Santana no sabía si gritaba por el enojo o porque la música era muy fuerte. – Y luego toda la escuela lo supo, muy lindo Santana.- terminó Quinn.
-Como si no me hubiera afectado. Eres una egoísta, todo mundo supo que yo era gay.- gritó la morena, luego se arrepintió quizá alguien la había escuchado.
-¿Egoísta? Que no tuvieras el valor de decir quién eras realmente no es mi problema. Claro, tú te largas a una escuela privada y la que se queda con los cachos puestos soy yo. Ya no siento nada por ti Santana, adiós.- y colgó.
Santana odiaba su vida, realmente la odiaba.
Odiaba tener que estar en un maldito internado para señoritas. Bueno, el hecho de que esta escuela estuviera llena de chicas no era tan malo. Santana negó con la cabeza, de todas formas su vida estaba hecha una mierda.
Había salido con Quinn casi ocho meses. Quinn, al principio, era alguien con quien poder follar, por supuesto que Santana se había repetido mil veces que lo de ella con Quinn era porque no había ningún chico que realmente valiera la pena en ese momento, por supuesto que a ella no le gustaban las chicas.
Pero luego había empezado a sentir algo por la rubia y estuvo asustada. Cada vez que se encontraba con Quinn sentía algo extraño en el estómago y se ponía nerviosa. Al darse cuenta que quizá Quinn le estaba gustando en una manera sentimental, empezó a salir con Sam.
Estuvo con Sam como un mes y no pudo más. Luego se dio cuenta que estaba mirando a las chicas de otra manera, legustaban. Terminó con Sam y le contó todo a Quinn, bueno casi. No le dijo nada de que quizá estaba empezando a sentir algo por ella, había resultado que Quinn era gay y que todos lo sabían.
-¿Enserio no te diste cuenta?- había preguntado Quinn sentada en la cama de Santana en una tarde de noviembre.
-Entonces… ¿estabas jugando con la chica hetero?- dijo un poco molesta Santana. Volteó a ver a Quinn y la sonrisa de la rubia le hizo sentir mariposas en el estómago.
-San, no estaba jugando contigo. Bueno, no es que tú estuvieras haciendo algo diferente.- la sonrisa de Quinn no estaba dejando pensar a Santana con claridad. – De todas maneras, ser gay no es un pecado.- terminó Quinn y con total confianza se echó en la cama de la morena.
-Lo sé.- susurró Santana. Quinn la estaba volviendo loca. El polo de la rubia era tan pequeño que se podía notar su abdomen, Santana mordió su labio.- El punto es que no quiero que nadie lo sepa, así que no dirás nada Quinn.
- Cariño, no es malo se gay, te lo acabo de decir.- Quinn miro a Santana y vio que la morena la miraba con una de sus cejas alzadas.- Ok como quieras no diré nada.- terminó Quinn.- De todas maneras ¿sigues saliendo con Sam? – la rubia cerró los ojos por un momento y recordó el beso que había tenido con Sam, fue solo un momento de debilidad, ella sabía muy bien que le gustaban las chicas.
-No sé que quiero.- escuchó decir a Santana y dejó de pensar en Sam.- No quiero a Sam, no quiero a ningún chico.- confesó la morena.
Se sentó encima de Quinn. La rubia abrió mucho los ojos y sonrió.
-San, ya no tienes que hacer eso. No tenemos que hacer esto.- dijo la rubia entre risas, pues Santana le estaba haciendo cosquillas.
Santana la besó y esta vez se sintió muy diferente.
Después de ese día, había empezado a salir con Quinn Fabray oficialmente. Todo había estado bien, lo había mantenido en secreto, y Quinn no había hecho ninguna queja. Hasta que las Cherrios le habían empezado a preguntar por qué no la veían con chicos.
Había hablado con Quinn de lo de salir con Puck, solo como una pantalla, y la rubia había aceptado, al fin y al cabo su novia solo estaría actuando. Pero las miradas raras empezaron, ver a Santana con Quinn mucho tiempo había aumentado las dudas de los estudiantes.
Es por eso que Santana pensó que si salía de verdad con Puck, quizá se olvidaría de Quinn y las chicas. Estuvo muy equivocada.
Lo que nos lleva a donde estamos ahora. Después de que el Club Glee supiera lo de Santana y Quinn, todo el colegio lo supo, gracias a por supuesto: la maravillosa Rachel Berry.
Al parecer Rachel no le había perdonado a la morena el haberse acostado con su, en ese momento, novio. No encontró mejor manera de vengarse que diciendo a toda la escuela la quién en realidad era Santana López.
Le había jurado a sus padres unas cien mil veces que ella no era gay y que nunca tuvo nada que ver con Quinn. Les había hecho creer que Rachel la odiaba tanto y que había esparcido esa mentira, porque simplemente la odiaba.
Ellos le habían creído. ¿Cómo no creerle a su única hija?
Santana les había rogado que la cambiasen de escuela, porque no podía regresar a su antigua escuela por vergüenza. El Dr. López había aceptado, había cambiado a su única hija a una escuela de señoritas. Santana no se despidió de ninguno de sus amigos.
Santana se limpió las lágrimas que caían por sus mejillas. Débil, se dijo a sí misma. No debía ser débil, ser débil no te lleva a ningún lugar. Si no había que mirar a la morena, hecha una mierda por su propia culpa.
Apagó su cigarro con mucha ira. Pensó en que ella no se desmoronaría, bien si Quinn no quería creerle era su problema, ahora no tenía que ver nada con ella o con los perdedores de Glee.
Iba a empezar una nueva vida. Iba a empezar, como se dice, de cero. Pero eso sí, se iba a vengar de Rachel Berry.
