INTRODUCCION:

Algo había cambiado en el interior del grupo, ya habían dejado de ser los cuatro chicos uniformados con cuellos altos y sano humor. Ahora no tenían reparo en sus declaraciones, porque su enorme fama les infundía el valor necesario para no callarse nada que quisieran decir. Repentinamente en sus declaraciones aceptaban abiertamente su frustración como artistas. Su creatividad en estado más puro caminaba del lado cada vez más urgente deseo de dejar el ajetreo de tantas giras, ellos tenían la determinación de crear algo que nadie nunca antes se había propuesto en el mundo pop. Su fama se había vuelto en su contra, estaban como obligados a complacer a todo el mundo, aún a costa de ellos mismos, y esto pronto determinó la futura etapa del grupo.

Después del último concierto de su tercera gira por Estados Unidos, Los Beatles fueron conducidos rápidamente al aeropuerto de San Francisco en un auto blindado. Volaron hacia Los Ángeles, a donde llegaron a las 12:50 am.

George Harrison estaba cansado en el avión que transportaba a Los Beatles a casa tras su tercera gira norteamericana. Se acomodó en su asiento, se abrocho el cinturón, cerró los ojos y soltó una frase que la leyenda del grupo engrandeció hasta cotas oraculares, como si el guitarrista, de repente, se hubiese convertido en una sibila délfica de misteriosos y ambiguos vocablos: "Bueno, esto es todo. Ya no soy un Beatle". El benjamín de la banda lanzaba un órdago reflexivo. La actuación del 29 de agosto de 1966 en Candlestick Park casi clausuró las luces del directo, y abrió las puertas de la nueva era, intuida a lo largo del último año de trabajo en el estudio, época revolucionaria de abandonar la juventud bailarina y el deseo juvenil para erigirse en adultos y artistas musicales de pleno derecho en el silencio de Abbey Road, tan lejano del constante alboroto de estadios, pabellones y cavernas.

El cambio, un verdadero proceso de interiorizar prioridades y descansar la mente para encontrar respuestas, exigía reposo y un cierto distanciamiento del colectivo, la indestructible unión del monstruo de cuatro cabezas. Entre 1962 y 1966 los Fab four fueron una sensación que debía vender homogeneidad para consolidar imagen de marca y crear un insólito estrellato global que extenuó a los del Liverpool mediante una agenda más que ministerial que incluía múltiples giras, frenesí compositivo, dos Lp's anuales y un desgaste de energía generador de una inercia en forma de bucle, eterna repetición que impedía un auténtico progreso personal y profesional en el cuarteto, ansioso por una parcela de aire privado, liberación de la asfixia de cámaras, trajín laboral y anulación de la identidad individual en un momento clave para desarrollar y conocer los talentos que cada ser humano atesora, algo que Los Beatles iban descubriendo sobre la marcha y plasmando en sus canciones donde el amor se mantiene pero aparecen otro tipo de preocupaciones en las letras y en el trabajo instrumental. Pasaron a una etapa en su carrera artística, con el reto mayor de hacer crecer a su público y que ya no los vean como cuatro tontos melenudos. Sentían la necesidad de crecer musicalmente y de convertirse en artistas más serios. George Harrison, Ringo Starr, John Lennon y Paul McCartney alcanzaron la cima muy jóvenes. La Beatlemanía los desgastó. Fueron cuatro años, entre 1962 y 1966, con una vida incontrolable: cuatro años dominados por giras que incluyeron cerca de 1.400 apariciones en conciertos a nivel internacional.

Los Beatles regresaron muy agotados de su Gira Americana que finalizó en Agosto de 1966. La banda no era la misma que en 1964, mucho menos su música, mas sus fans y sus recitales no acusaban tal transformación. Buena porción de su reciente catálogo se hacía difícil de reproducir en el directo, y, peor aún, el griterío les impedía mejorar su desempeño como número en vivo. Todos los años de trabajo cohesionador en Hamburgo y Liverpool, parecían olvidarse con lo deficiente de la entrega de los Beatles en versión 1966. Las giras se pusieron aburridas, y los cuatro ya estaban hartos de ellas. En las actuaciones, nadie los escuchaba. En un principio, les daba igual, pero llegó un momento en que tocaban fatal. No se podían escuchar unos a otros, con sets que no representaban lo que ya estaban ofreciendo en el estudio, e incontables escollos para cuatro muchachos que sólo querían un poco de paz. A pesar de todos estos problemas, Paul McCartney quería seguir con las giras, ya que según él era la única forma de mantener viva su música. Pero las giras de Los Beatles se dificultaban cada vez más. Los asistentes gritaban tan alto que ni los mismos intérpretes podían oír lo que estaban tocando. Además, a medida que iban madurando, para Los Beatles se fue haciendo más complicado ejecutar, entre los alaridos de una multitud de adolescentes histéricas, sus complicados arreglos musicales, y era obvio que las giras mundiales ya no eran necesarias para el éxito comercial de los muchachos. En cuanto a Los Beatles se refería, su música era tan complicada que era muy difícil reproducirla en vivo en un escenario. No obstante, una gira de despedida por el Reino Unido fue planificada por Brian Epstein para el otoño de 1966, pues el empresario conservaba aún las esperanzas de persuadirles a iniciar una nueva gira. El grupo, alentado por Paul McCartney y Brian Epstein, decidió realizar esta gira.